Un paro por la unidad y el cambio
El país paralizado transmite un mensaje potente, aunque el gobierno no quiera escucharlo
Córdoba paralizada como el resto del país. Temprano a la mañana miles de trabajadores, jóvenes mujeres y varones, con banderas sindicales y de los movimientos sociales comenzaron a reunirse en los distintos puntos de concentración para converger en Colón y General Paz, y marchar luego hasta el palco en Yrigoyen y San Luis, pleno centro de la ciudad. Como si fuera hace 50 años un barullo de cantos hacía resonar “Córdoba se mueve por otro 29”. Los principales dirigentes locales nucleados en ambas CGT, herederos de quienes protagonizaron aquella insurrección obrera-estudiantil, estuvieron al frente de sus compañeros reeditando la gesta. No fue apenas un recordatorio, fue un paro nacional, quizá el más contundente de la era Macri, y el escenario principal se instaló en la Docta. Allí estuvieron los tres hijos del Negro Atilio López y la hija del recordado Agustín Tosco, Malvina.
Ante una concurrencia desbordante de unas 20.000 personas, el acto contó con la presencia de varios dirigentes sindicales cordobeses y de conducciones nacionales: Leonardo Fabre (APOPS, previsionales), Mario Ortiz, de las 62 Organizaciones; Pablo Micheli por la CTA Autónoma. Hablaron Hugo Yasky (CTA de los Trabajadores), Horacio Valdez (vidrio, SOIVA), Mauricio Saillén, (recolectores, SURRBaC) y Gabriel Suárez, (Luz y Fuerza). Tras la victoria en las elecciones del PJ alternativo, el regreso a la protesta del gremio de Luz y Fuerza fue con todo el despliegue de sus banderas contra la privatización de la Empresa Provincial de Energía Córdoba (EPEC).
El reconocido dirigente Roberto Baradel (Suteba, docentes) resaltó la necesidad de “cuidar y fomentar la unidad del movimiento obrero”. (FOTO) Todos los oradores coincidieron en reclamar la existencia de una CGT única. Los discursos no hicieron otra cosa que legitimar a la dirigencia cordobesa en una convocatoria que abarcó a ambas CGT, a las dos CTA y a los principales movimientos sociales. Medio siglo después, en un proceso económico orientado por la misma concepción, en un clima de represión creciente y de ajuste brutal este acto es para los trabajadores la reivindicación de una de las gestas más importantes del siglo pasado. Conmemorar en el marco de un paro nacional convierte a la ceremonia en una protesta activa y promete futuro.
A nivel nacional, realizaron el postergado paro general contra el gobierno de Macri la CGT Azopardo, el Frente Sindical de Camioneros de Moyano, la Corriente Federal de Palazzo, la CTA de los Trabajadores y la Autónoma, más los movimientos sociales del triunvirato de San Cayetano y otros. Los sindicatos encolumnaron tras de sí a muchos sectores de pequeños empresarios y contaron con la simpatía de una población al borde del hartazgo. El gobierno asistió inerme a la preparación de sus propias exequias. Los cánticos de la población congregada donde fuera, aun en sus propias filas radicales, auguraron al macrismo por estos días su desgaste final y saludaron “Es para vos, es para vos, MMLPQTP…”
La foto del día permite decir que paró un 90% de la población de toda la Argentina. No hubo transporte de pasajeros y el paro se sintió con ganas entre los trabajadores de servicios e industrias. Hubo silencio en las plantas fabriles y los bancos no movieron dinero ni clientes. Aviones, transporte de caudales, combustibles y la recolección, subtes, ferrocarriles y comercios no funcionaron. Las ollas populares preparadas por la CTEP, Barrios de Pie y CCC en los sindicatos y los barrios repartieron centenares de miles de raciones de comida en todo el país. Estatales y docentes afiliados a las CTA hicieron huelga total en todo el país. Cada uno aportó lo suyo al desgaste del gobierno en la pira funeraria donde ardió el macrismo por 24 horas.
