Los secuestraron de sus casas, los balearon, los amontonaron, pusieron dos granadas bajo uno de ellos, que era concejal, y corrieron a ver estallar los cuerpos, lanzados a gran distancia. El edil cayó sobre un cable, lo que provocó un corte de energía en un amplio radio. Otro quedó sin extremidades. A 25 metros, un cuerpo destrozado fue a dar contra un alambrado; casi a media cuadra, junto a un pilar, saltó parte de otro torso. Los vio Ignacio Rodríguez, según detallan los libros de la investigadora Patricia Rodríguez Heidecker.
Dos de los asesinos actuaron a cara descubierta, uno con máscara de carnaval y quince bajo capuchas negras. Bajaron desde ocho Falcon grises y Torino blancos por la avenida Pasco, en el conurbano sur, hasta el barrio San José, de Temperley, donde secuestraron a los hermanos Alfredo y Eduardo Díaz, de 18 y 16 años; Rubén Bagninia, Aníbal Benítez, Héctor Flores, Germán Gómez y Héctor Lencina, concejal por la Juventud Peronista (JP), líder de la oposición al intendente Eduardo Duhalde. Desde Almirante Brown se llevaron a Gladys Adelaida Martínez.
En la semana de ese 21 de marzo, un medio publicó que en tres días el promedio de crímenes ascendió a uno cada dos horas y media.
Rumbo a Villa Constitución
Dos días antes, Felipe Romeo había firmado en la revista que dirigía, El Caudillo de la tercera posición, una despedida de sus lectores “por un lapso difícil de precisar” e invitaba a una sangrienta “noche de San Bartolomé”. Hojas más adelante destacaba con foto al trío de Lorenzo Miguel, jefe del sindicato metalúrgico (UOM), y a los intendentes de Avellaneda y Quilmes, Herminio Iglesias y José Rivela.
Esa semana, para cuando Romeo dejó la revista en imprenta, ya estaba en viaje –aseveran– hacia Villa Constitución, Santa Fe, entre cien autos que formaban una caravana de dos kilómetros, con Aníbal Gordon y el ex asistente del comisario Alberto Villar, Jorge Chiche Muñoz.
El 20 de marzo, junto a empresarios de Acindar, patotas de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM), la Juventud Sindical Peronista (JSP), militares y policías allanaron casas, secuestraron, torturaron y desaparecieron a activistas obreros; apresaron a dos centenares y mataron a más de veinte delegados que disputaban salarios en paritarias.
Sin que nada de eso trascendiera, el día de la masacre de Pasco algunos se preguntaban si sería una venganza por tres uniformados muertos el mes previo.
Policías acribillados
En la tarde del viernes 28 de febrero, a tres cuadras de la estación, la guerrilla esperó a una camioneta Dodge nueva pintada como patrulla 3, interno 2855, y acribilló al sargento Nicolás Cardoso, al cabo 1º Roque Roberto Fredes y al agente Eugenio Rodríguez. Dejaron herido al chofer, Ruben Abel Pascuzzi.
La Unidad de Combate Chacho Peñaloza arrojó volantes que explicaban sus motivos pero a los medios sólo llegó la versión del comisario Enrique A. Paillars. Aquella UdC estaba integrada por los pelotones Hansen y Capuano de FAR-Montoneros.
Hansen era Hugo, de la Juventud Universitaria Peronista (JUP), asesinado por la espalda con ocho disparos cuando llegaba a la Facultad, en Lomas, durante la toma de marzo del año previo, cuando resistían el reemplazo del rector Pedro Bustos por Osvaldo Bezzi (ex funcionario de la dictadura de Juan Onganía). El delegado de JUP en la zona sur, Pablo Tala Ventura, sabrá: “Hansen fue asesinado por Félix Navazo y Martín Salas, de CNU”.
En memoria de Hansen y de Capuano Martínez –un montonero fundacional–, Armando Dionisi participó con mucha serenidad del atentado contra los policías, pero al día siguiente, cuando leyó en el diario la noticia titulada Los acribillaron a mansalva, su consciencia adoptó otro estado y, del susto, no salió ni al patio por una semana.
Me lo contó una década antes de morir. Este fue el motivo: la semana anterior, Sergio Alberto Escot, casado, de 23 años, había sido secuestrado en una calle de Banfield. “Era jefe de prensa en un grupo de JP”, lamentaba Sara, su madre viuda. “¡Sos Montonero!”, le gritaban sus torturadores en la Comisaría 1ª de Lomas, donde le dieron hasta matarlo, por lo cual tuvieron que desaparecer su cuerpo.
