¿Ampliar y consolidar la base de sustentación o sumar dirigentes de lealtad dudosa?
En los días que corren se han sucedido reuniones con el propósito de “construir la unidad del peronismo”, entendida como condición necesaria para derrotar electoralmente al macrismo en 2019. Enunciados y protagonistas abren interrogantes para quienes pensamos que ganar una elección es apenas un paso —importante, sí— para derrotar al régimen, cuya expresión política actual es la alianza Cambiemos; en otras palabras, que un hecho de orden táctico no debería confundirse con un objetivo estratégico, ni contrariarlo.
Desde 2008 reapareció con furia la histórica y nunca resuelta contradicción que define la verdadera grieta: el enfrentamiento en los planos político, económico y cultural entre el régimen —la oligarquía local aliada al imperialismo— versus los sectores sociales que aspiran a constituirse como nación independiente, que hoy tienen por expresión política al kirchnerismo.
De ahí que en este momento la reparación nacional sea impensable sin el kirchnerismo, y que el dilema kirchnerismo-antikirchnerismo no sea un falso dilema, pero tampoco un dilema entre partidos y mucho menos entre dirigentes; es un conflicto entre fuerzas sociales, justamente las que disputan la hegemonía en el marco de la referida contradicción fundamental. Los sectores dominantes lo saben: sólo les interesa el sistema de partidos en tanto garantice una determinada política económica del Estado, que en estos momentos definen y ejecutan con sus propios empleados.
Así las cosas, en la sentencia del ex jefe de gabinete Alberto Fernández, “con Cristina sola no alcanza, sin Cristina no se puede”, la primera de las dos frases es engañosa: con Cristina sola no alcanza si dejamos sola a Cristina, si frente a cada ataque de la tríada Ejecutivo-Judicial-medios hegemónicos hacemos silencio, si hacemos arreglos electorales funcionales al régimen, si le damos al régimen las mayorías parlamentarias que no obtuvo en las urnas, etc. Hechos que sugieren que las mentadas diferencias por el “autoritarismo” de Cristina son en realidad diferencias con el proyecto político de Cristina, el mismo que Macri destruyó con tan valiosas colaboraciones y que casualmente es lo que hay que recuperar y profundizar.
Si siguiéramos la lógica de los dialoguistas y cultores del consenso cual si fuera un fin en sí mismo, la historia se convertiría en una lucha entre buenos y malos. Concepción según la cual el gorilismo deja de ser una expresión violenta de la conjunción oligárquico-imperialista para convertirse en una acumulación de odios individuales; y los que afirmamos que no hay conciliación entre el kirchnerismo y el régimen pasamos a ser una especie de gorilas al revés, novedosa forma de la teoría de los dos demonios: verdugos y víctimas, ejecutores del odio clasista más irracional; quienes propugnamos el fin de la explotación quedamos equiparados en el enfoque de esa tontera centrista.
¿Es que quienes tuvieron aquellos comportamientos políticos cambiaron repentinamente de ideología, o se trata de un nuevo intento del régimen para neutralizar a Cristina en la escena política condicionándola desde adentro del peronismo —más allá de la intención de estos moderados—, después de haber fracasado en las sucesivas tentativas para desestabilizar su gobierno primero y proscribirla después?
Cada cual dará su respuesta. Pero cualquiera sea la solución de tan inquietante enigma, si de lo que se trata es de realizar un proyecto político que ponga de pie a la Nación arrodillada buscando terminar con la opresión, no cambiar la mentalidad de los oprimidos, habrá que ganar no una sino varias elecciones, garantizar un fuerte respaldo popular a decisiones que serán duramente resistidas por los sectores del privilegio, y comprender lo que estos sectores han comprendido hace rato: que por ahora el único —y necesario— liderazgo en condiciones de conducir semejante desafío es el de Cristina Fernández.
Todos imperativos que exigen un trabajo político cuya prioridad sea ampliar y consolidar la base social de sustentación, no sumar dirigentes de lealtades tan dudosas como los débiles respaldos que recibieron en las urnas. Asimismo, ¿es razonable contar con quienes sólo en ocasiones se opusieron al gobierno mientras en circunstancias definitorias —como cuando se resolvió pagarle a los buitres— dejaron constancia de su pertenencia al régimen? El enfrentamiento es contra el sistema, no contra una de sus variantes.
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