Tres tristes trastos
Usados para vuelos de la muerte, se expondrán en el nuevo sitio de memoria de Campo de Mayo
“Santa Fe”, “Piadosa Caridad”, “Excelsa Esperanza”. Así bautizó el Ejército argentino a tres aviones Fiat G-222 que utilizó para los vuelos de la muerte que partieron de Campo de Mayo durante la última dictadura. Las tres aeronaves se convertirán en piezas centrales del espacio de memoria que funcionará en la guarnición militar desde fin de año, y cuya construcción acaba de comenzar. Fe, Caridad y Esperanza son las tres virtudes teologales, que la dictadura militar fingía practicar.
En la víspera del 24 de marzo, Alberto Fernández encabezó el jueves el acto de lanzamiento de los trabajos. El Presidente recorrió El Campito, el principal centro clandestino de detención que funcionó dentro de Campo de Mayo, mientras familiares de víctimas, organismos de derechos humanos, militantes, referentes de organizaciones sociales y funcionarios lo esperaban en el Batallón de Abastecimiento y Mantenimiento de Aeronaves 601, el área de la guarnición desde donde salían los vuelos de la muerte.
El escenario para el acto se armó junto a los tres aviones, arrumbados en los pastos del aeródromo desde hace años. La comitiva presidencial se demoró más de una hora en llegar y los asistentes tuvieron que refugiarse del sol del mediodía bajo las alas de los aviones.
Junto al Presidente se sentó Iris Pereyra de Avellaneda, ex prisionera de Campo de Mayo y madre de Floreal “El Negrito” Avellaneda, militante del Partido Comunista secuestrado a los 15 años y arrojado al mar en un vuelo de la muerte. “Es triste pisar esta tierra, porque desde acá salieron los vuelos y entre ellos, uno con el cuerpo del Negrito, dijo Iris. Pero a pesar de todo lo que viví acá, de que estuve secuestrada, maltratada, picaneada, siento alivio porque después de cuarenta años de democracia vamos a lograr el sueño del sitio de memoria.
A fines de 2021, el gobierno nacional firmó un decreto para ceder una porción del terreno de cinco mil hectáreas de Campo de Mayo para la creación del espacio, lo que dejó sin efecto una propuesta de Mauricio Macri para instalar allí una reserva ecológica. Durante la planificación del proyecto, las autoridades de la Dirección Nacional de Sitios y el Archivo Nacional de la Memoria (ANM) no sólo escucharon a sobrevivientes, familiares y organismos, sino también a organizaciones barriales próximas a Campo de Mayo, una guarnición que históricamente mantuvo intensos lazos sociales y políticos con su entorno urbano.
Con una inversión de más de 2.000 millones de pesos, el centro de interpretación del sitio tendrá tres salas principales: Memoria, donde se presentarán las trayectorias militantes de los prisioneros y prisioneras; Verdad, con énfasis en la responsabilidad empresarial en la represión contra trabajadores; y Justicia, donde se hará foco en los represores de Campo de Mayo y sus cómplices. También habrá un memorial con los nombres de las víctimas, un centro de documentación y un espacio para los tres aviones Fiat. El edificio principal se emplazará a unos dos kilómetros de El Campito, al que se podrá llegar en combis y donde la intervención del espacio será mínima.
Síndrome violento
Uno de los temas a resolver será el traslado de los Fiat G-222 desde el Batallón de Aeronaves 601 hasta el área del sitio, a algunos kilómetros de distancia desde la unidad. Los tres aviones están en desuso desde hace casi dos décadas. Dos de ellos ni siquiera tienen montadas las hélices. Según explicó el Ejército a los fiscales de la causa “Vuelos”, su tamaño impide alojarlos en hangar, por lo que se encuentran a la intemperie. Moverlos desde allí requerirá una logística compleja. En el acto del jueves, Alberto Fernández recibió un informe de los aviones elaborado por el ANM a pedido de la Secretaría de Derechos Humanos, sobre el historial de los Fiat, su papel en los vuelos y su importancia para el espacio de memoria.
Según el informe, la alusión a los Fiat como los aviones que se usaban para arrojar a prisioneros y prisioneras al Mar Argentino y el Río de la Plata no sólo surge de los testimonios de ex conscriptos de Campo de Mayo en el juicio por los vuelos, sino también de documentos internos del Ejército. En 2014, el trabajo de investigación de la Dirección Nacional de Derechos Humanos del Ministerio de Defensa sobre los archivos de las Fuerzas Armadas permitió ubicar un documento explícito. Se trataba de un reclamo de pensión por un supuesto trastorno de salud mental, realizado ante la Dirección de Personal del Estado Mayor General del Ejército en octubre de 1991 por el teniente coronel Eduardo Stigliano, ex jefe de la Sección de Operaciones Especiales (SOE) de Campo de Mayo durante la dictadura.
El represor Stigliano hizo su descargo sobre “una especie de neurosis con síndrome violento”, que atribuyó a su papel en la “lucha contra la delincuencia terrorista”. Stigliano, quien falleció en 1993, narró su participación en decenas de crímenes. El hallazgo de su confesión no sólo permitió identificar al SOE, un grupo de tareas hasta entonces desconocido, sino que también brindó información precisa sobre los vuelos de la muerte desde Campo de Mayo. Por ejemplo, el modelo de algunos de los aviones utilizados.
