Usada y acusada
Glenda fue víctima de su esposo, que la usó como señuelo para matar a un hombre, y está detenida
Glenda Aciar tiene 23 años y una hija de 2. Desde los 15 está casada con Luis Montaño, ocho años mayor. En algún momento de la relación comenzó a ejercer violencia física sobre Glenda, rastreable en todas las marcas y cicatrices que fue dejándole en el cuerpo.
En uno de sus ataques de celos, en mayo, reventó el celular de Glenda contra el piso de la casa en la que vivían en Rodeo, Iglesia, uno de los pueblos más lindos de San Juan. De los restos del teléfono sacó el chip y se lo puso al suyo. Desde ese momento, Montaño dedicó días a revisar los mensajes viejos del teléfono de Glenda. Ahí se dio cuenta de que alrededor de un año atrás ella había tenido una relación con otro hombre, Rubén Darío Quiroga.
Desde el momento en que Montaño sintió amenazada su masculinidad, empezó un calvario indescriptible. Poco de la vida de Glenda estaba fuera de la dominación de su marido, al punto de que ella lo trataba de usted, una práctica más asociada al temor que al respeto, esto dicho por sanjuaninxs. Sometió a Glenda a humillación, golpes, insultos, que se hacían más graves cuando pensaba que sus compañeros de trabajo podían someterlo a bromas y perder crédito en un ambiente sostenido por el machismo.
Montaño comenzó a hacerse pasar por Glenda e intercambiar mensajes con Quiroga. Luego de algunos mensajes, Quiroga llamó. Montaño obligó a Glenda a atender y hablar, mientras Montaño escuchaba.
Montaño trabaja en la mina, en Veladero. Usa unas botas de trabajo con puntas de acero. Después del llamado que la obligó a hacer, le pidió que se abriera de piernas y comenzó a darle patadas en la vulva. No fue esta la única vez que lo hizo. Cuando se cansó, empezó a darle golpes en la cara. Después la dejó encerrada en la casa, con la nena, sin dinero para comer.
La violencia de Montaño apenas estaba comenzando. Le escribió a Quiroga y le propuso un encuentro. Los mensajes salieron desde el usuario de Glenda, pero está probado ya en el expediente judicial que salieron del teléfono de Montaño. Glenda fue usada como señuelo por su marido. Mientras tanto, seguía sometida a violencia, en ropa interior, en cuatro patas, recibió en varias ocasiones los latigazos con el cinto de Montaño. Su cuerpo está atravesado de cicatrices de distinta antigüedad.
El 22 de mayo de 2020, Montaño le dijo a Glenda que fuera con él. No fue voluntariamente. Le tenía miedo y tenía miedo por su vida. Glenda es una chica menuda, de un metro sesenta. Tenía miedo no solo porque tuviera ya una historia de violencia, sino porque se lo dijo cuando la llevó al descampado al que había citado a Quiroga. Le dijo a Glenda que iba a permanecer escondido mirando la situación, que si veía que se tocaban, “los mato a los dos”.
Cuando apareció Quiroga y Glenda se acercó, se saludaron. Montaño apareció por detrás de Quiroga y le partió la espalda y la cabeza con un fierro. Antes había comprado un líquido inflamable. Le dijo a Glenda que lo ayudara a mover el cuerpo y que “si no me ayudás te voy a matar a vos también”. Montaño obligó a Glenda a ver cómo quemaba el cadáver de Quiroga en la fogata que ya tenía preparada con antelación.
Cuando volvieron a su casa, Montaño siguió torturando a Glenda. Le preguntó por el tipo de relaciones que tenía con Quiroga, por el tamaño del pene. La nena también estaba en la casa. La negativa a contestar de Glenda tuvo nuevas consecuencias físicas. Además de los latigazos en la espalda y en distintas partes del cuerpo, la dejó afuera de la casa, en bombacha, durante varias horas de la noche. A fines de mayo, en Rodeo se sintieron las primeras heladas y la temperatura mínima esa semana fue de -1°. La hizo pasar, al borde de la hipotermia, cuando la nena tuvo hambre y Glenda debía amamantarla.
Montaño volvió a Veladero y dejó a Glenda con la nena. Pero las agresiones pasaron a ser virtuales. Le pidió que le mandara videos con una frecuencia regular para controlar dónde estaba. La obligó a mandar videos íntimos, contra su voluntad. La obligó a raparse el pelo y usar su ropa de trabajo “para evitar que otros la miren”. Siempre Montaño con sus amenazas de muerte y siempre Glenda con el terror de que esas amenazas eran posibles, ya que acababa de matar a Quiroga. Montaño las dejaba sin plata para comer, ni para ella ni para la hija.
La policía empezó a buscar a Quiroga, se inició una investigación para determinar su paradero. Por el impacto de las antenas, establecieron que en la zona descampada donde lo citó Montaño fue el último lugar en el que estuvo. Montaño se había ocupado de remover los restos y los había tirado en la letrina de su casa.
Por los informes telefónicos, la investigación se dirigió hacia Glenda y otra mujer con la que Quiroga tenía un vínculo. Cuando la policía apareció en su casa, un mes después del asesinato, Glenda le dijo a su abogado Juan Fonzalida que se sintió a salvo. Les contó todo lo que pasó —a pesar de estar amenazada por Montaño— y eso posibilitó que hallaran los restos de Quiroga y la barra de hierro con la que Montaño lo mató.
Cuando Glenda prestó declaración ante el juez Javier Alonso, de la Segunda Circunscripción de Jáchal, temblaba. Quienes la escucharon esa mañana por más de siete horas ante las autoridades de la Segunda Circunscripción Judicial de San Juan quedaron conmocionados por el relato. A pesar de que también fue víctima de Montaño y que fue llevada al descampado amenazada de muerte, no de manera voluntaria, está acusada en la causa de homicidio con dos agravantes. Montaño tiene un agravante menos.
Abordar los casos judiciales con perspectiva de género, para situar el terror y las violencias que sufrió Glenda, no es opcional, es una obligación del Poder Judicial, que recibe formación a partir de la Ley Micaela. Durante 2020 hubo 178 femicidios; de ellos, 6 fueron femicidios vinculados en los que las víctimas fueron hombres, según los datos del observatorio Ahora que sí nos ven. El Registro Nacional de Femicidios de la Corte Suprema de Justicia registra desde 2017 los femicidios vinculados y los define como aquellos homicidios cometidos contra una o varias personas, a fin de causarle sufrimiento a una mujer.
Glenda fue diagnosticada con mal de Chagas, está detenida en una comisaría, lejos de su hija, su madre y su hermana, a pesar de que no hay hipótesis que justifique en su caso una prisión preventiva. La violencia de género que sufrió, el miedo al que fue sometida durante tanto tiempo, tuvo marcas disciplinantes en ella: siente que hizo algo para provocar tanta violencia.
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