Yrigoyen entre dos peludos

Un ataque y una defensa, desde la misma matriz

 

Que el endeudador serial que presidió el país durante 2015-1019 cuestione al populismo argentino desde Brasil, situando su origen en Hipólito Yrigoyen, confirma que una verdad en boca de un mentiroso molesta al presidente nacional de la Unión Cívica Radical (UCR) por su propia decisión de olvidar el sentido popular de su partido. Ese mismo que en 1916 supo encarnar el caudillo que, aún sin transformar el modelo socioeconómico del país, modificó profundamente su vida política. Las expresiones del ex primer mandatario fueron consideradas por el emperador de Jujuy como un ataque al radicalismo.

Mauricio Macri llamó el viernes 3 de junio a “luchar contra el populismo en forma global”. Se encontraba en San Pablo, participando de un foro organizado por el Instituto Liberdade, cuando señaló: “Tal vez se originó en Latinoamérica, tal vez en la Argentina, que siempre ha sido de innovar, lamentablemente hace varias décadas para mal en política, fue uno de los lugares donde primero arrancó. Primero con Yrigoyen y después con Perón y Evita, que fueron muy conocidos en el mundo”. Es el populismo que, según Macri –que también es Blanco Villegas–, hay que combatir. No deja de ser un acierto de su parte calificar de populista a Yrigoyen, cuyas acciones de gobierno –durante dos mandatos no consecutivos, hasta sufrir el golpe de Estado que lo derrocó en 1930– solamente pueden causarle desprecio, ya que en su primera presidencia, el radical se ocupó de:

  • Eximir a los obreros del Estado del descuento que se hacía a toda la administración.
  • Establecer el sueldo y salario mínimos.
  • Preocuparse por la vivienda del trabajador e impedir el aumento de alquileres.
  • Prohibir el embargo de sueldos, salarios, jubilaciones y pensiones.
  • Imponer la jubilación de los ferroviarios y crear el hogar ferroviario.
  • Reglamentar el trabajo a domicilio.
  • Establecer la obligación de pagar a los obreros en moneda nacional, salvándolos de los dueños de los obrajes de madera, ingenios azucareros y otras explotaciones que usaban moneda propia, que solamente podían cambiar en comercios de esos propios patrones.
  • Modificar la ley de descanso dominical, y hacerla cumplir.

Estas son algunas de las medidas impulsadas por Yrigoyen durante su primer mandato (1916-1922) que pueden irritar a quien se ocupó de suprimir derechos cuando presidió el país desde el 10 de diciembre de 2015. Pero que sea el carcelero de Milagro Sala quien salga en defensa del aludido caudillo, aún con el acierto de destacar las acciones de gobierno que Yrigoyen supo emprender, es una inmoralidad más de su parte. Gerardo Morales ha barrido en su provincia toda independencia de poderes para llevar adelante un atropello brutal, con el Poder Judicial subordinado a sus intereses, para terminar con la libertad de la líder social más importante de esa tierra y del país. Debería repasar la historia de Yrigoyen en profundidad y aprender de su humanismo, que él no ejerce en su provincia.

Cuenta Homero Manzi que en aquella época de su niñez, “alguien de mi sangre pagaba en la cárcel un delito de muerte. Mi infancia, domingo a domingo, llegaba hasta la prisión y recorría, acongojada el alma, los fríos corredores y hablaba, por entre la rejilla humillante del locutorio, con quien estaba preso. Pero desde aquel día –12 de octubre de 1916–, se derrumbó el muro del locutorio y por primera vez pude besar el rostro de ese hombre encarcelado, cuya alegría hoy comprendo. Quiero recordar que él mismo, húmedos los ojos, me dijo: ‘Esto lo ordenó Hipólito Yrigoyen, porque es un hombre humano’. Mi candidez de niño lo vio allí tan bueno como nunca más lo pudo ver mi inteligencia de hombre”. Morales, que ha inventado causas contra Milagro Sala para que ejecute el Poder Judicial que actúa bajo sus órdenes, lejos está de imitar a ese buen hombre que fue Yrigoyen, para poner fin a la injusticia que comete contra Sala desde enero de 2016.

Si por Morales fuera, volvería a imponer en su tierra jujeña los métodos de castigo que utilizaban los poderosos de aquel tiempo contra sus opositores, antes de que Hipólito Yrigoyen llegara a ser Presidente y los suprimiera. Raúl Scalabrini Ortiz cuenta que en 1923 visitó una gran estancia, propiedad de una sociedad inglesa, “situada en el fondo del Chaco salteño, en las proximidades de una población misérrima llamada ‘El Galpón’. Me mostraron un cepo donde se castigaba a los peones que habían incurrido en alguna falta seria. El administrador me informó, sin emoción alguna, que había estado en uso hasta el momento en que Yrigoyen asumió el poder y dictó las primeras medidas de protección al trabajo”.

Pero, ¿cuáles son los métodos actuales de Morales? ¿Cuál es el cepo que utiliza como gobernador para el castigo? La ampliación del Superior Tribunal de Justicia de Jujuy, de 5 a 9 miembros. Para ello, incorporó a dos diputados radicales que votaron a favor de la ampliación y un día más tarde juraron como jueces. Esa maniobra forma parte de sus modernos métodos para llevar adelante la tarea de revanchismo contra la líder social y otros integrantes de la Túpac Amaru, que lo alejan del humanismo que caracterizaba a Hipólito Yrigoyen, al que pretende defender sin estatura moral. Nada en su accionar se asemeja al obrar de aquel líder nacional.

