Vamos los pibes

En el juicio a los policías de Bariloche, la visión oficial choca con el testimonio de los amigos de las víctimas

 

Dos jóvenes de barrio, envueltos ellos mismos en la violencia y la marginalidad, en abierto conflicto con la ley penal, oxigenaron el juicio oral y público que se desarrolla en Bariloche contra la cúpula de la policía de Río Negro responsable de la represión masiva perpetrada el 17 de junio de 2010 en esa ciudad. Lucas Gallardo el jueves y Alfredo Vázquez al día siguiente, sin ocultar sus propias miserias, cumplieron su deber de memoria y verdad con los jóvenes asesinados ese día en su barrio. En el otro extremo, el ex gobernador Miguel Saiz (UCR) ratificó con su testimonio el pacto de protección y silencio con su jefatura policial enjuiciada por dos homicidios y trece heridos durante el dispositivo de represión desplegado durante varios días, como respuesta estatal a la protesta popular por la ejecución de un adolescente de 15 años.

Varios testimonios y pericias fisuraron el bloque dogmático de la historia oficial propuesta por las defensas. Lo hicieron más complejo, con mayores posibilidades de acercarnos al escenario del conflicto que se expresó ese 17, el que fue cristalizándose estos años con la militarización del territorio.

Las declaraciones de Saiz y su ex ministro de Gobierno, Diego Larreguy, sólo aportaron el símbolo de la ratificación del pacto de impunidad con los ocho imputados, especialmente con Víctor Cufré, policía retirado, ex secretario de Seguridad, máximo responsable institucional de los hechos que se juzgan. Bajo ese amparo, el jefe de la Regional II con asiento en General Roca, comisario Dante Bressan, ese mismo día se permitió mentir abiertamente sobre su intervención, asegurando que el personal a su cargo no llevó el arma reglamentaria (la 9 mm) cuando una fotografía documentó lo contrario.

La primera semana del juicio que comenzó el 8 de octubre —con audiencias previstas hasta el 24 inclusive—, había mostrado con claridad que la policía rionegrina planteó en las calles dos formas técnicas y operativas muy diferentes: la del grupo de elite BORA (luego reconvertido en el actual COER) y los efectivos convencionales, sumidos en el caos y sin conducción aparente. Tal vez para despegarse de víctimas que no produjeron, jefes y personal de la ex BORA acreditaron y precisaron sus diferencias con toda la conducción del operativo al que se sumaron sin estar al frente.

A esa línea, ahora se sumaron otras cuerdas centrales:

- un sector de la policía reconoció la participación en episodios controvertidos (el pedido de munición a la empresa de seguridad privada Prosegur) mientras otro sigue fiel a la historia oficial, y niega el uso de munición de plomo y haber disparado a los manifestantes en forma directa;

- dos jóvenes que participaron de la revuelta popular introdujeron la visión desde la rabia y las piedras, corroborando la desigualdad de fuerzas (ya es hasta técnicamente incorrecto continuar hablando de enfrentamiento), así como poniendo en duda los objetivos adjudicados a la protesta desde la versión policial;

- se conocieron gestos y actos de infinita solidaridad y ternura para con los últimos momentos de vida de los dos jóvenes muertos;

- peritos aseguran que los plomos extraídos a las dos víctimas fatales fueron de disparos hechos por escopetas y descartan totalmente el uso de tumberas.

 

El plomo, de las víctimas a los victimarios

“El médico forense me entregó dos postas de plomo extraída de los cuerpos. Fui a ver al jefe de la Regional III y le dije ‘son de plomo’. Se sorprendió”, aseguró Walter Muñoz, del área Criminalística de la policía provincial, quien le informó inmediatamente a Argentino Hermosa, ex titular de la Regional con asiento en Bariloche, uno de los 8 en juicio.

Otro perito, Adolfo Mera, de la Unidad de Criminalística de Alta Complejidad de la Policía Federal, al trabajar con fotografías y videos corroboró el uso de munición de plomo. Trabajó con imágenes de las postas de plomo extraída de los cuerpos de Nicolás “Nino” Carrasco (4 postas) y Sergio Cárdenas (1), así como de la pierna de Jonathan Oosés (2 v ) y Jorge Marillán (1).