La concesión de la CGT ante los complotados triunfantes del paro del 30 de abril hizo que resultara una medida más contundente aún que aquella, sin trenes ni colectivos. La medida mostró el triunfo parcial de todos los sectores que pretenden debilitar al macrismo en plena campaña electoral. Con ideas políticas diversas, la unión hace la fuerza en la unidad de acción, pero no alcanza a mostrar un frente único, ya que ninguno llega a hegemonizar la voluntad corporativa del movimiento obrero organizado.
Transcurridos cincuenta años, circula una libre interpretación que busca forzadas simetrías entre nuestra actualidad y la gesta del Cordobazo, la rebelión insurrecta más contundente de nuestra historia. Hay parecidos y diferencias que aun toca desmitificar para comprender globalmente la existencia misma de la relación de fuerzas entre las clases sociales, ese qué se yo que determina el reparto de la torta de los ingresos nacionales. Existe una similitud evidente en los indicadores económicos, políticos y sociales de un fin de ciclo, como aquel que sucedió a los hechos de mayo de 1969. Existe también la distancia entre una dictadura y un gobierno elegido por el voto popular. Este 29 de mayo intentó ser una jornada de protesta en paz, pero en la Capital Federal gases y balas policiales enfrentaron a manifestantes armados con pancartas y banderas que intentaban marchar desde los accesos a la ciudad. Por esta vez la policía no intervino ni el ejército ocupó las calles en Córdoba.
Cada vez que el movimiento obrero se une y se moviliza la historia empieza a cambiar de sentido. En aquel tiempo forzó la apertura democrática a una dictadura dispuesta a perdurar decenas de años. En las puertas de la elección presidencial se abre la posibilidad de terminar con este gobierno en las urnas.
El dictador Juan Carlos Onganía inició su retirada tras la resistencia a la presión ajustadora del ministro Adalbert Krieger Vasena sobre salarios y gastos públicos. El país respondió con una seguidilla de estallidos que recorrió la geografía desde Corrientes, pasando por Rosario y culminando en Córdoba. Todo sucedió en el mes de mayo.
Medio siglo más tarde bajo la autoritaria égida de Macri-Vidal y Bullrich-Ritondo y toda una seguidilla de los índices económicos adversos en todos los rubros encuentra su correlato represivo en asesinatos desbordados y desbordantes de fuerzas de seguridad enardecidas por los discursos bolsonaristas del poder. Como entonces el estallido está cercano si no se cambia el rumbo. El hambre, la desocupación y la falta de trabajo corren a la misma velocidad que el calendario electoral. Cada vez la sociedad se acerca más al estallido y el gobierno se arrima más al helicóptero.
Si no fuera por la secuencia electoral que espera en apretado calendario una sucesión de cuartos oscuros que predicen democracia formal, podríamos seguir con las comparaciones.
Un paro general es la primera herramienta a la que aspira la conducción sindical que procede con honestidad y buena fe, es la forma de forzar la relación de fuerzas en el tablero político para dar respuestas a demandas sectoriales y generales del movimiento sindical. Con su masividad define el eje político de la acción. No siempre se logran esos objetivos, pero es la mejor posibilidad de los trabajadores para salir airosos de cualquier confrontación. No es un día feriado, no es un desgaste económico y organizativo. Es un buen día para los trabajadores aunque en los pliegues de la medida disimulen sus intereses una minoría de personajes oscuros.
El movimiento obrero se reinventa después de cada pelea, con una base combativa y movilizada padeciendo una etapa de destrucción en masa de los puestos de trabajo, amenazada por despidos y pérdida de derechos, genera jornadas contundentes como la de hoy y se va convirtiendo en un permanente cuestionador de una dirigencia que no está a la altura del desafío salvo un puñado de dirigentes. La etapa que amanece verá consolidarse nuevos liderazgos capaces de unir al movimiento obrero para hacerlo protagonista de la reconstrucción de la Patria.
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