¿Qué se hace ante un gobierno que no resuelve ningún conflicto?
Techo a las paritarias, amenazas de muerte a Baradel, supresión de la paritaria nacional docente, el ministro de trabajo y un escándalo más. Sin solución de continuidad, este gobierno sigue avanzando en su estrategia de no cerrar ningún conflicto. Un problema tapa al anterior y, cuando se va de madre, un escándalo mediático desvía la mirada del público hacia otro lado.
La ofensiva contra el sindicalismo presenta varios frentes simultáneos. Por un lado investigaciones por corrupción a algunos burócratas históricos en el oficio, por otro la amenaza de una contrarreforma laboral que desmantela el sistema protectorio en el derecho laboral tanto individual como colectivo. Ataque sistemático a la justicia laboral en la persona de los jueces del trabajo, de los abogados laboralistas y al plexo legal que la expresa. Amenazas crecientes a quienes no son portadores de prontuarios y expresan la necesidad de la unidad del movimiento obrero.
La predilección de Mauricio Macri por la represión lo identifica desde el inicio de su gobierno. Las jornadas del 14 y el 18 de diciembre marcan un camino ascendente que comenzó con Cresta Roja a un centenar de despedidos y culminó con la represión brutal a 300.000 manifestantes alrededor del Congreso. El mensaje es claro: si no hay “dialogo”, habrá palos.
Tal vez recuperando el derecho a la negociación se evite esta especie de cacería humana y se reemplace el escarmiento por la razón. Hay una sola manera de imponer ese camino y es que el movimiento obrero recupere la acción colectiva y encabece la protesta. Ya no es posible este estado de autoconvocatoria colectiva sin que las representaciones orgánicas se pongan al frente. Es preferible asumir el estigma de los 13 paros generales del sindicalismo que expresaba Saúl Ubaldini, que seguir tartamudeando argumentos de gobernabilidad o el karma de que ningún gobierno que no sea peronista logra concluir el mandato constitucional. Aquella lucha durante el gobierno del doctor Raúl Alfonsín fue la respuesta a los efectos del Plan Austral y más tarde a los del Plan Primavera, versiones homeopáticas de la actual política económica.
El carrefour, esa especie de rotonda en distintos planos, permite varias opciones de salida: por arriba, por abajo, seguir derecho o retornar. A cada dirigente le toca definir. La historia le presenta este panorama al movimiento de los trabajadores. Enfrente hay un poder concentrado sin mediación, dispuesto a avanzar con todo. De este lado una historia, una conciencia de pertenencia, una nueva composición social signada por la juventud y la escasa experiencia de lucha. No es el mejor escenario pero es el único más allá de las palabras.
La reunión de Mar del Plata de la cúpula sindical cegetista y las consabidas ausencias denotan un cambio de humor, pero apenas eso. En realidad es una exhibición de dientes con discursos flamígeros que pueden atenuarse o no, de acuerdo al eco que produzcan en el gobierno. En todo caso es la constatación de que lo hecho hasta aquí no representa la necesidad de la clase trabajadora en la defensa de sus intereses. Está claro que las vacilaciones permanentes aumentan la bronca que se incuba en las bases. Este clima de zozobra reclama ser canalizado. Creer que esto se resuelve en un programa de TV confrontando posiciones es por lo menos irresponsable. Hay una masa crítica movilizada lo suficientemente grande como para preocupar a cualquier avisado.
La perspectiva de paritarias con techo, sin clausulas gatillo. Tarifazos en automático que se van a disparar a lo largo del año. Devaluación permanente y gradual, déficits históricas y recesión por falta de consumo pintan un escenario signado por conflictos a lo largo de todo el año. La pérdida de empleo y el cierre de fuentes de trabajo no cesan. Un gobierno podría soportar tanta adversidad si en su origen tuviese un respaldo popular mayoritario. No es el caso y por lo tanto lo único que se vislumbra es la represión creciente. Por eso solo un sujeto histórico como el movimiento obrero puede ganar el centro de la escena convocando a construir la otra historia. La de la justicia social y la inclusión.
Con presos políticos de dudosa legalidad en sus causas, con una pretendida reconciliación que amalgame victimas con verdugos para construir un futuro tan similar al pasado desde lo económico y lo social, y con un discurso dominante de tan bajo nivel, la demanda a los dirigentes de la oposición es la convocatoria a la unidad de todo el campo popular.
El avance no es posible sobre la base de la crítica a este gobierno. Eso ya está y repetirlo abruma. Solamente una gran convocatoria amplia en defensa de las libertades públicas y de las instituciones de la democracia con el respaldo de fuertes movilizaciones va a actuar como escudo protector a la represión que preparan.
Recuperar el rol del movimiento obrero como columna de una sociedad que reclama transformarse es la clave para este 2018 que despunta. La dirigencia sindical en plena renovación y la gente en las calles es la preocupación de un poder tan retrógrado como conservador. Los movimientos sociales movilizados; el paro internacional del 8 de marzo en cuya preparación asombra la enorme pluralidad que convoca; el 42º aniversario del golpe en plena restauración macrista; y las paritarias que amenazan con paros y huelgas, nos marcan un escenario agitado.
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