UN ANTÍDOTO CONTRA LA REALIDAD
"En 1951 todavía el público creía que los periodistas eran gente honesta"- Billy Wilder
Fue un severo fracaso de taquilla, y eso que sus películas rara vez fallaban. Para Billy Wilder había una regla entre todas las reglas, la de no aburrir nunca al público. Y si el guion exigía algo importante pero que pudiera perturbar al espectador, “se lo envuelves en chocolate para que se lo traguen”.
Hoy día, viendo la impresionante Ace In The Hole cuesta creer que cuando se estrenó en 1951 el público le haya dado la espalda. Con mucha serenidad Wilder decía que siempre hay una excusa para justificar un traspié en la taquilla: que hay mucho sol, que llueve... Para él era su mejor película y sin embargo la consideró una mala decisión, un desacierto en la elección del tema, un error como tantos otros. “Llevé al público al cine esperando un cóctel y en su lugar les serví un trago de vinagre”. O acaso le faltó poner algo más de chocolate.
En Ace In The Hole tenemos a un impagable Kirk Douglas como Charles Tatum, un arrogante periodista que llega a Albuquerque, Nuevo México, en ese entonces un pueblo grande casi sin aspiraciones de ciudad. Se las arregla para ser contratado en un diario local exhibiendo un frondoso currículum que incluye experiencias en diarios de las grandes ciudades estadounidenses, algo enteramente verídico tanto como los motivos que lo han llevado a ser expulsado de todos esos trabajos. Su plan es volver alguna vez a mojar en las grandes ligas, algo poco probable estando en una ciudad pueblo cuya gran noticia es un “tornado que pasó por un costado”.
Al cabo de un año, cuando parecía resignarse a la modorra pueblerina, Tatum está cargando gasolina en una polvorienta tienda en la ruta y se entera de que su dueño ha quedado atrapado en una cueva mientras hurgaba en ella para extraer vasijas y demás reliquias indígenas. Es una noticia, claro, pero ahora hay que hacer de ella una gran noticia, una noticia de alcance nacional, un circo, una feria. Lo que mejor sabe hacer Tatum, porque si no hay noticias, “yo mismo salgo a morder a un perro”.
Curiosamente aquí viene lo más fácil, porque según Ace In The Hole, si hay algo sencillo es generar un fenómeno periodístico y hacer que la gente, las autoridades y la prensa de todo el país muerdan golosas el anzuelo. El secreto reside en prolongar lo máximo posible la noticia, léase en este caso que el pobre hombre del accidente aguante unos días más en su tumba de piedra y manejar a su antojo y conveniencia el operativo de rescate. Lo hemos visto y lo vemos diariamente: aquellos periodistas que son dueños de una noticia y la exprimen como una naranja. “Es mi noticia”, declama Tatum entre sus colegas, faroleando de placer.
Siguiendo con el fracaso de Ace In The Hole, es probable que la audiencia estadounidense se haya sentido incómodamente interpelada por esta película. Estaba basada en un caso real acontecido décadas atrás y que le fue acercado a Wilder por uno de sus colaboradores, cuando un tal W. Floy Collins quedó atrapado en una mina y se generó un fenómeno mediático gracias a la cobertura del periodista William Burke Miller, ganador del Pulitzer por su trabajo. El hecho es citado al pasar en la película y lo transforma en una gran farsa colectiva que funciona siempre y cuando la multitud haga su parte, es decir consumiendo y llamando a consumir carne podrida para luego volverse a su casa sin sentir la más mínima culpa. Y si acaso hay algún plato roto que pagar eso correrá por cuenta de algún periodista o funcionario, que son en definitiva los que orquestaron todo. Lo desafiante en Ace In The Hole es que se pone al soberano público en un lugar activo, y que por tanto es tan responsable como Tatum o cualquier cínico periodista, pues la prensa sensacionalista tiene un consumidor cautivo y extrañamente fiel: el sinvergüenza que todos llevamos dentro. Una ligera conclusión es que ante una vida cotidiana por demás aburrida, la mala prensa es el mejor antídoto contra la realidad. Además, parece que en ese entonces la prensa era mucho más irrecusable de lo que es ahora. “En 1951 todavía el público creía que los periodistas eran gente honesta", señalaba Wilder con su habitual retintín y un total conocimiento del asunto.
Él ya había aprendido hace tiempo cómo tratar con los periodistas. Para hacer cine hay que saber relacionarse con ellos, porque por más que una película sea una obra maestra su éxito depende en gran parte de lo que se escriba sobre ella, y ayer y hoy hubo cronistas cinematográficos tanto o más oscuros que el personaje de Kirk Douglas. En Ace In The Hole se retrató al periodismo en su versión más repugnante, y el periodismo respondió bajándole el precio a una película hoy vista como una de las mejores dentro de la excepcional filmografía del director.
