Una más y no jodemos más

El poder parece castigar preferentemente a las mujeres que protestan

Mi socio, Alejandro Rúa, es sin duda el mejor abogado que conozco. Brillante, sabio, metódico, calmo. Por eso fue mi abogado alguna vez, hace muchas vidas. Y nos hicimos amigos. Su orden y mi caos han encontrado la forma de coexistir a lo largo de los años, junto con sus silencios y mi verborragia. Sin embargo, aun hoy vamos a las audiencias orales y cuando llego a la mesa de entrada a informar que “ya está presente la defensa de XXX”, en la mesa de entradas preguntan: “¿Ya arribó el doctor Rúa?” Porque suponen en Tribunales que una defensa “como Dios manda” de un caso con repercusión publica debe estar encarnada por un hombre.

Y no es culpa de Alejandro, que jamás ha tenido un atisbo de machismo en los muchos años de ser mi amigo.

Fuera de tribunales, la calle clama vestida de verde por derechos y dignidades largamente demorados. Pero tras los muros cubiertos de polvorientos tomos de La Ley, el sonido de ese grito parece no llegar.

El 16 de enero de 2016, un Poder Judicial designado a las apuradas en la madrugada de un día de verano intenso y feroz, detuvo a Milagro Sala. Por participar en una protesta contra el gobernador de Jujuy, Gerardo Morales, devenido en Gerardo I, mariscal del Altiplano, visir de la Puna, protector de la Justicia y Azote de Dios, como suele decir, no sin razón, mi otro amigo Sebastián.

A esa detención sin causa por ejercer el constitucional derecho a la protesta, tan libertad de expresión democrática que duele, se sucedieron una catarata de denuncias, algunas de ellas tan insólitas como aquella que la acusa de tentativa de homicidio en una causa donde el supuesto homicida fue sobreseído.

En octubre de 2016, el Grupo de Trabajo sobre Detención Arbitraria del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas emitió una opinión donde indicaba al Gobierno de Mauricio Macri que debía liberar a Milagro. Nadie hizo caso. Incluyendo la Corte Suprema de la Nación, que se limitó a pedir informes sobre la salud de Milagro.

En julio de 2017, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) otorgó una medida cautelar sobre el caso de Milagro y le ordenó al gobierno de Macri que adoptase “las medidas necesarias para garantizar la vida e integridad personal” de Milagro y arbitrase los medios para que en el peor de los casos, la prisión preventiva fuese cumplida mediante medidas alternativas.

El Poder Judicial de Jujuy ha ido y venido con resoluciones contradictorias sobre la detención de Milagro, pero aun sin condena firme, continúa en prisión.

¿Por qué el poder castiga tan severamente a las mujeres que protestan? ¿Qué rebeldía en la protesta femenina le resulta tan irritante a los poderosos?

Pienso en las Madres y las Abuelas, “esas viejas locas” que nos enseñaron a todas y todos que la búsqueda de justicia es por vías pacificas, aun pese al dolor.

¿Qué dice Hebe que sea tan irritante, cuando no es la única dirigente de derechos humanos que se refiere en durísimos términos a cuestiones políticas? Imposible olvidar que un juez argentino ordeno la detención de Hebe de Bonafini por no concurrir a una declaración, y dicha detención debía ejecutarse un jueves…precisamente un jueves, día histórico en el que las madres hacen su tradicional ronda en Plaza de Mayo. Esa ronda que hacen desde ese 30 de abril de 1977, cuando alguien les dijo “no pueden quedarse aquí quietas” y las madres empezaron a caminar en círculos, hacia la Verdad, la Memoria y la Justicia.

¿Por qué el 3 de junio de 2017 fueron “las hijas” quienes sufrieron una salvaje represión policial en el marco de un multitudinaria manifestación del colectivo “Ni una menos”? En esos días había habido ya dos manifestaciones en Capital Federal. Fue la tercera, la de las mujeres, la que fue reprimida con barbarie. La Revolución de las Hijas, el bello nombre que le puso Luciana Peker a las miles de jóvenes marchando en defensa de otras mujeres, sus derechos y su dignidad, esas y no otras manifestaciones fueron el blanco de la violencia policial.

Pero si al poder lo femenino protestando le parece intolerable, al Poder Judicial pareciera resultarle aun más intolerable.

Voy a contar una historia que tiene más de un señor muy masculino transpirado y mujeres maltratadas. Y mas de un capítulo.

Era julio de 2016 y estábamos en feria judicial. A eso de las ocho de la mañana, un juez de la Cámara de Casación Federal le ordenó a una secretaria que hiciera un inventario de objetos que se encontraban en una sala que quería utilizar en una videoconferencia. La secretaria le requirió que le diese oportunidad de consultar a su superior, dado que no se trataba de una actividad extraordinaria, propias de las que se realizan en feria judicial.

El juez, que se llama Juan Carlos Gemignani, enfureció ante la respuesta, empezó a gritar y en el paroxismo ordenó al personal policial que detuviera a la secretaria que se llama Maria Amelia Expucci.

La policía detuvo a María Amelia durante dos horas en una dependencia de Comodoro Py. Alguien dio aviso al juez de turno, quien previa vista al fiscal ordenó su inmediata liberación.

Mientras estaba detenida, Gemignani, aun alterado en su ánimo, denunció a Amelia por incumplimiento de sus deberes y por desobediencia. Desobediencia de la que fue sobreseída.

Cuando finalmente Amelia fue puesta en libertad, denunció al juez por privación ilegitima de la libertad, quebrada y temblando aún.

