UN AJUSTE INHUMANO
Hacia una eugenesia social cuya consecuencia es la exclusión, el aislamiento y el abandono de los más débiles
La lista de males sanitarios del actual gobierno es inagotable. No me alcanza la nota para todos ellos. Pero es bueno recordar algunos de este año: la mortalidad infantil dejó de descender; faltan vacunas; los casos de tuberculosis aumentan; se dan de baja pensiones por discapacidad; recortan medicamentos a los jubilados; están paralizados trece hospitales del país que debían estar funcionando; el hospital neuropsiquiátrico Melchor Romero de La Plata presenta “un estado deplorable”; el gobierno quiere que los extranjeros paguen por salud; la empresa Farmacity, del antes vicejefe de Gabinete Mario Quintana, busca quebrar la ley que protege la función social de las farmacias de la provincia de Buenos Aires; los pacientes electrodependientes sufren cortes de energía eléctrica por deudas imposibles de pagar; cuatro hospitales desabastecidos de la ciudad de Buenos Aires, quieren ser trasladados al emprendimiento inmobiliario Complejo Hospitalario Sur que funcionaría en el predio del también desabastecido Hospital Muñiz; el Hospital Posadas denuncia su desmantelamiento y el Hospital El Cruce de Florencio Varela el recorte de su presupuesto; mientras persisten los abortos inseguros con sus secuelas de daños y de muertes.
Las empresas de medicina prepaga ya sumaron su cuarto ajuste en lo que va del año; pero se suspendió la vacuna contra la meningitis en niños de once años; faltan medicamentos oncológicos; los prestadores de diálisis renal no aceptan pacientes porque el Estado no les paga; la industria farmacéutica le anticipa al PAMI que rescindirá el contrato para la provisión de medicamentos, debido a “los desequilibrios macroeconómicos”; el desmonte, la fumigación y el uso de plaguicidas se multiplican; y renuncia el director del Área de Prevención del SIDA, Enfermedades de Transmisión Sexual, Hepatitis, Tuberculosis y Lepra, porque sus partidas serán recortadas en 2019.
Y para terminar, la Salud y el Trabajo dejaron de tener rango de ministerio. Los degradan. Los bajan de categoría. Les disuelven su identidad de espacios institucionales organizados para reconocer y atender a la condición de desamparo original que las carencias y las enfermedades nos recuerdan a todos. Esto es lo inhumano del ajuste. Lo que se funde en tratos crueles y degradantes. Porque lo que de “humano” tenemos, el lenguaje y los lazos de protección institucionalizada de los individuos de la especie, lo hemos recibido del cuidado de los otros en nuestra vulnerabilidad de origen. Ningún ser humano nace autosuficiente.
Condiciones de trabajo y salud pública
Pero si salud y trabajo van unidos en un estado de bienestar, es porque la salud pública y su relación con las condiciones sociales y de trabajo, surgieron como campo de estudio y práctica social por un fenómeno propio del gran crecimiento urbano e industrial moderno, unido a las investigaciones socioeconómicas y epidemiológicas del siglo XIX. Esos cambios llevaron desde un modelo higienista de aislamiento, de tipo individualista y caritativo, propio del liberalismo original, hacia un modelo de medicina social, colectiva, universal, con protagonismo del Estado.
Federico Engels analizó en La situación de la clase obrera en Inglaterra (1845) las condiciones de vida del proletariado urbano y su morbilidad y mortalidad por distintas causas, ofreciendo una explicación social y económica para las mismas. Y Rudolf Virchow, al considerar el Bosquejo de una Ley de Salud Pública (1849), sostuvo que ésta debe cuidar de la sociedad atendiendo a las condiciones generales que afectan la salud, sean ambientales, laborales, de alimentación o de vivienda; así como cuidar a cada individuo cuando condiciones como la pobreza son causa de enfermedades que el Estado debe asistir. Eso fue hace dos siglos.
De ese modo, la salud pública, en su diferenciación de la higiene privada, se fue construyendo desde el descubrimiento de la asociación entre las condiciones de salud y la pertenencia a las clases sociales y el contexto laboral, viendo que los determinantes de esas condiciones no eran las conductas privadas individuales sino las conductas sociales que imponían el trabajo y la pobreza, por lo que la modificación de esa situación debía de ser política. El suprimir las causas de origen social del padecimiento humano era una obligación moral que debía tener protección jurídica con el reconocimiento de la salud como derecho, con su garantía por los ministerios de Salud y de Trabajo como respuestas del Estado.
