Una huelga por el futuro
Grandes empresas buscan castigar a los trabajadores y provocar conflictos para imponer condiciones
A la Federación le están ofreciendo un acuerdo cercano a lo que piden, pero solo informalmente. A San Lorenzo no le quieren reconocer el “bono pandemia” para dividir los reclamos, a pesar de que la unidad gremial en esta oportunidad fue la nota dominante. El Ministerio de Trabajo dio por agotada la negociación sin intimar a los gremios a morigerar las medidas de fuerza, lo que demuestra claramente que la pulseada es entre el gobierno y las cerealeras.
Discuten el control de la Hidrovía que pretende obtener el Estado, la estafa de 600 millones de dólares de Vicentin contra bancos extranjeros y acreedores locales y el escándalo del contrabando triangulado con Paraguay que necesita una autoridad pública lejos de los puertos. Es un pliego de demandas que no se puede ventilar y por eso apelan al escándalo político. La firmeza de la protesta comienza a preocupar a todos y el acumulado de los días caídos se va convirtiendo en una bola de nieve de difícil manejo.
Para Daniel Yofra, a diferencia de la huelga de 2015 que duró 25 días, esta vez lograron un avance en la unión sindical a partir de la unidad de acción con el sindicato aceitero de San Lorenzo que conduce Pablo Reguera, con el sindicato de recibidores de granos y otros sindicatos, como el de Dragado y Balizamiento del ex triunviro Juan Carlos Schmid, que los acompañó en todo momento, y cuya federación de marítimos, portuarios y navales (Fempinra) paralizó todos los puertos de la zona martes y miércoles. Recibieron también el respaldo de la CGT de San Lorenzo y el Movimiento Obrero Santafesino (MOS), que mantienen un vínculo muy estrecho con aceiteros San Lorenzo y la Federación.
“Hasta ahora, las cámaras patronales no han tenido la intención de arreglar el conflicto. Son empresas de alta rentabilidad, con súper ganancias durante veinte o treinta años. El gobierno debería exigirles que presenten los balances, como lo establece la ley de negociaciones colectivas, y entonces el gobierno se daría cuenta de lo que ganan y les exigiría que se sienten a negociar”, aseguró Daniel Yofra.
"Las patronales presentaron una propuesta de aumento a los aceiteros que no recompone los salarios de este año y es escalonada durante 8 meses y no remunerativa”, cuestionan desde las tres organizaciones que llevan adelante el paro. La protesta siguió incluso durante Nochebuena y Navidad. El Ministerio de Trabajo convocó a las partes a una nueva audiencia de conciliación –la número 17, según fuentes de la cartera laboral— que tendrá lugar el martes 29 a las 11 en la sede porteña de Leandro N. Alem 650.
La cantidad de actividades generadas en las exportaciones de cereales y derivados es tal que los efectos colaterales de la huelga desatan solidaridad y apoyo y todos aspiran al triunfo obrero para pelear lo suyo. De la misma manera CIARA, ámbito donde se reúnen las grandes firmas a planear la explotación, sueña con una derrota de los trabajadores para imponer sus condiciones de trabajo y sus salarios a la baja. La huelga es política porque el reclamo económico no preocupa a las patronales y la aprovechan para presionar al gobierno. Los resultados de las grandes luchas se miden en conquistas y en organización. Aceiteros ya ganó. La unidad sindical exhibida es el primer corolario de la lucha, que demostró épica obrera y templanza política. Resta saber si es por puntos o por KO.
El amanecer colectivo
La movilización por sus derechos de inmensas masas de la población mundial desplaza sus ambiciones desde las peticiones económicas y sindicales hacia la política. Sin que se consagre en el terreno de la organización con sus propios partidos –aunque genera crecientes movimientos de pertenencia—, la movilización de asalariados, campesinos, poblaciones pobres y protestas alternativas en las grandes ciudades busca un nuevo nivel de comunicación, un nuevo debate que extienda la democracia hacia su faz más directa y una extensión de la conciencia masiva para consolidar los triunfos momentáneos de las protestas contra los peores estigmas de las relaciones humanas del siglo XXI. El aislamiento individual obligado por la pandemia suele generar la idea de que el vecino es un enemigo; la huelga general de un cuarto de millón de almas en la India señala el amanecer colectivo rumbo a la redención social.