El contexto de ese suceso tan sórdido era la pelea que Juan Carlos tenía con otra mujer, también jueza de Casación, Ana María Figueroa.

La desobediente María Amelia ya no trabaja en Casación. La situación se volvió insostenible y solicitó su traslado a otra oficina Judicial.

El segundo capítulo refiere a lo que paso con Juan Carlos, el juez enfurecido.

La denuncia por privación ilegitima de la libertad fue asignada a otra mujer, Paloma Ochoa, por aquellos días única fiscal mujer de todo Comodoro Py. Paloma Ochoa es una de “las hijas” de las que habla Peker. Joven. Formada. Dura.

Gemignani recusó a Ochoa, por su condición de simpatizante del colectivo Ni Una Menos. Dado que formó parte de una manifestación en tribunales, visibilizando dicho colectivo. Acusó Gemignani que había sido víctima de un escrache conducido por Paloma. No pudo probarlo, salvo por el testimonio de una trabajadora de tribunales, que así lo señaló y también señaló que había ingresado a tribunales por arte y oficio de… Juan Carlos Gemignani.

El supuesto escrache había sido pegar afiches del colectivo Ni Una Menos en el piso donde los jueces de casación tienen sus oficinas. Y debo señalar, quienes realizaron la manifestación pegaron afiches en todo el edificio de Comodoro Py. Lo siguen haciendo aun hoy.

La recusación fue rechazada en primera instancia y en la cámara de apelaciones. Pero en forma inaudita, se le concedió a Gemignani el reclamo en Casación. Y Paloma Ochoa fue apartada, con el voto dividido de la Sala I de la Casación. La mayoría fue conformada por los doctores Carlos Alberto Mahiques y Eduardo Rafael Righi. Ellos decidieron, en medio de acrobacias jurídicas, apartarse de sus propias opiniones precedentes y en forma un tanto insólita, dar lugar al reclamo que se apartase a Paloma Ochoa de la causa.

Solo el doctor Gustavo Hornos votó en contra y señaló que “el recusante –Gemignani— no ha demostrado fundadamente de qué modo la participación de la representante del Ministerio Público Fiscal de la causa –Ochoa— en una marcha efectuada en el lugar donde Gemignani cumple funciones como juez, en el marco de una masiva convocatoria efectuada bajo la consigna Ni Una Menos, haya afectado su objetividad, ni su deber de requerir la aplicación justa de la ley”.

En febrero de 2018, un nutrido grupo de fiscales entre los que sobresalían el altísimo Germán Moldes y jueces como Gemignani, participaron en una marcha dramática bajo la lluvia, pidiendo justicia por el fallecido fiscal Alberto Nisman.

Moldes luego intervino en la causa derivada de la denuncia de Nisman, contra muchos hombres y otra única mujer, Cristina Fernández de Kirchner. Fue recusado… y la recusación que solicitaba el apartamiento de Moldes fue rechazada, pese a ser uno de los organizadores de la marcha e incluso haberse conocido manifestaciones públicas de Moldes que condicionaban y ponían en duda su objetividad.

Pero es claro, la marcha de los fiscales era de los fiscales —hombres—, no de mujeres.

Hay un tercer capitulo, casi inédito. El 13 de julio de 2018, sobre el filo de la feria judicial, la Cámara de Apelaciones, Sala I resolvió sobreseer a Gemingnani por privación ilegitima de la libertad. Sin siquiera permitir su llamado a indagatoria.

Señalaron los jueces Leopoldo Bruglia y Mariano Llorens que “las circunstancias objetivas del caso no deberían autorizar la detención de la doctora. En ejercicio de la autoridad del magistrado, esa conclusión no permite enervar la conclusión anterior de que su comportamiento no fue doloso”.

En pocas palabras, Gemignani maltrató, le gritó y ordenó detener a María Amelia sin causa objetiva o sea sin razón… pero esto no es doloso, es decir que Gemignani solo fue imprudente al hacerle todo eso a Maria Amelia.

Al escribir esto pienso que en breve el Poder Judicial tal vez vaya a tener en sus manos el análisis de la ley sobre interrupción legal del embarazo, si la misma se aprueba en el Congreso.

La actual ley establece que un hombre que embaraza a una mujer solo es imprudente, y responde en el mejor de los casos con dinero. Una mujer que embarazada contra su voluntad o su deseo decide abortar, es culpable. Y responde con su libertad. O con su vida, obligada a realizar la interrupción del embarazo en forma clandestina y sin contar, en miles de casos, con asistencia médica.

Puede que los muros tapizados de libros que pueblan tribunales pretendan tapar el grito de la Revolución de las Hijas. Puede que en tribunales sigan tachando de imprudente la violencia de género laboral. Puede que incluso demoren hasta el infinito más doloroso conceder autorizaciones para los pocos abortos que hoy permite la ley. Puede que piensen en tribunales y exhiban casi impúdicos mensajes judiciales respecto a que la vida y los destinos de las mujeres no importan. Mensajes para disciplinar el deseo y la libertad. Para enseñar que la desobediencia y la protesta femenina merecen castigo, mientras que el maltrato, los abandonos e inclusive el dolor de las mujeres solo es imprudencia.

Podrán mil cosas, pero fuera de tribunales vamos a ser miles gritando “Ni una Menos”. Porque los imprudentes deben volverse prudentes y porque la violencia, como el dolor, deben terminar. Eso es Justicia, que si la pensás un segundo, también la pensás mujer.

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