Si pensamos en los cuerpos como un espacio físico y habitable, decimos que son el primer lugar donde se establece la identidad personal, además de ser el primer límite que se fija entre el yo y los otros cuerpos. Los mismos son condicionados no sólo por el contexto espacial sino, además, por la construcción cultural que determina las normas y los mandatos a los cuales se debe responder.
Vivir en un mundo donde el estereotipo de belleza responde a ciertos cánones y parámetros predeterminados, nos estandariza como sociedades negadas a la realidad natural de los cuerpos vivientes, que nos obligan a recrear una vida social y cultural dentro de preceptos establecidos.
Estamos sometidos a encajar en una sociedad culturalmente heteropatriarcal que viene marcando las reglas del juego de la belleza desde hace siglos, invisibilizando a todxs aquellos que no pertenecen. Y es que “si no se está a la moda”, entonces no se lo considera. El orden de los cuerpos sumisos es el de las masas y es el sujeto-masa el que hace lo que le dicen que debe hacer.
En el mundo de hoy ser Gordx es condición de discriminación, de burla, de maltrato, y de no poder encajar en ningún lugar que conlleva a realizar una actividad “normada”. Esto provoca una despolitización de los cuerpos concebidos como productivos o descartables. Cuerpos que, si no se encuentran modelados según los parámetros ideales, han de acostumbrarse a vivir en la incertidumbre.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la gordofobia es considerada como la discriminación a través de la opresión y desigualdades en derechos que posee una persona por su tamaño, composición, vestimenta y/o formas de su cuerpo.
Los estados de los cuerpos se definen a partir del Índice de Masa Corporal (IMC), que es un indicador simple donde se calcula el Peso (kg) y la Talla (cm) del paciente, con los elementos antropométricos (balanza y el tallímetro). Sin embargo hay que considerarlo como un valor aproximado, hasta a veces obsoleto e inexacto, ya que sus previsiones están basadas desde un enfoque biologista y reduccionista y no por una atención humanista e igualitaria.
Las desigualdades de los cuerpos existen desde todos los ámbitos y están inmersas en nuestra matriz cultural. Un país sin justicia social donde no exista un Estado presente que propicie y asegure una adecuada alimentación, crea una sociedad donde conviven la desnutrición con la obesidad. No sólo una sociedad en donde conviven ambos aspectos, sino además una sociedad donde ciertos sectores rechazan y discriminan tanto al cuerpo desnutrido como al cuerpo obeso.
Desde la corriente del activismo de los cuerpos se interpela la noción de gordofobia, por considerar a esta como un “padecer” de alguien para con un objeto u otro. Para ello se propone el concepto de gordo odio entendido como el rechazo y el ejercicio de diferentes formas de violencia a personas con cuerpos gordos. Ciertas empresas o instituciones tanto públicas como privadas ejercen violencia cuando consideran que tener un tipo de cuerpo no regido por la norma es un insulto. El mejor ejemplo de esto es el mundo de la publicidad o de la moda, donde solo los cuerpos que son considerados “perfectos” por las hegemonías son los únicos aptos para mostrarse.
En nuestro país, 7 de cada 10 mujeres tienen dificultades para encontrar prendas de su talle, según una encuesta realizada en el año 2018 por la ONG AnyBody Argentina. Cada vez que esto ocurre, un gran porcentaje de dichas mujeres cuestiona su corporalidad.
Debido a este marco, en el mes de noviembre de 2019 y casi por unanimidad de los votos, fue sancionada en nuestro país la ley 27521, denominada Sistema único normalizado de identificación de talles de indumentaria. Dicha ley tiene por objetivo crear un registro de talle único y estandarizado, accesible para les consumidores y actualizado cada diez años. Con esto además se busca erradicar todo tipo de discriminación, sobre todo en comercios, comerciantes y fabricantes.
