VIDA Y OBRA DEL FILÓSOFO DERROTISTA

 

“Ser gramsciano en el siglo XXI puede ser profundamente frustrante. Por un lado, su visión política, su perspectiva histórica y sus conceptos clave de hegemonía y subalternidad tienen más sentido que cualquier otro arco intelectual en los últimos cien años de nuestros a menudo desconcertantes y confusos tiempos y circunstancias: en especial, cómo y por qué las personas se someten a su propia opresión y explotación”.

Párrafo de leve desmesura a pesar de su vigencia, sirve de posfacio al investigador Andrew Pearmain (Leeds, Reino Unido, 1968) al modo de cierre de su flamante biografía del “mayor filósofo de la derrota”, el italiano Antonio Gramsci (Cerdeña, 1891-Roma, 1937). Una vida y obra consagradas a la militancia, tan cambiantes como los tiempos en los que les tocó transcurrir, en especial su última década con el crack financiero de 1929 y sus crisis subsiguientes, la consolidación del stalinismo en la URSS y el correlativo fin del primer tramo experimento comunista, la consolidación del capitalismo fordista, más el surgimiento y acceso al poder del fascismo en Europa. Tramo en el que el pensador marxista padeció en sórdidas prisiones mientras su ya frágil salud se deterioraba, sin impedirle escribir los célebres Cuadernos de la cárcel.

 

 

 

 

Tesoro de análisis político, articulación económica y desarrollo histórico, aquellos escritos se complementan con un epistolario de similar volumen en el cual se agregan, mezclan, desarrollan y sintetizan ideas y conceptos, componiendo el batido de un corpus referencial tan vasto como heterogéneo. Complicado a su vez con cientos de artículos periodísticos abarcativos de la crítica artística a la nota de actualidad y el comentario editorial, hacen un conjunto de tal heterogeneidad que obliga a una monumental tarea de articulaciones y cruces a fin de sistematizar una línea de pensamiento – sinuosa aunque uniforme—, atravesada por distintas etapas y coyunturas históricas. La dispersión de esos escritos, además, al momento de su publicación, en demasiadas oportunidades fue condicionada por la interesada selección por parte de los editores, por lo general abocados a sostener distintas líneas políticas partidarias. De tal modo puede surgir un inicial Gramsci idealista, seguidor de los preceptos liberales croscianos, otro socialista utópico, un leninista acérrimo o de leve trotskismo, también el postrer stalinista escéptico.

Madeja que Pearmain propone, si no desenredar, al menos contrastar con las sucesivas peculiaridades surgidas de la vida cotidiana del pensador sardo a lo largo de una existencia iniciada en la miseria infantil, ilustrada en la formación académica urbana, percutida por el compromiso revolucionario por el socialismo y condicionada a partir de convertirse en funcionario comunista. De tal modo, Antonio Gramsci – una biografía, el libro, pasa a convertirse en una obra coral, tanto como información contextual del personaje, como asimismo de consulta del modo de producción,  en paralelo al abordaje de la obra o algunos de sus fragmentos. Libro de referencia al momento de estudiar otros libros del pensador italiano, la cronología del autor británico ordena y esclarece aquella marabunta.

A los ya señalados conceptos fundamentales gramscianos —clases subalternas y hegemonía— es preciso sumar el hoy tan percudido de “sentido común”, referido como hipótesis auxiliar a la noción de ideología, sin contenerla ni reemplazarla. En este aspecto, la biografía expone con claridad las sucesivas instancias en que Gramsci debió valerse de tales eufemismos a fin de atravesar las embrutecidas barreras de los censores –más los fascistas carceleros, o aún, soviéticos de las purgas— y al mismo tiempo desempeñar una tarea pedagógica hacia una población poco ilustrada a la que se le tornaba farragoso el acceso a los clásicos marxistas. Así, la subalternidad alude al proletariado y la división de clases según la dialéctica del valor-trabajo; la hegemonía refiere a la calificación diversificada y la apropiación de los medios de producción por parte la la burguesía dominante; y el sentido común condensa en extremo los sistemas de producción, difusión y alienación en la ideología dominante.

Al relatar las vicisitudes de la vida del personaje, el biógrafo pone especial atención en estos aspectos fundantes, no menos que en los estragos posteriores que el bagaje conceptual desató al ser simplificados, consagrados a “una revaluación y reinterpretación continua”, sometidos al “transformismo” (si nos valemos “del término favorito de Gramsci”), hasta ir a parar al “corral endogámico” del aparato académico. Tergiversaciones nunca excluyentes de la eventual pereza intelectual por abordar la intensidad de los textos primales de Marx, Engels y Lenin.

Sin evitar el detalle sobre las contingencias familiares, domésticas, cotidianas, Andrew Pearmain logra devolver a Antonio Gramsci “a la política y a la historia, aplicar su principio rector de ‘historicismo absoluto’ a sus conceptos centrales explicando cómo surgieron de las experiencias vividas y las relaciones de una personalidad humana real inmersa en su época”. Menuda tarea la de poner en correlato individualidades con procesos históricos, esta biografía resulta un singular aporte al militante actual y al erudito, no menos que a la curiosidad política y social. Poco importa que sus contenidos se licuen en la discusión entre los revolucionarios callejeros de si se trata de un menchevique o un stalinista, o si les psicologues de la izquierda macaniana —je— hacen de Gramsci un caso clínico, si una secta fundamentalista lo adopta como Espíritu Santo o encarnación satánica. Allí está el pensador italiano que vive a través de su enorme obra “con toda la potencia de su ‘pesimismo del intelecto’ junto al perdurable ‘optimismo de la voluntad’”.

 

 

 

 

FICHA TÉCNICA

Antonio Gramsci – Una biografía

Andrew Pearmain

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Buenos Aires, 2022

328 páginas

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