Un contrato de gloria
Un repaso por la poesía de Leonard Cohen, ese manual para vivir en la derrota con elegancia
"Ningún organismo vivo conservaría la cordura durante mucho tiempo, bajo condiciones de realidad absoluta". Así comienza La maldición de Hill House, una novela de Shirley Jackson a la que ya nadie le discute su condición de clásico. Nosotros no vivimos en un relato de terror —no formalmente, al menos—, pero entendemos lo agobiante que puede ser lo que asumimos como realidad. Llevo décadas haciendo equilibrio sobre este peñasco que baila en el espacio, y estoy en condiciones de juzgar este tiempo como uno de los más acuciantes de que tenga memoria. El planeta a punto de largar los bofes. Una guerra que trastoca la vida de todas las naciones. El país más poderoso entrando en una era de oscurantismo de insospechadas consecuencias. (Un amigo, Hugo K, me compartió un artículo de The Guardian que da cuenta de que, desde que la Corte Suprema dio de baja el apoyo estatal al aborto, millones de mujeres estadounidenses borran de sus celulares las aplicaciones que usaban para monitorear su menstruación. ¿Y por qué? Porque temen que esa información sea usada en su contra en los tribunales, en los estados que a partir de ahora criminalizan el aborto. Querida Margarita Atwood: te quedaste corta con El cuento de la criada.)
En La maldición de Hill House, lo que Shirley Jackson opone al oprobio de la realidad es el mundo del sueño, que permite desenchufar de la corrriente durante algunas horas y limpiar los filtros mientras se duerme. Pero no es el único cable a tierra con que contamos, gracia'Dio. Al despuntar esta semana, mientras trabajaba en el libro sobre Leonard Cohen que estoy próximo a terminar, descubrí que tenía ante mis narices el antídoto perfecto contra la carga ponzoñosa de la realidad: la poesía. (Debería ser específico: no cualquier poemario, sino los versos de Leonard Cohen. Pero de momento, déjenme enfocarme en el planteo general.)
No hace falta ser un experto en la cuestión —yo no lo soy, ni de lejos: lo mío es la prosa, y de largo aliento— para entender que en infinidad de sentidos la poesía es el negativo perfecto de la realidad prosaica. En este mundo materialista, se ve como el más raro de los artefactos. Para empezar, es producto de una gratuidad casi total: hoy nadie escribe poesía para ganarse la vida, ni desarrollar una carrera profesional. Es de esas preguntas que desafía la razón, porque si planteás por qué escribirla la única respuesta posible es: porque sí, y si preguntás para qué, la respuesta no varía. Se escribe poesía para escribir poesía, y ya. La cosa no califica en los ránkings que institucionalizan el valor de las cosas. Carece de precio y no sirve como unidad de trueque. No cotiza, la poesía. Si alguien hablase de poesía blue, no estaría pensando en números ni en billetes.
La poesía justifica su existencia como expresión de belleza. Una belleza que, en primer término, es formal. Depende de la sonoridad, de su ritmo y de las imágenes que conjura, sin necesidad de pasar por aquello que el Indio denomina la aduana del entendimiento: no hace falta comprender un poema para que te fascine. Lo que hipnotiza es la música, la cadencia, el erotismo de las palabras que enhebra y el artificio mediante el cual fluyen con la naturalidad del agua y se disuelven en la boca, dejando el mejor de los sabores. Por supuesto, cuando se le pesca un sentido y lo que creemos entender ilumina, encanta o da escalofríos, mejor aún. Insisto: no es imprescindible. A veces todo lo que hace falta es capacidad de observación y libertad para asociar. La mirada adecuada exprime poesía de la cosa más mundana. En un poema de Book of Longing (2006), Cohen habla de "el pequeño Partenón / de un paquete abierto de cigarrillos". ¿Se entiende? El tipo se dispuso a fumar pero no vio el paquete de cigarrillos: vio el mini Partenón que se forma cuando das el golpecito y asoman los primeros filtros en formación reverente.
De eso se trata: de la capacidad de ver el mundo de una manera nueva, de reinventarlo a través del lenguaje y de reinventar el lenguaje al mismo tiempo. Porque así como creamos lenguas para representar lo real, la poesía re-codifica el lenguaje, le adjudica propiedades que no sospechaba tener. En otro poema del mismo libro, Cohen dice:
Sin descifrar
dejá que mi canción
reconecte circuitos
que estaban mal cableados.
