La retórica de refundación de la república proclamada por gobiernos de facto en 1955, 1966 y 1976, y por la derecha conservadora que llega al gobierno en 1989 y en 2016 comparten, por lo menos, dos rasgos: refundación significó el desmantelamiento de las capacidades del Estado y, como corolario, la destrucción recurrente del sector de ciencia y tecnología (CyT).
Cada gobierno que habló de refundación degradó instituciones, produjo fuga de cerebros, despidos y retiros voluntarios de alta calificación, y clausuró proyectos científico-tecnológicos estratégicos en salud, industria, energía, desarrollo social, defensa, transporte y agro. Esta sucesión de demoliciones periódicas hace muy difícil evaluar el desempeño del Estado desarrollista como instrumento político de transformación económica y social durante los ciclos de gobiernos progresistas.
En esta línea, a fines de 2015, Macri prometió la continuidad de la política de CyT que había impulsado el ciclo de gobiernos kirchneristas. Sin embargo, como siempre hizo la derecha conservadora, el desgobierno macrista paralizó la producción pública de medicamentos, destruyó el INTI y la agricultura familiar, abandonó el Arsat 3 y desmembró los activos de la empresa pública Arsat; en el sector nuclear paralizó el acuerdo con China –con despidos en instalaciones industriales– y desfinanció sus proyectos insignia –los reactores CAREM y RA-10–; también canceló el Ministerio de Ciencia y Tecnología, transformó la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica en un barco fantasma y dejó al CONICET y a las universidades al borde de la paralización. La troupe de funcionarios al frente del desmadre hoy continúan balbuceando cifras falsas o aludiendo documentos que no existen, como el Plan Argentina Innovadora 2030.
Como imagen reflexiva de culturas empresariales de aversión al riesgo y predatorias del Estado, los referentes que dentro del sector de CyT justifican la devastación macrista –recordemos, por ejemplo, las firmas del documento de apoyo a la candidatura de Macri– nos obligan a tomar en serio la transformación cultural al interior del propio sector. Una política de CyT capaz de acompañar la emergencia social y productiva y, en el mediano plazo, un proyecto de país con industria, inclusión, redistribución y ampliación de derechos debe asumir que no es lo mismo hacer ciencia y desarrollar tecnología en una economía avanzada que en un país en desarrollo ubicado en un campo de fuerzas geopolítico que se propone periferizarlo.
Dicho por la negativa: hay formas neoliberales de valorar y de hacer ciencia que se relacionan con posiciones elitistas, de minorías selectas, que exigen apoyo del Estado y se desentienden del paisaje de devastación social, sanitaria, ambiental, energética y productiva; y hay formas neoliberales de gestionar CyT encarnadas en funcionarios que se conciben como policy makers de salón, que hacen carrera prometiendo panaceas –como la Industria 4.0–, imposibles de concebir sin un Estado inteligente y sin políticas de Estado robustas, todos conceptos que aborrecen.
Alternancia democrática y políticas de Estado
Desde una perspectiva de mediano y largo plazo, el principal problema que padece el sector de CyT en la Argentina es la ausencia de políticas de Estado. No son los individuos, ni los grupos, ni siquiera las instituciones de Investigación y Desarrollo (I+D) quienes impulsan el desarrollo. Son las redes entre instituciones y empresas, su expansión y diversificación, las que aprenden, descubren, desarrollan, copian, mejoran, acumulan, diseñan, innovan, protegen, escalan, comercializan, exportan. Las capacidades de coordinación y complejidad organizacional crecientes son el vehículo de la complejidad tecnológica que un país es capaz de desarrollar y transformar en valor económico y social. La evolución de estos procesos necesita, sobre todo, estabilidad de objetivos estratégicos de mediano y largo plazo.
