TRES CUESTIONES CRUCIALES

Conviene permanecer atentos y vigilantes como recomendaba un viejo  general  cuya memoria aún pervive.

 

El fracaso de la gestión Macri ha sido rotundo. Se expresa claramente en el desempeño del PBI argentino durante sus cuatro años de mandato.  El comportamiento porcentual de ese PBI medido a precios constantes ha sido el que sigue, según informa el World Economic Outlook Database de octubre de 2019, del Fondo Monetario Internacional.

2016                             2017                  2018                  2019

-2,080%                   2,669%              -2,482%             -3,061% (estimado)

En tres de los cuatro años de su administración, la economía tuvo un desenvolvimiento negativo: ¡todo un record! Estos números son indicativos de un verdadero descalabro económico y social.

La Ley de Solidaridad y Reactivación Productiva que se aprobó recientemente procura enfrentar y remediar esta situación. Contiene diversos asuntos: financieros, fiscales, cambiarios, energéticos, previsionales, salariales y remunerativos, sanitarios y de asistencia alimentaria, entre otros.  Es una pieza muy abarcativa que bien podría considerarse como el puntapié inicial de un programa de recuperación económica y de compromiso social solidario. Sus diversos componentes se interconectan y la falla de cualquiera de ellos puede incidir sobre el conjunto. Establecido esto puede decirse que, en lo inmediato, hay tres cuestiones que son importantísimas pues si alguna de ellas se malogra tendría un fuerte impacto negativo sobre todo el paquete puesto en marcha: la emergencia alimentaria,  el control de la inflación y la negociación con el Fondo Monetario Internacional. Si uno solo de sus respectivos abordajes prácticos  no llegara a  funcionar adecuadamente, el desarrollo de aquel programa enfrentaría, de entrada, severas dificultades.

La emergencia alimentaria

La formidable negligencia económica de la administración Cambiemos multiplicó el desempleo y la falta de oportunidades laborales, lo cual repercutió fuertemente sobre los ingresos de los hogares, a lo que debe agregarse una inflación rampante. Recién cuando el agua le estaba llegando a la nariz y a instancias de los reclamos emprendidos por los movimientos sociales y por la cúpula de la Iglesia católica, el entonces oficialismo aceptó impulsar una ley de emergencia alimentaria, que se aprobó el 18 de septiembre de este año. Prácticamente no alcanzó a aplicarse: 40 días después, el Frente de Tod☼s ganó las elecciones presidenciales y Macri y su equipo debieron pasar a cuarteles de invierno.

Los números ofrecidos por reconocidas instituciones aplicadas al estudio y medición de la problemática alimentaria, son poco menos que lapidarios. El estudio titulado “Déficit de nutrientes esenciales 2017-2018”, del Observatorio de Deuda Social de la Universidad Católica Argentina, pesquisó que el faltante de aquellos nutrientes involucraba al 34,3% de la población del país. En tanto que el “Panorama de la Seguridad Alimentaria y Nutricional en América Latina y el Caribe 2019”, editado por un conjunto de instituciones del sistema de Naciones Unidas (la FAO y el Programa Mundial de Alimentos entre otras)  indica que la suma de inseguridad alimentaria moderada + grave alcanza en la Argentina a un 32,1% de sus habitantes.

Frente a este desolador escenario, los contenidos y medidas relativos a la emergencia alimentaria establecidos en la antedicha Ley de Solidaridad y Reactivación Productiva,  son auspiciosos. Se ha comenzado a ponerlos en marcha inmediatamente con empeño y vigor, para combatir la crítica situación que se atraviesa. Es importantísimo que las iniciativas prosperen y que el problema se vaya resolviendo razonablemente y rápido. Se trata de un imperativo ético insoslayable. Pero, además, de una contante y sonante cuestión política que puede sintetizarse en esta inquietante y vergonzosa pregunta: ¿cuánta hambre resiste nuestra democracia?

El control de la inflación

La inflación ha sido y es una pesadilla argentina. Volátil y pluricausal como es, ponerla en caja será todo un desafío. Esta sola constatación bastaría para caracterizarla como un asunto de relevancia mayor en la inmediata coyuntura.

