Nueva —y más que necesaria— dosis de Fred Astaire
Hace tiempo que no pasamos un rato con Fred Astaire, que es la mejor terapia cuando te sentís triste o cansad. Ya te lo mostré bailando un par de veces con las divinas Rita Hayworth y Cyd Charisse, una con Ginger Rogers y otra dentro de una habitación que gira, con la foto de una cuyo nombre se perdió en la bruma.
Tengo más en la lista de espera. Pero hoy lo vamos a ver bailando con acompañantes que no dejan lugar para el romanticismo. Creo que ya lo puse bailando dentro del piano.
Hoy lo vemos con su bastón, en Sombrero de Copa, de 1935, donde hay un fusilamiento muy impresionante si pensás qué se avecinaba en el mundo por entonces.
Después con los tambores en A Damsel in Distress, que hoy llamaríamos una chica en problemas, de 1937.
Después con los palos de golf en una que no me acuerdo cómo se llama y no tengo tiempo para chequear con los libros.
Después con el perchero, en Bodas Reales, de 1951.
Y para terminar, con los motores del barco y con su sombra, en Shall We Dance, de 1937.
Entre nosotros, lo prefiero majareta por alguna de esas diosas esquivas. Pero este grillo genial te muestra que si no te quieren, hay alternativas al llanto. ¿No es un consuelo?
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