Una película de terror

El gobierno hizo coincidir la fecha con la semana en que cerró sus plataformas de medios

 

El jueves 23, durante el Día del Cine Nacional, los sectores de la cultura no estuvieron de festejo. No obstante, fiel a la tradición de estos espacios colectivos, se tomó la fecha como bastión de lucha.

El domingo previo, en el Festival de Cannes, un centenar de profesionales de la industria desplegó una enorme bandera celeste y blanca con la frase “Cine argentino unido”, mientras leían un manifiesto en español, inglés y francés.

Al día siguiente, el gobierno anunció que, desde el martes, suspendería la difusión de contenidos en las redes digitales y web de los medios estatales como todas las radios nacionales, la TV Pública, los canales Encuentro y Paka Paka. ¿Qué pasaría con Cine.ar?

Si bien aún es posible verlos por televisión —muchos clientes pagan facturas mensuales por ellos—, los 18,5 millones de usuarios de Internet se topan con un cartel que reza: “Sitio en reconstrucción”.

 

 

“Proceso de reorganización”

El interventor de esos medios, Diego Chaer, comunicó que “los medios públicos se encuentran en un proceso de reorganización que tiene como objetivo mejorar…”. Si bien asentó que la pausa sería temporal, lo mismo dijeron respecto de la agencia Télam el 4 de marzo.

Cine.ar estuvo visible en su día, pero el disfrute acabó a la medianoche, aunque el sitio venía teniendo altibajos con su presencia en red, como se informara aquí con anterioridad.

En respuesta, el Sindicato de Prensa de Buenos Aires (Sipreba) rechazó el silenciamiento de las redes y denunció una “nueva muestra de censura y de amedrentamiento”, por lo que “los senadores y senadoras deben defender los medios públicos rechazando su privatización”, contemplada en el proyecto de la Ley Bases. También el Sindicato Argentino de Televisión, Servicios Audiovisuales, Interactivos y de Datos (Satsaid) salió a oponerse “al apagón digital de las redes de TV Pública y contenidos públicos. La ‘reestructuración’ no debe convertirse en silenciamiento. Exigimos transparencia y democracia en nuestros medios”, plantearon.

 

 

¿Y por sala cómo andamos?

En Cannes, varios directores de las siete películas argentinas presentadas allí manifestaron: “El gobierno ha emprendido una cruzada contra la cultura, la ciencia y la educación”. Los trabajadores del gremio tienen claro que tales recortes son de mínimo impacto en las finanzas públicas, por lo que suponen que se trata “de un ataque ideológico”, ya que Javier Milei “parece regocijarse en desmantelar las industrias culturales, privando a la Argentina de su identidad y atacando una fuente de empleo vital para decenas de miles de familias (…). No es una coincidencia, sino parte de la agenda antinacional que intenta promocionar como libertad la destrucción de nuestra memoria, nuestra tradición y nuestra soberanía cultural”.

Durante la administración anterior, el gobierno había invertido más de 13.500 millones de pesos en incentivos al cine. En sus dos primeros años, finalizaron 493 películas; apoyaron 1.700 proyectos con subsidios del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA); sostuvieron a 6.400 artistas y trabajadores del sector audiovisual durante la pandemia. Para la reactivación del sector, el concurso Renacer Audiovisual fue fundamental con 4.200 puestos de empleo, según la información oficial del momento. “El cine es una maravilla, entramos de una forma y salimos transformados”, explicaba el ministro de Cultura, Tristán Bauer, en la reinauguración del cine de Pehuajó, que había estado tres décadas sin abrir.

Ahora, en cambio, los cineastas alertan sobre la probabilidad “de que los festivales de cine de los próximos años tengan poquísima o nula representación argentina”, y recordaron que su participación en Cannes “es posible gracias al respaldo de políticas cinematográficas que durante años fomentaron nuestra industria audiovisual, prolífica y reconocida a nivel mundial”.

 

 

 

Otra industria cultural

No hay manera de exagerar la importancia de este cine, uno de los más desarrollados de habla hispana y con el promedio de salas por persona más alto de Latinoamérica, región que nunca había recibido un Premio Oscar hasta La historia oficial (1986) y El secreto de sus ojos (2009) de entre nueve nominadas a mejor película extranjera (la primera, Piel de verano, de Leopoldo Torre Nilsson, en 1961), más otras muchas estatuillas ganadas por trabajadores como el músico Gustavo Santaolalla.

El cine de estos pagos (que inspiró a Hollywood con producciones como Nueve reinas) fue reconocido por sus pares con tres premios del Festival de Venecia; diez Osos de Plata y uno de Oro (a Fernando Solanas) en el Festival de Berlín; varios Premios Goya, otros en Cannes y los del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana, donde el santafesino Fernando Birri creó una Escuela Internacional que le deparó ser llamado “padre del cine latinoamericano”.

Ya a comienzos de la década del ‘60, el presidente del jurado del Festival de Santa Margarita de Italia, Roberto Rosellini, advertía: “Hay que tener en cuenta al cine argentino”. Fue en oportunidad de premiar a Leopoldo Torre Nilsson como mejor director por Un guapo del 900, y a Producciones Angel, donde operaba Néstor Gaffet, cuyo hijo realizó el monumental documento fílmico Un hombre de cine, que, a partir de un repaso biográfico de alguien fundamental en la industria, convierte sus casi dos horas en un paseo por las proezas más destacables de quienes contribuyeron a esa forma de la felicidad.