Racismo, represión, trabajadores que defienden sus conquistas, derechos humanos conculcados, revolución de las mujeres, ecología, aborígenes, desaparecidos, millones de desplazados por guerras y opresiones religiosas como en Myanmar con los rohingyás (los “menos queridos del mundo” según la BBC). Luchas tribales o raciales en África, minorías intensas que reclaman su derechos LGBTIQ, banderas nacionalistas de minorías oprimidas. Luchan los jóvenes condenados a vivir pedaleando en trabajos precarizados que dependen de un celular y una bicicleta. Estallan las mujeres sometidas al patriarcado por el derecho al aborto o a la vida y los migrantes esclavizados o personas víctimas de trata. Todo sirve. Pero el sistema tarda en entregar su vida útil desde que sus fuerzas productivas han dejado de crecer.
Defensa ante atropellos racistas de las fuerzas de seguridad como el movimiento Black Lives Matter en los Estados Unidos y otros países, lucha de los jóvenes chilenos y su primera línea contra los planes neoliberales emergentes del pinochetismo, huelgas contra monopolios transnacionales como Amazon en todas sus sucursales, heterogéneas disputas en Europa contra leyes laborales regresivas o el cambio climático. Votaciones masivas que retoman el derecho democrático de imponer las voluntades mayoritarias contra la dictadura de los jueces que nadie votó pero vetan candidaturas como en Ecuador, Bolivia y antes Brasil o Venezuela.
Un Frente en la coyuntura política
Tras la caída del Muro de Berlin, el neoliberalismo y su ataque al Estado de Bienestar en todo el mundo deja sin resolver todas las cuestiones pendientes del sistema. Lo que viene es el tiempo de los derechos y de las nuevas conquistas. Los patrones del mundo se van quedando sin argumentos. Ya no pueden decir que los obreros chinos trabajan por un plato de arroz y que para competir con ellos tenemos que resignar conquistas y derechos o que el mercado es más eficiente que el Estado para la productividad. Ellos dependen del propio Estado tanto o más que los trabajadores para realizar sus ganancias. Nuevas discusiones se están planteando en torno a la jornada de trabajo, el pleno empleo y la solidaridad social.
El discurso de Cristina Fernández en el acto de la Plata puso en foco los ejes de la etapa que viene. Ya no habrá vuelta al día 1 de la primera cuarentena. Es dominación neoliberal del poder concentrado o una nueva picada abierta por los sectores populares en la maraña de la crisis. Su pensamiento habla de un combate de ideas y apela a militarlas. Nada será dado si no se conquista. Para ello es necesario el protagonismo del movimiento obrero, renovadamente conducido, y de los sectores de la economía social buscando protección y estabilidad de este lado de la grieta. Los sectores medios, las pymes, los agricultores familiares, los comerciantes barriales y los profesionales liberales brindarán el volumen necesario para la tenida. Sin una derrota clara del poder hegemónico la crisis no desaparecerá.
Soluciones conjuntas a problemas variados
El año se fue en un claro intento de restauración en varios frentes con un final abierto. En lo económico, se desató el nudo gordiano del endeudamiento con los bonistas privados, pero permanece inconclusa la deuda con el FMI. La reactivación ha dado las primeras señales de vida en el último trimestre –diluida en la anualización— donde la dura recesión heredada permaneció como tal por la cuarentena. La mayor apertura y el rebote estará sujeto a la vacunación y a la segunda ola. En lo judicial el gobierno cortó el circuito pernicioso entre los servicios de inteligencia y las causas armadas por el macrismo contra las principales figuras que se le oponían, en especial Cristina Fernández, aunque las consecuencias subyacen en varias causas residuales y las víctimas no se han liberado de sus consecuencias: sigue habiendo presos políticos en la Argentina.
En lo social, pese a los esfuerzos económicos, la pobreza ha aumentado y la ayuda alimentaria directa a los comedores está en niveles históricos. La recesión de arrastre más la paralización económica por la cuarentena bajó el piso de partida y el año que viene arrancará de más abajo aún.
En lo laboral hubo diferentes escenarios. En la primera etapa fue la resistencia que ofrecieron los sindicatos a los intentos patronales de poner en marcha la producción a como dé lugar. Aparecían las siderúrgicas como actividades esenciales porque producían hojalatas para la industria de la alimentación. Lidiaron con resoluciones municipales que las avalaban cuando el gobierno nacional no las había declarado esenciales. En una segunda etapa fue la negociación con la cúpula de la CGT para rebajar el salario convencional a los trabajadores tanto por razones individuales como por rama de actividad. No son pocos los que sólo percibieron durante estos meses lo que el gobierno otorgaba por las ATP. Otras patronales absorbían total o parcialmente ese monto en la suma que debían abonar: todo un cuadro de maniobras en detrimento del ingreso obrero.
