Todo un palo

Con una parte de la campaña desenvolviéndose en las cloacas, no extrañan el descontento ni la apatía

 

El último tramo de la campaña electoral agregó, a la pobreza de propuestas y debates políticos, violencias varias. La sucesión de fotos, videos y declaraciones desafortunadas que envolvió a fuerzas políticas y candidatos de todos los colores parece encender una mecha demasiado corta. El nudo de la cuestión trasciende estos aspectos y los sondeos permiten entrever lo que puede leerse en los indicadores económicos. En el podio de las preocupaciones de la ciudadanía están la inflación y el desempleo, palabras mágicas que impactan sobre todo entre los más jóvenes.

A la fecha, bajo encuestas inciertas por las condiciones inéditas en las cuales se realizan, la disputa de votos no sólo está en los codiciados indecisos, que casi siempre pueden inclinar la balanza. También hay movimientos que buscan garantizar fidelidades que hoy albergan dudas. Enojos y cambios de expectativas asoman en algunas franjas de votantes que siguen tanto al oficialismo como a la oposición. Lo que se observó en las elecciones de Salta, Misiones, Jujuy y Corrientes fue baja participación y un protagonismo del voto en blanco. Esto pone presión en la pelea por el voto joven y se nota en todos los competidores, que echan mano a sus estuches de maquillaje para seducirlos.

Mientras la población espera escuchar ideas que le solucionen la vida, las dirigencias parecen empeñadas en jugar a Titanes en el Ring, realizando el viejo postulado que dice que a la tragedia le sigue la farsa. En la fugacidad de época, donde la estridencia hace impacto en el instante, se intercambiaron imágenes para alcanzar con cada una la potencia del ancho de espadas. La foto de Olivos, la gran apuesta del poder real, fue contestada con la de Exaltación de la Cruz. Pero hay motivos para sospechar que este tipo de jugadas contribuye a aumentar la apatía de la población y el descreimiento respecto de la política. Con indignación, de un lado y del otro, no se encuentran soluciones. Menos si lo destacado del debate electoral es el álbum de fotos que, a juzgar por los momentos dramáticos que vive el gran público, no alcanza la altura que demandan las circunstancias.

Como si fuera poco, preocupa que al contexto económico acuciante se le sume una exacerbación de la violencia que traspasa lo discursivo. No es un dato menor que el diputado correntino Miguel Arias fuera baleado en un acto de cierre de campaña en la provincia de Corrientes. Es un termómetro que recorre las arenas políticas y que tiene su correlato en las calles. A una semana de las PASO, en la comuna 15 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires fueron increpados con un arma blanca quienes repartían volantes del Frente de Todos. Días antes el ex ministro Ginés González García sufrió un violento escrache en un restaurante de Puerto Madero, que fue avalado irresponsablemente desde una señal televisiva por la conductora Viviana Canosa, quien en un pase de magia lo transformó en “un repudio generalizado”. La desaprobación del hecho por parte de referentes de la oposición como María Eugenia Vidal, Fernán Quirós y Alfredo Cornejo también caminó por las arenas movedizas que juntan la reprobación con la justificación. Dijeron que está mal pero lo “comprenden”. Debiéramos sumar a esta cadena de peligrosos andares las palabras insultantes del mediático candidato a diputado Javier Milei para con el alcalde porteño: “¿Sabés qué, Larreta? Como el zurdo de mierda que sos a un liberal no le podés lustrar ni los zapatos. Sorete. Te puedo aplastar aún en silla de ruedas, a ver si lo entendés”. Muestras de una escalada de violencia que es peligroso tolerar y naturalizar, ya que busca el aniquilamiento del adversario en momentos en que abunda la frustración. Y aunque la situación económica mejora, arranca desde muy abajo y cada mes cuesta un poco más llenar la heladera.

Con una parte importante de la campaña desenvolviéndose en las cloacas, no extrañan ni el descontento ni la apatía. Para no navegar solamente por las espumosas aguas servidas, conviene rastrear las muy visibles raíces socioeconómicas de los problemas cotidianos, tierra fértil donde gustan florecer la antipolítica y la intolerancia. Los últimos dos años del gobierno de Mauricio Macri fueron catastróficos para la economía argentina, al punto que el PBI se contrajo un 7,7%. A esta mala escena le sobrevino la pandemia, que no hizo más que agudizar un cuadro de desigualdad asfixiante. Si bien la recuperación económica es importante, y permite proyectar un crecimiento anual del producto de un 8%, el punto de partida es tan malo que aún no se palpa en los bolsillos y tardará en llegar. En concreto, el salario real hoy es inferior en un 20% respecto de fines de 2015. Y la desocupación general, medida para el primer trimestre de este año, marcó un 10,2%.

