TRES TRISTES PUMAS
Pumas xenófobos y otra oportunidad desperdiciada por la UAR para democratizar el rugby
Una vez más nuestro rugby vernáculo muestra esa contradicción aún blindada en un sistema de castas familiares que mantienen la primera división lejos de los pobres. De esto no toma nota la Unión Argentina de Rugby (UAR), a pesar de haber retado enérgicamente a tres integrantes de Los Pumas, a los que la naturaleza les escatimó mater(i)a gris y que tiempo atrás regodeaban su odio de clase por las redes sociales.
La primera respuesta institucional fue algo así como el reto de una abuelita que chochea: “No vuelvas a hacer eso, feo, malo, y acordate que la próxima te quedás sin postre”, acompañado de “Matera, Socino y Petti vayan en penitencia al cuarto para pensar lo que hicieron y sin prender la Play como lección; sepan que la xenofobia es políticamente incorrecta, publicarla en Twitter está mal y borrarla peor”.
Fueron sancionados por la UAR y a los dos días indultados. De esta manera la UAR no obtuvo sólo una primera victoria contra los All Blacks sino sobre un gobierno que a través del ministro de Turismo y Deportes, Matías Lammens, consideró “ejemplar” penalizar a quienes imparten discursos de odio. Los jugadores fueron beneficiados por una suerte de Ley de Punto Final para luego seguir integrando el seleccionado argentino una vez diluidos sus pensamientos xenófobos en la licuadora mediática.
La regulación en Argentina no permite el “derecho al olvido”. Queda todo guardado en la memoria. Tal vez ese sea un aprendizaje de los Juicios por la Verdad, aunque no estemos hablando de delitos de lesa humanidad. De momento, en nuestro país no se borran contenidos de Internet porque sería algo así como una quema de libros, y para eso existen mecanismos protectorios bajo las reglas de las responsabilidades ulteriores, previstas en el artículo 13 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, con rango constitucional desde 1994.
Ya sea que haya pasado un día u ocho años, los mensajes de contenido agraviante fueron realizados como manifestación de plena voluntad, en el contexto de una red social abierta y compartida en comunidad, con responsabilidades objetivas que no eluden su impacto social.
Conocer cómo piensan los tres tristes pumas permite comprender parte de la cultura heredada de las islas británicas, con las trampas y reglas imperiales del Rugby School inglés pero sin títulos de nobleza. Esos que no necesitaron Fiji, Tonga, Nueva Zelanda, Samoa, Australia (que sirvió de colonia penal) y Sudáfrica, que superaron las diferencias recién cuando Nelson Mandela unió este último país con una pelota en el mundial de 1995 y terminó definitivamente con el racismo institucionalizado.
Por eso hoy el rugby también tiene un montón de putos lindos con los abdominales marcados (o no tanto), presidiarios en busca de una salida a la miseria del encierro, judíos acostumbrados al susurro “de mierda” en algunos partidos o jugadores tobas que la rompen en el Aborigen Rugby Club. Todos ellos eligen este deporte para ser mejores personas. Punto.
Se trata de un juego que antes de los aminoácidos y la creatina sin límite integraba al gordo, al flaco, al alto y al petiso. Los formaba en equipo, los ponía en línea y de paso los convertía en grandes compañeros de vida, en particular porque todas las primeras experiencias eran compartidas en las divisiones infantiles: el primer beso, terminar el secundario o las vacaciones lejos de padres controladores.
Imágenes paganas
El ejemplo lo dieron los All Blacks dos veces: la imagen global en su tributo a Diego Maradona sobre el campo del Newcastle (Australia) el 29 de noviembre y antes, en julio de 2019, cuando el equipo neozelandés visitó el Espacio Museo de la Memoria (ex ESMA) al enterarse de que la última dictadura dejó en el rugby la mayor cantidad de jugadores asesinados o desaparecidos.
Por entonces Carola Ochoa había recorrido los clubes de todo el país, contrastando investigaciones propias con datos registrados en los informes de la Conadep, entre otras fuentes. La búsqueda, en la que ya descubrió 157 casos, aún se realiza y puede verse en la página de Facebook, que va por el V Torneo Nacional Homenaje a los Rugbiers Desaparecidos.
La acompañaron Santiago Gómez Cora, el más destacado jugador de seven en la historia de Los Pumas y hoy entrenador de esa selección, y Eliseo “Chapa” Branca, otro ex Puma que hizo prácticamente toda su carrera en el Club Atlético San Isidro (CASI).