Así concebida, la poesía implica un tendido alternativo, un sistema energético que se independiza del oficial — una conexión trucha pero necesaria, que presta servicio eximiéndote de pagar la factura habitual. Es, de hecho, la línea más directa que tenemos con la belleza esencial de la existencia. Puede ser una belleza abstracta, terrible, romántica, pastoral, cotidiana, punk: en cualquiera de sus (por fortuna) múltiples variantes, pero belleza al fin. Y en tanto belleza, encarna un orden por completo distinto de la realidad que tenemos delante. Una realidad que también es múltiple: en este caso desgraciadamente, porque estamos a merced de gente que la vuelve despiadada, necia, violenta, egoísta, asesina y suicida, pero nunca bella, ni por error. Y todos necesitamos de un módico de belleza, para no sucumbir bajo el peso elefantiásico de la realidad absoluta a la que se refiere Shirley Jackson.
Yo busco conectarme con la belleza con la misma frecuencia que uso para respirar. Lo hago a través de los afectos y de la escritura y de la militancia, pero también a través del disfrute de las artes, como cualquier hijo de vecino: la literatura, el cine, la música. Pero esta vez —por culpa de Cohen, subrayo— me pregunté: ¿qué pasaría si durante unos días me dedico a leer poesía, nomás — su poesía? ¿Me servirá de la misma forma que suelen servirme un libro, una serie o una canción: para despegarme del papel cazamoscas de la realidad y sobrevolarla, viendo todo con ojos nuevos?
El experimento fue un éxito. Y por eso pensé en socializarlo. Si me permiten, quiero compartir con ustedes algunos versos de Leonard Cohen, disculpándome de antemano por mi torpe traducción. Si les ocurre algo parecido a lo que me pasó —si pueden desplazarse a otro plano del alma, y reconectarse con la belleza del experimento humano—, por favor, háganmelo saber. Aquellos con poca experiencia en materia poética o convencidos de carecer de paladar para el menú, sepan que Cohen no es un poeta alambicado y floripondioso, sino parecido a lo que era como tipo: lúcido, divertido, profundo, filoso, ocasionalmente desconcertado o amargo, sin que nada de esto interfiera nunca con lo calenturiento.
Por eso elijo arrancar por un texto poco académico, al que dio en llamar — desde que lo poético no quita lo bromista— Poema:
Supe de un hombre
que decía palabras de forma tan bella
que con sólo articular los nombres de las mujeres
ellas se le entregaban.
Si estoy pasmado junto a tu cuerpo
mientras el silencio florece como tumor en nuestros labios
es porque oigo que un hombre sube las escaleras
y carraspea al otro lado de nuestra puerta.
Para que vean que no todo es joda o sarcasmo, acá va esta joyita que se llama Un barrilete es una víctima:
Un barrilete es una víctima con la que contás.
Lo amás porque tironea
con la gentileza apropiada para llamarte amo,
con la fortaleza apropiada para llamarte tonto;
porque vive
como un halcón entrenado
en el dulce aire enrarecido,
y siempre podés arrastrarlo hacia abajo
y domarlo en tu cajón.
Un barrilete es un pez al que ya has atrapado
en un ojo de agua al que no acuden peces,
y por eso le jugás con cuidado, un rato largo
en la esperanza de que no se rinda
o de que el viento no muera.
Un barrilete es el último poema que escribiste,
y por eso se lo das al viento,
pero no lo soltás del todo
hasta que alguien te encuentre
algo más que hacer.
Un barrilete es un contrato de gloria
que debe suscribirse con el sol,
y por eso te amigás con el campo
con el río y con el viento,
y rezás durante la noche previa, tan fría
bajo la luna que viaja sin cordel
para volverte digno y lírico y puro.
Hay poemas de Cohen que suenan más salvajes. Por ejemplo este, que se llama Tengo dos barras de jabón:
Tengo dos barras de jabón
fragancia de almendras
una para vos y otra para mí
Llená la bañera
lavémonos el uno al otro.
No tengo dinero,
Maté al farmacéutico.
Y aquí hay un pote de aceite
como los que menciona la Biblia
Descansá en mis brazos
Haré que tu piel relumbre.