La disputa entre medicina social y sanitarismo eugenésico
Virchow había dicho que “La medicina es una ciencia social y la política no es más que medicina en una escala más amplia”, pero la historia de la salud pública mostró dos interpretaciones divergentes de ese enunciado. El sanitarismo abrió paso tanto a un “modelo de medicina social” al modo de Virchow, como a un “modelo de higiene eugenésica” de exclusión, aislamiento y exterminio de cuerpos “extraños y contaminantes” para la supervivencia de “la raza humana”, que en el siglo XX se expandió tanto en Estados Unidos como en Europa. En el nazismo, y bajo el “gran Doctor del pueblo alemán”, el biologismo de este modelo dio lugar a una biopolítica genocida.
Por eso es que aunque los descubrimientos del siglo XIX pasaron a formar parte del conocimiento sanitario, la fundación en Estados Unidos en 1872 de la Asociación de Salud Pública, puso su foco de interés en la salud materna, infantil y escolar, dejando de lado la preocupación por la pertenencia social a grupos en situación de pobreza. Cuando esto quiso ser corregido, la Asociación Médica Americana (AMA) forzó con su poder político la exclusión de las agencias de salud pública de la atención directa de salud porque amenazaban el lucro privado de la corporación médica.
Las reformas postuladas más tarde por Roosevelt en 1943 tampoco progresaron hacia un seguro obligatorio de enfermedad porque la AMA promovió esta vez los seguros privados. Un logro parcial y tardío sería en cambio la creación en 1964 de los programas Medicare (para adultos mayores) y Medicaid (para los pobres y sin cobertura), pero los intentos reformistas de Clinton y de Obama, sobre la industria farmacéutica y la cobertura de salud, también fracasarían.
En Europa, sin embargo, la evolución de la salud pública se asoció en gran medida a la instauración de sistemas de salud basados en seguros sociales. Ese modelo de Servicio Nacional de Salud o de Seguro Obligatorio de Enfermedad se extendió por toda la Europa occidental. Mientras tanto, en los nuevos países socialistas se desarrollaba un enfoque alternativo de salud pública.
Así quedaron formulados tres modelos de salud pública: 1.- El modelo gerenciado orientado al libre mercado, descentralizado, fuertemente individualista y privado, de alta tecnología y alto costo, orientado a la terapéutica, como el de Estados Unidos; 2.- El modelo de seguro colectivo y administración nacional centralizada, solidario y orientado al bienestar, de cobertura universal, con un acento intermedio entre la asistencia y la prevención, como el de los países de Europa occidental; y 3.- El modelo socialista de una economía planificada, con servicios públicos y cobertura universal, orientado a la prevención, con énfasis en la salud infantil y de los trabajadores industriales, con políticas de salud centralizadas y una regulación estricta de la práctica privada.
La eugenesia sanitaria del neoliberalismo
En las Américas, la creación de la Oficina Sanitaria Panamericana en 1902 adoptó el enfoque universalista de la medicina social, y en 1948 con la creación de la Organización Mundial de la Salud se convirtió en la oficina regional de la misma (OPS), adoptando como meta el derecho a la salud establecido por el sistema internacional de derechos humanos. En Argentina, la creación del Ministerio de Salud en 1949 bajo la conducción de Ramón Carrillo, se enmarcó en ese modelo universalista y solidario de bienestar.
Desde entonces, varios programas políticos liderados por golpes militares han procurado desmantelar en nuestro país este modelo para instaurar una variante privatizadora, individualista, de libre mercado, a semejanza del sistema de salud dominante en Estados Unidos que no reconoce a la salud como derecho.
El gobierno de Mauricio Macri ha culminado así un nuevo intento biopolítico de destrucción del derecho a la salud en la Argentina, como regreso radical al higienismo de una eugenesia social cuya consecuencia es la exclusión, el aislamiento y el abandono de los más débiles. Pero a diferencia de los Estados Unidos, el modelo de salud pública que las mayorías defienden en nuestro país es el sistema universalista de la salud como derecho humano. Por eso es de esperar que este nuevo intento, como los anteriores, fracase ante la conciencia ciudadana y sus demandas.
→ IMAGEN: Ramón Carrillo
- Imagen principal: Kim Noble (Pintado por Bonny).
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