Vulnerables y vulnerados

Política oficial de desatención de jubilados, pensionados y colectivos minoritarios

 

En La guerra del cerdo, película argentina de 1975, el gran director Leopoldo Torre Nilsson presentaba en una ficción distópica a un hombre que entrando en la vejez enfrentaba a una sociedad en la que los jóvenes eliminaban a los viejos. Medio siglo después, en 2024, a propuesta del gobierno argentino se discutía en el Congreso –en un miserable marco de recortes presupuestarios a gastos de valor social– cuánto pagarles a los jubilados. El gobierno, encerrado en que la fórmula del equilibrio fiscal será la llave maestra que solucionará la inflación (el villano detrás del cual “se esconden los corruptos y degenerados fiscales”), realizó en el inicio de su gestión un significativo achicamiento de gastos, entre los cuales las jubilaciones y pensiones fueron el rubro de mayor recorte, sin tener en cuenta las implicancias en términos de sufrimientos por carencia de medicamentos, desatención de la salud y al bienestar general de ese sector social. A todo esto, las exenciones impositivas a bienes personales (el impuesto más progresivo de todos) y otros subsidios estatales a poderosos amigos se han mantenido sin tijeretazos, a pesar de que su incidencia en el total del gasto público es mucho mayor.

A todo esto, es interesante ver qué pasa en relación al envejecimiento de la población en un país como China, que enfrenta una situación demográfica inmensamente más crítica que la argentina debido a que la masiva migración de población rural a ciudades está extendiendo la vida en el país, de manera que se incrementa rápidamente la masa de jubilados y pensionados. A este respecto, cabe señalar que la tasa de crecimiento de la población de mayor edad es casi el doble en China que en la Argentina. ¿Cómo han reaccionado las autoridades chinas ante el achicamiento relativo de la población económicamente activa en relación al total de jubilados y pensionados? Han reforzado enormemente el personal dedicado a cuidados especializados (médicos, enfermeros, acompañantes) y están capacitando de urgencia a muchas más personas que puedan cumplir con semejantes cuidados. Sin embargo, como la capacitación demora años, el personal necesario no alcanza, por lo que el gobierno ha priorizado e incentivado el avance tecnológico en actividades seleccionadas con características adecuadas para sustituir personal humano (faltante) por equipamiento específico que atienda necesidades de adultos mayores. Ello está dando algunos resultados positivos, por lo que el Estado chino ya visualiza esa línea de productos como un nuevo sector industrial de alto valor agregado tanto para el mercado interno como para exportación. A su vez, el cuidado de los adultos mayores logra de esa manera una mayor cobertura y en pocos años más los nuevos equipos serán parte importante de la atención de esas personas. O sea que a pesar de la explosión demográfica de adultos mayores, ese conjunto de decenas de millones de personas es atendido por la nueva política dirigida a bancar semejante fenómeno.

¿Qué hacen las actuales autoridades argentinas en relación a los adultos mayores? En el país (así como en la mayoría), en esta época de exacerbado individualismo a partir de la pandemia de Covid-19, el poder financiero ha aprovechado para denostar al Estado e impulsar con argumentos racionalizadores el abandono de la tradicional protección social y su reemplazo por soluciones privadas que excluyen a la mayoría de la población, insolvente para ellas. En nuestro país rigen leyes protectoras de los derechos de adultos mayores, muy poco observadas en la realidad cotidiana. Por otra parte, cabe rescatar las culturas aborígenes que colocan a los ancianos en lugares de respeto por sus conocimientos y sabiduría. Asimismo, las cosmovisiones de esos pueblos colocan a la humanidad en el marco de su entorno, de su ambiente, que deben ser en todo momento cuidados integralmente para que los sucesores puedan disfrutar plenamente de ellos.

Además de la reducción (en términos de poder adquisitivo) de los haberes de jubilados, pensionados y demás colectivos vulnerables como discapacitados y minorías de género, el gobierno ha reducido las asistencias especializadas que requieren: prestaciones sociales de atención médica, acompañamiento de cuidadores básicos, asistencia psicológica; mientras que de acuerdo a lo que han anticipado puede preverse en el cercano futuro una mayor reducción de las mismas.

