Una breve clase de humanidad

La Biblia explica qué es un gobierno sin corazón

 

El término hebreo leb suele traducirse al castellano por “corazón”. En realidad, este expresa el interior de la persona humana, la sede de las decisiones y –con mucha frecuencia– el ámbito del pensamiento (“duros de corazón” bien podría traducirse con frecuencia por “cabezas duras”, por ejemplo). En nada se asemeja, por lo tanto, al uso habitual que le damos, como sede de las emociones, la sensibilidad y los afectos. La Biblia griega es judía en sus concepciones, aunque la lengua no lo sea. Así, al traducir leb por kardía mantiene la misma idea. (El ejemplo es patente en Génesis 6,5, donde todos los “pensamientos que engendraba el corazón [leb/kardía] humano eran maldad”.) El Nuevo Testamento mantiene la misma idea (insisto, son judíos): “¿Por qué piensan mal en sus corazones?” (Mateo 9,4 // Lucas 5,22),”no digas en tu corazón” (Romanos 10,6), “pondré mis leyes en sus corazones, y en su mente las grabaré”, repite la carta a los Hebreos (10,16). 

Por tanto, mal haríamos en leer los textos bíblicos y transportar nuestras imágenes a la concepción antropológica judeo-cristiana.

En ocasiones, sin embargo, algunas biblias traducen “corazón” donde el griego usa otros términos, como es el caso de splágjna. El término no es muy frecuente en la Biblia (28x) de las que 11x se encuentran en el Testamento cristiano. También se refiere al interior humano, pero especialmente a las vísceras. Por ejemplo, se dice que Judas cayó y se desparramaron sus splágjna, esto es, sus entrañas. En la Biblia se ama con las entrañas (amor “entrañable”); así lo dice el proverbio: “El que mima a su hijo, vendará sus heridas, a cada grito se le conmoverán sus entrañas” (Sir 30,7). Lucas señala las “entrañas de misericordia de nuestro Dios” (1,78). Pablo suele ser afectivo con sus comunidades, y cuando usa el término splágjna, la Biblia de Jerusalén traduce “corazón” (2 Cor 6,12; 7,15; Fil 1,8; Flm 7.12.20; cf. 1 Jn 3,17). De hecho, existe también el verbo splagjnízomai (que, salvo en 2 Macabeos 6,8, es exclusivo de los Evangelios y que, salvo en las tres ocasiones que se utiliza en parábolas, es una actitud exclusiva de Jesús); es justo traducirla por com-padecerse, con-sentir… Es sinónimo de misericordia (tener el corazón [cordis] con los miserables, los que están en la miseria).

Valga toda esta distinción para señalar algunos detalles actuales: el jefe de gabinete de cinismo dijo que desde Jesús la Iglesia ha planteado el tema de la pobreza como prioridad. Permítame el teólogo aclarar: el tema son “los pobres”, no la pobreza. Y los pobres porque son hermanos (y hermanas, acoto, aunque no sea bíblico). Además, los pobres son “el tema” desde Israel. Quizás el biblista oficial no ha leído, por ejemplo, a los profetas, pero es así. Y lo mismo ha de decirse de la Ley. En segundo lugar, tener las entrañas con los que sufren o padecen es propio de los discípulos de Jesús y –me gustaría aclararle al hermano ministro– también es propio de la humanidad. Sólo quien no tiene “corazón”(y no lo digo en sentido bíblico), puede permanecer indiferente ante la pobreza creciente engendrada por las políticas oficiales; sólo quien no tiene corazón permanece indiferente ante dos hermanos en situación de puente quemados por in-humanos; sólo quien no tiene corazón permanece indiferente ante cuatro casi niños perseguidos y baleados por las fuerzas de la provincia de Buenos Aires; sólo quien no tiene corazón permanece indiferente ante los niños con hambre en escuelas sin gas y con maestros muertos, o en hospitales vaciados… o jubilados sin medicamentos ni calefacción, o trabajadores desolados al llegar a la fábrica súbitamente cerrada por empresarios inhumanos. Que exhiban sonrisitas emponchadas o bailes desarticulados no los transforma en humanos, quizás sólo un remedo. 

El corazón, las entrañas, nos constituye humanos, ministro. Y la indiferencia, el hacerse los distraídos o cambiar de tema (como hablar de asfalto cuando se habla de hambre, o de asados al hablar de computadoras), todo eso los constituye en inhumanos. Un gobierno sin corazón. O, si quiere ser preciso, un gobierno sin splagjnízomai, aunque pronunciarlo sea casi un imposible para el iletrado Presidente. Un gobierno sin corazón, sin alma (desalmado; el alma en la Biblia [nefesh /psyjê] es con frecuencia sinónimo de vida) es un gobierno de muerte. Sencillamente. Sinceramente.

 

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