TRABAJO Y SOBERANÍA

Nacionalizar la economía o universalizar la miseria

 

Argentina está lejos de ser un país pobre, imposibilitado de generar trabajo genuino y digno para millones de compatriotas. El gran problema que habita los discursos escogidos mediáticamente es que siguen sazonando la dependencia con recetas escritas en el extranjero, ofreciendo soluciones mágicas a los problemas nacionales

La promoción del Salario, Renta o Ingreso, siempre Básico y Universal, ha cobrado notoriedad en los turbulentos tiempos de agravamiento de la crisis económica y social que sufren nuestros compatriotas.

A lomo del peregrinar mediático de Juan Grabois, el proyecto de Salario Básico Universal articulado legislativamente por el Frente Patria Grande, se erige en tiempos de confusión y desertificación ideológica, como una propuesta que llega en nombre del progresismo como auxilio para no morir de hambre.

“¿Le negarías a alguien el derecho a comer?”, interpelan afiches que inundaron la Ciudad de Buenos Aires en las jornadas recientes. Y no, la verdad que no. Pero el problema es otro.

El problema es si pensamos que la única manera de garantizar un plato de alimento para el conjunto de nuestro pueblo es poniendo en el bolsillo de los más humildes 14.400 pesos por mes, mientras la riqueza que se produce en nuestro suelo, subsuelo, mar, espacio, trabajo y desarrollo, se termina licuando por la canaleta de la especulación y la fuga de capitales.

Lo cierto, y para ser estricto, es que el proyecto de ley con el que se pretende introducir el Salario Básico Universal, establece que el mismo será equivalente al valor de una Canasta Básica Alimentaria, que al mes de mayo alcanzó la suma de 14.400 pesos, es decir, 8.300 pesos menos que el actual “Potenciar Trabajo”.

En el contexto del dolor social que atraviesa la enorme mayoría de los que habitamos este suelo, que acompaña una crónica cotidiana de anuncios que demuestran que la economía de unos pocos bate récords de crecimiento; la universalización de una suma de miseria al bolsillo de los que sufren, no alcanza ni siquiera para ser considerado caridad. Menos aún, una conquista en clave de Justicia Social.

Es más, si me detengo dos minutos en el interrogante, me voy a terminar convenciendo de que la renta básica termina siendo una rueda de auxilio de la dependencia económica.

 

Paren que todavía no perdimos

La versión hegemónica del capitalismo moderno intenta presentar como verdad irrefutable que los modelos de acumulación económica son incapaces de satisfacer la demanda de trabajo existente en la sociedad hipertecnológica.

Aceptar esa premisa implica, básicamente, renunciar a la justicia social como anhelo de aquellos que seguimos mirando nuestro futuro a la luz de una revolución inconclusa muy reciente en nuestra historia.

Sencillamente, porque la riqueza en nuestro país no se evapora sino que se concentra en muy pocas manos.

El peronismo edificó un horizonte de pleno empleo en nuestra Patria y Néstor Kirchner nos convocó a construir viviendas a través de la organización popular. Inventamos trabajo donde se necesitaba reparar injusticias, dignificamos nuestro destino, ahí donde “no había futuro” según los profetas de la derrota.

Resulta inexplicable que muy poco tiempo después, ante la crisis inevitable a la que nos empujó la restauración de los dogmas liberales, encontremos en la receta foránea de la renta básica universal, la única conquista posible.

 

Dios aprieta, pero no ahorca en versión organismo extranjero

Cuando uno se aproxima a los propietarios intelectuales de la renta básica universal en el extranjero, encuentra las razones que fundamentan la decisión de abordarla.

Lo que no quieren, es que se pudra todo mientras ellos saquean la riqueza que se apropian.

Veamos.

