La elección del 27 de octubre mostró un resultado excelente para el peronismo que ganó en casi todos los distritos. Las excepciones fueron CABA, Mendoza, San Luis, Entre Ríos, Córdoba y Santa Fe que respaldaron a Cambiemos. El núcleo de la exportación agropecuaria y la Capital Financiera.
Supongamos que los números del recuento provisorio son veraces, más allá de las dudas y de cierta intuición generalizada de que en el definitivo la diferencia será mayor.
En números redondos Fernández logró casi el 50% de los votos. Le sacó ocho puntos porcentuales a Macri. Hace tres meses este resultado hubiera despertado algarabía en la oposición y depresión en el oficialismo. No hay motivo para que hoy no ocurra lo mismo.
Es cierto, para el oficialismo las PASO fueron una catástrofe. Y el resultado del domingo muestra que con relación a agosto Macri sumó aproximadamente dos millones de votos mientras que Fernández mantuvo el caudal, con un aumento mucho menor. Si esos fueron realmente los números, se podría explicar el cambio en lo que apuntó cada una de las campañas. La de Macri, a reunir como voto útil en su favor a todo el que no hubiera votado al peronismo. Fernández, por su lado, tuvo por objetivo a mantener los votos y no arriesgar. Si fue así, ambas campañas resultaron exitosas.
Tal vez en ese segmento del voto útil, el uso de la Big Data con la información de las PASO mostró su potencia. Cambiemos lleva invertidos muchos años en desarrollo y acumulación de información. Buscó atraer para Macri con mensajes precisos (aun discriminatorios o fake), el voto útil. Con la estrategia de la grieta trató de articular “el partido del balotaje”. Las PASO, en este contexto, son una herramienta útil para quien tiene la tecnología y la vocación de usar la información –a veces de modo ilegal— para dirigir mensajes específicos a grupos determinados. La estrategia pudo consistir en identificar al votante de Macri en el balotaje de 2015 que le dio la espalda en las PASO, y dirigir los mensajes de miedo respecto del peronismo para producir el efecto buscado. En cambio, para el peronismo las PASO no fueron útiles. Se hubiera visto beneficiado con una sola elección donde la espontaneidad del voto no diera revancha al que cuenta con información y caja. Las PASO fueron primera vuelta y la elección un balotaje.
Un aumento llamativo
Más allá de tecnologías, el aumento de votos de Macri es llamativo. La economía empeoró. El dólar y la inflación volaron. Sus intervenciones públicas expresaron un discurso de derecha con tendencia a lo chabacano. El discurso colateral en redes con fake, o el de Pichetto, fueron rayanos con el racismo. Entender las causas de ese 40% es relevante. Obviamente, están los pocos ganadores económicos de estos años. Pero también perdedores cuyas creencias incluyen tesis de supremacía de la clase media y alta por sobre los habitantes del Conurbano, y de odio. Un porcentual no es novedad. Siempre hubo un nicho muy reaccionario que apoyó las políticas más horribles. Pero alarma si esos valores fueran compartidos por una porción de la sociedad que supere, digamos, un 15%. El voto no peronista de clases medias, tradicionalmente radical, no expresaba posiciones tan reaccionarias. No creo que el 40% sostenga esas posturas, pero la opción moderada (Lavagna) se desinfló. También es cierto que el épater le bourgeois es una trampa que al peronismo le cuesta evitar.
La idea del pacto social y económico no es factible si una mayoría muy extendida de la población y sus representantes no rechaza de plano las tesis de supremacía y odio. Esto es aplicable no solo al sustento social que requiere un plan social y económico ante la crítica situación que vive la Argentina. También el día a día de la gestión política será complicado si, por ejemplo, la dirigencia de Cambiemos con representación parlamentaria asume el discurso absurdo.
Por cierto, los cortes de boleta, más allá de los gustos o preferencias por cada candidato, desmienten una vez más a los supremacistas, cuya tesis, francamente, es de idiotas. Los resultados muestran un votante que se informa y decide. Invito otra vez a revisar las elecciones desde la ley Sáenz Peña. Todas expresan decisiones razonables, más allá de preferencias políticas y de si luego los dirigentes cumplieron las expectativas.
El país necesita la convivencia y un conjunto de temas que queden fuera de la competencia. Desde fines del siglo XIX y principios del siglo XX la educación pública y gratuita universalizada fue un punto de acuerdo. Todos lo declaman antes de una elección, pero ¿lo es actualmente? Desde 1983 el acceso al poder quedó circunscripto a la vía electoral. Este sí es un punto de acuerdo. Todos los partidos y los grupos empresarios renunciaron a recurrir a golpes militares. La persecución penal de los crímenes de lesa humanidad es otro punto de acuerdo. La lucha contra la pobreza debería otro asunto de un gran acuerdo de la clase dirigente. En lo inmediato por medio de la lucha contra la indigencia. En lo mediato, a través del desarrollo industrial y la sustitución de importaciones, y de la educación. Un asunto que la Argentina había resuelto y que hoy es un problema grave. (Como los trenes y tantos otros.)
Los desafíos
El nuevo gobierno tiene evidentes desafíos inmediatos y de mediano alcance.
En lo inmediato debe ordenar la deuda externa. Tener una moneda es básico para estabilizar el día a día y sostener un plan.
