El sábado 1° de febrero, una tormenta de polvo y viento avanzó sobre las ciudades chubutenses de Puerto Madryn, Trelew y Rawson (capital), generando ráfagas de viento de casi 120 kilómetros por hora. Si bien en la región son frecuentes las tormentas de viento y polvo, esta tuvo una espectacularidad cinematográfica. Tanto es así que, rápidamente y a través de redes sociales, se viralizaron las fotos y videos. A los pocos minutos, y una vez recuperados del asombro, todos los medios de comunicación locales brindaban testimonios de sus pobladores (muchos autoproclamados NyCs: nacidos y criados) que al unísono repetían: nunca vi algo así, es la primera vez que pasa. Se registró la destrucción de vidrios, techos y volteado de carteles callejeros. Producto de la tormenta, en varios lugares de estas tres ciudades se cortó la luz (principalmente por caída de postes), generando a su vez la imposibilidad del bombeo de agua potable desde la ciudad de Trelew (toma del Río Chubut) a Puerto Madryn por varias horas.
Además, ese mismo sábado, en unos campos cercanos a la ciudad de Puerto Madryn, se estaba desenvolviendo un incendio que terminó destruyendo importantes extensiones de vegetación autóctona -con la concomitante pérdida de biodiversidad- y múltiples establecimientos privados de un emprendimiento inmobiliario ecológico (se quemaron seis casas en su totalidad y 17 fueron afectadas en alguna medida) ubicado en cercanías de la playa El Doradillo, famosa por los avistajes de ballenas francas desde la costa. El viento de la tormenta avivó las llamas, extendiendo la superficie y voracidad del incendio. Como si todo esto fuera poco, ese sábado una parte importante de la ciudad estaba experimentando un corte de agua programado, debido al déficit hídrico estival; y el único hospital público capaz de recibir a los afectados por el incendio (o por la tormenta), se encontraba con su personal en cese de actividades por la falta de pago crónica ejercida por parte de las autoridades provinciales.
¿Qué fue lo que pasó en Puerto Madryn el 1° de febrero pasado? Para que un desastre ocurra deben conjugarse 3 aspectos: una amenaza, y exposición y vulnerabilidad a dicha amenaza. Mientras que los desastres no son naturales, las amenazas sí pueden serlo; por ejemplo, una tormenta de viento intenso. Si la tormenta hubiese ocurrido en una zona sin gente, digamos por caso en alguna región deshabitada de la estepa patagónica, no hubiese existido desastre. Pero además, la ciudad de Puerto Madryn evidenció vulnerabilidades ante la amenaza de viento intenso; por ejemplo, con la caída de postes de luz y el correspondiente corte del suministro eléctrico y de bombeo de agua potable, entre otras. Pero, ¿cuáles fueron las condiciones atmosféricas para que se desarrolle la tormenta de polvo con viento intenso, constituyéndose en una amenaza?
Ese sábado, buena parte de la costa patagónica amaneció cálida. En Trelew y Viedma el Servicio Meteorológico Nacional reportó temperaturas del orden de los 20 ºC a las 9 de la mañana y en Comodoro Rivadavia el registro fue de 21 ºC. Durante el día la temperatura subió por efecto del calentamiento solar del suelo en gran parte de la meseta patagónica y debido a la influencia del viento norte. Alrededor de las 19 hs. el termómetro registró 37 ºC en Trelew, es decir un calentamiento de 17 grados en 10 horas. De acuerdo a estimaciones satelitales, la temperatura superficial del Mar Argentino en Chubut y Río Negro era de 18 ºC, en promedio, en la semana del 1 de febrero. Así, las ciudades costeras norpatagónicas se ubicaron en la interfaz de un fuerte contraste térmico: 37 grados en el continente y 18 grados en el mar, casi 20 grados de diferencia en escasos kilómetros de distancia. Sin embargo, a las 20 la temperatura en Trelew fue de 22 °C, es decir bajó 15 grados en tan sólo una hora. ¿Qué ocurrió?
El Servicio Meteorológico pronosticó el avance de un frente frío que afectaría únicamente a la Patagonia, y alertó por vientos intensos en gran parte de la región. Un frente frío suele tener una extensión del orden de los 1000 km. Es una masa de aire frío que avanza desde zonas más frías al sur, elevando y desplazando el aire caliente por delante de él. A lo largo del frente, en la zona de interfaz entre la masa fría y la cálida, se suelen desarrollar tormentas. Los movimientos de aire horizontales suelen acelerarse (más viento) y se generan movimientos verticales ligados a tormentas: ascenso de aire húmedo que genera lluvia y descensos, algunos muy fuertes, que provocan vientos intensos en superficie que pueden llegar a derribar hasta un silo metálico. De esta forma, la región costera de Chubut quedó en una zona donde se conjugaron fenómenos de diferentes escalas espaciales y temporales: contraste de temperatura tierra-mar, frente frío y la tormenta. Y el resultado fue la amenaza de viento intenso. Pero a diferencia de otras tormentas estivales, esta no presentó precipitaciones sino una enorme masa de polvo, levantado y transportado por el frente frío (ver imagen). ¿Y de dónde salió todo ese material en suspensión?
