Una aventura teatral de 89 años

Un fenómeno cultural que comenzó en 1930 con el derrocamiento de Yrigoyen

 

Presumo que los argentinos y argentinas –especialmente los porteños— no tenemos idea del significado cultural que tiene el movimiento de los teatros independientes. Ni siquiera los que somos sus protagonistas.

Hay en Buenos Aires unas 170 salas registradas, pero llegan a unos 300 los espacios donde, con mayor o menor regularidad, se realizan muestras teatrales. Otro dato del fenómeno: la gran mayoría de estas salas están repartidas por los barrios porteños, fuera del clásico circuito del teatro comercial.

Hay salas de 200 localidades, bien equipadas, hasta espacios de 30 butacas donde conviven todos los estilos, todas las formas de la experimentación. Y últimamente con un  gran nivel profesional.

Este fenómeno se inició a fines de noviembre de 1930, dos meses después del derrocamiento de Hipólito Yrigoyen, la primera dictadura del siglo XX. Un joven luchador, antifascista genético, escritor y periodista, convertido en director teatral, instaló un espacio en el local de una lechería que estaba ubicada en la calle Corrientes y el Bajo y desde ahí nació el teatro como un fenómeno  de resistencia. El hombre se llamaba Leónidas Barletta y bautizó la sala como Teatro del Pueblo.

Sonaba a quimera. Hasta Roberto Arlt se burlaba, en una de sus Aguafuertes.

El Teatro del Pueblo ocupó  varios espacios hasta que en los comienzos de la década del '40 la Municipalidad le cedió el viejo Teatro San Martín.

El golpe de Estado del 43 los desalojó y siguió su historia en el sótano de Diagonal Norte 943.

Barletta murió en 1976 y el teatro permaneció cerrado a cargo de su viuda, la actriz Josefa Goldar, y dos actrices históricas, las hermanas Rosa y Celia Ereski.

La sala fue adquirida por el Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos, que decidió ponerlo en manos  de un grupo de autores y directores, herederos  de Teatro Abierto. La viuda Goldar no nos cedió el nombre y tuvimos que rebautizar la sala como Teatro de la Campana.

Fue un homenaje a Barletta, que solía salir a la calle con una campana para convocar espectadores a la hora de la función.

Hace 20 años se hizo cargo de la sala de Diagonal Norte la Fundación Carlos Somigliana (SOMI), una iniciativa de un grupo de dramaturgas y dramaturgos destinada a difundir e investigar el rol del cuestionado autor teatral. Durante estos 20 años SOMI  puso en escena unas 300 obras de autores de estilos diversos y generaciones varias, siempre argentinos. Solo el 10 por ciento de esas obras pertenecieron a autores de la Fundación.

Hace dos años el Instituto Movilizador nos pidió compartir el espacio. Si bien ellos eran los dueños de las paredes, SOMI sintió que perdía la independencia mantenida durante dos décadas. Fue así que nació la idea de tener nuestra propia sala y asegurar la permanencia  del Teatro del Pueblo, ícono del Movimiento de Teatros Independientes.

Fue una dura tarea. Contamos con el aporte de los organismos del Estado dedicados al apoyo de iniciativas teatrales y culturales.

De a poco fuimos construyendo la sala en Lavalle 3636, CABA, típico barrio de los Teatros Independientes.

El 30 de noviembre, Día del Teatro Nacional y del Teatro Independiente, abrimos el nuevo espacio del que estamos orgullosos.

La Comunidad pudo conocer el Nuevo Teatro del Pueblo.

El 1° de febrero se iniciará la actividad propiamente teatral, en las dos salas que posee el espacio. La sala Carlos Somigliana con capacidad para 110 espectadores y la Teatro Abierto para 70. Terminó una parte  de la aventura y se inicia otra.

 

 

 

 

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