“Las prácticas referidas que hoy afectan al suscripto −escribió Stigliano− están referidas virtualmente al método ordenado para la ejecución física de los subversivos prisioneros, a los cuales sin ningún tipo de juicio de defensa, se me ordenaba matarlos a través de los distintos médicos a mis órdenes con inyecciones mortales de la droga Ketalar. Luego los cuerpos eran envueltos en nylon y preparados para ser arrojados de los aviones Fiat G-222 o helicópteros al Río de la Plata. Dichas máquinas partían en horarios nocturnos desde el Batallón de Aviación del Ejército 601. Las ejecuciones o asesinatos llevados a cabo por este método fueron 53, siendo cuatro de ellos extranjeros”.
En el juicio sobre los vuelos desde Campo de Mayo pudo reconstruirse el historial de los aviones Fiat, gracias a una serie de informes entregados por el Ejército a requerimiento del Ministerio de Defensa. A mediados de los '70, el Ejército comenzó a considerar la obtención de aviones con una capacidad de transporte y carga que hasta entonces no tenía. Desde 1969, las funciones aeronáuticas atribuidas a cada una de las Fuerzas Armadas establecían que sólo la Fuerza Aérea era responsable del transporte aéreo pesado, lo que obligaba al Ejército a depender de aviones de otra fuerza para transportar materiales de magnitud. El porte de los Fiat G-222 era el máximo permitido por la normativa, y su compra se pensó para reducir la dependencia.
En diciembre de 1974, el Estado argentino colocó una orden de compra de dos Fiat con opción a un tercero. Según se reconstruyó en la causa judicial, el contrato con la compañía italiana se firmó en septiembre de 1976, bajo la previsión de que las dos primeras naves se entregaran en febrero de 1977 y la tercera, en diciembre de 1977. El primer ejemplar, con matrícula AE-260, se traspasó finalmente en marzo de 1977, cuando llegó al país en una misión de vuelo desde Italia. Meses más tarde llegaron los otros dos aviones, con matrículas AE-261 y AE-262. Los tres se incorporaron al entonces Batallón de Aviación 601 en Campo de Mayo.
Al frente de la misión de traslado al país de los aviones desde Italia estuvo el represor Delsis Ángel Malacalza, ex segundo comandante del Batallón entre 1975 y 1978, condenado a prisión perpetua en 2022 por los vuelos de la muerte. Cuando Malacalza trajo los aviones a la Argentina, el Ejército lo homenajeó con un cuadro de los aviones cruzando el océano Atlántico, que permaneció colgado en la guarnición hasta hace pocos meses, cuando el Ministerio de Defensa ordenó que lo retiraran tras la condena judicial del represor.
Durante la dictadura, el Ejército no sólo usó los Fiat para los vuelos de la muerte, sino también para otras misiones formales, como la movilización de tropas hacia la frontera con Chile durante el conflicto por el Canal de Beagle o la asistencia a la provincia de Buenos Aires durante las inundaciones de 1980. En abril de 1982, los aviones fueron movilizados desde Campo de Mayo hacia la Patagonia para dar apoyo en la guerra de Malvinas, con tareas de transporte de carga y personal y evacuación de heridos. Sin embargo, sólo uno de los Fiat voló hasta las islas, en una única misión de transporte de pertrechos y tropa, piloteado por el propio Malacalza.
Después de la guerra, los Fiat pasaron a operar bajo control de la Sección de Transporte Logístico del Escuadrón de Aviación de Apoyo General 603, también con asiento en Campo de Mayo, donde los bautizaron con sus nombres actuales.
Caída en desuso e identificación
El Ejército los mantuvo operativos durante un par de décadas con misiones de transporte táctico, lanzamiento de cargas y entrenamientos de paracaidismo.
Sin embargo, hacia mediados de los 2000 los aviones empezaron a caer en desuso y fueron alojados junto a la pista del Batallón de Abastecimiento y Mantenimiento de Aeronaves 601. Los costos de combustible y mantenimiento resultaban demasiado altos. Para 2004, los tres Fiat se hallaban fuera de servicio. En 2007, el Ejército consiguió una partida presupuestaria para reparar y activar uno de los aviones, pero su puesta en funcionamiento finalmente se frustró y volvió al pasto del Batallón junto a los otros dos. Allí permanecen desde entonces.
En 2011, durante una inspección ocular a Campo de Mayo, por primera vez el Ministerio Público Fiscal logró identificar a los Fiat G-222 como los aviones de los vuelos de la muerte, que habían estado dormidos allí sin que nadie se percatara por años. En 2020, durante otra inspección, por primera vez familiares de las víctimas de los vuelos pudieron subir a bordo de las aeronaves. Tras un largo tiempo sin que nadie siquiera los peritara, hoy los Fiat permanecen en la guarnición protegidos por una medida de no innovar de la Justicia.
Además de los Fiat, se sabe de la existencia de un cuarto avión usado en los vuelos de la muerte en Campo de Mayo, un Twin Otter que hoy sigue operando como parte de la flota de una compañía aérea comercial en Canadá. Por ahora no se conocen planes oficiales para recuperarlo, como sí ocurrió recientemente en el caso de un avión Skyvan que será repatriado para su exposición en la ex Escuela de Mecánica de la Armada, por el que el Ministro de Economía Sergio Massa, autorizó el desembolso de un millón de dólares.
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