Desde que Techint decidió desvincular a más de 1.200 trabajadores de las obras que venía realizando se desató una silenciosa ola de despidos disfrazada o no de retiros voluntarios. Donde hubo resistencia, como en el frigorífico Penta de Quilmes, la patronal manejó la policía local sin otra instancia superior para desatar una desaforada represión a quienes reclamaban el cobro de las quincenas adeudadas. Son apenas dos ejemplos.
No pago de los salarios a los empleados públicos. El caso de la provincia de Chubut es el más denunciado, pero no el único. La prohibición de protestar por el ASPO sirvió para retrasar durante meses los salarios y aguinaldos de empleados públicos. El caso más escandaloso fue el no pago del bono de los trabajadores de salud decretado por el gobierno nacional e ignorado por empleadores públicos, privados y de obras sociales.
El Ministerio de Trabajo Nacional y los de varias provincias no demostraron eficacia para presionar a las empresas a normalizar los vínculos laborales y pagar los salarios adeudados. Conciliaciones obligatorias que languidecían en el tiempo sin tomar forma de acuerdos. Audiencias virtuales con ausencias de la parte patronal que nunca era obligada a presentarse: varios casos en Córdoba de los que hemos dado cuentas durante semanas obligaron a la acción directa de los sindicatos sin la debida protección legal.
Resistir la gran estafa
Pocos sindicatos actuaron solidariamente con trabajadores que no representan directamente. Como contraejemplo los trabajadores de la Algodonera Avellaneda de la ciudad de Reconquista, perteneciente al grupo Vicentin, lograron concitar el apoyo activo de la Federación de Aceiteros de Daniel Yofra, con el apoyo de la CTA de los Trabajadores de Hugo Yasky, de la Corriente Federal de Héctor Amichetti y del líder de los Camioneros Pablo Moyano. En muchas otras ocasiones ese apoyo no llegó y los cañeros o tabacaleros de Salta, Tucumán y Jujuy, o los mineros de Neuquén y de Jujuy, pelearon en soledad en contra del cierre de las fuentes de trabajo. Esta disparidad de compromisos continúa presente en la disputa por la normalización de la CGT convocada para el primer semestre del 2021.
Según el diario Tiempo Argentino: “Para el fiscal rosarino Miguel Moreno ya está probado que Vicentin estafó a sus acreedores. Ese delito puede conducir a una acusación más grave aún, que incluya otros, como falsificación de balances, asociación ilícita o administración fraudulenta. Determinar la imputación final y deslindar las responsabilidades individuales son las tareas que vendrán en lo inmediato, tras una semana que arrancó con varios allanamientos e incluyó inéditas medidas cautelares, como el congelamiento de cuentas bancarias y la interdicción de cajas de seguridad para directores y ex directores de la compañía”. Está claro: no todos somos Vicentin.
Era esperable este escenario de conflictos como campo de batalla. Lo venían diciendo los más desbocados de la oposición política, como Mauricio Macri, la inefable Bullrich o los radicales PRO. La mesa de diálogo a la que convocó el gobierno sigue con las sillas vacías. El pliego previo de condiciones que no se escriben está sobre la mesa. Los grandes conflictos tempraneros que plantean los poderosos buscan definir la relación de fuerzas. Lo hizo Acindar en el año '89 y lo repitió en el '91. La Mesa de Enlace en 2008, las aceiteras en 2015, apenas asumió Macri, y lo repiten ahora. Buscan castigar a los trabajadores y obligarlos a entrar en largos conflictos para imponer condiciones políticas. Ni Cargill, ni Glencore, ni Dreyfus, ni Molinos resisten ningún archivo. Todas tienen frondosos prontuarios globales, acumulan gran experiencia en dañar y saben cómo hacerlo. La obviedad de este comportamiento no amortigua su gravedad; se trata de la gobernabilidad y de para quiénes se gobierna. La palabras de Cristina hablando sobre reactivación y cómo distribuirla siguen insultando el oído de los poderosos.
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