Escot había sido estudiante del Colegio Mitre, en el barrio porteño de Balvanera, donde cursaran Haroldo Conti y Pablo Fernández Meijide, el hijo de Graciela, quien durante décadas negó esa militancia y dijo que fue desaparecido sólo por haber asistido al funeral de alguien muerto por la Triple A.
Tras la desaparición de Escot, la guerrilla mató a los policías de esa seccional. Tales presuntos torturadores fueron velados en la Municipalidad por disposición del intendente Duhalde.
Esos fueron los antecedentes inmediatos de la masacre de Pasco, que tendría lugar tres semanas después.
En Quilmes
A la par de la escalada de violencia nacional, Lomas de Zamora tenía su rencilla doméstica. El intendente Pedro Turner, con apoyo de la Tendencia Revolucionaria, había sido depuesto por la entente integrada por Osvaldo Mércuri y otros que se cobijaron bajo el ala de Duhalde una vez que lo hicieron trepar hasta la Jefatura comunal.
El asesinado Lencina era uno de los cuatro de la Tendencia que habían conseguido espacios en la lista para el Deliberante. Según Roberto Perdía, en Lomas “la JP tenía una influencia enorme sobre el PJ; no era común” en el conurbano.
Duhalde, para sostenerse, debió apoyarse bien a la derecha. En ese armado visitó la limítrofe ciudad de Quilmes para agradecer “lo que hicieron por mí; ya que estar en la Intendencia se lo debo, en parte, a tus muchachos”, le dijo a Indalecio Bebe Castro, presidente del Deliberante y jefe de una desconocida filial de la CNU que se fusionaría con la Triple A.
Esa gavilla que fungía como custodia personal cobraba sueldos municipales y estaba integrada por El Polaco Jorge Dubchak, El Oveja Alberto Goi y los quilmeños mencionados por Horacio Verbitsky en su libro sobre la masacre de Ezeiza.
Bebe Castro tenía mucha relación con el ministro José López Rega y suficiente predicamento como para aspirar a conducir el peronismo que eligiera al candidato a gobernador en 1977.
La visita de Duhalde me la confirmó el edil Roberto Buby Federico, el contenido de la charla me la reveló Constantino Tino Pérez, vicepresidente del Concejo.
Su Intendencia en Lomas pendía aún de dos interposiciones judiciales en pos de devolverle el puesto a Turner.
Recién el 6 de agosto de 1975 hubo fallo de la Corte (“Turner, Pedro P. c/ Concejo Deliberante, Lomas de Zamora”-LL 1976-A, 521, caso 1755) pero, según explicaría su hijo Pablo “como la represión no le permitía quedarse, al comenzar la dictadura huyó a Chaco, donde fue atrapado. El 16 de mayo del 76, en Avellaneda, la familia recibió un certificado por paro cardiorrespiratorio pero no el cuerpo” (fuente: Luis V. Moreno, director del periódico El Mundo, 16 de abril de 2011).
En 2021
Esta semana fue vandalizado el memorial que recuerda a aquellas víctimas del campo popular caídas a manos de la reacción desatada en el año previo al Golpe de Estado. Es el primer ataque de este tipo luego del saludo de cumpleaños del Papa Jorge Bergoglio a Isabelita Martínez, a cargo de la Presidencia en aquel 1975.
Desde la agrupación H.I.J.O.S de la Provincia de Buenos Aires repudiaron “las cobardes manos que vandalizaron el monumento en homenaje a los militantes populares, algunos comprometidos desde su participación política y, otros, jóvenes estudiantes. Estos actos atentan contra los pilares de Memoria, Verdad y Justicia. A la derecha negacionista la mueve el odio; a nosotros el amor, el compromiso y la solidaridad que heredamos de nuestrxs padres y madres”.
La provocación se da también a un mes de que comiencen los recordatorios por el 45º aniversario del formalismo que puso a los genocidas en el centro de la escena.
La fecha habilitará debates que se verán acentuados en un año electoral y tendrán como blanco al gobierno, ya porque el Presidente es del mismo partido que la viuda de Perón, ya porque a la Vice se le achacará una militancia montonera que no tuvo.
Esta es, también, una oportunidad para aportar precisiones informativas.
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