Una historia curiosa: Branca compartió cancha, vestuarios, salidas y entrenamientos con Alejandro Puccio, el tristemente célebre miembro del clan dedicado a los secuestros extorsivos, cuyo padre, Arquímedes, había sido integrante de Tacuara en su juventud y se presume que luego obró como esbirro de la Triple A. De esa matriz de terror salió el niño mimado por las elites sanisidrenses.
Antes del trabajo de Ochoa la lista sumaba entre 20 y 35 jugadores desaparecidos. Una parte de la historia la cuenta el periodista Claudio Gómez en Maten al rugbier (Sudamericana, 2015). Allí aparece Jorge Moura, hermano de la voz líder del grupo platense Virus, la banda que revolucionó el post-punk de los '80, con su luna de miel en las manos o esas imágenes paganas que desnudan en sueños. Federico muere en 1988 con la llamada “peste rosa”, nombrada así por la intolerancia de esa época. Jorge había sido asesinado una década antes por integrar la insurgencia en el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP).
Del libro de Gómez surge que el rugby tuvo militantes sociales y un montón de tipos buenos que no representan la ideología xenófoba y discriminatoria de Santiago Socino, Pablo Matera y Guido Petti, los referentes “pura sangre, never pony” de Los Pumas que invitan a este artículo.
Por su parte, la UAR expresó su repudio tras conocerse las publicaciones borradas en Twitter por las figuras del seleccionado, pero nada dice sobre la urgente necesidad de democratizar un rugby que sigue siendo para pocos, por ir en contra del mundo profesional y mantenerlo como una disciplina amateur en las ligas locales.
En otras palabras, los pobres sólo pueden practicar fútbol o box para consagrarse porque nunca tendrán padres adinerados que los sostengan para mantenerse en primera. Conseguir un pase al exterior termina siendo una utopía hiper-centralizada en la UAR, y sus franquicias las únicas que permiten a los jugadores ser vistos y contratados en otros continentes.
“Te queremos Betún”
El capitán Matera se disculpó –luego de cerrar su cuenta para borrar rastros– sobre su odio a bolivianos, paraguayos y otros “negros” publicados allá por 2011, 2012 y 2013. Cosas de chicos, dijeron algunas voces, sin atender a que eran mayores de edad y en algunos casos recibieron subsidios del Estado para entrenar y no salir a trabajar.
Los más memoriosos podrán recordar que el padre de Guido Petti Pagadizábal –le ponemos doble apellido para que tenga más prosapia– fue tema de agenda del programa periodístico Zoo del fallecido Juan Castro en abril de 2004. Por los años '90, Roberto Petti era segunda línea del SIC, llegó a tocar el cielo de Los Pumas dos veces en un torneo Sudamericano de 1995 y terminó en la tele por la presunta discriminación a un empleado con HIV, según las indagaciones de Castro. Pero esa es otra historia de la casta hereditaria rugbística.
Guido pertenece a las camadas surgidas del Plan de Desarrollo de Alto Rendimiento (Pladar) de la UAR –financiado, en parte, con fondos públicos–, lo cual destaca su calidad de juego. Lo que no se sabrá nunca es si un pibe de Formosa de origen Toba, sin padre con palanca, también cuenta con la mirada atenta de la institución para promoverlo en la alta competencia o si un judío de Hebraica que pinta bien debe cambiar de club como condición necesaria para integrar el seleccionado local de Buenos Aires o Los Pumitas.
En otras palabras, el rugby argentino necesita másjugadores como el sudafricano negro Chester Williams, para poner fin a un apartheid solapado que sigue dominando su conducción y así romper con su modelo feudal.
La única solución es que se transforme en una actividad rentada.
Ezequiel Campa viene caricaturizando desde hace años todo lo malo del rugby con su personaje del Rugbier Cristiano Dicky del Solar, que suma 140.000 suscriptores en Youtube y podés ver en esta misma edición. Los tuits de Matera superan la parodia del actor pero lo cierto es que existe el rugby femenino con su liga, clubes diversos como el Huarpes (Mendoza) o Ciervos Pampas (CABA), con presidiarios como Los Espartanos –al salir en libertad sólo reincide un 5% en algún delito frente a la estadística general del 65%– y en Formosa el mencionado Aborigen Rugby Club.
La historia del club formoseño es testigo de la contradicción del rugby argentino y puede verse en el documental La quimera de los héroes (2003), donde su director Daniel Rosenfeld cuenta como su fundador, Eduardo Rossi, resultó expulsado en los años '80 del Stade Toulousain (Francia) por sus ideas racistas.
