UNA OPORTUNIDAD DE CAMBIO

Lo que la enseñanza media puede aprovechar de la emergencia

 

Se han interrumpido las clases presenciales de todos los niveles de nuestro sistema educativo. Sin embargo, docentes y alumnxs trabajan intensamente en clases virtuales y lxs educadores se han hecho cargo además —poniendo de manifiesto capacidad, despliegue y un fuerte compromiso social—, de los comedores escolares y de todo tipo de necesidades de niñxs, adolescentes y adultos en el caso de la Universidad.

Esta respuesta positiva nos llevaría a pensar que, aun respetando la cuarentena, podría aprovecharse su circunstancia para comenzar a trabajar un nuevo modelo institucional de escuela secundaria a partir de una amplia convocatoria virtual que incluya tanto a docentes como a alumnxs.

Continuar arrastrando los déficits de la escuela media implica directamente y como mínimo desconocer la Ley de Educación Nacional en sus artículos 79° al 85°, denominados “Políticas de Promoción de la Igualdad Educativa y Calidad de la Educación”.

No ha sido posible hasta el día de hoy, y con alguna frecuencia, que se introduzcan cambios importantes en el nivel medio. Parecería que el ancla del pasado no se puede levantar, que el peso del pasado prima por sobre cualquier propuesta de cambio.

Hace años se comparte un diagnóstico de gravedad sobre la educación media argentina, pero no se encuentra dónde hacer pie para comenzar una transformación. De hecho el cambio comenzará a gestarse cuando se eche a rodar el trabajo para cambiar.

En el mencionado nivel no se registran cambios sustantivos desde 1999, cuando hubo uno “de fondo”. Pasaron 23 años: por Ordenanza N° 51870/97 se eliminaron las amonestaciones como sanción disciplinaria en los colegios de la Ciudad de Buenos Aires. La reforma se completó con la creación del Sistema de Convivencia Escolar plasmado en la Ley 223/1999, que democratizaba la escuela permitiendo la palabra de lxs jóvenes en los Consejos de Convivencia Escolar. De esta manera se reactivaba la significación de la Comunidad Educativa. Aunque de alcance local, esta reforma tuvo además la virtud de abrir un intenso debate reflejado en los medios.

Caía el viejo think tank del régimen de disciplina de la escuela secundaria argentina, luego de casi cien años de vigencia.

Lamentablemente este enorme esfuerzo no fue acompañado por políticas públicas de formación docente, para comprender el sistema de convivencia y familiarizarse con una dinámica escolar, inclusiva, participativa, democrática, que democratizara la escuela y se vinculara con el conocimiento y la responsabilidad.

Hubo algunos intentos ponderables en el nivel secundario, como el plan “Conectar igualdad”, fuera de circulación durante 4 años de gobierno neoliberal, interrumpido cuando iba camino a generalizarse y existía clara voluntad política para completarlo y darle conectividad a toda la nación. Al respecto la cuarentena confirmó el acierto de su creación y la necesidad de actualizarlo y extenderlo al conjunto de docentes y alumnxs mediante una entrega amplia de computadoras y la formación pertinente. Otras iniciativas dignas de mención fueron el Proyecto “Nuestra escuela”, eliminado también por el modelo neoliberal de educación de mercado y la creación del Canal Educativo Encuentro para la educación pública, también intervenido por el gobierno macrista y cedido a un tercero, cambiando y quitando significación a sus contenidos .

Ante esta pasividad es preciso hacer visible que hay muchos problemas en la secundaria que es preciso resolver y este tiempo de pandemia es fecundo para trabajar   colectivamente de manera virtual, considerando que contamos con equipos y docentes para ello. Sabemos que después de la pandemia el mundo va a ser otro. De hecho ya lo era, por lo menos distinto al del siglo XIX, de hegemonía oligárquico -liberal y conservadora,   cuando aparecen el sistema educativo y la escuela secundaria argentina en 1863 con el Colegio Nacional Buenos Aires y otros Nacionales. Hay una distancia con aquellos tiempos, como para que la escuela siga tan parecida a la de sus orígenes en el siglo XIX, o que nadie interprete el paso de la historia.