En la Argentina significa controlar el valor del dólar. Las medidas que Macri tomó desde diciembre de 2015 de liberar de obligaciones a los exportadores, bajar retenciones y abrir el país a la especulación financiera tuvieron efectos devastadores. Termina prohibiendo la compra de dólares, pero ni aún así luego de las PASO aumentó las retenciones a pesar de que el dólar aumentó hasta valer 65 pesos. Es dudoso que los exportadores estén cumpliendo la obligación de liquidar las divisas con la reposición del decreto de Illia. Tal vez el futuro gobierno pueda revisar las normas organizadas para proteger todas las maniobras de los exportadores, como fijar el porcentual tributario con una mera declaración protegiéndose de futuros aumentos, etc.
Paralelamente, Fernández debe poner en marcha el aparato productivo y el consumo sin que se disparen los precios. Es imprescindible ante las privaciones de los sectores indigentes y pobres que no admiten demora. También porque la inmediata mejora en las expectativas es el capital político con que contará para avanzar en los planes de gobierno que vayan modificando las situaciones que claman al cielo en materia de producción, educación y justicia social.
Volviendo a la hipótesis de la distancia por ocho puntos entre Fernández y Macri, no es casual que seis de esos puntos provengan del resultado obtenido en la provincia de Buenos Aires. Ni que tres se originen en la Tercera Sección (el segundo y tercer cordón del Conurbano sur). Es el sector que reclama atención más urgente de la Nación. El segundo y tercer cordón del Conurbano exige obras. Es cierto que las necesidades vienen de lejos. Pero también lo es que, con Macri, la Nación dedicó cientos de millones de dólares a obras en CABA a la que, además, le triplicó casi la coparticipación. Quienes sepan de macroeconomía dirán si es un número relevante o no, pero desde lo simbólico la inversión de Nación en Puerto Madero, en el Paseo del Bajo, es indefendible desde cualquier punto de vista de prioridad de necesidades y equidad en el país.
Ese sector social necesita escuelas. No debería haber mucho que discutir. Seguir llorando sobre las carencias presupuestarias de la provincia de Buenos Aires por la pérdida de los puntos de coparticipación durante el gobierno de Armendáriz es buscar una excusa. El Conurbano en general y la educación en particular son temas nacionales. No exclusivos de la provincia de Buenos Aires. La Nación tiene que proponer un plan de construcción y gestión de escuelas en el segundo y tercer cordón del Conurbano. No es solo una obligación moral, sino una necesidad política, salvo que renunciemos a la idea del pacto social y de vivir en “una sola nación para un solo pueblo”, como le gusta decir a los constitucionalistas, que es una idea que no se agota en la existencia de reglas uniformes para el ejercicio del comercio. Si en la Argentina, que hace cincuenta años tenía resuelto este asunto, los pobres no tienen acceso a educación gratuita de calidad, es difícil elaborar discursos de justificación del Estado. Puede resolverse mediante transferencias con fines específicos o con intervención directa de la Nación volviendo a los colegios nacionales que entre 1905 y 1976 conformaron un programa de país. Esperar a la “nueva ley de coparticipación”, que tal vez nunca llegue, no es la solución.
La intervención de la Nación y la provincia en el Conurbano debe ser urgente y planificada. Que no haya más hambre, que existan colegios de calidad en cantidad suficiente y obras estructurales debe ser una prioridad de la Nación. Las movilizaciones en Ecuador y Chile son un llamado de atención hacia la clase política. Argentina, con una masa de pobres e indigentes enorme, ante la baja consideración que tiene la población respecto de su clase dirigente, jueces, fuerzas de seguridad, exige gran prudencia. Apostar solo a la histórica condición pacífica y paciente del pueblo argentino puede ser un error.
Por eso es esencial que la futura oposición no asuma el discurso extremista que parte de Cambiemos enarboló en la campaña, y que el futuro oficialismo no solo acierte en las primeras medidas, sino que exhiba una idea política general que dé coherencia a un conjunto de gestiones particulares en los más variados sectores. Y dé esperanza a una población de que no va a encontrar mágicamente satisfacción inmediata a sus necesidades materiales.
Vaca Muerta y Pacto Social y Económico para vigorizar una industria exportadora son los dos objetivos que la futura administración, muy razonablemente, estableció como columnas de plan de desarrollo. Pero salud, políticas para las fuerzas de seguridad, jubilados, crédito, vivienda, derechos humanos, control del comercio exterior, salario, relaciones exteriores, Poder Judicial, son algunos de los muchos títulos que reclaman atención urgente. Coparticipación, repensar el federalismo y la idea de Nación, la adecuación de la integración de la Cámara de Diputados a reglas realmente democráticas que aseguren el principio “un hombre un voto”, el control administrativo y judicial de la decencia en la gestión pública y de los privados que contratan con el Estado, la revisión del modo en que quedó conformado el mapa de la energía por el copamiento de amigos —y tal vez socios— del Presidente, la renegociación o denuncia de los tratados que someten a la Nación ante el CIADI aun por actos que realice cualquier provincia o municipio, las agendas de género, la adecuación del derecho ante la irrupción de internet y las prácticas monopólicas y violatorias de la intimidad de las grandes multinacionales de ese sector, la revisión de la carga tributaria, son, entre otros tantos, algunos aspectos de un plan integral que el futuro gobierno debe encarar con planificación y buena gestión desde el primer día.
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