Usura e inestabilidad

De Aristóteles a CFK, advertencias sobre el capitalismo anárquico y sus costos para las democracias

 

Aristóteles vivió entre los años 384 a.C. y 322 a.C. Mucho ha pasado en el mundo desde la época en la que caminó las tierras de Estigaria, en la antigua Grecia. Hoy, 23 siglos después, su obra –en particular su libro Política– sigue aportando conceptos y claves acertadas para entender mejor los distintos regímenes políticos y las formas que tenemos los humanos de asociarnos.

Aristóteles realiza en una construcción teórica de cómo el hombre como “zoón politikon” (animal social) tiende a vivir en comunidad, y cómo llega a realizar la comunidad perfecta en la que realiza el “buen vivir”, la vida autosuficiente. Esta comunidad perfecta, luego del establecimiento de familias y aldeas, es la ciudad, caracterizada por ser autónoma y autárquica. No debe ser tan grande como para ser temida por las ciudades aledañas, ni muy pequeña como para no alcanzar la autosuficiencia, indispensable para alcanzar la perfección. El mejor régimen político que puede gobernar esta ciudad es la “politeia”, un gobierno mixto entre la democracia y la oligarquía, y su principal característica es la formación de una sólida clase media. “El régimen de tipo medio es el mejor, pues es el único libre de sediciones. Donde la clase media es numerosa es donde menos se producen sediciones y discordias entre los ciudadanos”, escribió. “Es evidente que cuando se trata de la posesión de bienes, la posesión media es la mejor de todas, porque es la que más fácilmente obedece a la razón”.

Ahora bien, Aristóteles señala dos formas diferentes de adquirir posesiones. Una es la administración doméstica, que procura la disposición de bienes útiles para la vida y la comunidad, como los animales y los frutos que da la tierra. Aquellos bienes servirán para procurar la autosuficiencia, por lo que responden a un límite, no tomando más de lo necesario para el virtuoso “buen vivir”. La verdadera riqueza procede de estos bienes, que al procurar la autosuficiencia terminan por dar estabilidad al régimen.

En la otra mano encontramos a la crematística. Ella actúa por medio del comercio minorista que busca saciar necesidades dentro de una comunidad a través del intercambio de bienes, como por ejemplo vino por trigo. Luego, cuando una comunidad comienza a comerciar con otras los bienes que produce, lo hará a través del uso de la moneda, que solo es un objeto de intercambio al que se le asigna valor determinado a través de una convención. La moneda opera a través del intercambio de bienes, donde la ganancia termina por producir riqueza, y no bienes en sí. Esta es una forma de adquisición que no tiene límite, y aquellos que la ejercen solo piensan en producir más y más riqueza, alejándose de la virtud de la posesión media y atentando contra la estabilidad del régimen.

Dentro de la crematística encontramos una forma particular de adquisición de bienes que, según Aristóteles, es la más aborrecida de todas: la usura. Aquí la adquisición proviene de la propia moneda y no del propósito para la que se inventó (el comercio exterior). El interés del dinero por sí solo aumenta la cantidad de monedas. El interés es moneda que procede de la moneda. Se han creado dos monedas a partir de una. Se ha creado materia de la mismísima nada. Esto es un extremo difícil de superar cuando se habla de qué actúa acorde a la naturaleza y qué no.

Transcurridos más de 23 siglos desde que Aristóteles advirtiera que por medio del interés algunos aprendieron a producir dinero a través del mismo dinero, y que sólo unos pocos sacan provecho de eso en las comunidades, ¿cuál es el camino que han tomado los regímenes en los modos de adquisición? ¿Han tendido a la posesión media para alcanzar autosuficiencia y estabilidad, o a una concentración abismal que produce movimientos que atentan contra su estabilidad?

Nuestra época es la del capital financiero. El PBI global (total de bienes y servicios) en 2019 fue de 70.000 millones de dólares, y el PBI financiero global del mismo año fue de 770.000 millones. Desde la visión aristotélica, el modo de adquisición predilecto en la actualidad se realiza a través de la usura. La esfera económica se ha alejado de la búsqueda de la autosuficiencia de las comunidades, que sólo es posible a través del desarrollo de la economía real o el capital productivo. Esto ha tenido un innegable impacto en las comunidades del mundo, con niveles de desigualdad históricos, pérdida de poder adquisitivo de las mayorías trabajadoras, millones de personas sin acceso a alimentos o agua, y una inestabilidad política como la que no se ha visto en décadas, producto de la insatisfacción de necesidades básicas y del alejamiento del horizonte de un "buen vivir".