No tengo dinero,
Maté al fabricante de perfumes.
Mirá a través de la ventana
los negocios, a la gente,
Y decime qué deseás,
será tuyo en una hora.
No tengo dinero,
No tengo dinero.
Otra maravilla inclemente es este poema que se llama Qué estoy haciendo acá:
Yo no sé si el mundo mintió
Yo mentí
Yo no sé si el mundo conspiró contra el amor
Yo conspiré contra el amor
La atmósfera de tortura general no es un consuelo
Yo torturé
Aún sin la nube en forma de hongo
yo habría odiado de todos modos
Escuchen
Habría hecho las mismas cosas
aunque no existiese la muerte
No voy a dejar que, como a un borracho
me pongan bajo el chorro frío de los hechos
Rechazo la coartada universal.
Como la cabina telefónica vacía por la que pasás de noche
y después recordás
como los espejos del lobby del cine que sólo consultás
cuando salís
como la ninfómana que liga a mil hombres
en extraña hermandad
Yo espero
que cada uno de ustedes confiese.
A veces el turro era capaz de desdoblarse y hablar de sí mismo como si fuese otro, el poeta escribiendo a tiro del espejo. Es lo que hizo en el poema / canción Famoso impermeable azul, con la forma de una carta que terminaba con la firma: Sinceramente, L. Cohen. Y también lo hizo en un poema / canción llamado Volver a casa, que dice así:
Me encanta hablar con Leonard
Porque es un sportsman y un pastor de hombres
Es un bastardo haragán
Que vive dentro de un traje
Pero dice lo que le pido que diga
Aunque no le guste del todo
Simplemente no dispone de la libertad
Para negarse
Dirá esas palabras de sabiduría
Como un erudito, un hombre con visión
Aunque sabe que no es nada más
Que el producto instantáneo de un tubo
Volver a casa
Sin mi pena
Volver a casa
Mañana, en algún momento
Volver a casa
Donde todo es mejor
Que antes
Volver a casa
Sin mi carga
Volver a casa
Detrás de la cortina
Volver a casa
Sin el disfraz
Que suelo usar
Él quiere escribir una canción de amor
Un himno al perdón
Un manual para vivir en la derrota
Un grito por encima del sufrimiento
La recuperación después del sacrificio
Pero eso no es lo que necesito
Que complete
Quiero que se convenza
De que no tiene carga alguna
De que no necesita una visión
De que no cuenta con otra cosa que con un permiso
Para cumplir con mi deseo al instante
Que es que diga lo que yo le dije
Que repita
Me encanta hablar con Leonard
Porque es un sportsman y un pastor de hombres
Es un bastardo haragán
Que vive dentro de un traje.
Por supuesto, como era un hombre curioso y empático, no se contentaba con verse en el espejo. Sin llegar a ser nunca un artista militante, también escribía sobre lo que veía más allá de su ventana. Como lo demuestra este poema, que se llama Los asesinos:
Los asesinos que gobiernan
en los otros países
están tratando de que nosotros
derroquemos a los asesinos
que gobiernan el nuestro
Al menos yo
prefiero el mando
de nuestros asesinos locales
Estoy convencido
de que el asesino extranjero
mataría a más de nosotros
que el asesino que nos resulta familiar
Francamente no creo
que haya nadie allá afuera
que quiera resolver de verdad
nuestros problemas sociales
Para decir esto me baso en lo que siento
respecto de mi vecino
Simplemente espero
que el tipo no me la complique más
Por consiguiente, me considero un patriota
No me gusta ver
una bandera que arde
porque eso excita
a los asesinos que hay a cada lado
llevándolos a un desafortunado exceso
que prospera alegremente
sin que nadie le ponga coto
hasta que todos estemos muertos.
Su poema / canción más explícitamente político es el que se llama Democracia. Un cucurucho bañado de ironía donde, entre otras cosas, plantea que ese sistema de gobierno todavía no llegó a los Estados Unidos —teléfono para la Corte Suprema aristocrática, que gobierna por encima de la Casa Blanca—, y sobre el cual vierte a modo de topping una lluvia de sorna, pero ojo: colocándose bajo el paraguas del Estado:
Está llegando a través de un agujero en el cielo
Desde esas noches en Plaza Tiananmen
Proviene de la sensación
De que no es del todo real
O de ser real, no está lo que se dice ahí
De las guerras contra el desorden
De las sirenas que suenan noche y día
De los fuegos de los homeless
De las cenizas de los gays
La democracia está llegando a USA.
