Ni noticias de la vice Michetti en los diarios de Israel
El haber sido víctima no autoriza a ser victimario.
Ioav Ben Iaacov
La vice presidenta Gabriela Michetti visitó Israel entre el 8 y el 15 de enero en el marco de un acercamiento con el primer ministro Bibi Netanyahu, cuyo gobierno insiste en la tesitura de acompañar —en los foros internacionales— la posición del Reino Unido de Gran Bretaña en lo referente a las Malvinas. El viaje de Michetti es el último capítulo de un destino turístico-político que ha sido caracterizado por “Cambiemos” como una innegable evidencia de su “apertura al mundo”. En enero de 2016, a un mes de haber asumido, Mauricio Macri realizó su primer encuentro con Netanyahu en el foro económico Mundial de Davos. Uno de los temas que abordaron fue la “causa AMIA”, que tiempo después devendría en el encarcelamiento de funcionarios del anterior gobierno y de militantes populares. En septiembre de ese mismo año, el entonces ministro de educación, Esteban Bullrich, viajó a Jerusalén para firmar convenios de cooperación con su par israelí. En noviembre de 2016 le tocó el turno a la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, quien acompañada por el diputado Waldo Wolff, participó de una exposición de ciber-seguridad, vigilancia y monitoreo. En septiembre de 2017, Argentina recibió por primera vez en su historia a un primer ministro (en funciones), como paso previo a la visita agendada por Michetti a inicio de 2018.
El grado de relevancia otorgado por la sociedad israelí (y su gobierno) a la visita de la vicepresidenta argentina quedó en evidencia en la total omisión periodística local de su presencia. Ninguno de los cuatro diarios más importantes de Israel consignó su periplo. El único trascendido, reproducido humorísticamente por las redes sociales tzabras (así se denomina a los nativos israelíes), fue el referido a su afirmación de que “nuestro ordenamiento de la economía es admirado en todo el mundo”. Dicha tesis motivó diversos interrogantes cuasi-humorísticos ligados a los índices inflacionarios, que alcanzaron el sexto lugar a nivel mundial, con un 24 por ciento, y el liderazgo planetario (absoluto) en materia de endeudamiento externo per/cápita.
La aquiescencia del gobierno argentino con respecto a los posicionamientos de Israel en el tema Malvinas se vio agigantada con la indiferencia del macrismo en relación al conflicto con el pueblo palestino, cuyo territorio se encuentra ocupado militarmente y sus dirigentes y referentes son encarcelados ante la más mínima protesta. Esa doble concesión “diplomática” exceptuó a Michetti de visitar Cisjordania y Gaza, territorios que se encuentran en plena convulsión política ante el unilateral reconocimiento de Jerusalén, por parte del gobierno de Estados Unidos, como capital unificada del Estado de Israel.
En una de las visitas realizadas por la vicepresidenta, a la Dormitio Sanctae Mariae (Abadía de Santa María), ubicada frente a la puerta de Sión de la Ciudad Vieja (donde se considera que falleció la madre de Jesús), activistas de organismos de Derechos Humanos quisieron acercarle un dossier sobre la situación de los menores palestinos detenidos extrajudicialmente. Según testigos presenciales, los organismos de seguridad israelíes, en abierta complicidad con la comitiva argentina, evitaron que dicho informe llegara a las manos de Michetti.
Las organizaciones palestinas, por su parte, se mostraron sorprendidas y disgustadas por la indiferencia de la vicepresidenta: todas las delegaciones que visitan Israel —incluso la que realizan funcionarios estadounidenses— incluyen encuentros políticos o protocolares con integrantes de la Autoridad Nacional Palestina. La carpeta que debió llegar a las manos de Michetti agrupaba una pormenorizada descripción de la situación sufrida por adolescentes, niñas y niños detenidos bajo tribunales militares. Una gran parte de la documentación proviene de la organización Betzelem, el Centro israelí de Información sobre la situación de los Derechos Humanos en los Territorios ocupados. El activista israelí Efraím Davidi —comprometido con el fin de la ocupación de Palestina— hizo llegar a diferentes periodistas el material que la delegación argentina evitó vislumbrar para “no contaminarse”.