Pero Wilder además conocía de sobra el paño aún mucho antes de dedicarse al cine. Había nacido en una pequeña ciudad del entonces agonizante Imperio Austro-húngaro. Su verdadero nombre era Samuel pero su madre lo llamaba “Billie”, que es un nombre inglés de género femenino, como la cantante Holiday. De pequeño alucinaba con la imagen de los reporteros que aparecían en los noticieros estadounidenses que veía en los cines, esos tipos con sombrero y una tarjeta abrochada que decía press. De muy joven arrancó como periodista en Viena y luego partió a la magnética Berlín de los años '20 y '30. Sobre el parentesco entre Austria y Alemania disparó una de sus frases imparables: “Los austríacos son muy vivos. Te hacen creer que Mozart era austríaco y Hitler alemán”.
Escribió para varios diarios notas de toda índole: reseñas, columnas de opinión, reportajes, críticas. Supo hacerse un lugar en la vida social y cultural berlinesa de entreguerras, que debiera haber sido de los más divertida, y casi sin proponérselo empezó a escribir guiones, muchísimos guiones, algunos de ellos llevados finalmente a la pantalla grande como la célebre Gente en domingo de Robert Siodmak y Edgar Ulmer, dos de los tantos espléndidos talentos cinematográficos que se marcharían a Hollywood con el ascenso de “el señor Hitler”, dixit Wilder, que por supuesto también hizo sus valijas, pasó por Francia y llegó a los Estados Unidos ahora adoptando el nombre masculino “Billy”.
Recientemente se ha publicado un volumen con artículos periodísticos, notas y críticas escritas por Wilder en aquellos años berlineses de tinta, papel y parranda. El recopilador Noah Isemberg afirma que la obra cinematográfica de Wilder es el resultado directo de su experiencia como cagatintas en la Alemania de posguerra. El haberse movido en ese ámbito cosmopolita tan pletórico de ideas, de proyectos y de delirios creativos le sirvió para adaptarse muy fácilmente a su vida en los Estados Unidos. Ya escribía muy bien, había calibrado su pluma y modelado aquella regla que lo acompañaría en su apogeo cinematográfico: nunca aburrir.
Para hacerla más comercial, Ace In The Hole fue estrenada por la Paramount como The Big Carnival, nombre con el que se distribuyó en otros países. Otro de sus títulos para el público hispano parlante fue Cadenas de roca. Este re-titulado qué jamás le fue consultado a Wilder suena poco menos que a estupidez, porque la traducción más menos textual del nombre original es Un as en la manga, la carta matadora con que Tatum piensa jugar para escapar del desierto de Nuevo México y volver a los primeros planos del periodismo. Y a su vez, el as con el que siempre contó Billy Wilder fue su astucia para meter frases fulminantes en sus diálogos: “El diario de hoy, mañana solo servirá para envolver el pescado”.
Toda vez que recordamos sus películas aflora esa pluma única, de las más incisivas que haya dado el cine. Es algo inevitable, porque Wilder siempre sostuvo que todo depende de un buen guión, que no hay forma de hacer una buena película sin él. Estando empleado en la Paramount enloquecía cuando algunos de sus textos caían en manos de torpes realizadores, fue uno de los motivos que lo llevaron a dirigir sus propias películas. Por eso es que en su colección de anécdotas las hay tanto en instancias de rodaje como en las largas jornadas de trabajo junto a una máquina de escribir, muy lejos del glamour de los estudios, junto a sus eventuales socios creativos por los que siempre manifestó total devoción y respeto como Charles Bracket (Días sin huella, Sunset Boulevard) o I. A. L. Diamond (Piso de soltero, Una Eva y dos Adanes).
A mí, personalmente, Billy Wilder se me representa mucho más tecleando, o con lápiz y papel que detrás de una cámara y me encanta saber que hay muchas vías que pueden llevar a alguien talentoso a ser un gran director de cine. Porque sus películas pueden tener momentos cinematográficos magistrales, basta solo con citar otras piezas mayúsculas como Testigo de cargo, Sabrina, La comezón del séptimo año, Primera plana (también apuntando al mundo del periodismo) o Pacto de sangre. No todas ellas son comedias, y sin embargo nunca faltarán esos plumazos de Billy Wilder, ese arte que pulió como periodista y vertió para siempre en sus guiones, que gracias a la vida se transformaron en películas.
Para finalizar quisiera recordar una de mis escenas favoritas de Sunset Boulevard, cada año más clásica y más inapelable, un tierno homenaje a la poca valorada tarea del guionista: William Holden escapa de la mansión de la veterana Gloria Swanson y se suma a una fiesta de laburantes de Hollywood, colegas suyos que beben e intentan bailar en un apartamento minúsculo. Empieza a coquetear con una colega guionista que le dice al oído algo así: “El público no sabe nada de nosotros, cree que la cámara se enciende y que los actores improvisan”.
Para verla, cliquea aquí.
FICHA COMPLETA
Título original: ACE IN THE HOLE “El gran carnaval” / “Cadenas de roca” / ESTADOS UNIDOS / 1951 / Duración 111 min. / BLANCO Y NEGRO / Dirección: Billy Wilder / Guion: Billy Wilder, Lesse Samuels, Walter Newman / Música: Hugo Friedhofer / Fotografía: Charles Lang / Reparto: Kirk Douglas, Jan Sterling, Robert Arthur, Peter Hall, Frank Cady.
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