Está llegando a través de una grieta en la pared
En un visionario diluvio de alcohol
De la narración asombrosa
Del Sermón de la Montaña
Que ni siquiera pretendo entender
Está llegando desde el silencio
Sobre el muelle de la bahía
Del valiente, el osado, el magullado
Corazón de Chevrolet
La democracia está llegando a USA.
Está llegando desde la pena que está en la calle
Los lugares sagrados donde las razas se encuentran
De la discusión homicida
Que ocurre en cada cocina
Para dirimir quién servirá y quién habrá de comer
De los manantiales del desencanto
Donde las mujeres se arrodillan a rezar
Por la gracia de Dios en este desierto
Y también en el desierto que está allá, lejos
La democracia está llegando a USA.
Navega, navega
Oh, poderoso barco del Estado
Hacia las costas de la necesidad
Pasando los arrecifes de la codicia
A través de las tormentas del odio
Navega, navega...
Está llegando primero a América
La cuna de lo mejor y de lo peor
Es aquí que tienen la capacidad
Y la maquinaria para el cambio
Y es aquí donde está la sed espiritual
Y es aquí donde la familia está rota
Y es aquí donde los solitarios dicen
Que el corazón debe abrirse
De un modo fundamental
La democracia está llegando a USA.
.......................................................
Soy un sentimental, vos me entendés, ¿no?
Amo al país pero no tolero la puesta en escena
Y no soy de izquierda ni derecha
Simplemente me quedaré en casa esta noche
Perdiéndome en la pantallita que no tiene remedio
Pero soy testarudo como esas bolsas de basura
Que el tiempo no puede corromper
Soy chatarra, pero todavía sostengo en alto
Este pequeño bouquet silvestre.
Puede que su poema / canción más despiadado sea aquel que se llama El futuro. Es del '92, o sea que tiene 30 años, pero parece haber sido escrito, con literal propiedad, el día de mañana.
Devolveme mi noche rota
Mi cuarto con espejos, mi vida secreta
Me siento solo, acá
No me queda nadie a quien torturar
Dame control absoluto
sobre cada alma viviente
Y tumbate a mi lado, baby
Es una orden.
Dame crack y sexo anal
Tomá el último árbol que queda
Y metéselo a tu cultura
En el culo, pero bien hondo
Devolveme el Muro de Berlín
Dame a Stalin y a San Pablo
Yo he visto el futuro, hermano
Y es un crimen
Las cosas se van a desplazar en todas direcciones
Y no va a quedar nada
que puedas mensurar de acá en más.
La borrasca del mundo
ha cruzado el umbral
y ha derrocado el orden del alma
Cuando decían: "Arrepiéntanse",
me pregunto qué intentaban sugerir
Vos no me conocés de ninguna parte
Nunca lo harás, nunca lo hiciste
Soy el pequeño judío
que escribió la Biblia
He visto las naciones elevarse y caer
He escuchado sus historias, las escuché todas
Pero el amor es el único motor de la supervivencia
Tu sirviente, este de aquí, ha recibido la orden
De decirlo claro, de decirlo sin vueltas
Se ha terminado, hasta acá
hemos llegado
Y ahora las ruedas del Cielo se detienen
y sentís la fusta del diablo
Preparate para el futuro
Es un crimen
El código occidental se romperá
Tu vida privada explotará de repente
Habrá fantasmas
Habrá fuegos al costado del camino
Y el hombre blanco bailará.
Verás a tu mujer
Colgada cabeza abajo
Sus rasgos cubiertos por el vestido que pende
Y verás también a todos los poetastros
Esforzándose para parecerse
A Charlie Manson
Pero aunque el mundo sea decepcionante en muchos sentidos, no es todo lo que hay. Para Leonard Cohen el poema es un puente tendido hacia una orilla indeterminada, misteriosa; una construcción verbal cuyo objetivo es alcanzar a alguien que no forma parte del poema y que, sin embargo, es imprescindible para que la construcción adquiera sentido. Eso es el lector, la persona que completa el poema al hacerlo suyo. Pero más allá del lector o la lectora, el poema también suele ser una apelación a otra entidad, a la cual se le propone un diálogo, aunque se presuma que quedará tácito.