El dossier —que la vicepresidenta podrá conocer consultando esta nota— está prologado por la situación de Ahed Tamimi, la joven de 16 años que se encuentra detenida desde el 19 de diciembre pasado, acusada de resistencia a la autoridad y otros delitos, bajo la competencia de un tribunal militar. El 15 de diciembre, Ahed fue videograbada mientras abofeteaba a un capitán del ejército israelí que había ingresado a su casa para reprimir a manifestantes que repudiaban la aceptación —por parte de EEUU— de convertir a Jerusalén en la capital unificada de Israel.
Niñez encarcelada
La joven vive en el poblado de Nabi Salih, aldea enclavada en la Cisjordania ocupada por Israel desde 1967, a veinte kilómetros de Ramalah, la capital de la Autoridad Nacional Palestina. En Nabi Salih viven trescientas familias que se han manifestado los días viernes, sistemáticamente, desde 2010 hasta la actualidad, contra la usurpación de sus tierras por parte de colonos israelíes. Estos últimos se han asentado bajo protección militar, confiscando los vitales suministros de agua comunitarios. En una de dichas manifestaciones, en 2011, fue muerto en el marco de una represión el tío de Ahed, Mustafá, que contaba entonces con 28 años de edad.
Ahed estuvo acompañada en el altercado contra los militares israelíes por su madre, Nariman, y su prima Nur. Todas ellas forcejearon ese 15 de diciembre para evitar que continuaran disparando balas de goma contra los manifestantes. En esa jornada un primo de Ahed, Muhamad, de 12 años, fue herido por una bala de goma que le deformó la cara y que exigió una intervención quirúrgica urgente. Ahed y una gran parte de los palestinos coparon las calles de Nabi Salih y de distintos poblados y ciudades palestinas, en las últimas semanas, para mostrar su descontento contra la decisión del gobierno de Estados Unidos de reconocer a Jerusalén como capital de Israel. El estatus de esa ciudad es uno de los elementos centrales que ha impedido llegar a la paz. El anuncio unilateral de Donald Trump ha contribuido a enrarecer aún más la tensión de los ocupantes y los invadidos.
El Estado de Israel ocupó Jerusalén Oriental, Cisjordania, Gaza, las Alturas del Golán y la península del Sinaí durante la denominada Guerra de los Seis Días en 1967, y sólo devolvió la península del Sinaí a Egipto en el marco de un plan de paz en 1979, retirándose militarmente de la Franja de Gaza en 2005. El inestable status quo actual de Jerusalén (ciudad que el Islam árabe denomina como Al-Quds al-Sharif) es el que Donald Trump ha quebrantado al imponer una decisión ajena al compromiso pacificador de la inmensa mayoría de la comunidad internacional.
Cuatro días después, el 19 de diciembre, Ahed fue detenida y permanece en esa condición hasta el día de hoy. El último miércoles 17 de enero el tribunal militar que la detuvo rechazó un pedido de libertad bajo fianza. La joven activista se ha convertido en un ícono de las luchas palestinas y aparece como el caso más visible de un fenómeno denunciado tanto por organismo locales de derechos humanos como por organismos internaciones: entre 300 y 400 menores están detenidos por decisión administrativa en el marco de regulaciones militares impuestas sobre la población civil de Cisjordania.
La conflictiva situación se remonta a 1947, con la denominada partición de Palestina, en la que las Naciones Unidas declararon a Jerusalén oriental como parte de Palestina y su franja occidental como perteneciente a Israel. Durante casi veinte años, entre 1948 y 1967, Jerusalén oriental permaneció administrada por el reino Hachemita de Jordania en el marco de un desconocimiento, por parte de los países árabes, de la partición y de la existencia del Estado de Israel. Desde 1967 hasta la actualidad —alentada por la ocupación militar instaurada sobre Cisjordania y Gaza—, la derecha israelí se encargó de reivindicar y postular a Jerusalén unificada como capital indivisible del Estado, negando la ciudadanía a los árabes palestinos, que se resisten hasta el día de hoy a perder jurisdicción sobre lo que consideran —al igual que los israelíes— como su ciudad santa.
