UN PROYECTO DE NACIÓN EN UN MUNDO EN CRISIS
Los mensajes del Presidente y la Vice colocaron al FMI en el centro de la escena política
En su reciente discurso ante el Foro Económico Mundial en Davos, el Presidente Vladimir Putin reseñó con claridad los problemas actuales y los peligros que conllevan. Sin embargo, su discurso ha sido mayormente ignorado. Ello no debe extrañar. Vivimos en un mundo dominado por una narrativa que busca ocultar los problemas que nos aquejan naturalizando las raíces de la estructura de poder que los produce.
Putin alertó al mundo sobre los desafíos que genera un presente con problemas económicos y desequilibrios sociales semejantes a los que desencadenaron la Segunda Guerra mundial en la década del '30 del siglo pasado. Hoy, sin embargo, una guerra mundial conduciría a la extinción de la especie humana. Si bien es difícil pensar en un desenlace semejante, Putin advierte que esto puede ocurrir de un modo inesperado: un conflicto menor y de índole regional puede escalar rápidamente y detonar una catástrofe global. La situación actual es particularmente peligrosa. La pandemia ha exacerbado las desigualdades económicas y sociales provocadas por el modelo de crecimiento económico aplicado globalmente en las últimas décadas. El mismo ha fracasado provocando una crisis sistémica que ahora desborda al campo de la geopolítica.
Las políticas de facilitación monetaria y tasas de interés cercanas a cero hoy no pueden reactivar a la economía global ni resolver el problema del enorme endeudamiento que padecen tanto los países centrales como los periféricos. Tampoco podrá reactivarla la aplicación masiva de tecnologías de punta de la 4ta Revolución Industrial, como pretende el Foro Económico Mundial. La robotización y la inteligencia artificial provocarán un enorme desempleo, profundizando la polarización económica y social y otorgando mayor injerencia política y social a los monopolios tecnológicos. Estos problemas, según Putin, empiezan a salir a la luz del día en los Estados Unidos. (en.kremlin.ru/events/president/news/64938 January 27, 2021)
En este mundo cada vez más polarizado, la tentación de acudir a un “enemigo externo” para explicar los males propios está a la orden del día. Esto se expresa en una retórica agresiva seguida de hostigamiento comercial, financiero, tecnológico y militar que, al exacerbar los conflictos geopolíticos, puede llevar al uso de la fuerza para resolverlos. Este es, para Putin, el principal problema que hoy enfrenta la humanidad. Solo la búsqueda de cooperación internacional y de alianzas tecnológicas y económicas, conjuntamente con el fortalecimiento del rol de los organismos internacionales, permitirá resolver los conflictos en un mundo donde la hegemonía unipolar es ya imposible. Algo parecido piensa el Presidente de China, quien ha llegado a la conclusión de que “mientras el Oeste declina, el Este crece y se desarrolla….. Los Estados Unidos son la principal fuente del caos y la desestabilización mundial... representan el principal peligro al desarrollo económico y a la seguridad nacional de China” (nytimes.com 3 3 2021).
Esta interpretación choca, sin embargo, con la visión norteamericana del mundo. El creciente poderío económico de China y su alianza estratégica con Rusia e Irán han soliviantado a los demonios que, desde siempre, guían a la política exterior norteamericana. Muchos creían que las políticas desaforadas y erráticas de un Trump empeñado en recuperar la grandeza económica de los Estados Unidos eran la causa de la agudización de los conflictos mundiales y del creciente enfrentamiento con China. Sin embargo, la esencia de la política exterior de Trump es hoy reafirmada por el gobierno de Joe Biden en todos los frentes y especialmente en relación a China.
Biden ha dado a los neoconservadores el control de la política exterior y de la seguridad nacional de los Estados Unidos. Este grupo político ha sido el responsable de las guerras localizadas y sin aparente fin y con ocupación militar que han caracterizado la expansión militar norteamericana desde la guerra de Afganistán hasta la llegada de Trump a la Presidencia. Ahora, nuevamente en el gobierno, expresan sin ambages sus objetivos. Al decir de Antony Blinken, el nuevo Secretario de Estado, “miran al mundo con ojos frescos” y consideran que China es ahora “el principal problema geopolítico de este siglo… puede desafiar los valores y las relaciones internacionales que hacen al mundo funcionar del modo que nosotros queremos”. De ahí que manejaran la relación con China “desde una posición de fuerza” (voanews.com 3 3 2021, el subrayado es mío).