Al desempleo se suma la inflación, que parecen gravitar sobre la intención del voto joven. Entonces aprovechan para ganar terreno candidatos sin gestión previa como el mediático Milei en CABA, quien abusa del significante “libertad” y se exculpa de responsabilidades pasadas capitalizando la frustración que genera una situación económica de catástrofe para el segmento que tiene entre 18 y 29 años.

Ante tanta estrategia electoral de cotillón, lo que falta es meter la mano en las entrañas de los problemas y ofertar soluciones serias, donde no pueden perderse de vista las cifras de la desocupación entre los jóvenes, que son el doble de las de la población general. Los datos del primer trimestre de 2021 de la Encuesta Permanente de Hogares muestran que, del total de quienes estaban en el mercado de trabajo con entre 18 y 29 años de edad, el 20% se encontraba desocupado –un poco más de 648.000–. De estos, algo más de 207.000 hace más de un año que buscan sin éxito trabajo.

Entre los 20 y los 23 años se concentran prácticamente la mitad de los desocupados del segmento. El dramatismo de las cifras se completa al señalar que 236 de cada 1.000 que caminan las calles buscando un empleo no trabajaron nunca antes.

 

Fuente: Elaboración propia sobre la base de la Encuesta Permanente de Hogares (INDEC).

 

 

Laura, entrevistada para El Cohete, es parte de quienes engrosan los fríos números de estadísticas que indican que en la Argentina el 34% de los jóvenes desocupados tenían empleo precario al momento de perderlo –changas, trabajos transitorios, por tarea, suplencias, entre otros–. Vive en Villa Crespo, es madre y está separada. Alquila la vivienda que habita con sus dos hijos pequeños y nunca tuvo un trabajo en blanco. Durante la pandemia pasó por tres empleos diferentes, que siempre llegaron a su fin luego del período de prueba. Limpió oficinas, atendió un kiosco y una panchería. Ahora está subempleada como “franquera” de un local gastronómico. Votó a Cambiemos en 2015 y al Frente de Todos en 2019. Aunque duda respecto de su voto, porque considera que todos son iguales, piensa volver a darle su oportunidad al Frente de Todos para ver si “me cumple”. Consultada sobre el principal tema de interés a la hora de elegir el voto, contesta que son el empleo y la inflación.

Si miramos la tasa de desocupación juvenil por regiones, encontramos que en el área metropolitana de Buenos Aires –CABA y partidos del GBA– el termómetro sube a un alarmante 22,1%, al que se suma un agravamiento por razones de género. Mientras que la población económicamente activa de mujeres es un 35% menos que la de varones –665.000 contra 1.003.000–, la cantidad de mujeres desocupadas es sólo un poco menos que la de varones –183.000 contra 191.000–. De cada mil mujeres activas de entre 18 y 29 años, 276 están desocupadas.

 

Fuente: Elaboración propia sobre la base de la Encuesta Permanente de Hogares (INDEC).

 

 

La pandemia hizo añicos el mercado laboral y se nota en los rubros de los empleos que perdieron los jóvenes. El 20% trabajaba en actividades comerciales, el 8,7 en hoteles y restaurantes, el 8,4 en el servicio doméstico, el 7,6 en la construcción, el 7,2 en servicios financieros e inmobiliarios. En la industria manufacturera trabajaba el 5,6%.

Si bien la industria, la construcción, el comercio, las actividades inmobiliarias y los servicios muestran niveles importantes de recuperación respecto a la caída sufrida en 2020, el grueso de las actividades económicas –salvo la industria, el comercio y electricidad, gas y agua– todavía se encuentran por detrás de los niveles de 2019. No es de extrañar entonces el desconcierto y cierta decepción entre quienes vieron que la famosa “luz al final del túnel” –que la ex Vicepresidenta María Gabriela Michetti confundió con una locomotora que se le venía encima– iba a llegar de la mano del Frente de Todos.

La economía va queriendo. Y la negociación de la deuda –que mucho tiene que ver con el desastre actual– parece estar diseñada en sus trazos gruesos. Algunos vientos soplan auspiciosamente, otros no. Aunque falta muchísimo, el manual de campaña dice que apremia comunicar mejor las dificultades, y el de gobierno dice que hay que generar políticas que resuelvan estos verdaderos nudos gordianos. Hay que apuntar a que las palabras finales que nos dejó Laura, “tener un trabajo en blanco y poder planificar, saber que se va a poder pagar el alquiler”, concluyan en realidades y no sólo sean el asiento de sus anhelos.

 

 

 

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