  • “La alternativa a no disponer de una Renta Básica Universal es el incremento de probabilidad de que se produzcan disturbios sociales, conflictos, migraciones masivas incontrolables y la proliferación de grupos extremistas que se aprovechan y agitan la frustración social. Es en este contexto que debemos considerar seriamente la posibilidad de aplicar una Renta Básica Universal bien diseñada, de modo que las crisis puedan golpear, pero no destruir” dijo hace poco Kanni Wignaraja, que nació en Sri Lanka y luego de un largo recorrido por organismos multilaterales, escribió estas páginas para su actual cargo de Subsecretaria General de las Naciones Unidas.
  • Vitor Gaspar, es director del Departamento de Asuntos Monetarios del Fondo Monetario Internacional (FMI), desde hace un tiempo a esta parte viene trabajando la idea de instalar una fiscalidad progresiva que habilite una “renta básica universal” con el objetivo de evitar los desbordes sociales que traen aparejados el saqueo económico de las naciones sobre las que intervienen. Ya en el año 2017 advertía para el FMI, sobre la situación de lo que ellos reconocen como “países centrales” que el “desequilibrio de ingresos en el seno de los países, especialmente en los avanzados, ha aumentado notablemente en los últimos 30 años”. A juicio del Fondo, esta creciente brecha de ingresos tiene peligrosos efectos. Reconoció la importancia de la renta básica universal en contexto de señalar que “Algo de desigualdad es inevitable en una economía de mercado, pero una desigualdad excesiva puede hacer desmoronarse la cohesión social, conducir a una polarización política y, en última instancia, reducir el crecimiento económico”.
  • La “Protección Social Universal” era el título que le otorgaron en su promoción desvergonzada Jim Yong Kim, presidente del Grupo Banco Mundial y el director general de la OIT, Guy Ryder en el año 2015, cuando anunciaron la necesidad de avanzar en el diseño de políticas destinadas a “ayudar a los países a beneficiar a todos los grupos pobres y vulnerables con una serie de medidas encaminadas a garantizar que toda la población pueda acceder a formas esenciales de apoyo cuando sea necesario”.

 

Un horizonte de trabajo y dignidad

En  2021, la Argentina consolidó el tercer lugar en el ranking mundial de productores y exportadores de soja. Somos el cuarto país productor y el primer exportador de harina y aceite de soja, el quinto productor y el tercer exportador de maíz, el décimo país productor y el séptimo exportador de trigo.

También somos el quinto productor y el quinto exportador de carne bovina. Estamos ubicados en el famoso triángulo del litio, siendo uno de los países que más capacidad de producción tiene sobre un producto que creció en su valor un 500% en el último año. Somos el 29° país productor de petróleo, el sexto que más incrementó su producción durante 2021.

Miles de embarcaciones depredan nuestro mar argentino, nuestra cordillera incorpora recursos mineros y la meseta patagónica está en franca disputa por multinacionales que pretenden desde oro y tierras raras, hasta la novedad del famoso hidrógeno verde. Ante todo, tierra. Mucha tierra.

Nuestro país tiene un déficit habitacional que alcanza las 3.500.000 viviendas, le faltan vías férreas por donde se lo recorra. Necesita trenes y barcos. En el detalle de bienes que importamos, verificamos millones de puestos de trabajo que se generan en el extranjero, y nos faltan en nuestra tierra.

Donde nos falta soberanía, nos falta trabajo.

Sustituir importaciones, dinamizar al Estado Nacional como inversor indispensable en la realización económica de los proyectos estratégicos que motoricen el desarrollo nacional, nacionalizar nuestros recursos y recuperar el sendero de planificación territorial para conquistar arraigo y federalismo, deberían ser debates urgentes que atraviesen las organizaciones populares que forjan comunidad.

Nos hemos cansado de señalar que la libertad de Milagro Sala no es solo un acto de justicia y reparación humana esencial para la vida en democracia. Es también una agenda de futuro. Es la recuperación simbólica del sentido profundo de la organización popular en la Argentina.

Hay que desarrollar el más ambicioso plan de construcción de viviendas desde el peronismo hasta nuestros días. Hay que planificar el territorio sobre la edificación de un millón de viviendas que permitan recuperar puestos de trabajo, dinamizar el mercado interno, disciplinar el comportamiento monopólico de los que producen acero, aluminio, cemento y otros materiales indispensables para la construcción.

Es un proyecto simple y ambicioso. Recuperar trabajo, motorizar salarios dignos, organizar comunitariamente a nuestro pueblo, federalismo, arraigo y protagonismo del Estado para dar la batalla frente a una crisis que amenaza con agravarse peligrosamente.

 

Una versión preliminar fue publicada ayer en Infonativa.
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