Cuando Hipólito Yrigoyen fue obligado a renunciar luego del golpe del 4 de septiembre de 1930, su casa fue atacada y destrozada y sus pertenencias, tiradas a la calle. Ese desprecio por quien modificó la vida política de la gente es el mismo desdén por lo popular que hoy comparten Macri y Morales. Prueba de ello es que el emperador de Jujuy, al quitar de escena política a la líder social que ejecutó una obra transformadora para los más desposeídos, restableció lo que el representante del poder real, el cortesano Carlos Rosenkrantz, dejó al desnudo en Chile: donde hay una necesidad, la seguirá habiendo. Morales optó por lo mismo: debía sacarse de encima a Milagro para que su obra sufra el abandono y la vara alta de derechos que levantó con su trabajo vuelva a estar por el piso en su comarca. Así puede gobernar practicando la beneficencia, nunca otorgando derechos.

“Cualquiera que haya podido ver la obra de la Túpac puede notar el corazón de Evita en ella. Evita siempre decía que cuando los ricos hacen obras para los pobres, las hacen con mentalidad de pobres. Por eso toda su obra estaba atravesada por un profundo amor que habitaba en los modernos polideportivos y hogares que construyó y en los delicados uniformes de los torneos Evita”, señala Laura González Vidal en el prólogo de la exposición fotográfica Lo que el odio se llevó, realizada junto a Silvana Lanchez. “Recorrer las calles de los barrios de la Túpac, con sus parques cuidados, sus hermosos murales, era un recorrido por el amor de Evita y el Che por su pueblo”, describe González Vidal. Con Morales gobernador, “un recorrido por sus obras nos sumió en una atónita pesadilla: piletas abandonadas, centros de salud cerrados y saqueados, juegos infantiles destruidos, vestuarios de las piletas rotos a mazazos, jardines maternales cerrados”.

 

El obrar inmoral de Morales.

 

 

La fotógrafa compara que “en el '55 los aviones de las FFAA sobrevolaron la Plaza de Mayo bombardeando y destruyendo. Gerardo Morales en Jujuy encarceló, clausuró y destruyó lo que pudo a su paso”. El trabajo de ellas así lo muestra y es la verdadera razón por la cual Milagro Sala está presa. Ese fue su verdadero delito; lo demás, son inventos de Morales y los suyos. La razón de su injusta detención es haberle otorgado a los más necesitados la posibilidad de palpar los mismos derechos que otros tienen. Ese sentido profundo de igualdad que caracteriza a Milagro y su obra con la Túpac, haciendo justicia con los Juanitos Laguna, es lo que molestó al poder. Porque, como bien decía Antonio Berni, los cretinos se compadecerán y harán beneficencia con los Juanitos, como Morales, Macri y Juntos por el Cambio hacen. La obra de justicia social de la Túpac, emprendida por Milagro, representó una osadía imperdonable.

 

 

Morales terminando con los derechos para todos.

 

 

En el libro Don Hipólito, de Norberto Galasso, también podemos advertir una acción que nunca tendrá Gerardo Morales y que sí llevó adelante Yrigoyen. “Ante el alza del precio del azúcar por parte de grandes ingenios de una industria protegida por el Estado en Salta y Tucumán, el Poder Ejecutivo reclama del Congreso y logra después de grandes esfuerzos, la autorización para expropiar 200.000 toneladas, que luego vende al público al precio de costo (durante 1920). De ese modo persiste en apartarse de la concepción económica liberal que ha predominado en tiempos de los conservadores”. Morales, tan lejos de Don Hipólito (Yrigoyen) y tan cercano a Don Carlos (Blaquier).

También, en Don Hipólito, Galasso cita al historiador radical Félix Luna, quien señala que en 1919, el gobierno de Yrigoyen “entra en negociaciones directa con Francia y Gran Bretaña para la venta de los excedentes de la cosecha de trigo y otros cereales, avanzando en funciones que hasta ese momento eran exclusivas de los grandes grupos exportadores de cereales”. Resulta inimaginable que cualquier integrante actual del radicalismo proponga mayor intervención estatal, cuando cada uno de ellos –como lo hizo Facundo Manes, que desfiló por Expoagro rindiendo loas al poder económico agroexportador– expresa que hay que bajar los impuestos al sector. Los radicales de hoy carecen de iniciativas como las del caudillo: suelen manifestarse a favor de los que más tienen ante cualquier intento del Estado de obtener mayor recaudación. Si bien Yrigoyen no llevó adelante una ruptura de la dependencia semicolonial que predominaba en nuestro país en los dos períodos que gobernó –y allí radica la diferencia principal con el otro gran movimiento nacional que fue el peronismo–, no se pueden desmerecer sus acciones en favor del pueblo. En ese entonces, la ausencia de una clase obrera que pudiera encausar una lucha por la liberación explica también sus limitaciones.

En el tomo XI (de un total de doce) de la obra Hipólito Yrigoyen, pueblo y gobierno, de Editorial Raigal (1956) –dirigida por el abogado cordobés, educador, político radical y presidente de la Biblioteca Bernardino Rivadavia (1926), Antonio Sobral–, Arturo Frondizi describe que “la coincidencia de intereses entre el capital extranjero y los terratenientes, como elemento fundamental constitutivo de ese poder político, perdieron parte de la fuerza frente al ascenso de las nuevas fuerzas internas, que expresadas en el Radicalismo, creaban nuevas relaciones, inexistentes antes, entre el poder político y el pueblo”. Difícil pensar que, en el presente, el radicalismo pueda crear nuevas relaciones con el pueblo, cuando su relación sigue siendo con el poder económico. Ese es el sentido de su unidad con el PRO: pueden disputar candidaturas, pero ambas estructuras partidarias sostienen siempre la protección del poder real, al que han decidido representar.

 

 

 

 

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