UN NUEVO PROYECTO NUCLEAR
Un aporte a la toma de decisiones que permitan afrontar los desafíos nucleares de las próximas décadas
El contexto
En la Argentina el sector nuclear está compuesto por dos organismos estatales y seis empresas que en su conjunto reúnen a unos 10.000 trabajadores y movilizan anualmente unos U$S 1.000 millones.
A pesar de estas cifras, el actual modelo nuclear atraviesa una crisis que, de no ser revertida, podría ser terminal. La causa principal de esta situación —más allá de casi medio siglo de políticas neoliberales— hay que buscarla en la falta de análisis críticos, reflexiones profundas y discusiones sinceras de los dirigentes del sector, “la corporación nuclear”. Esto explica por qué los esfuerzos llevados adelante por el Poder Ejecutivo entre 2006 y 2015 no alcanzaron para cimentar la reconfiguración del sector, a pesar de la gran inversión realizada durante esa década.
Atados al pasado o proyectando el futuro
Los casos del desarrollo nuclear en países que no son miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU (como Suiza, Suecia, Finlandia, Alemania, Japón y Corea del Sur) demuestran claramente que el tema excede la cuestión tecnológica o energética.
Nuestro país debe abordar la temática superando la perspectiva que se limita solo a “la generación eléctrica, los costos y la participación de la industria nacional”. Debe hacerlo resolviendo estas cuestiones, con la mirada puesta en la formación de especialistas en nuevos campos y el desarrollo de nuevas industrias asociadas, superando los dos modelos hoy en pugna: no cambiar nada o avanzar priorizando sólo cuestiones corporativas. Es por eso que planteamos una tercera vía que priorice la necesidad de escalar el sistema a nuevas perspectivas tecnológicas, definiendo un nuevo rumbo para el modelo nuclear argentino.
La actual crisis responde al fracaso en la gestión de las grandes obras nucleares y el quebranto económico producido por la construcción y explotación comercial de las centrales nucleoeléctricas. La aparición en escena, hace algunos años, de un acuerdo posible de asociación estratégica con la República Popular China para la construcción de nuevas centrales nucleares, desató un debate interno necesario porque expresa la ideología de las diferentes posiciones con respecto a las propias capacidades tecnológicas y, especialmente, a sus limitaciones.
Detrás de la argumentación —errónea, a nuestro entender— de supuestos “intereses colonialistas chinos” y de una hipotética dependencia futura de sus suministros durante varios años, muchos tecnólogos y científicos se posicionaron opuestos al acuerdo con la República Popular China.
Sostienen irreflexivamente que ese acuerdo implica además de la dependencia tecnológica el abandono del uso del uranio natural (sin enriquecer) y de la exitosa tecnología de origen canadiense CANDU, empleada en la central nuclear de Embalse. Simultáneamente vislumbran la liquidación de la planta de producción de agua pesada de Arroyito, Neuquén, que propugnan desde hace décadas los Estados Unidos.
En contraposición, un amplio sector apoya el acuerdo con China solamente por una conveniencia laboral y corporativa, en tanto que otro grupo está convencido de los trascendentes beneficios potenciales que conlleva y de su significación histórica.
Paradigmas, paradogmas y necedades
El desarrollo nuclear en nuestro país fue paradigmático y se basó en tres hitos históricos fundamentales y transformadores, que generaron las condiciones de posibilidad para el desarrollo nuclear presente:
- El proyecto Huemul que derivó en la creación de la CNEA —en 1950— por el Presidente Juan Perón, a pesar de las presiones de los países colonialistas y de sus representantes locales.
- Los acuerdos con la República Federal de Alemania para la construcción de las centrales nucleares Atucha I y II.
- Los acuerdos con Canadá para la construcción de la central nuclear de Embalse.
Ambos convenios internacionales supusieron significativos procesos de transferencia de tecnología y desarrollos ulteriores de conocimientos, instalaciones y productos como los combustibles nucleares.
Este paradigma dejó de serlo por el agotamiento del modelo y por la acción de los gobiernos que vaciaron de contenido a la actividad nuclear hacia finales del siglo pasado. El proceso iniciado en 2006 con los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández no llegó a cumplir plenamente sus objetivos, a pesar de los ingentes esfuerzos realizados, principalmente por el agotamiento de la estructura de los entes nucleares y por la falta de claridad y compromiso político de la mayoría de sus cuadros directivos, esencialmente elitistas y antipopulares. Esto produjo diversas situaciones paradojales:
- A pesar del histórico apoyo de todo tipo del gobierno nacional se continuó importando uranio en lugar de producirlo en el país.
- Los proyectos principales como el caso del enriquecimiento de uranio, el reactor modular de diseño nacional (CAREM), el enriquecimiento de uranio o la central nuclear Atucha II sufrieron permanentes demoras, incrementos significativos de sus costos y no se completaron o lo hicieron de una forma fallida.
- La principal innovación del sector, el CAREM, se retrasa permanentemente a pesar los esfuerzos que se le dedicaron, con la “incongruencia” de que el uranio para fabricar su combustible deberá importarse —ya que es enriquecido— y aun hoy nuestro país no dispone de capacidad para producirlo.
