UNA CRUELDAD FAMILIAR
Primera novela de Facundo Abal, con esperpentos suburbanos e iniciación puberal
Todos los hijos son adoptados. Aún los biológicos. De hecho existe la prole sanguínea que no resulta adoptada, con o sin convivencia. Los estragos resultan inevitables, más allá de su grado y magnitud. Hay también adopciones parciales, las más habituales, cuando se aceptan o toleran ciertos rasgos y se rechazan otros. Ni hablar de situaciones extremas, como la de los niños apropiados durante el terrorismo de Estado: en muchas oportunidades las pequeñas víctimas fueron asociadas a la demonización de sus bioprogenitores y convertidos en sirvientes domésticos. Existen, desde ya, adopciones amorosas y cuidadas —biológicas o no—, con las idas y vueltas propias de cualquier configuración familiar, de feliz proyección, a grandes rasgos.
Disquisiciones, las anteriores, de exclusiva responsabilidad de este escriba, generadas a fin de amagar a alguna vía de acceso a la polimórfica problemática que narra el académico y escritor Facundo Abal (La Plata, 1977) en su novela Un tornado alrededor. Es la historia de un niño desde sus siete a los dieciocho años, aproximadamente, segundo hijo de un matrimonio pequeño-burgués, que cuenta los avatares familiares y los propios en una primera persona más aproximada a la crónica que –por fortuna— al impacto fácil subjetivo, psicologista. Lo hace en ese presente del indicativo que al perforar edades y épocas, constituye la eternidad apropiada a la acechanza tanática. Voz narrativa desplegada con maestría, admite aproximaciones cercanas al eje inicial de la trama: ha muerto en circunstancias nunca esclarecidas el primogénito, luz de los ojos y a todas luces preferido de una madre, cuyo desquicio se ignora si venía de arrastre. Lo seguro es que se dispara a estratos de delirio esquizofrénico con la pérdida del elegido. La mujer pasa del encierro depresivo a la acción maniática: construye un altar con la foto y los peluches del finadito, enciende velas, hostiga al padre y al niño sobreviviente en una desquiciada liturgia, dispone picnics sobre la tumba. El padre soporta, carga hartazgo, se desentiende siguiéndole la corriente, hace la suya.
El narrador asume las tareas domésticas, poco compatibles con una escolaridad complicada por el sueño y el bullying: “La clase es de análisis sintáctico. La maestra descompone las oraciones en palabras. A mi se me descomponen los pensamientos. Los párpados pesan una tonelada. Los renglones del cuaderno tiemblan. Apoyo la cabeza en el banco. Cuando me doy vuelta veo un ejército de chicos acunando muñecos. El llanto se multiplica por miles. Todos cantan un himno inentendible frente a una mamadera gigante”. Al promediar el relato nace una hermana; los adultos ni siquiera atinan a ponerle nombre. Rechazada por la madre, el niño se hace cargo; como puede. Atmósfera, geografía, presión y temperatura se combinan para la devastación del giro arrollador del tornado del título. Los sucesos arrasan lo que podría ser la égloga ñoña del pasaje puberal para ampliarse en un fresco fundador de la tragedia onírica moderna.
Despliegue de una catástrofe en creciente desarrollo, imparable, solo parangonable con aquellas películas japonesas en blanco y negro donde a una escena que no podía ser más trágica la sucede otra todavía peor. Aún en algún momento que aparenta cierta calma acecha otro espanto, desencadenado desde un vértice imprevisto. Borrasca arrasadora alrededor del narrador, su centralidad, no obstante, en momento alguno impide al lector recortar en detalle el perfil de los restantes miembros del grupo familiar y desde allí construir las respectivas perspectivas. Colaboran en el contexto los personajes secundarios: un lumpen estudiante universitario crónico, agenciado de niñero de la bebé; las tías cotorras; la peluquera chiruza amante del padre, quien la lleva a vivir a la casa familiar con la alegre aprobación de la desquiciada.
En paralelo, los compañeros de secundaria, verdugos y cómplices de una sexualidad en ebullición: “El respeto que me gano en la puerta del Liceo de chicas, lo pierdo ni bien piso otra vez el de varones. La inmunidad dura menos que un bostezo. Mis compañeros encuentran la manera de bombardear mi confianza hasta dejarla hecha aserrín. Gozan bailando en la polvareda de mi caída. Sé todas las respuestas a las preguntas que hacen los profesores, pero elijo la mudez con tal de no escuchar la imitación sentada en la última fila. Mi versión amanerada es una compañera más entre los chicos”.
Desfile esperpéntico hecho acción, encadena situaciones una tras otras con rigor sustantivo, extendido hasta en los títulos de los capítulos y secciones: Pionono/ Sopa/ Flipper/ Bañera/ Caja; Cigarro/ Moño/ Manguera; Palangana/ Mamadera/ Jeringa/ Piñata/ Cebolla. Austeridad adjetiva, privilegio del acontecimiento, recupera la tantas veces omitida médula de la novela donde los sucesos se hilvanan para superar las juicios. Talento en la escritura, excelencia del estilo, capaz de contar historias limpias a ritmo voraz, disparos certeros, facilitadores de la asimilación de esa cruza de locura, desidia y crueldad, generadores de una paradoja en la lectura: aparta el desagrado y convoca a continuar en pos del o de los desenlaces.
Venturosa novela inaugural de Facundo Abal, prolífico autor dedicado al ensayo artístico, Un tornado alrededor constituye asimismo uno de los dos lanzamientos de una flamante editorial, propuesta desde el margen, prometedora audacia. Arrancan con dos apuestas poderosas, el libro que ahora aquí se reseña, y la reedición de una galardonada novela de Raquel Robles.
FICHA TÉCNICA
Un tornado alrededor
Facundo Abal
Buenos Aires, 2022
171 páginas
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