A menudo, en Cohen ese puente se tiende hacia la persona amada o deseada. Por ejemplo en este poema llamado Folk Song:
El viejo artesano sonrió
cuando le pedí que soplase una botella
para conservar tus lágrimas.
Y él sonrió y tarareó rítmicamente con sus manos
y talló cristal delicado
y lo tiñó con la púrpura
de un atardecer a la deriva.
Pero la botella se perdió en un rincón de mi casa.
¿Cómo iba a saber que no llorarías?
Esa apelación suele ser agridulce, como casi toda relación amorosa, porque incluye lo sublime y lo decepcionante. Como se aprecia en este otro poema, que podría traducir como Hotel de paredes finitas:
Las paredes de este hotel son finitas como papel
Anoche te escuché
haciendo el amor con él
La batalla boca a boca
y miembro a miembro
El gruñido de unidad cuando te penetró
Me quedé ahí con la oreja
pegada a la pared
No fui víctima de los celos, en absoluto
De hecho, me quitó un peso del alma
Escuché que el amor
estaba fuera de mi control
Un peso enorme se quitó de mi alma
Aprendí que el amor
estaba fuera de mi control
Oí tus besos en la puerta
nunca antes había escuchado al mundo
tan de cerca
Llenaste la bañera y empezaste a cantar
Me sentí tan bien que no podía sentir nada
Y no podía esperar para decírtelo en la cara
No podía esperar a que tomases mi lugar
Vos sos La Mujer Desnuda
De Mi Corazón
Vos sos El Ángel
Con Las Piernas Abiertas
Está escrito en las paredes de este hotel
Sólo vas al cielo cuando
ya conociste el infierno
Un peso enorme se quitó de mi alma
Escuché que el amor
estaba fuera de mi control.
Pero a pesar de la frustración inevitable —porque una relación amorosa no puede serlo todo, nunca, y por eso si le pedís de más no depara sino insatisfacción—, ofrece momentos de comunión profunda. Que suelen ser tan fugaces como la aventura nocturna (¡debut y despedida!) que tuvo lugar entre Cohen y Janis Joplin y de la que habla el poema / canción Chelsea Hotel #2. En particular ese fragmento que dice:
Te recuerdo bien en el Chelsea Hotel
vos ya eras famosa, tu corazón era una leyenda
Me dijiste nuevamente que preferías a los hombres guapos
pero que por mí harías una excepción
Y levantando el puño por aquellos que, como nosotros,
se sienten oprimidos por los parámetros de la belleza
te acomodaste la ropa y dijiste: 'Bueno, no importa
Somos feos, pero tenemos la música'.
A medida que transcurre la experiencia en este mundo, uno va entendiendo que ninguna relación humana te completa del todo. Ni siquiera los afectos más grandes, que son meras estaciones donde reponerse y hasta largos tramos del puente pero nunca la otra orilla, el lugar definitivo. La vida es una proyección constante hacia adelante, una flecha que hiende el aire describiendo una parábola — la misma clase de arco que suelen dibujar los puentes. Todo, en consecuencia, apunta al blanco, al punto de la inmovilidad final, que es lo que da sentido a la cosa o por lo menos nos mueve a considerar seriamente qué queremos hacer sí o sí, antes de pisar la otra ribera. Y si uno tiene un mínimo sentido de trascendencia —como lo tenía Cohen, que venía de una familia de rabinos, probó la Cientología, fue monje budista y combatió su depresión estudiando y meditando con un sabio hindú: uno de sus amigos lo cargaba, diciendo que nunca había encontrado una religión que no le viniese bien—, se torna inevitable que los poemas apelen cada vez más seguido al Gran Misterio y que se tornen indistinguibles de una plegaria. Por ejemplo este, que se llama Mi tiempo:
Mi tiempo se está acabando
y todavía
no he cantado
la canción verdadera
la gran canción
Admito
que parece
que perdí mi coraje
un vistazo al espejo
una ojeada a mi corazón
me hace querer
callar para siempre
entonces por qué me hacés inclinarme acá
Señor de mi vida
inclinarme sobre esta mesa
en la mitad de la noche
preguntándome
cómo ser bello
El célebre poema / canción que se llama Aleluya también se relaciona con este tipo de experiencias. Encarna la revelación de que, aun cuando el camión de la vida te haya pasado por encima, es posible —y no sólo posible: valioso— sentir que cada segundo extra de vida sigue siendo un milagro por el cual vale alzar los brazos al cielo y agradecer la magia a quien corresponda, se llame como se llame.
