Tres protagonistas
La muerte en el mismo día de Pino Solanas, Víctor Basterra y Elvio Alberione
El mismo día murieron Fernando Solanas, en París, Víctor Basterra, en Buenos Aires, y Elvio Alberione en Córdoba. Con ellos se van retazos de las luchas populares del último medio siglo largo.
Con Pino fuimos amigos desde que él tenía 25 años y yo 20, y formamos parte de un proyecto de film sobre los que mandan y se apropian de los frutos de la tierra, que sería la suma de cortometrajes en los que participarían Fernando Arce, Humberto Ríos, Mabel Itzcovich, Agustín Mahieu, Alberto Fischerman y Enrique Wernicke, incitados a esa aventura colectiva por el director italiano Valentino Orsini.
Lo conocí en Buenos Aires cuando vino a filmar un documental para el Ente Nazionale Idrocarburi, el célebre ENI que presidía Enrico Mattei. La filmación se hizo penosa por el frío y la lluvia y en los días perdidos Valentino se aburría en Buenos Aires, por lo que le agradó que lo pusiera en contacto con mis amigos cineastas, a quienes sedujo de inmediato. Orsini ya había co-dirigido con los hermanos Vittorio y Paolo Taviani una película sobre las luchas campesinas por la tierra en el sur italiano (Un uomo da brucciare) y otra sobre el divorcio (I fuori legge del matrimonio). Era unos años mayor que nosotros y tenía una gran capacidad de sugestión, como el propio Pino. La foto que acá recuerda ese momento es de 1964.
La película nunca se hizo porque el Instituto del Cine se negó a otorgar el crédito sin el que era imposible filmarla (mi episodio era Inquietud en los mandos, sobre los planteos militares a los gobiernos civiles débiles, como los de los Presidentes radicales Arturo Frondizi y Arturo Illia), pero después trabajamos con Pino en el guión de un largo sobre la política represiva, tema sobre el que no nos terminábamos de poner de acuerdo. Habíamos filmado en las calles el día de la asunción de Illia pero sin saber muy bien para qué serviría ese material. También pensamos en una adaptación cinematográfica de la Operación Masacre de Rodolfo Walsh. Por entonces, Pino se desprendía de la izquierda y veía en forma menos crítica lo que aún llamaba populismo. La producción, de la que se encargarían Axel Harding y Jorge Garber, no era fácil y yo me tiré de cabeza al periodismo, de modo que Pino siguió sin mí, con gran provecho. Su proyecto despegó cuando se sumó Octavio Gettino. Ya no se trataba de la represión en abstracto, sino de las luchas populares por la liberación. Fue La Hora de los Hornos, que Orsini ayudó a sincronizar en Roma el sonido, porque en la Argentina de las dictaduras de Onganía y Lanusse no era posible. A la creatividad de Pino se sumó la tozudez y la claridad política del Gallego Gettino. Esa película forma parte de la historia, del cine argentino y de las luchas populares, a las que contribuyó con sus exhibiciones clandestinas organizadas por la militancia. En este documental de Fernando Martín Peña, Pino habla, de nuestra película nonata y de la génesis de La hora.
Luego vino el contacto con Perón, que lo cambió todo, con la Actualización Doctrinaria para la Toma del Poder, de la que se siguen repitiendo hoy fragmentos en los que interpela al presente con su clarividencia envidiable. Arturo Jauretche, que murió el 25 de mayo de 1974, celebraba esas conversiones de los mejores intelectuales de la izquierda al peronismo, como el humus donde arraigaban y daban sus mejores frutos. El itinerario de Pino continuó dentro del Movimiento Nacional y Popular, con sus infinitos matices y contradicciones, que hoy no tengo tiempo ni ganas de recordar.
Fue el único cineasta argentino premiado tanto en Cannes como en Venecia, los mayores festivales del mundo del cine, lo cual además del clima de época habla de su capacidad de persuasión. Pero no lo deslumbraban las alfombras rojas. Cámara en mano documentó en una serie de películas artesanales la resistencia del pueblo argentino contra la entrega del neoliberalismo, en defensa de los ferrocarriles, del petróleo, de la producción y del trabajo nacionales. Su película Sur, su tango Vuelvo al Sur, compuesto junto con Pantaleón, se confundían con su Proyecto Sur, emanaciones todas de su personalidad exuberante. Es un tango precioso y esta la versión que más me gusta, del dúo Jaques Morelenbaum y Caetano Veloso con orquesta de cuerdas.
Alejado de Elisa Carrió cuando la heroína radical cerró trato con Macrì, Pino volvió a acercarse al kirchnerismo, pese a duros chisporroteos previos, y fue uno de quienes hicieron posible la coalición que impidió que Cambiemos dispusiera de más tiempo para demoler las bases materiales y culturales de la Nación. Su última comunicación fue hace un mes, para contarme que él y su compañera se habían pescado el virus, que estaba internado peléandola y que no la pasaba bien. Mi último mensaje de aliento quedó sin respuesta.
El testigo
Víctor Melchor Basterra fue el principal testigo en el juicio a los ex comandantes de 1985. El impresionante aporte de fotos que pudo sacar en forma clandestina de la ESMA, donde estaba secuestrado, permitió identificar tanto a detenidxs-desaparecidxs que pasaron por allí, como a decenas de represores. Entre ellas estaban las fotos para el pasaporte falso de Licio Gelli, que la mano de obra esclava había confeccionado como regalo de Massera para el jefe de la Logia P-2. Primero llevó su tesoro al CELS, luego a la CONADEP y por último a la Justicia, en cumplimiento con un compromiso que contrajo con los compañeros que no salieron con vida, y al que dedicó los 35 años que le quedaron después de ese infierno.
Militó hasta el final en la asociación que nuclea a los y las ex desaparecidxs, pero jamás tuvo una actitud maniquea. “Me quiero morir. Perdoname. Yo soy responsable de tu cautiverio. Es terrible lo que hice”, le dijo el encapuchado Basterra al encapuchado Juan Carlos Anzorena en agosto de 1979. “No te preocupes, yo hubiera hecho lo mismo”, le contestó su compañero del Peronismo de Base. Basterra fue secuestrado con su mujer y una bebita de dos meses. Tuvo dos paros cardíacos y lo amenazaron con colocarle su hija sobre el pecho mientras lo picaneaban en la ESMA. No pudo afrontarlo y entregó la cita con el compañero. Tuvo la honestidad de contar lo que había hecho, pese a que hubiera podido mantener el secreto, porque Anzorena no sobrevivió. Víctor nunca perdió de vista que todos quienes pasaron por esa situación límite fueron víctimas, y no se enganchó nunca con la absurda lucha entre bandos, según que hizo cada uno en aquel momento.
Muchos años después el testimonio de Basterra siguió impidiendo los ascensos de marinos secuestradores y torturadores, los únicos enemigos con los que fue implacable.
El Gringo
También se fue el Gringo Elbio Alberione, un cura que estuvo entre los fundadores de Montoneros en Córdoba. Nunca abjuró de aquella lucha y en los últimos años fue persistente en la denuncia de los curas abusadores, que ensuciaban a la Iglesia Católica de la que él salió para casarse, pero de la que nunca dejó de sentirse parte. Fue una influencia formativa para los más jóvenes, en el desolador panorama del peronismo cordobesista, desde el Centro Cultural Rodolfo Walsh, con su compañera Dinora, militante feminista.
Pino, Basterra, el Gringo, merecen un homenaje más profundo, que el día y la hora de cierre impiden. A veces los lugares comunes guardan grandes verdades. Los tres siguen vivos en las luchas del pueblo al que siempre fueron leales.
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