Vía libre a la limpieza étnica
La política exterior de Estados Unidos como componente central de la incertidumbre global
El tablero geopolítico de Medio Oriente continúa siendo uno de los focos más trágicos de conflictividad internacional. La existencia de gas y petróleo en la zona, la posición geográfica estratégica para el intercambio comercial entre Europa y Asia y las repetidas intervenciones militares de Washington hacen de la zona un epicentro de destrucción, desplazamientos forzados y refugiados, que ya llegan a cuatro millones. En ese marco, Donald Trump continúa su campaña electoral de cara a 2020, apelando a todos los recursos posibles para movilizar a la opinión pública de su país, sobre todo a los sectores más conservadores y aislacionistas, para quienes el mundo debe concluir en las fronteras de los Estados Unidos.
La opción de tensar la cuerda con la oposición del Partido Demócrata elegida por los asesores del actual Presidente llevó a Trump a consentir que Turquía inicie su ansiada limpieza étnica en el norte de Siria, donde habita una gran proporción de kurdos. Dicho colectivo cultural y lingüístico ha sido hostigado en forma sistemática por todos los gobiernos de la región. Lo conforman aproximadamente 45 millones de integrantes, mayoritariamente de confesión sunita. Una tercera parte del total, aproximadamente 14 millones, habita en Turquía. Ankara teme que sus vecinos puedan desarrollar capacidades militares que alienten la insubordinación al interior de su país. Los kurdos, por su parte, aspiran –desde hace un siglo– a obtener mayores niveles de autonomía que les son sistemáticamente negados por las autoridades de Turquía, Siria, Irak e Irán.
La orden ejecutiva del primer mandatario busca garantizar un doble objetivo:
- reducir el inmenso déficit presupuestario que Washington acumula, como producto –entre otros factores– del financiamiento de 4855 bases militares ubicadas en 43 países y 7 territorios de ultramar, y
- acceder a una devolución de favores a la entente islámica sunita (Ankara-Riad, comprometida a oponerse a la alianza alauita/shiíta de Siria e Irán, díscola con los mandatos del Departamento de Estado en la región, desde hace decenios.
Irán, a través de Hezbolá, colaboró militarmente con Al-Asad en su enfrentamiento a los grupos sunitas fundamentalistas desde el inicio de la guerra civil en Siria en 2011, logrando la casi completa derrota de ISIS y Al Qaeda, llamativamente armada con pertrechos estadounidenses. Washington, en esa ocasión, vio la oportunidad de deponer al mandatario sirio o, en su defecto, debilitar la alianza de éste con Teherán. Las cosas no salieron como pretendía el Pentágono, y el ingreso de Rusia como aliado de Damasco modificó el tablero: selló la derrota de los grupos fundamentalistas, apuntalados también por contingentes chechenos, enemigos declarados de Vladimir Putin.
Si te visto no me acuerdo
Los kurdos lograron recuperar los territorios sobre los que hoy Turquía pretende garantizar su control. Para justificar el abandono del territorio liberado, Trump se justificó el último miércoles afirmando que “los kurdos no son ángeles” y que “los demócratas los apoyan porque entre los combatientes peshmergas [kurdos] hay muchos comunistas”.
Las trágicas consecuencias de los abandonos intempestivos de territorios controlados por fuerzas de ocupación son descriptas en la historia política internacional como multiplicadores de conflictos demográficos, desequilibrios regionales y matanzas de civiles. En 1948, la fuga desordenada del Reino Unido de Palestina –sin pactar previamente con los actores en disputa– contribuyó a un enfrentamiento entre árabes y judíos cuyas consecuencias persisten hasta la actualidad.
La huida de Trump le permitió a Erdogan irrumpir en el territorio sirio y expulsar de sus fronteras a los peshmergas, cuyo máximo líder político, Abdulah “Apo” Ocalam, permanece detenido por Ankara desde hace 20 años, en una prisión de alta seguridad ubicada en el mar de Mármara. Ankara es parte de la OTAN y sede de la base aeronaval estadounidense de Incirlik donde se almacenan 50 bombas nucleares tácticas B61.
La decisión de abandonar el norte de Siria fue motivo de una gran tensión al interior de la Casa Blanca. A pesar de que el primer mandatario posee mayoría en la Cámara Alta, dos terceras partes de los senadores republicanos votaron por primera vez en su contra . Pero el cuestionamiento más frontal a la postura de Trump fue liderado por la parlamentaria Nancy Pelosi, líder de la mayoría demócrata en la Cámara de Representantes. El último jueves la legisladora de California increpó al Presidente acusándolo de favorecer a las milicias del Estado Islámico (ISIS) que habían sido derrotadas gracias a la ayuda de las Milicias para la Protección del Pueblo Kurdo (YPG). Pelosi le recordó a Trump, además, que los kurdos mantienen encarcelados a un millar de prisioneros ex integrantes de agrupaciones fundamentalistas, provenientes de 20 nacionalidades diferentes, cuyos países se niegan a repatriarlos. En la reunión se precisó además que luego de dos días del anuncio de Trump se habían producido varias liberaciones de milicianos del ISIS, cuyas prisiones fueron abandonadas por los kurdos en su retirada.
La discusión entre Pelosi y Trump, reconstruida por los periodistas, muestra a las claras el deterioro institucional de Washington: cuando la legisladora cuestionó la intempestiva decisión, el rubicundo empresario respondió: “Odio a ISIS más que tú”, a lo que Pelosi manifestó: “Usted no puede saber cuánto desprecio yo al ISIS”. El intercambio final se convertirá, sin dudas, en un contrapunto histórico:
–Eres sólo una política–, señaló Trump, elevando su tono de voz, en tono de agravio.
–A veces desearía que usted lo fuese—, respondió Pelosi, mientras se levantaba de su asiento.
Uno de los periodistas acreditado ante la oficina oval divulgó la foto del suceso y Trump la difundió para mostrar la irritación de Pelosi, a quien caracterizó como “desquiciada”. Como respuesta, la legisladora demócrata incorporó la imagen en sus redes sociales, como evidencia de orgullo y altivez.
Consejos inteligentes
La desvalorización de la política como mecanismo de construcción de consenso y/o de tramitación de diferencias, demostrada por el Presidente estadounidense, aparece como coherente con el desprecio de toda negociación diplomática o acuerdo planificado. Con el aditamento alarmante, en este caso, de que el Estado turco tiene en su haber un genocidio no reconocido, en el que se exterminó a principios del siglo XX a más de un millón de armenios.
La concepción trumpista reclama neoliberalismo, austeridad y desregulación de los mercados emergentes (eufemismo institucionalizado con que se nomina a lo que en privado se categoriza como patio trasero), pero se reserva guerras comerciales, medidas de protección de su entramado industrial e injerencismo bélico antojadizo. La reiteración de estas contradicciones genera un formato de relaciones exteriores incoherente para el pretendido rol de gendarme internacional. La influyente publicación conservadora Foreign Affairs caracterizó esta situación como la prueba de “la demolición de la historia diplomática de Washington”, producto de la proliferación de incertidumbre a nivel global.
Según el Washington Post, la unidad de inteligencia militar de Donald Trump aconsejó al primer mandatario abandonar en forma inmediata Siria porque no existen beneficios potenciales en la continuidad en ese territorio. Le recomendaron además no negociar la retirada con los kurdos, para economizar costos. Groucho Marx señaló en la década del '60 que "Inteligencia y militar son dos términos contradictorios”. Sucede que Trump nunca leyó a Marx.
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