Parece que las tensiones geopolíticas continuarán in crescendo. Sin embargo, la crisis económica global y el cuestionamiento al poder unívoco de los Estados Unidos por parte de varios países y especialmente por Rusia y China, abre paradójicamente la posibilidad de establecer nuevas alianzas geopolíticas para reafirmar el desarrollo de los países periféricos. En la batalla para lograr este objetivo, el principal obstáculo radica en la utilización de la pandemia por parte de las estructuras de poder local con el objetivo de acumular más poder y matar en el huevo a la protesta social. Para ello coartan las atribuciones de los Estados nacionales y a través del endeudamiento ilimitado y la dolarización de la economía imponen el chaleco de fuerza que les permitirá lograr sus objetivos.
Endeudamiento en el centro y en la periferia
El gobierno de Biden ha prometido un estimulo de 1,9 billones (trillions) de dólares para erradicar la pandemia y reactivar a la economía norteamericana. Esto ha llevado al JP Morgan, entre otros, a esperar un crecimiento del 6,4% de la economía norteamericana en 2021. Sin embargo, y como la experiencia indica, si el estímulo se concreta seguramente producirá un fogonazo insostenible.
En efecto, desde 2007 y luego de muchos años de políticas de facilitación monetaria y tasas de interés cercanas a cero, el crecimiento económico norteamericano ha sido en promedio del 1,7% y no ha alcanzado para absorber el crecimiento de la población (zerohedge.com 27 2 /1 3 2021). Asimismo, después de una década de política financiera y monetaria equivalente a 37 billones (trillions) de dólares, el crecimiento económico sólo ha sido posible a partir de un mayor endeudamiento. En dicho periodo, cada dólar de crecimiento económico requirió 4,50 dólares de endeudamiento.
Así, es posible esperar que el estímulo de Biden derivará en más endeudamiento, más déficit fiscal, más especulación financiera, más brecha entre esta última y el crecimiento de la economía real, y por ende más desigualdad económica y social pues solo un 10% de la población posee el 80% de los activos financieros. De ahí que la especulación financiera acrecienta las ganancias de una minoría y perpetúa los desequilibrios económicos y sociales. Hoy, 27% de la población norteamericana recibe ayuda del gobierno.
Endeudamiento, déficit fiscal y estancamiento económico son fenómenos que también ocurren en los países periféricos. Allí, sin embargo, el FMI, los organismos internacionales y los países ricos prescriben una receta peculiar para resolver estos problemas: brutal ajuste fiscal, reformas estructurales y más endeudamiento externo, generalmente en dólares, la moneda que Estados Unidos imprime a piacere, apretando simplemente un botón.
Así, de acuerdo con esta narrativa: los países en desarrollo pueden aspirar al crecimiento si entregan, además de su soberanía sobre las políticas que aplican, los ingresos, rentas, y excedentes que generan y eventualmente su riqueza acumulada y sus recursos naturales. Sin embargo, la historia demuestra que estas recetas sólo multiplican el empobrecimiento y la cantidad de países inviables.
Endeudamiento y FMI
El crecimiento de la deuda mundial ha llegado a representar 230% del PBI global en 2018. Este endeudamiento fue especialmente rápido y profundo en los países en desarrollo. Dentro de este grupo, el total del endeudamiento de los países con mayores ingresos (economías emergentes) representó en 2018 el 170% del PBI de este grupo, mientras que en los países más pobres el mismo llegó al 67% del PBI. En todos los casos, el crecimiento de la deuda fue acompañado por el incremento del déficit fiscal y el desequilibrio del balance de pagos (global waves of debt, worlddbank.org 2019).
La pandemia complicó aun más las cosas: hacia mediados de 2020, 11.3 mil millones (billions) de dólares de los fondos disponibles del FMI para enfrentar los gastos de la pandemia fueron usados para cubrir los intereses de las deudas contraídas por países pobres en América Latina, África y Asia con acreedores privados. Así, contraviniendo sus regulaciones, el FMI habría permitido que recursos destinados a la salud y a la alimentación de estos países fuesen desviados para financiar intereses de la deuda externa privada. Esto fue justificado por la institución alegando que un default “habría complicado todavía más la capacidad de acceder a la financiación externa tan necesaria para su recuperación económica y para mitigar la pandemia… Nuestro objetivo principal ahora es salvar vidas y los medios de vida” (theguardian.com 16 7 2020).
Esta postura altruista fue oportunamente denunciada en el marco de una campaña para lograr una mitigación de la deuda de los países pobres (Jubilee Debt Campaign). Sin embargo, el G20 y las instituciones financieras internacionales dominadas por los países ricos y los acreedores privados han estipulado recientemente que, para mitigar las deudas, los países pobres deberán previamente cerrar acuerdos con el FMI (cadtm.org 4 11 2020, brettonwoodsproject.org 25 1 2021). Así, y más allá de las necesidades que impone la pandemia, el Acuerdo con el FMI, y por lo tanto el ajuste fiscal y las reformas estructurales son de índole prioritaria. Esto implica un desvío brutal de los recursos que estos países pobres tienen para enfrentar la pandemia y una constante pérdida de recursos que socava cualquier posibilidad de reactivación económica futura.