Rossi era fanático confeso del fascismo y más conservador de lo que Dicky del Solar jamás podría imaginar. Sin embargo, luego de visitar las ruinas del Holocausto nazi en Francia intentó redimirse, internándose en la selva junto a la cuenca del Río Pilcomayo, en 1993. El personaje no deja su cultura autoritaria porque se trata de una identidad partida de la que no puede escindirse sino a través de la búsqueda por compartir lo que sabe como forma de autosuperación, con jugadores que entrenan sin zapatillas y sufren la discriminación de los pueblos originarios. Tampoco podrán hacerlo los tres jugadores aunque pidan disculpas. Son los “pura sangre” de Serafín Dengra, que él motivó y ahora se arrepiente.
Si es Branca, mejor
Por supuesto que existen eslabones perdidos que llegaron a Los Pumas por sus cualidades humanas además de deportivas, como el mencionado Eliseo Branca, quien tras la circulación de los tuis xenófobos sostuvo que al capitán Matera hay que suspenderlo para siempre como medida ejemplificadora. No es otra locura del “Chapa” sino el “buen sentido” que genera el amor por cualquier actividad que promueve la igualdad, en especial si es de creación colectiva como ocurre con el juego en equipo en base a una pelota que pasa de mano en mano.
En abril de 2019 la Unión de Rugby de Australia canceló el contrato de su estrella, el fullback Israel Folau, por difundir comentarios homofóbicos en redes sociales. Perdió millones en un negocio equiparable al fútbol en nuestro país pero ganó en la deconstrucción hacia una cultura pluralista.
La posición del "Chapa" Branca duró un suspiro. El pasado jueves 3 meditó y observó el devenir de la corporación que dirige la UAR y, por qué no decirlo, el destino de los clubes pequeños, esos en formación que tanto disfruta. Le dijo a Luis Novaresio (AM910) que cometió un error y que él no es "quién para juzgar a un chico que en 2012 se equivocó, no estando en Los Pumas", mientras responsabilizó a la dirigencia por las idas y vueltas. Esta vez, sin sacar los pies del plato.
Por lo pronto, nada de esto ocurrirá acá porque la UAR ya se ha pronunciado con la candidez de los adolescentes (“los tres jugadores manifestaron su profundo arrepentimiento, reiteraron el pedido de disculpas, ratificaron que no es lo que piensan y que fue un acto imprudente propio de la inmadurez”) para dejar en un futuro incierto las sanciones, según resuelva la Comisión de Disciplina, esa que permite a clubes como CUBA que no deje entrar mujeres a su sede central.
De aquellos años '90 machirulos nos quedan esos memes del musculado Serafín Dengra, que suenan como una canción de Cacho Castaña mal sintonizada en la radio; pero también el contraste gris de Eliseo Branca, quien hoy entrena al Club Beromama, en González Catán, partido de La Matanza, donde los jugadores faltan a los partidos porque los sábados tienen que laburar, en las antípodas de un San Isidro que cría pumas con privilegios de clase.
Otro caso interesante es el Virreyes Rugby Club de San Fernando, bajo la conducción de Rodolfo O’Reilly o “Michingo”, otro ex CASI y ex entrenador de Los Pumas que en 2002 abrió las fronteras del Zona Norte para que los pibes humildes tengan una oportunidad de salir de la periferia y terminen con becas universitarias. Vale destacar que Virreyes llegó a entregar 700 viandas en un solo sábado bajo la emergencia por Covid-19.
Por su parte, la Sociedad Hebraica ya ofreció visitas al museo del Holocausto para combatir con educación la ignorancia aprendida. Porque para democratizarse, el rugby necesita más fernet Branca –en la versión 70/30– y menos champagne, o caso contrario todo este debate será sólo espuma para la gilada.
Este artículo está lejos de sumarse a una campaña anti-rugbística. Todo lo contrario. Si la Unión Argentina de Rugby no estuvo a la altura de los homenajes a Maradona se trata de un debate menor. No obstante, sería una buena señal que el equipo de comunicación institucional de la UAR abriera los micrófonos sin censuras. Nada de preguntas por escrito como es la costumbre ni su filtrado en la respuesta. Cosas de la democracia que deben incorporar los burócratas. Y lo más importante: darle una mirada federal, más inclusiva en un deporte que en Argentina cuenta con 528 clubes y 70.000 jugadores.
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