El ciclo de doce años de gobiernos kirchneristas, que se inicia en 2003 reconstruyendo desde los escombros las capacidades del Estado, muestran en 2015 numerosos ejemplos paradigmáticos de procesos de conformación de estas redes de creciente complejidad:
- El Centro Atómico Bariloche, el Instituto Balseiro, INVAP, el Instituto Nacional de Tecnología Agrícola (INTA)- Bariloche y la creación de la Universidad Nacional de Río Negro, núcleo rionegrino al que se fue sumando un conjunto variado y creciente de empresas.
- El Polo Científico, Tecnológico y de Innovación en Formosa y su articulación con la Universidad Nacional de Formosa, además de un hospital de alta complejidad y un centro de medicina nuclear y de la sociedad del gobierno de la provincia con la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) en la instalación de la nueva planta de Dioxitek para refinación de uranio.
- En Tucumán, la Estación Experimental Agropecuaria de INTA-Famaillá, la Estación Experimental Agroindustrial Obispo Colombres, la Fundación Miguel Lillo y el Centro Integral de Microscopía Electrónica de la Universidad Nacional de Tucumán.
- El Parque Tecnológico del Litoral Centro, donde interaccionan empresas con organizaciones del sector público y privado con capacidades científicas y tecnológicas de varios institutos de CONICET y la Universidad Nacional del Litoral, entre otras instituciones de la provincia de Santa Fe.
- El núcleo conformado por la Universidad Nacional de San Martín y los institutos compartidos con el CONICET, CNEA, INTA, el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) y la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE) y con la instalación en su campus de la Fundación Argentina de Nanotecnología y el Instituto Antártico y la creación de doce carreras de ingeniería en el período 2009-2015.
- El eje conformado por la empresa Y-TEC –sociedad entre YPF y CONICET– y las Universidades Nacionales de Quilmes, Arturo Jauretche y La Plata para el desarrollo de tecnologías vinculadas a la política energética.
- En la localidad de Lima, en la provincia de Buenos Aires, el Complejo Tecnológico Atucha, donde funcionan las centrales nucleares de potencia Atucha I y Atucha II, inaugurada en 2014, y donde se desarrolla el primer prototipo del reactor CAREM.
- La Agencia Nacional de Laboratorios Públicos (ANLAP), que terminó coordinando 39 laboratorios de producción de medicamentos municipales, provinciales, universitarios y nacionales, donde se estaba aprendiendo trabajosamente a negociar con el sector farmacéutico de empresas nacionales.
Esta lista arbitraria y no exhaustiva muestra la emergencia de rasgos sistémicos en donde el sector de CyT avanzaba en la dirección de un creciente enraizamiento con sectores estratégicos y donde las PyMES industriales y de servicios comenzaban a tener presencia incremental. Si se pone la lupa en estos procesos se descubre con espanto que el macrismo apuntó con precisión quirúrgica a la desintegración de estas redes de instituciones públicas y empresas.
Moraleja: la alternancia democrática, que debería garantizar la permanencia y estabilidad de las políticas de Estado, en Argentina es otra cosa. Cada vez que la derecha conservadora llega al gobierno –primero a través de golpes de estado, luego por el voto–, justifica la destrucción de las políticas de Estado a partir de la refundación de la república. Esta dinámica explica la historia dramática de la tecnología en la Argentina, donde se acumulan numerosos objetivos tecnológico e industriales inconclusos en sectores como hidrocarburos, espacial, aeronáutico, siderúrgico, medicamentos, automóviles o electrónica.
El patrón histórico es prístino: desde mediados del siglo veinte, son los proyectos de la derecha conservadora, disfrazados de refundación de la república, los que clausuran las políticas de CyT. Si la democracia argentina se propone iniciar un proceso sustentable de desarrollo económico con sectores estratégicos de alto contenido de conocimiento necesita clausurar la Argentina pendular, esto es, poner fin a 70 años de ciclos refundacionales de la derecha conservadora, hoy disfrazada de neoliberal.
- Foto de portada: revistamutt.com
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