Pero quizás el poema / canción donde esto se manifiesta con más claridad sea ese que se llama Si fuese tu voluntad. Ahí está plasmada esta idea de que luchar por lo que uno quiere es necesario, y hasta indispensable, pero que también conviene olfatear la voluntad superior, el viento que sopla por detrás de todo y al que hay que aprender a usar para que llene nuestras velas y nos propulse donde —finalmente— aceptamos ir.
Si fuese tu voluntad
que yo no volviese a hablar
y que mi voz callase
como callaba antes;
no hablaré ya más,
me quedaré quieto
hasta que se me hable
si fuese tu voluntad.
Si fuese tu voluntad
que una voz sonase sincera
desde esta colina rota
yo te cantaría.
Desde esta colina rota
sonarían tus alabanzas
si fuese tu voluntad
dejarme cantar.
Si fuese tu voluntad
si existiese opción
dejá que los ríos se llenen
dejá que las colinas se regocijen.
Que tu piedad se derrame
sobre todos los corazones que arden en el infierno
si fuese tu voluntad
hacer el bien.
Y convocarnos
y ligarnos fuerte
a todos tus hijos, los que estamos aquí
envueltos en harapos de luz
vestidos de puta madre
y que esta noche termine de una vez
si fuese tu voluntad.
Pero volvamos al principio, para no desentonar con la dinámica del universo. (¿O acaso no estamos hechos de partículas atómicas que ya existían antes que nosotros y que se reintegran al cosmos, una vez que nos despedimos de este teatro?) Se puede hablar de casi todo a través de la poesía —del deseo y del amor, del mundo, de Dios—, pero ante todo el poema existe para expresar belleza en sí misma: belleza porque sí, belleza que no necesita otra justificación que su mera existencia, belleza que por el simple hecho de ser puesta en acto (o sea leída, en este caso) nos eleva a un umbral de gracia del cual no querríamos bajarnos.
Vamos a un ejemplo concreto. Voy a intentar aquí una traducción de ese poema / canción de Cohen que se llama Toma este vals, que el viejo escribió inspirándose en su adorado García Lorca. (Tan adorado, por cierto, que le puso de nombre Lorca a su hija: sí, se llama Lorca Cohen.) Y acto seguido, díganme si no tengo razón. Apuesto a que después de leerlo, si les pregunto de qué trata, me van a decir: Ni la más puta idea. Pero si además les pregunto si les gustó de todos modos, estoy seguro de que —a esta altura, creo conocerlos un poco— confesarán que les dibujó una sonrisa y que les llenó los oídos de campanitas y que querrían seguir sintiéndose así, aunque sea un rato más.
Eso es poesía. Belleza alquímica, que deslumbra y deja ciegos a quienes perjuran que la magia no existe.
Aquí les va. (Deséenme suerte.)
Ahora mismo, en Viena, hay diez mujeres bonitas
Hay un hombro sobre el que llora la muerte
Hay un lobby con novecientas ventanas
Hay un árbol donde van a morir las palomas
Hay un pedazo que se le arrancó a la mañana
y que cuelga en el Museo de la Escarcha
Ay, ay ay ay
Toma este vals, toma este vals
toma este vals de mandíbulas amordazadas.
.....................................
Hay en Viena un salón de conciertos
donde tu boca ganó mil elogios en los diarios
Hay un bar donde los muchachos callaron,
sentenciados a muerte por la tristeza
Ah, ¿pero quién será este que escala tu retrato
con una guirnalda de lágrimas recién cortadas?
Ay, ay ay ay
Toma este vals, toma este vals
toma este vals, que muere desde hace años.
......................................
Y yo bailaré contigo en Viena
Llevaré puesto un disfraz de río
El jacinto salvaje sobre mi hombro
mi boca sobre el rocío de tus muslos
Y enterraré mi alma en un álbum de recuerdos
con las fotos y el musgo que hay allí
Y rendiré mi violín barato y mi cruz
ante el torrente de tu belleza.