¿Cómo los regímenes permitieron este desbalance económico que atenta contra su propia estabilidad? Simple: a través del retroceso de la política y del ingreso de actores del sistema financiero en las administraciones centrales de los países. Banqueros, CEOs y accionistas de grandes empresas han entrado y tomado los fierros de los Estados para garantizar la reproducción de este modelo, a espaldas de las necesidades de las grandes mayorías. Aristóteles vería con alarma que nos estamos alejando del condimento democrático del régimen perfecto, acercándonos más a la oligarquía, el régimen donde gobiernan sin virtud los pocos ricos y nobles. Y, sin la virtud de una clase media que posea de acuerdo a sus necesidades, no hay régimen que pueda permanecer estable mucho tiempo.

No solo Aristóteles lo advirtió. En la cumbre del G-20 de 2011 en Cannes, Francia, Cristina Fernández de Kirchner explicó que estamos en el estadio del capitalismo anárquico o anarco-capitalismo financiero, donde los mercados financieros se orientan a cualquier sector donde tengan posibilidades de obtener una moneda más sin trabajar, sin producir y sin invertir, para perfectamente multiplicar sus ganancias a través de la usura. La entonces Presidenta señaló como verdadero problema la falta de regulación de los mercados financieros y la necesidad de regular a quienes con sus dichos hacen subir y caer las bolsas del mundo, que ganan fortunas con esos movimientos sin hacer absolutamente nada. Planteó la necesidad de obligar a los sectores financieros a volcar sus recursos a la economía real. Salir de la usura y volver a una administración doméstica que abogue por la autosuficiencia de las comunidades. Advirtió entonces sobre el comienzo del cuestionamiento de los fundamentos del régimen democrático, de la inestabilidad del mismo “cuando la gente vea que la democracia no le da posibilidades de trabajo, de progreso, de tener casa, de tener salud”. La Presidenta invitaba a pensar, en términos de la evolución histórica de la humanidad, lo que ha pasado cada vez que el pueblo no ha podido comer: cambian los sistemas, y no justamente para mejor. Este ejercicio de historización en la era de lo instantáneo es indispensable para no caer en errores del pasado.

 

 

 

Lejos de los tiempos de Aristóteles y a más de una década desde que CFK advirtiera sobre la necesidad de regular al sector financiero para cuidar a la democracia el problema se mantiene, y su irresolución explica lo que la actual Vicepresidenta denomina “insatisfacción democrática”: el desapego por los valores democráticos y el acercamiento a formas autoritarias que "ofrezcan solución" a estos problemas.

Cabe preguntarse entonces: ¿Está la política capacitada para dar solución a estos problemas si no lo ha hecho hasta ahora? Es fácil decir que no y difícil ver quién se beneficia con esa negativa. Para responder la pregunta, remitámonos al cierre del ensayo titulado La política como vocación, de Max Weber: “La política consiste en una dura y prolongada penetración a través de tenaces resistencias, para la que se requiere, al mismo tiempo, pasión y mesura. Es completamente cierto, y así lo prueba la Historia, que en este mundo no se consigue nunca lo posible si no se intenta lo imposible una y otra vez. Pero para ser capaz de hacerlo no sólo hay que ser un caudillo, sino también un héroe en el sentido más sencillo de la palabra. Incluso aquellos que no son ni lo uno ni lo otro han de armarse desde ahora de esa fortaleza de ánimo que permite soportar la destrucción de todas las esperanzas, si no quieren resultar incapaces de realizar incluso lo que hoy es posible. Sólo quien está seguro de no quebrarse cuando, desde su punto de vista, el mundo se muestra demasiado estúpido o demasiado abyecto para lo que él le ofrece; sólo quien frente a todo esto es capaz de responder con un ‘sin embargo’; sólo un hombre de esta forma construido tiene ‘vocación’ para la política”.

Recuperar el heroísmo virtuoso de la política es indispensable para encarar la tarea de reconstruir una gran clase media y devolver estabilidad a los regímenes. Perder el miedo de enfrentarse a poderosos intereses y asumir los costos de ese enfrentamiento, sean los que sean, es un desafío al que los políticos de hoy deben enfrentarse. No importa lo que hagan de uno, sino lo que uno haga por su comunidad. En 23 siglos no hemos dejado de ser un “animal social”. Nadie se salvará solo de esta inestabilidad.

 

 

 

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