El modelo de escuela tiene escasa relación con las culturas juveniles y el desarrollo de las nuevas tecnologías. Desconoce en sí mismos los rasgos de la cultura actual. Siempre ha sido más fácil dejarlo así que correr los riesgos de modificarlo. La Reforma del Régimen de Disciplina y la irrupción de los Consejos de Convivencia en los '90 se hizo desde el régimen académico de la vieja escuela media y quedó ahí, no se profundizó con otros aspectos.

El camino para continuar podría estar por ese lado. Lo cierto es que desde el régimen académico y los legados normalistas (diseñados para otra época), cuesta mucho modificar el sistema educativo.

¿O puede haber aún alumnxs que repitan todo el año y todas las materias si no aprueban en marzo las 5 materias que se llevaron? ¿O hay que acatar reglamentos de inasistencias pensados cuando los barrios y las ciudades eran distintos porque hoy han crecido, tienen mayor circulación de gente y un tránsito con demoras que suelen impedir que se llegue a horario a la escuela, lugares donde la seguridad es otra y los chicos sufren robos y otro tipo de agresiones en la calle? Hace falta otra forma de organización, como terminar con la media falta, por ejemplo. Darle más flexibilidad a este aspecto, mayor tolerancia.

¿Se puede seguir enseñando a todos los alumnxs juntos en el mismo lugar, desconociendo la inclusión social y las diferencias, promoviendo los dispositivos acumulativos eliminatorios y exclusores o negando la participación de la Comunidad, algo puesto en evidencia en la Ciudad de Buenos Aires? ¿A ese modelo de escuela secundaria vamos a volver?

La escuela secundaria presenta además, otros aspectos que atender y modificar a futuro. El problema es de carácter estructural y como tal debe atenderse, es decir en conjunto.

Hay demasiadas puertas para salir y pocas para entrar. Continúan perdiéndose alumnxs. En promedio en el país, salen 4/5 de 10 que entraron, según la jurisdicción.

En el siglo XXI, el protagonismo de las TICS —su impacto en la vida en general y en la escolar en particular, su relación con los jóvenes y la repercusión en los docentes— hace que los procesos de enseñar y aprender adquieran características distintas a las conocidas. La formación docente deberá hacer hincapié en maestrxs y profesorxs, en el campo de la cultura, multiculturalidad, igualdad, otredad, solidaridad, el escuchar a otro, que tomen conciencia de la importancia en la capacidad de transformar o de estar dispuestos a   dialogar para lograr cualquier construcción cultural con lxs jóvenes.

La educación sexual es una deuda que tenemos los docentes y los adultos con nuestrxs alumnxs. No tenemos alternativa con ella, los tiempos se agotan. La sociedad lo sufre. Igualmente nos parece que a futuro debe tener su lugar la Historia de América Latina y de los países Caribeños, su problemática actual desde una perspectiva regional para lograr su  integración, así como con el resto del mundo.

Por otro lado, la meritocracia —uno de los fundamentos de la cultura neoliberal— ha contribuido a desnaturalizar los valores que cada persona posee, instaurando otros que aportan a la configuración cultural del neoliberalismo. Ha golpeado a las personas orientando a creer que los/as mejores son solo los/as más inteligentes y/o talentosos sin que importe la historia, la vida, los recorridos, los contextos sociales, económicos, familiares, culturales en los que les ha tocado vivir a cada uno /una. La Filosofía neoliberal da por sentado que los que tienen problemas o a quienes la vida se les hizo más difícil, están “fuera de carrera” o simplemente no están habilitados para ningún tipo de beneficios, es decir están de más. Una especie de determinismo a partir de la selección de “los mejores”. Sirven para observar y vivir en la incertumbre y “disfrutar” de ella.   Inapropiado y aciago concepto aquel de un Ministro de Educación, ya que la historia nos permite apreciar que la acción de los proyectos colectivos nacionales y populares, que tienen como meta la justicia social, constituyen una buena estrategia para derribar incertidumbres y encontrar convicciones. No existe por qué tolerar la incertidumbre. Mucho menos disfrutarla. Sería como aceptar que la pobreza, la desocupación, la violencia, deben ser parte de lo cotidiano, algo natural.