El film de Hernán Gaffet (2022), emitido y repetido por televisión, se puede ver en Cine.Ar Play.

Esta película devela algunos entretelones de la industria que todo cinéfilo querrá conocer, como la censura y el secuestro de las latas de Morir en Madrid, documental sobre la guerra “vil” española que llegó a estar entre los doce filmes más vistos de aquel 1964. Dedica algunos minutos a que Horacio Verbitsky relate su cobertura exclusiva de un acto nunca registrado.

 

 

 

 

Cine y poder

A propósito del documental de Gaffet (al que ya se refiriera Carlos Ulanovsky), su singular repaso histórico permite entender, en este día de homenaje, las relaciones de poder que exceden a los cineastas. En algunos casos, los vínculos han sido extremos, como la desaparición forzada de los cineastas Pablo Szir y Raymundo Gleyzer.

Gaffet (h) se interna en los orígenes de la censura a partir del caso de Carlitos Chaplin, cuando El gran dictador (1940) fue prohibida.

En los años ‘30, la visita del cardenal Pacelli a la Argentina revitalizó los ánimos católicos en beneficio de su mandante, el Papa Pio XI, cuya reciente encíclica instaba a los fieles a hacer del cine un instrumento educativo, luchando contra quienes lo usaban como vehículo de procaz inmoralidad y afán comercial. El cine debía supeditarse a la moral católica, sin importar la libertad de culto ni de expresión. Ese discurso —dice Gaffet— encendió el sentimiento conservador del nacionalista Matías Sánchez Sorondo, quien impulsó la creación del Instituto Cinematográfico Argentino hacia 1936. Este admirador de Hitler y Mussolini, que planeó un golpe contra el general José Uriburu, de quien fue ministro; cofundador de la Liga Patriótica que atacaba a los huelguistas, participó del golpe contra Hipólito Yrigoyen, quien quería nacionalizar el petróleo, mientras que Sánchez Sorondo era abogado de la petrolera Standard Oil, cuyo directorio integraba.

El desinteresado Sorondo consiguió que se habilitara la censura previa sobre guiones y proyectos e impulsaba sanciones a compañías argentinas y extranjeras. Encarnaba los intereses de la oligarquía que consideraba al cine como vehículo de difusión de ideas contrarias a la moral.

Por fin, El gran dictador se estrenaría recién en mayo de 1945, luego de la muerte de Hitler y Mussolini.

Poco antes, se permitió ver El fin de la noche (de Alberto de Zavalía, rodada entre agosto y noviembre de 1943) que muestra a Libertad Lamarque como una cantante atrapada en Francia, extorsionada por los simpatizantes nazis para que espíe y delate a sus compañeros de la Resistencia. En este inusual tratamiento cinematográfico argentino a la Segunda Guerra Mundial, se refieren a la protagonista sólo como “sudamericana” mientras los alemanes son los malos, algo que no iba a tono con las simpatías de los funcionarios argentinos, lo que alimentó las especulaciones acerca de la demora de un año para su exhibición.

Luego de la década peronista, a partir del bombardeo a la Plaza de Mayo, cuando la Iglesia recupera su incidencia, tanto la dictadura fusiladora como el gobierno de Arturo Frondizi se mostraron muy permeables a las presiones católicas. Tras el ascenso del cardenal Antonio Caggiano al frente del Episcopado, consiguieron que Frondizi les entregase la calificación de películas por medio de un miembro de la Acción Católica, Ramiro De La Fuente, subsecretario de Culto que llegaría a ser reconocido con la medalla de una de las cinco órdenes de la Caballería vaticana.

“Arturo Illia no cambió nada”, evalúa Gaffet. Designó como funcionario a Carlos Alconada Aramburu, quien había participado del diseño de la censura antiperonista. Lo que a Gaffet padre no le gustaba del peronismo, “lo ve multiplicado en el anti-peronismo”. Así se llega al momento de proyectar Morir en Madrid, pero el canciller Zabala Ortiz evaluaba cómo cuidar las relaciones con el dictador Francisco Franco: la democracia no quería ofender al dictador. El 17 de septiembre de 1964, Gaffet estrenó el documento fílmico y De la Fuente se lo secuestró.

 

 

 

¡Viva la Patria, carajo!

La coincidencia entre el Día del Cine Nacional y la Semana de Mayo es un saludable aporte a la consciencia colectiva. Su instauración el 23 de mayo conmemora el día de 1909 en que se proyectó la primera película documental argumental argentina, La Revolución de Mayo de 1810. Ese corto dirigido por Mario Gallo fue la primera película del país, cuyo estreno tuvo lugar en el Teatro Ateneo, en ocasión del centenario.

En estos días, hasta el diario tribuna de doctrina publica que el Día del Cine Nacional tiene por objeto rendir homenaje a una industria con más de un siglo de trayectoria y miles de trabajadores: “Intenta concientizar acerca de la importancia de las películas para la cultura e historia de toda la sociedad”.

Así como los republicanos que asumieron con el peronismo proscripto temían ofender al dictador español en 1964; del mismo modo que en 2019, el Presidente que imaginaba angustiados a los patriotas desfinanciaba los proyectos de cine, ahora la restauración conservadora que apalea a los defensores del cine argentino en las puertas de la sala Gaumont cierra los accesos gratuitos para ver la industria cultural nacional. Si alguien quisiera conocer la película que dio origen a esta conmemoración, no podría verla en sitios estatales. Sus quince cuadros fueron subidos a Internet por una cátedra de la vilipendiada universidad pública.

 

 

 

 

 

 

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