Un rompecabezas de abrazos

La historia de búsqueda del nieto 130 restituido por las Abuelas

 

Abuelas de Plaza de Mayo anunció esta semana la restitución del nieto 130, Matías Javier Darroux Mijalchuk. Es un hijo de una pareja desaparecida en diciembre de 1977. Su mamá estaba embarazada, por lo que Matías también busca a un hermano o hermana.

Roberto Mijalchuk es profesor de matemáticas. Hace cálculos, suma, resta, enseña, y no dejó de esperar ni un solo día que sonara el teléfono o que le llegara una carta que dijera que su hermana, su cuñado y su sobrino estaban vivos. No había sabido nada de ellos desde el 26 de diciembre de 1977. Para esperar la llamada, había dejado activa una línea de teléfono que usaba su hermana en su casa de Caseros, provincia de Buenos Aires. Cuando desaparecieron, salió él, con sus 19 años a cuestas, a buscar por dependencias estatales. En 1999, Roberto se decidió a presentar la denuncia por la desaparición de su hermana, su cuñado y su hijito de cuatro meses. Recién en 2016 llegó la llamada que tanto esperaba.

Matías buscaba desde siempre. Y, al menos, desde hacía varios años se había hecho a la idea de que era hijo de desaparecidos. Su familia de crianza, a la que él define como típica de la ideología del “no te metás”, siempre le dijo que había sido adoptado. Su mamá de crianza falleció cuando él tenía cinco años y su padre le ofreció cuando andaba por los 15 ó 16 años ayudarlo a emprender la búsqueda de sus orígenes. Por entonces, todo era rebeldía y rock & roll.

En 1999, el mismo año en que Roberto radicó la denuncia, Matías hizo un vuelco en su vida. Rindió las materias que le quedaban del secundario y dijo que tenía que estudiar lo que le gustaba: astronomía. Las opciones eran dos: la Universidad Nacional de La Plata o la Universidad Nacional de Córdoba. Quiso irse a Córdoba. Siempre había querido vivir en las sierras. Estuvo un año luchando con la lógica y la astronomía, hasta que optó por la filosofía. Allí conoció a su compañera de vida, Vanina. Juntos se fueron a estudiar turismo. Matías se recibió y consiguió trabajo en un parque natural en Capilla del Monte. En las sierras, donde alguna vez se había imaginado a los 30 años.

A fines de 2006 se animó a acercarse a Abuelas y a la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (Conadi), con el apoyo de Vanina y de dos amigos, Juan Pablo y Horacio. Los resultados dieron negativos. En su caso, porque faltaba la muestra genética de su familia paterna. Con el tiempo le tomaron una muestra a su abuela que vivía en San Antonio de Areco, y en 2016 se repitió el análisis. Matías era hijo de una pareja desaparecida. Sigue siendo un misterio qué pasó con ellos.

El teléfono de Roberto sonó, y él hizo sonar uno en Córdoba.

—Hola, ¿está Javier?– preguntó titubeante.

—¿Qué Javier?– le contestó Vanina.

“Estaba claro que era Matías”, dijo el tío, emocionado, el jueves en la sede de Abuelas. Para él, todavía era ese bebé que había nacido el 5 de agosto de 1977 en el Hospital Alemán. Lo habían nombrado Javier Matías para que tuviese las mismas iniciales que su papá.

 

Juan Manuel y Elena, desaparecidos desde diciembre de 1977.

 

Juan Manuel Darroux conoció a Elena Mijalchuk en la Universidad de Morón. Ella estudiaba para contadora. Él trabajó ahí como administrativo hasta mayo de 1975. Antes, entre 1961 y 1966, había trabajado en la Prefectura Naval Argentina. Él era casi diez años mayor que ella. A los Mijalchuk no les gustaba la diferencia de edad, pero finalmente aceptaron la relación. Elena se mudó primero a la casa de Juan Manuel en Capital. En diciembre de 1976, la chica rindió su última materia. Ocho meses después nació Matías. Al momento de la desaparición, vivían los tres en Caseros.

Juan Manuel desapareció a principios de diciembre de 1977. Se había encontrado en un bodegón de Valentín Alsina, Lanús, con sus primos Luis Molina y Domingo Carmelo Graziadio. A Domingo le pidió que lo acercara hasta Paraná y Panamericana, en la zona norte del Conurbano. Como lo había visto preocupado a su primo, Domingo volvió a pasar y lo vio discutiendo con cuatro hombres que lo subieron a una Chevy azul metalizada.

No se supo más de Juan Manuel hasta que Elena recibió una carta y una llamada por teléfono. En la familia tampoco había referencias sobre ellos como militantes, salvo porque algunos llamaban “Alicia” a Elena. La carta decía que el 26 de diciembre debía encontrarse con unos compañeros en Pampa, entre Lugones y Figueroa Alcorta. Ella les pidió a sus padres que la alcanzaran. Fue con su hijito.

Según los registros, una mujer encontró a un bebé en la calle el 27 de diciembre de 1977. A tres cuadras de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA). Lo llevó a una comisaría en Núñez y luego lo trasladaron a la Casa Cuna. Al día siguiente, el chiquito fue dado en guarda a la familia que lo crió.

La historia de Matías, como él dice, es un rompecabezas al que siempre le va a faltar una pieza, pero sabe que hay que buscar. Por eso convoca a otros. “No sean cagones”, dijo el otro día en una entrevista en El Destape Radio. “Piensen en el otro”.

 

 

 

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