Y me llevarás contigo en tu danza
a los ojos de agua que cargan tus muñecas
Oh mi amor, oh mi amor
Toma este vals
es tuyo ahora. Es todo lo que hay.
Sean sinceras, sinceros conmigo: ¿funcionó el experimento? Durante este tiempo, ¿se desplazaron a otro estado de ánimo, a otra zona del alma desde la cual, sin olvidar ni negar la realidad, se sintieron mejor pertrechados para sobrellevarla?
Porque de eso, y de nada más, iba la cosa. De aprovechar la poesía de Cohen para arribar a un lugar de apreciación de la belleza —y no hablo de apreciación estética, formal, sino profunda, existencial— que nos torna invulnerables. El poder de la belleza es análogo a las aguas de la laguna Estigia donde Aquiles fue sumergido por su madre: te bañás en ella y te sentís acorazado, ¿o no? Se trata de un poder que nunca será total, porque hasta el blindado Aquiles conservó un punto flaco por donde entró la flecha; pero que, en términos generales, funciona como impermeabilizante para que no se filtren el infortunio y la necedad que abundan.
Durante la escritura del libro di con una entrevista de televisión muy vieja, de cuando Cohen todavía era poeta a secas y no compositor ni cantante, donde dice ante cámaras, imperturbable: "Lo que me ocupa a diario, desde que me levanto, es descubrir si estoy o no en estado de gracia". Las horas que dediqué esta semana a armar esta selección me pusieron en ese estado.
A modo de cierre (me cuesta cortar, ya lo sé), déjenme compartir fragmentos de un último poema / canción de esos que es belleza marca Cohen, sin adulterar. Se llama A mil besos de profundidad y dice así:
Viniste a mí esta mañana
Y me trataste como si fuese carne
Hay que ser bien hombre para saber
Lo bien que eso se siente, lo dulce que es
Mi espejo mellizo, mi pariente más cercano
Te conocería aún dormido
Quién sino vos me aceptaría
A mil besos de profundidad.
Te amé cuando te abriste
Como una lila ante el calor
Yo no soy más que otro hombre de nieve
De pie bajo la escarcha y la lluvia
Que te amó con su amor congelado
Y su físico de segunda mano
Con todo lo que es con todo lo que era
A mil besos de profundidad.
...............................
Soy bueno para el amor soy bueno para el odio
Lo que me deja congelado es todo lo que ocurre en el medio
He estado entrenando pero es demasiado tarde
Ha sido demasiado tarde durante años
Pero vos te ves bien, en serio
Sos el orgullo de Boogie Street
Alguien debería haber muerto por vos
A mil besos de profundidad.
..............................
Uno gana por un tiempo y entonces se acaba
La pequeña racha ganadora
Y una vez convocado a lidiar
Con la derrota invencible
Vivís la vida como si fuese real
A mil besos de profundidad.
...............................
Perdés el equilibrio y te deslizás, entonces
Al interior de la Obra Maestra.
"Deslizarse al interior de la Obra Maestra". Sólo Cohen es capaz de hablar de la muerte de un modo que te llena de esperanzas.
El Cohen de Yendo a casa quería escribir "un manual para vivir en la derrota". (Vivir en la derrota con elegancia, habría que agregar, porque ese era su estilo, su forma de estar parado en este mundo.) Yo diría que lo logró. La buena poesía en general, y su obra en particular, ofrecen un circuito invalorable para que circulen nuestras mejores energías mientras pasamos por aquí. Parafraseando Chelsea Hotel #2: no nos ayudará a considerarnos triunfadores, en el sentido más vulgar del término —porque somos gente a la que no le gusta cagar a nadie y no somos indiferentes al sufrimiento ajeno—, no seremos triunfadores, lo remarco, pero al menos tenemos la belleza.
Espero que hayan disfrutado de este pequeño bouquet silvestre de versos que ni el tiempo corrompe. Y que ayuden a que no dejemos de preguntarnos —ante Dios, ante el espejo o ante quien quieran— cómo ser bellos (bellos de alma) en este mundo, mientras le exigimos a la vida que cumpla con su contrato de gloria.
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