A raíz de este hecho histórico se fundó el movimiento body positive, cuerpos positivos o también conocido como activismo de los cuerpos. Esta perspectiva pone en cuestión no sólo la problemática de los talles, sino además cómo esos cuerpos son presentados ante la sociedad, las redes sociales y los medios de comunicación. Es considerado como una filosofía basada en la aceptación, la autonomía corporal y el amor hacia nuestros propios cuerpos, respondan estos o no a ciertos ideales hegemónicos de belleza.
Posterior a este aparece otro movimiento que polemiza la filosofía de los cuerpos positivos, el body neutrality. Y es que para esta corriente seguir cuestionando las nociones de belleza es de algún modo seguir redefiniéndola y perpetuándola en el poder. Para ello plantea dejar de poner foco en la belleza, erradicarla por completo para poder centrarnos en otros atributos que sí nos determinan como personas. Además explica que ser neutralmente corporales no significa que no podamos aceptar o amar a nuestros cuerpos, sino que nos libera de la obligación de tener que hacerlo.
Para abordar la problemática de los cuerpos podemos remitirnos a la filosofía política o a la política de los cuerpos, basándonos en dos preceptos particulares: uno planteado por los filósofos Michel Foucault y Gilles Deleuze y otro presentado por Jacques Ranciére (1996).
El primero determina que en la política moderna la atención no está puesta en las ideologías, sino en la vida en el sentido más corporal del término. Una política basada sobre todo en la relación entre el cuerpo individual y el cuerpo social que busca la normalización de los mismos.
Mientras que, en el segundo, Ranciére entiende a la política como la instauración de un desacuerdo que no se relaciona ni con la administración de los recursos desde un enfoque materialista, ni con los derechos y libertades de los individuos desde la teoría del liberalismo político. Para el filósofo, la política tiene que ver con las partes de una sociedad y esas partes deben estar siempre redefiniéndose de acuerdo con los aspectos que hacen a una sociedad históricamente determinada. Es decir que cuando una de esas partes es acallada, invisibilizada y no es aceptada como tal, actúa para ser reconocida provocando de ese modo la instauración de la política.
Necesitamos entender a la política como una herramienta necesaria para plantear no sólo el lugar que ocupan los sujetos sociales, sino el escenario de interlocución entre dichos sujetos. Porque mientras existan gobiernos que no generen campos de posibilidades para que aquellas partes que no tienen voz puedan ser escuchadas y reconocidas como tales, siempre existirá la desigualdad. De este modo las corporalidades que no respondan a la norma estarán relegadas a la inferioridad y serán consideradas como minorías.
Toda lucha en sociedades que buscan ser más iguales, justas y equitativas es la lucha por desabsolutizar estas relaciones de dominio, uso y goce sobre el cuerpo del otrx. El cuerpo como un desacuerdo en donde se inicia el repensar de la política cuestionando qué es lo común, cuál es la norma y el lenguaje correcto para la comunicación, quiénes son los sujetos y las partes de una sociedad y cómo se determinan los derechos de cada ser en nuestra cultura y en la concepción de mundo.
Y es que cuando los años de lucha de esas partes de la sociedad que no son consideradas por no responder a ciertos preceptos pre-establecidos, se encuentran con un gobierno que genera campos de posibilidades, resulta la buena política. Esa política que vela por el diálogo entre sujetos sociales diferentemente reconocidos dentro de un escenario común, sostenida por la bandera de la igualdad, la ampliación de derechos y la justicia social.
* Lucía Mailen Orfano, Leonardo Joaquín Gómez, Eliana Torres, Horacio Daniel Falduti, Florencia Kermen, Priscila Regueiro.
Referencias bibliográficas:
-ORGANIZACIÓN MUNDIAL DE LA SALUD (2020) [en línea] Disponible en: https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/obesity-and-overweight. Consulta: 22/08/2020
-RANCIERE, Jacques (1996) El desacuerdo. Política y filosofía. Buenos Aires: Ediciones Nueva Visión
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