El debate de los ’70
A inicios de la década del ’70 se desarrolló en nuestro país un intenso debate sobre una cuestión estratégica: la tecnología más conveniente para las futuras centrales nucleares argentinas: si con uranio natural o con enriquecido. Se concluyó en ese momento que lo más ventajoso era iniciar un programa de construcción de centrales con combustible de uranio natural (que requieren obligatoriamente de agua pesada), por tener mayores posibilidades de suministros locales y porque era más simple desarrollar una planta de agua pesada que una de enriquecimiento del uranio. Esa decisión —válida en el contexto nacional e internacional de 1972— extendida en el tiempo dogmática e indefinidamente predestinó la incapacidad argentina para enriquecer uranio durante medio siglo. Paradójicamente aquella decisión histórica sustenta hoy en algunos el rechazo de la oferta china, porque nos pondría en la dependencia de este insumo, sin visualizar que precisamente ese acuerdo impone una necesidad y nos abre la puerta a la recepción y perfeccionamiento de la tecnología necesaria para resolver aquella incapacidad.
La corporación nuclear se niega a admitir estas cuestiones técnicas, así como a reconocer la ineficiencia operativa del rendimiento de las centrales nucleares argentinas que provocan gigantescas pérdidas económicas, como ya se mencionó.
La inviabilidad Institucional
La comunidad nuclear se negó a ver —o simplemente no pudo o no supo— que los principales centros de investigación y producción de conocimiento nuclear evolucionaron, no sólo para atender cuestiones militares, sino principalmente para aprovechar al máximo sus potencialidades. La AEC de Estados Unidos, el Instituto Kurchátov de la Unión Soviética y el CEA de Francia, dieron lugar a poderosos conglomerados científico-industriales desde modelos previos exitosos pero que ya no permitían avanzar como era requerido por el desarrollo del conocimiento y las nuevas necesidades. El cambio era una necesidad dialéctica.
El narcisismo y la endogamia, la ausencia (y en algunos casos el castigo) de pensamiento crítico, el miedo a incursionar en otros caminos simultáneos, son la característica principal actual de una parte de la corporación y constituyen una trampa letal para la expansión tecnológica.
La represión política, los manoseos y ataques al sistema nuclear argentino fueron tan serios en las últimas décadas que limitaron sus capacidades y especialmente la de creación. El sector nuclear tiene que optar entre crecer y cambiar o administrar mejor y más sabiamente lo ya adquirido. No hay otras opciones. Creemos necesario optar por el primer camino, que es el de la concreción de acuerdos industriales y tecnológicos con aliados estratégicos que nos permitan resolver problemas estructurales y el atraso tecnológico tangible e intangible.
Aunque los avances alcanzados mediante la firma de acuerdos con Rusia y China varios años atrás sentaron las bases necesarias para el cambio, el retroceso producido durante el gobierno anterior liquidó las perspectivas de un cambio simple, evolutivo y gradual. Hoy, el cambio de modelo nuclear debe hacerse revolucionando lo existente, saltando cualitativamente hacia el futuro.
Lo estratégico en lo nuclear
La posibilidad cierta de un acuerdo estratégico de amplio alcance que incluya a la tecnología nuclear presenta perspectivas inmensas y la posibilidad histórica de un nuevo paradigma, como el iniciado por Juan Domingo Perón en 1950.
Sus proyecciones van más allá de beneficios a las actividades nucleares intrínsecas como la salud y la energía. Aportarán a la industria metalmecánica, la electrónica y la automatización, a la informática más avanzada, la ingeniería de las construcciones, a la posibilidad de desarrollar buques de todo tipo propulsados por esta energía y a la formación académica de especialistas de muy alto nivel, tanto como a la Defensa y a la soberanía Nacional. Un acuerdo estratégico implica —además de prever y obligar a un intercambio a largo plazo— la posibilidad de una planificación adecuada para el desarrollo de las capacidades intelectuales necesarias, la infraestructura y los medios básicos indispensables para establecer un nuevo modelo nuclear en nuestro país.
La asociación estratégica deberá obligatoriamente conducir a la constitución de una estructura legal formal a los efectos, como mínimo, de la recepción de la tecnología y a la verificación del cumplimiento de los compromisos asumidos en la asociación, estructura que luego será la plataforma desde la que podrán plantearse acuerdos con terceros países, ampliando e integrando nuevos saberes, necesidades e intereses.
Entendemos que a partir de estas definiciones el sector nuclear argentino dispondrá de las condiciones necesarias para recuperar la épica histórica que le permitió a nuestro país alcanzar tantos logros trascendentales en este campo científico tecnológico. El modelo nuclear argentino —exitoso en otra época— está hoy agotado y el cambio en la estructura nuclear de nuestro país está aún pendiente.
* Sergio Gabriel Solmesky coordina el Grupo de Trabajo de Tecnología Nuclear del Instituto Patria. Fue Secretario general, por la Argentina de la Agencia Binacional Brasileño Argentina de Contabilidad Y Control del Material Nuclear, 2015-2018.
--------------------------------
Para suscribirte con $ 1000/mes al Cohete hace click aquí
Para suscribirte con $ 2500/mes al Cohete hace click aquí
Para suscribirte con $ 5000/mes al Cohete hace click aquí