En la escuela secundaria el “mérito” deberá guardar estrecha relación con los contextos mencionados y no dependerá del fomento de competencias individualistas, desiguales y discriminatorias, sino del trabajo de cada uno donde se ponderarán saberes y capacidades, inteligencias, pero se trabajará para que todos y todas tengan su posibilidad.

La repitencia, que hace que lxs estudiantes recursen materias que ya aprobaron y pierdan un año de sus vidas, es una práctica que invita a abandonar la escuela. En principio, debe reemplazarse por un sistema que permita a lxs jóvenes continuar al siguiente año con las disciplinas aprobadas y simultáneamente y siempre concurriendo a la escuela, realizar trayectos educativos que les permitan aprobar las materias pendientes de forma razonable y no de la “exigencia” sin sentido, que se predica desde algunos rincones de la inteligencia educativa argentina. Esto no atenta contra la calidad educativa.

En el modelo institucional de la escuela secundaria tienen que modificarse a partir de su régimen académico, sus estructuras pedagógico-institucionales, la modalidad de cursada, los criterios para la evaluación, acreditación y promoción de la educación, asegurando el acceso al conocimiento y a la tecnología, la formación de la ciudadanía y como se ha dicho, la enseñanza y práctica de la cultura.

Es una tarea compleja porque es toda la escuela la que hay que revisar para mejorar un modelo consolidado en el tiempo, que no nos está dando resultados.

Aún mientras nos azote la pandemia se podrá a provechar el tiempo y forma que la ocupe, a fin de que lxs jóvenes vuelvan a una secundaria diferente que obviamente continuará su renovación una vez reiniciadas las clases.

Estamos frente a la oportunidad de aprender de nosotros y del mundo, en este tiempo de pandemia que nos afecta globalmente, fortaleciendo el capital cultural de docentes y alumnxs, incluyendo a partir del encuentro entre diferentes, que conviven en una suma de educación, valores, ejercicio del pensamiento crítico, más que de contenidos propiamente dichos. Todos quedaremos agradecidos. La escuela, nuestro lugar de siempre, fortalecida y renovada a tono con las exigencias de la cultura.

Nuestra sociedad viene presenciando contradicciones de carácter de clase, que representan profundas diferencias y proyecciones entre lxs argentinxs, a lo que ligeramente los medios de comunicación lanzados a colonizar subjetividades, llaman “grieta”, cuando, más allá de la pandemia, somos conscientes de que nos hallamos ante una crisis de identidades y formas de cosmovisión de la vida y del mundo, de proyectos de país y modos de vida que nos dividen profundamente. Esto debe resolverse. La educación es clave para nuestro presente y futuro. No se puede transferir o reproducir a las nuevas generaciones tales diferencias. La escuela deberá ser un ámbito que trabaje estos temas, los equilibre y nos ayude a poner la historia en su lugar, a ponernos de acuerdo dialogando. Es el mensaje de los buenos educadores y pensadores que hemos tenido en la historia. Algo más saludable que aquel de “Civilización y Barbarie”, falso concepto que ya provocó demasiado daño y que cito porque continúa haciendo daño a través del tiempo, mostrándonos (con otros actores) su peligrosa vigencia. La etapa del secundario, la adolescencia, es fundamental para esos temas y la formación de lxs jóvenes, justo antes de llegar al mundo de los adultos, donde se encontrarán con otras leyes y otras realidades que deberán afrontar. Algo pasa con la secundaria, que se referencia solamente en el pasado, ante lo cual no reaccionamos.

Nos preguntamos si el funcionamiento común del sistema educativo se detuvo y lxs docentes con lxs alumnxs (por lo menos una buena parte de ellos) pudieron acomodarse a otro formato de trabajo que funciona mientras transcurre la pandemia, ¿no será posible comenzar a trabajar en el cambio del nivel secundario que lo necesita mucho, adecuando asimismo los aspectos institucionales y administrativos con lxs docentes, reconociéndoles la forma en que resuelven los inmensos y heterogéneos problemas y situaciones que jóvenes y familias traen a la escuela y ellxs asumen sin pedir nada a cambio?

Aprovechemos este momento para comenzar la tarea, que continuará al volver a clases cuando la pandemia –espero no se reitere—, nos abandone.

 

 

 

* Profesor de Historia.

 

 

 

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