Una mentira de vuelo corto
Un homenaje que vela una atrocidad
El 30 de septiembre se inauguró en Villa Ramallo el monumento que consiste en un avión de combate Mirage M III, instalado desde el 27 de mayo en el paseo de la estación de ferrocarril, en homenaje a los técnicos, mecánicos y personal de la Fuerza Aérea Sur que prestaron servicio durante la guerra de Malvinas. El presidente de la Asociación de Mecánicos de esa fuerza, Daniel Vilches, calificó de “gesta heroica y gloriosa la guerra por la recuperación de nuestro suelo amado”. Dijo: “Fue el trabajo en coordinación lo que permitió obtener grandes logros. Así llegamos al punto culminante de nuestro trabajo en equipo: el bautismo de fuego del 1 de mayo de 1982, hecho histórico, altruista y heroico”, señaló. Pero eso no fue así, el bautismo de fuego fue contra el pueblo argentino cuando aviones de la Aeronáutica bombardearon Plaza de Mayo.
Más de 300 muertes y más de 1.000 heridos causaron el bombardeo y las metrallas de aviones del 16 de junio de 1955 en Plaza de Mayo. “Los primeros ataques fueron realizados sólo por pilotos navales, pero luego se plegaron también los de la Fuerza Aérea, que debían reprimirlos, a las órdenes del vicecomodoro Agustín de la Vega, de acuerdo con la versión del más partidario de los historiadores de aquellas jornadas, Isidoro Ruiz Moreno”, describió Horacio Verbitsky sobre la falsedad de que el 1 de mayo de 1982 fue la primera vez que la Fuerza Aérea entró en combate. “Entre los pilotos de la aviación naval y de la Aeronáutica militar arrojaron entre 9 y 14 toneladas de bombas sobre la Casa de Gobierno y la residencia presidencial e hicieron fuego sobre los manifestantes que se habían reunido frente a la CGT y en las inmediaciones del Ministerio de Marina”. Siendo un pibe, el director de El Cohete fue testigo directo; estaba en la plaza ese día y no olvida “la línea de puntos luminosos que dibujaban las balas trazadoras de las ametralladoras aéreas”. En uno de los episodios de Cuidado con El Perro, el periodista recordó ese día.
En su crónica Años de furia y esperanza, Pedro Olgo Ochoa describe aquel ataque del 16 de junio de 1955, que la fuerza aérea parece no querer recordar para inventar que su bautismo de fuego fue en Malvinas: “Algunas bombas no estallan; la falta de plafond tiene la culpa; las ráfagas de ametralladoras sí llegan a destino. A cada pasada rasante aumentan los muertos, los heridos, los mutilados; lo que no impide que los sobrevivientes se aventuren a rescatar a las víctimas”, y detalla: “Toda la zona que va desde Plaza de Mayo hasta la CGT abunda ya en autos y trolebuses destrozados, llameantes; otro tanto se observa en Pueyrredón y Las Heras, donde una bomba disuelve a un pibe de catorce años. Sarmiento se llamaba; su padre era carnicero” (1998:56).
La gestión del avión
Fue el vecino Gervacio Pérez, por su amistad con el cabo retirado y mecánico de la primera línea de combate del Mirage III, Jorge Bruzzesi, que vive en Villa Ramallo, el impulsor del proyecto que acompañó el intendente Gustavo Perié. El 21 de junio de 2021 se envió una nota a la Secretaría General de la Fuerza Aérea Argentina solicitando algún elemento perteneciente a este tipo de aeronaves. En enero de 2022 confirmaron que entregarían a la municipalidad de Ramallo un avión Mirage M III, y así comenzó la convocatoria a privados y empresas a participar en el proyecto que fue aprobado en el Concejo Deliberante de Ramallo para su emplazamiento. Alejandro Martínez, suboficial principal de Fuerza Aérea, fue el responsable del grupo de ocho mecánicos que durante diez días ensambló el avión que llegó desarmado desde Tandil.
La idea de cómo debería ser el soporte del avión fue diseñado por otro amigo de Bruzzesi y Pérez, el arquitecto Pablo Ribé, que pensó que la base-sostén debía ser el mapa del distrito de manera invertida, y con la orientación del avión en dirección a Malvinas. El metalúrgico Daniel Altube fue el encargado en colaborar con maquinaria y personal en el trabajo de colocación del avión sobre la base. Una idea noble impulsada por buena gente.