Es así que la política oficial argentina hacia esos colectivos minoritarios se dirige a desatender sus necesidades como grupos vulnerables de la sociedad, transformándolos en grupos vulnerados. Se aprovechan de la reducida capacidad de reacción que pueden tener esos grupos debido a su condición personal y al creciente individualismo, junto a la disminuida solidaridad social del resto de la sociedad.

Dado este panorama sombrío para los grupos sociales minoritarios, se impone imaginar alternativas para ellos que no dependan del sector público. Al respecto, en la Argentina cabe destacar como antecedentes importantes a las organizaciones sociales que en años recientes han extendido sus actividades de la economía popular relacionadas con el cuidado ambiental (principalmente, reciclado de residuos), el cuidado de niños, adolescentes y adultos (comedores populares, atención especializada a jóvenes mujeres en materia de educación sexual y cuidados específicos, enseñanza autogestionada con contenidos emancipadores) y la capacitación en materia de cuidados. Esta concibe los cuidados en tanto relación social, desde una perspectiva amplia, colectiva y de la sostenibilidad de la vida: el cuidado como actividad específica que incluye todo lo que hacemos para mantener, continuar y reparar nuestro mundo, de manera que podamos vivir en él tan bien como sea posible. Ese mundo incluye nuestros cuerpos, nuestro ser y nuestro ambiente, todo lo que buscamos para armar una compleja red de sostenimiento de la vida.

A partir de visualizar las necesidades de cuidados del sector, las organizaciones sociales que nuclean a estos trabajadores y trabajadoras crearon como respuesta espacios de cuidados comunitarios que actualmente son centrales para garantizar el sostenimiento del sector y el trabajo de las familias (principalmente de las mujeres). En la actualidad, es total la ausencia de reconocimiento y protección social de las trabajadoras comunitarias del cuidado. El cuidado de quienes cuidan es un elemento básico para la construcción de equipos que se consoliden en el largo plazo. Las políticas públicas deben contemplar los dispositivos y la asistencia técnica necesaria para facilitar la resolución de problemáticas en los territorios, garantizando de este modo condiciones de trabajo dignas y el bienestar integral de quienes se desempeñan como cuidadoras y educadoras en contextos de importantes vulneraciones de derechos. A todo esto corresponderá el reconocimiento formal de los trabajos de cuidado como actividad digna y por tanto merecedora de un salario. Hasta ahora, en el país, las actividades de cuidado se realizan principalmente dentro de cada familia, con todas las contras que ello conlleva, incluso abusos de todo tipo.

Los trabajos de cuidado introducen una dimensión de humanidad y solidaridad social muy necesaria en el mundo contemporáneo, que es un mundo de desempleo creciente debido al (importado) patrón tecnológico ahorrador de mano de obra –desarrollado de acuerdo con las necesidades del primer mundo–. Además, la economía del cuidado, intensiva en mano de obra calificada, aporta un interesante quantum de empleo social, ambiental y económicamente necesario en este mundo con desempleo creciente y crónico.

La guerra del cerdo no es inevitable, aunque para eludirla cuando se ha llegado al borde de la misma se requerirá de una movilización masiva de la sociedad, que recurra a las mejores tradiciones nacionales y populares al rescate de los adultos mayores y demás grupos sociales minoritarios. El crecimiento de la fracción de población mayor de 65 años es un hecho (en casi todo el mundo) que requiere de la mayor atención y recursos de la sociedad. Ese crecimiento no necesariamente tiene que conllevar al deterioro de la atención de ese colectivo, ya que con una política impositiva y fiscal apropiada se pueden encontrar soluciones. Por un lado China, como se expuso, un caso virtuoso al respecto, ha avanzado audazmente mucho más allá aun de la fiscalidad. Seguramente en nuestro país, retomando los vastos e intensos antecedentes recientes relacionados con el cuidado de seres humanos de las organizaciones sociales, sumado a los muchos momentos históricos en que los argentinos han mostrado solidaridad social, con el aporte de las diversas cosmovisiones indígenas del cuidado y de cantidad de personas con ingeniosa imaginación (potenciada por el aliento de una sociedad que otorgue valor a los mayores) se podrán encontrar soluciones apropiadas para viabilizar políticas al servicio de lo que finalmente seremos todos los mortales: adultos mayores necesitados de cuidados. Por ello, propongo que apostemos a que aflore el orgullo nacional y popular –nacido al calor de las mejores tradiciones y epopeyas argentinas– desplazando al retrógrado que asoma mirando hacia los cuarteles.

 

 

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