Acuerdo con FMI y proyecto de país
El discurso pronunciado por el Presidente ante la apertura de sesiones del Congreso colocó al próximo Acuerdo con el FMI en el centro de la escena política. La decisión oficial de impulsar una querella criminal a los responsables del gobierno de Macri que concretaron el endeudamiento con el FMI por 57.000 millones de dólares —de los que se desembolsaron 44.000 millones de dólares— es de importancia crucial: expone la dinámica del endeudamiento ilimitado y desnuda las condiciones políticas que lo hacen posible.
El préstamo mas grande en toda la historia de esta institución fue otorgado a un país que, desde el vamos, no tenía capacidad para enfrentar semejante volumen de endeudamiento. Estando en default, debía además enfrentar un cronograma de pagos a corto plazo totalmente insostenible. El objetivo del crédito era garantizar la reelección de Macri y con él, las políticas que reproducen el endeudamiento ilimitado. Para ello se violó la normativa jurídica y administrativa del país, y las regulaciones que impiden al FMI otorgar préstamos insostenibles y préstamos en situación de fuga de capitales. Este fue pues un préstamo político que condujo a un endeudamiento cuya legitimidad puede ser cuestionada.
El Presidente afirmó la voluntad de diálogo con el FMI y reiteró una vez más que “no va a haber ningún ajuste que caiga sobre las espaldas de nuestro pueblo”. Reiterando estos términos, el Ministro de Economía advirtió que ya se está negociando “un préstamo de facilidades ampliadas a diez años… y condiciones para que la tasa de interés sea lo mejor posible” (pagina12 3 3 202). Pareciera, sin embargo, que será muy difícil llegar a un acuerdo que no requiera un ajuste y sea además sustentable a diez años. Más allá de las personalidades involucradas y de su buena voluntad, la función del FMI en el sistema financiero internacional y su rol en la geopolítica actual, no han cambiado. Con una economía altamente dolarizada y casi sin reservas internacionales, con cerca de la mitad de la población en la pobreza, con un riesgo país indicando más de 90% de probabilidad de default de la deuda externa privada que ya ha sido reestructurada, pareciera que la negociación con el FMI tendría que seguir los lineamientos expuestos recientemente por los senadores del Frente de Todos (infobae.com 23 2 2021). Por otra parte, la querella criminal anunciada por el Presidente abre la puerta para hacer una investigación sobre la legitimidad de esta deuda ante los organismos internacionales correspondientes. Esta oportunidad no tendría que ser desaprovechada. Sentaría un precedente fundamental para los países periféricos y pondría presión sobre el FMI para lograr resultados más acordes con nuestras necesidades.
Las recientes definiciones del Presidente en su discurso inaugural y la presión, “que no es prepotente ni disciplinaria”, ejercida por el gobierno en las Mesas del Acuerdo de Precios y Salarios, han agitado a los grandes empresarios nucleados en el Foro de Convergencia (Matías Kulfas ámbito.com 3 3 2021). Estos han salido a “recordarle” al gobierno que la pobreza se revierte con inversión, y que “para seguir invirtiendo” necesitan menor inflación y menor presión impositiva (infobae.com 4 2 2021). Interesante, ¿no? Seria importante conocer lo que ha hecho este grupo empresarial anualmente a lo largo de la última década en relación a la inversión productiva, fuga de capitales, impuestos pagados y subsidios recibidos, así como también la capacidad que tienen para formar precios en sus respectivos mercados. Hoy la inversión del sector privado ha llegado a niveles catastróficos e inéditos y el gobierno ha tenido que subsidiar a las grandes empresas para que no eliminen mano de obra con la excusa de la pandemia.
Esta necesidad de transparencia ha sido reafirmada esta semana con la exposición de CFK en la causa judicial sobre el dólar futuro. Una vez más, la Vicepresidenta expuso su destreza intelectual y su capacidad de liderazgo. Al mismo tiempo, iluminó la importancia de transparentar en todo momento los intereses que, moviendo los hilos de la economía, la política y el Poder Judicial, buscan impedir la construcción de un país inclusivo, integrado y soberano. Esta transparencia construye legitimidad y fuerza, única manera de salir del laberinto que nos encierra en el endeudamiento ilimitado.
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