Para no olvidar
Pero la intención de buenas personas para que exista un monumento que permita recordar a mecánicos y técnicos que cumplieron servicio en Malvinas no debe llevar al olvido del marco en el que se dio esa repudiable guerra, los siete años de la dictadura cívico-militar empresarial. En ese contexto, el entonces Presidente, Leopoldo Fortunato Galtieri, para evitar su caída, intentó una solución desesperada: tomar las Islas Malvinas y declarar la guerra a Gran Bretaña. El resultado fue nuevamente trágico. La derrota dejó un saldo de más de 600 muertos. De los oradores en el acto, ni el suboficial mayor veterano de guerra de Malvinas, Daniel Vilchez, ni el secretario general de la Fuerza Aérea Argentina, brigadier Néstor Guajardo, ni el intendente de Ramallo, Gustavo Perié, ni el impulsor del proyecto, Gervacio Pérez, hicieron mención alguna del contexto en el que se llevó adelante la guerra de Malvinas.
En su libro Malvinas, la última batalla de la Tercera Guerra Mundial, Horacio Verbitsky recuerda que “la comisión militar investigadora presidida por el teniente general Benjamín Rattenbach e integrada por dos generales, dos almirantes y dos brigadieres, todos ellos ex combatientes en jefe o jefes de Estado Mayor de sus fuerzas, recomendó en 1983 conducir ante un pelotón de fusilamiento a los miembros de la Junta Militar que dispusieron la ocupación de las islas (Galtieri, Anaya y el brigadier general Arturo Lami Dozo) y al gobernador militar de las Malvinas, Mario Benjamín Menéndez”, con el argumento de haber “lesionado gravemente el honor de nuestras armas y dañado profundamente la fe de la Nación en su valor y eficiencia profesional” (2002:257).
Existe una diferencia entre homenajear a quienes cumplieron servicios en Malvinas y en consagrar el papel de la Fuerza Aérea, que no se notó en el acto por el tono castrense utilizado propio de una reivindicación más que de un homenaje. Hay quienes desean abstraer Malvinas de los siete penosos años de la dictadura cívico-militar eclesiástica y empresarial, con el fin de no separar a quienes cumplieron con una tarea de defensa digna de la patria sin la responsabilidad de la conducción política estratégica de esa dictadura, porque la verdad indica que existió una superioridad por parte de los ingleses, dada la falta de autonomía de los aviones de la Fuerza Aérea Argentina, y no decirlo es recrear el mito de la propaganda castrense con el “¡Estamos ganando!”, difundido por la revista Gente. Aviones IA-63 Pampa realizaron pasajes aéreos por Villa Ramallo en el acto.
En el libro Malvinas, la trama secreta, los periodistas Oscar Raúl Cardoso, Ricardo Kirschbaum y Eduardo van der Kooy revelaron un documento secreto donde el comandante de la Fuerza Aérea Sur da cuenta de las experiencias recogidas de esa fuerza en el conflicto Malvinas, señalando que “volcó su máximo esfuerzo a un tipo de conflicto que en cierto aspecto no era de su responsabilidad y para lo cual no estaba debidamente preparada [la fuerza] en material y adiestramiento y que al decir de la ARA (Armada de la República Argentina) no debía intervenir porque el Comando Sur tenía medios suficientes para contrarrestar cualquier eventualidad”. Y en otro de los puntos indica que “la incapacidad de esa Fuerza para generar una acción conjunta motivó que todo su esfuerzo sea al final estéril y las fuertes pérdidas en vidas y material que generó su acción, desaprovechadas” (2007:428).
Verbitsky, en su libro sobre Malvinas, recuerda que el Presidente Raúl Alfonsín quitó el 2 de abril como feriado y pasó la conmemoración al 10 de junio, decisión resistida por militares y ex combatientes, que denunciaban la “des-malvinización”, aunque su propósito fue deshonrar la idea disparatada de la dictadura de ocupar las islas por la fuerza. Hoy, honrar a los caídos, recordar a los ex combatientes de Malvinas, resulta fundamental, pero no puede estar teñido de una utilización por parte de la Fuerza Aérea para seguir insistiendo en una mentira que lleva 41 años.
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