Cuando una Nación colapsa y sólo queda resistir
Entre poco y nada se sabe por estas pampas de la industria cultural de la Gran Democracia del Norte en general y de su producción literaria en particular. Empapado por un fuerte prejuicio racista en el resto del continente americano, aislado de la corriente europeizante que tomó por asalto a las burguesías vecinas del siglo XVI hacia aquí, su carácter de Estado Plurinacional actual hace de Bolivia algo más que un reservorio de tradiciones de pueblos originarios. Mixtura que hoy por hoy funciona como una usina de diversidad en la que confluyen tantos matices como colores engalanan sus selvas amazónicas, los valles centrales y las laderas andinas. Riqueza, también, de la que la narrativa oral propia de las etnias ancestrales no es ajena y que confluye en una literatura donde lo poético y la celebración del lenguaje dan forma al relato tanto como le otorgan cierta condición política reivindicativa.
Población castigada por todo tipo de latrocinios a lo largo de su historia, conserva no obstante un espíritu vital que resiste a la tragedia, sin ignorarla. Parámetros dentro de los cuales pueda encuadrarse Maximiliano Barrientos (Santa Cruz de la Sierra, 1979) al desplegar una secuencia que, dentro de la misma novela, es capaz de arrancar en una suerte de road movie, para avanzar de repente dentro de una distopía postapocalíptica alla boliviana. Esto es, sin escatimar crueldad ni precipitarse en el facilismo neopunk de adolescentes provenientes de una burguesía aburrida. En este tramo, En el Cuerpo una Voz, se vale de una sucesión de modismos locales (tachos, billa, pelados, penga, estinga, burí, fochería, tari, serebó, cocho, etc.) que la destreza del escritor en momento alguno precisa aclarar. Por el contrario, al correr de la trama un contexto de alta precisión va desentrañando un sentido que arroja luces sobre la acción y, de paso, le otorga al lector foráneo un creciente vocabulario, sin darse cuenta: “Ya van a llegar más cochos, dije. Te apuesto a que por una de esas de whisky te comés una camba. O una chapaca. O quizás una de más allá, una paraguaya pelirroja”.
Novela de acción, transcurre en los albores de un mítico siglo XX, cuando un golpe militar sin proyecto político más que el del derramamiento de sangre, al demasiado conocido peor estilo sudamericano, asesina al “presidente indio”. Bandas paramilitares desatan “el colapso”, irrumpen en las comunidades campesinas, crucifican, asesinan y/o esclavizan a unos, mientras que a otros los queman vivos, devoran su carne y obligan a la antropofagia a los escasos sobrevivientes. Bolivia desaparece como tal, partiéndose en la Nación Camba y la Andina; la blanca, la indígena. Novela de resistencia, muta en su escritura para continuar con el recurso del testimonio periodístico frío, cruel, ascético, necesario y suficiente en las palabras precisas de las víctimas que bastan para describir el horror sin aditamentos.
Novela luego fantástica donde los muertos hablan y escuchan, no sólo humanos, también perros: “Hurgó entre los restos de su esqueleto y extrajo tres semillas. Las tragó, las guardó en su estómago. Algún día se convertirían en un árbol cuyas ramas se expandirán por todo lo ancho de su cerebro hasta acabar con la memoria”. Novela subjetiva, más adelante, da cuenta del atravesamiento de las capas geológicas de la ética que el resistente ha de atravesar en su trayecto hacia la justicia, o hacia la venganza: “Algunos bebían para contar historias, lo que hicieron durante la guerra, lo que hicieron una vez que hubo acabado. Yo lo hacía por los motivos inversos, para poder ser un testigo, para mirar de un modo más lento”.
Novela policial negra, también, aquí y allá, varias veces, nunca pretende ser bondadosa ni condescendiente con sus protagonistas, sin juzgarlos. Jamás. ¿Para qué? La cacería, encuentro, captura y final del general genocida deja a sus actores rotando dentro de un dilema que, cuando ocurre, demuestra que latía allí mismo desde antes: “Dijo que ceder a ilusiones pueriles era una de las diferencias entre un hombre y una mujer, y que hombres como yo eran tarados porque tenían un apego sentimental por lo que en el fondo no era otra cosa que un trauma”.
Novela plurinacional porque recorre las diferentes patrias donde la letra es capaz de crecer, En el Cuerpo una Voz, aborda sucesivos estilos —incluye al promediar párrafos cuasi porteños— con la sutileza de optar por los más aptos a fin de representar otras tantas situaciones. Partícipe de la sangría latinoamericana, la obra de Maximiliano Barrientos no resultará ajena a quienes en otras vecindades hayan padecido la ignominia del genocidio. Una misma sangre nos iguala.
FICHA TÉCNICA
En el Cuerpo una Voz
Maximiliano Barrientos
Buenos Aires, 2018
190 págs.
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