Lo mismo confirmaron dos médicos de la guardia central del hospital Zonal Bariloche que atendieron a Sergio que llegó sin vida y a Nino que murió poco después de ingresar al quirófano. Además, algunos niños quedaron internados en pediatría por resguardo.

También esta semana dos ex efectivos de la Brigada de Investigaciones confirmaron que recibieron órdenes de ir a buscar cartuchería a la delegación local de la empresa Prosegur, donde les entregaron cajas cerradas en una bolsa de nylon. Aunque difieren en la cantidad de cajas y no confirmaron el tipo de munición, lo relevante son las instrucciones para reabastecerse de cartuchería ante el uso masivo del parque disponible, así como de personal que viajaba desde otros puntos de la provincia (General Roca, Lamarque y Viedma) a Bariloche. Esto habla del plan de los jefes para con el conflicto, no tanto respecto a sí se usó o no y con qué resultados.

Roberto Nigri, perito en balística, instructor de tiro de personal policial rionegrino con posterioridad al 2010, desarticuló este viernes buena parte de las argumentaciones con las que la defensa insiste en negar el uso de munición de plomo y el uso “ajustado a protocolo” de munición antitumulto. De gran capacidad pedagógica, durante más de una hora desmontó buena parte de la historia oficial de la policía que es, a la vez, la historia oficial del Estado de Río Negro que jamás revisó a fondo la magnitud y los alcances del dispositivo de control y represión instalado en la ciudad desde junio de 2010.

Nigri fue contundente: confirmó que las postas extraídas de los cuerpos de Nino y Sergio fueron disparadas por escopetas, descartando que pudieran haber sido percutadas por tumberas. A la vez, que en el caso de Nino el disparo fue hecho desde 40 o 50 metros en forma directa. Descartó también que se hubieran usado las municiones entregadas por Prosegur, que eran de plomo pero para caza de aves, lo que inevitablemente llevó a interrogarse ante todos sobre para qué las tenía una empresa dedicada a la custodia y traslado de caudales.

La presencia de un cartucho de plomo para caza mayor entre la munición secuestrada en la comisaría 2 del Centro Cívico –apta para matar a un chancho jabalí, según reveló Nigri—, más que un dato inconexo pareció un símbolo trágico ya que junio del 2010 fue, por momentos, una cacería humana.

Lucas Gallardo, de 17 años en 2010, vivía en la misma cuadra que Diego Bonefoi, asesinado esa madrugada por el cabo Colombil. Estaba detrás de Nino (17), ambos de cuclillas recogiendo piedras, cuando Nino recibió el disparo fatal. Lucas se fue de Bariloche por las amenazas de policías a sus hermanos y a él mismo.

 

Lucas Gallardo, el manifestante que atendió junto a su familia a Nino Carrasco cuando éste recibió cuatro balazos.

 

Alfredo Vázquez regresó después de 8 años a Bariloche con lo puesto y por menos de 24 horas. Se fue por temor a represalias de la policía, estuvo estas horas con el miedo a cuestas, durmiendo con las ventanas abiertas por si debía escapar, no visitó a nadie. Declaró el viernes y se fue. Alfredo estaba en la calle el 17 hablando con Sergio Cárdenas de los disturbios cuando Gastón Riquelme, cuñado de Sergio, recibe un balazo en una pierna muy cerca de ellos. Sergio le pide que ayude a Gastón; estaban ubicándose uno de cada lado del herido cuando cae Sergio. Murió ante Alfredo, que lo llevó al hospital.

Del cinismo de Saiz a la dignidad de estos pibes. Así se da la desigual lucha en el ring del poder judicial.

 

Karina Riquelme, compañera de Sergio Cárdenas, escucha a Alfredo Vásquez, la persona que asistió cuando cayó herido de muerte y lo llevó al hospital sin vida.
Fotos de Alejandra Bartoliche y Roxana Sposaro.

 

 

 

 

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