Dentro de su Ciudad Vieja, ubicada en la parte oriental se emplazan las representaciones simbólicas más importantes de las tres religiones monoteístas: “el Muro de los Lamentos”, sagrado para los judíos, quienes lo consideran la única pared que quedó en pie luego de la destrucción del segundo Templo, ejecutada por los romanos, bajo la comandancia de Tito, en el siglo primero de nuestra era. En esa mismo perímetro se emplaza “El Santo Sepulcro”, ubicado a 600 metros del Muro, donde los cristianos consideran que fue enterrado Jesús (y desde donde resucitó). Y la “Explanada de las Mezquitas”, desde una de las cuales —Al-Aqsa—, según la creencia musulmana, Mahoma ascendió a los cielos en el año 621 D. C. Junto a Al-Aqsa se encuentra la mezquita de la cúpula dorada. La zona santificada por el Islam es denominada el Ḥaram al-Sharif, (“El Noble Santuario”).
Israel se ha negado sistemáticamente a negociar el status del sector oriental de Jerusalén, amparado en la justificación brindada por la prohibición de acceder al “Muro de los Lamentos” que los ciudadanos israelíes sufrieron entre 1948 y 1967 por decisión del entonces gobierno jordano. Desde la Guerra de los Seis Días, los diferentes y fallidos planes de paz han incluido distintas alternativas. Entre ellas: (a) La devolución, por parte de Israel de un sector de Jerusalén oriental; (b) Una administración tri-confesional conjunta; (c) Una capital compartida (entre Palestina e Israel); (d) La instauración de un territorio administrado por las Naciones Unidas, o finalmente (e) La posibilidad de una nueva forma de partición.
Los rulos de Ahed
Tres días después de la detención de Ahed, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas votó en contra de la resolución unilateral de Trump, por catorce votos contra uno. El 22 de diciembre, en el seno de la Asamblea de las Naciones Unidas, 128 países condenaron la decisión estadounidense y 35 se abstuvieron, entre ellos la Argentina, pese a que semanas antes se había hecho público, desde la cancillería, un comunicado donde cuestionaba por inadecuada la declaración de Washington. Mientras tanto se sucede la impaciencia de cuatro millones de palestinos que se enfrentan mayoritariamente con piedras, y a diario, a pertrechados soldados israelíes.
Ahed permanece detenida bajo doce cargos estipulados por un tribunal militar israelí. Es defendida por la activista y abogada israelí de derechos humanos Gabriela Lasky, quien declaró el 20 de diciembre pasado que “ese tribunal ha sido fundado para garantizar la ocupación israelí más que para suministrar justicia”. La imagen de Ahed desafía las miradas confortables que asocian la búsqueda de la soberanía palestina, unívocamente, con el fundamentalismo y el terrorismo. Ahed irrumpe como una joven que se libera del miedo a la prepotencia uniformada. Una joven que está iracundamente desarmada y que se enfrenta, davidianamente, contra el Goliat de turno. Y lo reta, paradójicamente, en las mismas coordenadas geográficas donde el pastor volteó alguna vez al gigante.
Ella es la contracara de la decisión provocadora del presidente de los Estados Unidos que no mereció cuestionamiento por parte de Michetti. Ahed Tamimi empieza a transformarse en un fantasma dispuesto a corroer las fibras cómodas y bienpensantes de un presente que impone la fuerza como única razón valedera. Los rulos de Ahed parecieran no acordar con ese postulado.
Elie Wiesel fue un sobreviviente de la Shoá que obtuvo el Premio Nobel de la Paz en 1986 por su compromiso con la memoria de los exterminados. En uno de sus más recordados discursos, afirmó: “Lo contrario del amor no es odio, es la indiferencia. Lo contrario de la belleza no es la fealdad, es la indiferencia. Lo contrario de la fe no es herejía, es la indiferencia. Y lo contrario de la vida no es la muerte, sino la indiferencia entre la vida y la muerte”.
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