Vencedores y vencidos

La suerte va y viene entre los equipos que juegan sus primeras chances

Noche serena al final del martes. En un restorán apartado, las voces llegan lejanas. Pueden ser los mejicanos, dicen. Están exultantes y pintan de verde las peatonales de Moscú. Andan con ganas de poner un sombrero de charro en alguna torre del Kremlin. Colombianos no. Al minuto de jugar el Mundial supieron qué quiere decir en futbol, la palabra desastre. Los argentinos de a poco se mudan para el partido del jueves, así que es probable que no sean ellos. Se notaría. Peruanos y brasileños, perfil mas bien bajo esperando revanchas que se mascullan entre críticas y justificaciones. Los polacos que coparon todo hasta hoy, beben cervezas doradas en tragos lentos con la mirada perdida. Senegal, dónde estará Senegal, se preguntan. En una mesa tres morenos hacen ritmo y uno danza con elegancia de leopardo. Blanquísimas las risas. África mía, recuerda alguien por aquella película. Inspiran simpatía. Mirá si un día ganan un mundial, los africanos. Uruguayos no hay. Están en los bares, mirando a Rusia, midiéndose de antemano.

Todo así, hasta que de pronto, el estruendo típico del gol estalla, acompañado de una leve confusión. El cronista —que algún partido se saltea— mira hacia el televisor sesgado donde los que comen adentro son atendidos por inmigrantes. Gol de Egipto, piensa, porque ninguno de los mozos lo grita. Pero no. Es gol de  Rusia y de pronto el Mundial es uno como los otros. El barullo penetra y se sostiene. Pasa un tipo a la carrera como anoticiando a los empinados edificios de enfrente. Ahora se para cerca de las mesas de la terraza. No hay complicidad y entonces le grita su alegría a todos. ¿Qué estará diciendo? ¿Rusia que no no ni no? Se queda allí unos segundos hasta que la indiferencia de las miradas lo ahuyenta. Sale disparado hacia las voces de algarabía, tropezando con su apuro. Rusia vencerá tres a uno y Egipto, con Salas y todo, se queda afuera del Mundial. Salvo un milagro desmedido de Alá.

A los mundiales siempre les va mejor si los locales se entusiasman y esa es la nota mas importante del día, salvo lo que le sucedió a Colombia. Ahora Rusia se la cree. Arabia Saudita era poco para sacar las palabras silabeadas de su idioma a celebrar ese triunfo. Egipto era otra cosa y eso lo pensaban todos, después de ver el buen partido que le hicieron a Uruguay. Así que ahora saco su propio boleto para viajar hacia el país de la ilusión.

Los colombianos en cambio la suspenden. Iba un minuto y poco menos que ya habían perdido el partido, un gol abajo y un jugador menos. ¿Será posible que las gentes más alegres que hay no puedan ser felices con su fútbol en los mundiales? "Sabe qué pasa rezonga Maradona —analizando en Telesur—, no te podés comer esa jugada a los dos minutos. Un año trabajando y quedás uno conra uno en la mitad de la cancha al empezar el partido? Es de manual —y pone una mano detrás de la otra—, uno va y otro sobre, ¿entiende?"

Los argentinos hacen cambios. Jugaron tres goles arriba de Islandia pero no los metieron ni con un penal de Messi, así que se hundieron en el desaliento general del sábado en que Aranguren cerró su gestión maravillosa a nombre de Shell.

Los cambios para mañana renuevan el aire como un abanico en un día de calor. Uno cree que algo cambia y se siente un poco mejor. Lo importante sin embargo, lo bueno, es que se juega ante un adversario con más autoestima que Islandia. Habrá espacios y no un muro de lamentos en el que rebotan los toques y los disparos. Además si hay un penal, seguro que esta vez Messi lo mete.

Combis, autos, gente que preguntaba a la mañana vos, ¿como vas? Porque yo estoy todavía a pata.

Pero van a llegar. Con el ánimo de los cruzados, a plantar bandera, saltar con el himno, que Maradona es más grande que Pele y el que no salta es un inglés. ¿Juega Pavón, entonces? Y el dólar, ¿a cuánto cerró?

 

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