Las ecorregiones de la estepa y la del monte de llanuras y mesetas de la Patagonia Argentina vienen sufriendo un proceso sostenido de desertificación producto, entre otras cosas, del manejo insustentable del ganado ovino. La desertificación lleva a la disminución -o deterioro- de los servicios ambientales y de la capacidad productiva de la tierra. Los ecosistemas áridos y semiáridos representan algo más del 75% del territorio argentino y su aprovechamiento principal es como tierras de pastoreo. Pero además, en los últimos años el desmonte producido en la región norpatagónica por diversos proyectos de desarrollo, tanto inmobiliarios como de energía eólica (entre otros), han potenciado esta situación. Por lo tanto, la disponibilidad de polvo en superficie es cada vez mayor. De esta forma, el suelo patagónico incrementó su vulnerabilidad. A su vez, los ecosistemas áridos y semiáridos suelen ser propensos a incendios en determinadas condiciones atmosféricas. Por ejemplo, con la variabilidad de la lluvia. ¿Cómo fue la evolución de las lluvias en los últimos meses en Puerto Madryn?
Entre el 20 de septiembre y el 1° de febrero (día de la tormenta) llovieron 19 milímetros (mm), lo que representa menos de un tercio de los 62 mm habituales para ese periodo. Esta sequía, detectable a simple vista para los habitantes de la zona, predispone a que en estos territorios se produzcan incendios. El Sistema Nacional de Manejo del Fuego alerta semanalmente sobre el riesgo de incendio en todo el país. Para esta región, y durante varias semanas previas al 1° de febrero, se mantenía en alerta máxima.
Pero entonces, es necesario poner toda esta información en un contexto más amplio. En 2017, la temperatura media global de la superficie planetaria fue estimada en un grado centígrado por encima del período pre-industrial, y viene aumentando a una velocidad aproximada de 0,2 grados por década desde ese entonces. A nivel global, nos encontramos en un momento donde el Cambio Climático antrópicamente inducido se expresa, por ejemplo, a través del aumento en la frecuencia, magnitud y duración de los fenómenos climáticos adversos. Por lo que urge preguntarse ¿qué sucede con el cambio climático en la región patagónica?
De acuerdo a la tercera comunicación nacional sobre cambio climático, un informe de especialistas convocados por la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación en 2015 (actual Ministerio homónimo), se evidencia un aumento de la temperatura media y una duplicación de los días del año con olas de calor en la meseta patagónica. Asimismo, la temperatura máxima diaria más elevada entre 1961-2019 fue el 27 de enero de 2017. Mientras que sobre los Andes patagónicos de Chubut, las precipitaciones tuvieron un cambio negativo en el periodo 1960-2010, afectando la disponibilidad de nieve para deshielo que sostienen los ríos que atraviesan la meseta patagónica rumbo al Atlántico.
La tormenta de viento, la disponibilidad de polvo producto de la desertificación y la sequía que propició el incendio generaron una situación dramática en Puerto Madryn, donde se conjugaron amenazas, vulnerabilidades socio-ambientales y exposición social que derivaron en el desastre del 1" de febrero. Como vemos, lo que tuvimos aquí es lo que se conoce como un sistema complejo, donde la conjunción de eventos meteorológicos de diferentes escalas temporales y espaciales (algunos no extremos) y la falta de ordenamiento y planificación territorial (urbana y rural), se sinergizaron -o potenciaron- provocando importantes impactos socio-económicos y ambientales.
Creemos que este carácter sistémico y complejo, constitutivo de las problemáticas socio-ambientales, debe ser comprendido e incorporado estratégicamente en el diseño de las políticas públicas para reducir al máximo el riesgo de desastre. Sólo así se podrán abordar estos temas de manera integral y transversal entre los distintos niveles del Estado (municipal, provincial y nacional) y la diversidad de carteras, agencias e instituciones que cuenta nuestro país y que tienen tanto para aportar en esto. Como nunca antes, contamos hoy con una sociedad informada y preocupada por hacer frente a la multiplicidad de problemáticas socio-ambientales que estamos viviendo. Y, a diferencia de otras épocas, hoy existe una comunidad académica organizada capaz de brindar el apoyo científico-técnico y propiciar los procesos necesarios, junto a los tomadores de decisión, para avanzar en este sentido. Llegó el momento de hacerlo.
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