En rigor, Alberto Fernández hereda de Macri un excesivamente largo y penoso período de estanflación, es decir  de estancamiento con inflación, una combinación de condiciones en principio antinómicas. Se trata de uno de los peores escenarios económicos posibles pues es difícil tanto su manejo como su corrección, debido a que por lo común acarrea una complejidad marcada que suscita y retroalimenta comportamientos diversos, escasamente compatibles y por lo común dañosos tanto en el ámbito económico como en el social.

El desafío en este terreno es mayúsculo. La respuesta a este flagelo inflacionario ya ha sido puesta en marcha por el gobierno del Frente de Tod☼s. La veloz reacción del nuevo oficialismo y el adecuado paquete de medidas específicas dado a conocer, algunas de las cuales ya se están implementando, concitan un optimismo que ojalá cuaje satisfactoriamente.

Va de suyo, por lo demás,  que si se habla de estanflación el control de la inflación deberá operar positivamente sobre el desarrollo económico y viceversa.

La negociación con el Fondo Monetario Internacional

Por segunda vez en 18 años, el fracaso de un modelo neoliberal  coloca a nuestro país en una virtual cesación de pagos respecto del endeudamiento externo, debido al irresponsable y sospechoso comportamiento de la gestión Macri al respecto. En este caso, tomó compromisos de corto plazo con el FMI que son impagables (además de otros con terceros actores que son también cuantiosos pero no tan perentorios).  Al mismo tiempo,  mantuvo abierta la cuenta capital del Banco Central, con lo que fomentó la formación de activos externos, o sea la famosa “fuga de capitales”, que –da tirria decirlo- floreció como azucena en primavera durante el gobierno de Cambienos. Con buen criterio, el actual oficialismo se propone tranquilizar y recomponer la economía para ponerla nuevamente en marcha y desde este cimiento renegociar la deuda con el Fondo y con los restantes acreedores externos. Volver a crecer y simultáneamente ir pagando sería la consigna básica. Esta prudente propuesta se complementa con la declarada intención gubernamental de cuidar a rajatabla las divisas, en particular el dólar, asunto de singular relevancia en este plano pues nuestra deuda con el FMI está vinculada a esa moneda, como bien se sabe.

Es preciso tener en cuenta que si este abordaje no funcionara estaríamos en problemas. Porciones del ex oficialismo y algunos de sus aun voceros mediáticos se conducen con candidez de bataclana: son capaces de preguntarle al presidente ¿por qué vienen los bomberos? haciéndose los otarios frente al incendio que ha dejado Macri. En el fondo siguen pensando que la mejor opción es la que ya practicaron: comportarse como amanuenses del poderoso del norte. Por otro lado, despunta en algunos segmentos de la izquierda vernácula una retórica de rechazo que raya en la torpeza. Es necesario leer con la mayor precisión posible dónde estamos parados en la actualidad, de dónde deriva esta situación, y medir con responsabilidad las correlaciones de fuerza existentes en nuestro país. Claramente no es ésta ni “La hora de los hornos”  ni  “La hora de la espada”. Cabe, en cambio, preguntarse con voluntad firme pero también con templanza, con la mirada puesta en alcanzar una negociación razonable, ¿cuánta discrepancia con el FMI resiste hoy nuestra democracia?

Final

De manera concomitante con la renovación presidencial, se puso en marcha el plan de asistencia alimentaria ideado por el nuevo gobierno, que entre otras iniciativas contempla la distribución de tarjetas alimentarias a personas y a comedores populares, el otorgamiento de sendos bonos por $5.000 en este diciembre y en el enero próximo a jubiladas/os del escalón mínimo y de $2.000 a beneficiarias/os de la Asistencia Universal por Hijo. En el plano antinflacionario  se han lanzado también diversas medidas que apuntan a la contención del alza de los precios. Y en la negociación con el FMI despunta un escenario que, por lo menos, alimenta expectativas. La nueva Directora Gerente de aquel, Kristalina Georgieva, ha hecho declaraciones precavidas pero con un toque de benevolencia. Y ha caído muy bien la designación de Martín Guzmán como Ministro de Economía.

Hay motivos para sustentar un módico optimismo. Conviene, no obstante, permanecer atentos y vigilantes como recomendaba un viejo  general  cuya memoria aún pervive en el corazón de no pocos argentinos, pues la coyuntura es bravísima y las acechanzas están a la vuelta de la esquina.                                                

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