“No hay fronteras. Todo es ficción, por Dios. La vida misma es ficción. Somos argumentos ambulantes y cuando muramos vamos a ir al argumento. Y de nosotros dirán versiones. Terminaremos siendo una versión. Para finalmente quedar en el rescate del olvido. Y nada más. O sea, ¿quién puede afirmar que esto que estamos haciendo ahora no es una ficción?”.
El que habla es Gabriel Báñez en el marco de una entrevista hecha por Ana Cacopardo para un canal de televisión local. Báñez (1951-2009) se pintaba de cuerpo entero con esa definición, que es el eje con el que comienza y cierra el emocionante documental La película de Báñez, del director Marcos Rodríguez, donde se reconstruye un retrato íntimo del escritor y periodista platense que dejó una obra tan singular como desconocida. Algo que, curiosamente, lo convirtió en un autor premiado y respetado sin mayores estridencias en el cenit de su vida. Su inesperada y trágica muerte, a sus 58 años, dejó una decena de libros, que para muchos se trata de una aventura aún por descubrir.
No es fácil que un documental transmita una genuina sensibilidad sobre cualquier personaje y, en este caso, de un escritor local, el cual por decisión se movió poco por fuera de sus límites geográficos, y que justo desapareció de la faz de la tierra cuando llegó a jugar en las “ligas mayores”, como dice una definición del historiador y escritor Sergio Pujol, uno de los testimonios entre amigos, familiares, artistas y alumnos que desfilan en la hora y media de metraje. La épica de la desesperación que hacía especial sus tramas y personajes, a lo Emil Cioran, se topó en 2008 con el Premio Internacional de Novela Letra Sur por La cisura de Rolando, suerte de reconocimiento extensivo también a una obra que se había iniciado en el medio de la dictadura y que había tenido su esplendor en los ‘90.
El director Marcos Rodríguez se involucra en primera persona como una especie de detective, con la ventaja de haber conocido previamente el terreno. En una pizarra escribe pistas, como piezas de un rompecabezas, que como toda existencia está nutrida de fragmentos, convicciones, errancias y ambigüedades. Los traumas de la infancia con un padre fugado —“escribo porque no sé hablar”, decía Báñez, que siempre concibió la literatura como refugio y la búsqueda del lenguaje como un absurdo plagado de humor negro—, sus primeras escrituras y lecturas, su trabajo en el periodismo y su mirada precursora de que todo buen texto de no ficción es también literatura —incluso antes del reciente boom de la crónica—, sus irregulares estudios académicos y un paso por la facultad de Cine que Rodríguez desempolva de unos tachos que dormían en la casa de Báñez. Ese cortometraje que filmó de joven despierta un arco de liviandad, perla que funciona como contraste en un vaivén dramático cerrado en el personaje: Gabriel Báñez va perdiéndose lentamente en un laberinto cada vez más oscuro.
Como periodista, Báñez colaboró en diversos medios y dirigió durante años el suplemento literario de El Día. Fue director de La Comuna Ediciones, editorial municipal que creó en 1998, pero esencialmente había sido un escritor de ficción, sobre todo de novelas, que construyó una literatura que vivía y respiraba en La Plata. Sus obras, aunque algunas reconocidas y premiadas tardíamente, fueron bien recibidas por la crítica a nivel nacional e internacional. Entre ellas —algunas de las cuales fueron llevadas al cine—: La cisura de Rolando; Parajes; El Capitán Tresguerras fue a la guerra; Hacer el odio; Góndolas; El curandero del cuarto oscuro; Paredón, paredón; Los chicos desaparecen; El circo nunca muere; Cultura; Octubre amarillo, y Virgen. “Quizá no sería ocioso decir que Báñez era La Plata (y el mundo entero) como Arlt era Buenos Aires (y el mundo) o Benedetti, Montevideo (ídem)”, dijo el escritor y periodista Miguel Russo.
“Gabriel Báñez fue un escritor de carácter, soberano, retobado y solitario”, lo precisa el escritor Juan José Becerra, que lo recuerda con su polera negra, fumando Particulares, moviendo las manos como encima de una bola de cristal y chasqueando la lengua para luego meter en el aire vacío, muy seriamente, alguna barbaridad.
Entre todas sus novelas, rescata a Cultura, una sátira bipolar sobre la industria cultural local narrada desde sus engranajes, donde el propio Báñez se desnuda impiadosamente como funcionario. La tapa de Cultura es, de algún modo, su contenido: el famoso daguerrotipo de Sarmiento —el de los billetes— intervenido con cuernos de sátiro y bigotes de Dalí. “Se trata sin duda de una fiel representación de la barbarie cultural, basada en el acto profano que rectifica la imagen de sus fetiches intocables y le agrega contenidos nuevos, básicamente de refutación o sinsentido. Pero Cultura es también una novela acerca de la destrucción de ciertas categorías definidas como supuestos: las categorías formales —es decir canónicas y momificadas— del arte y la escritura, la psicopatología y la identidad, el amor y la ilusión del amor”, escribió Becerra en una reseña de la época.
La belleza y el terror de vivir acechan al inestable y renegado Báñez, que sufre pánico al dar una conferencia en Chile —la escena es estupendamente contada por su ex esposa, personaje central—, que deja lecciones imborrables en su recordado taller de escritura, que coquetea con el suicidio desde siempre —ese es otro hallazgo del documental: la mirada desprejuiciada y hasta lúdica sobre un tema tabú—, que es definido como un escritor de los afectos, y que, en definitiva, no le importa nada más que entregarse en cuerpo y espíritu a la literatura. Figura romántica, con su apego por lo esotérico y los personajes con “discapacidades emocionales” —como acota su hijo Facundo, también escritor— y con un cercano parentesco con sus admirados Roberto Arlt y John Fante, el documental ensaya el contrapunto entre la vida y la obra y postula que Báñez, como todo gran artista, sigue en la vigencia de la segunda, que se completó hace unos años con la publicación póstuma de Jitler, uno de sus últimos y notables escritos.
¿Dónde verlo?
Cine Gaumont, del 1 al 7 de agosto, a las 19:45 hs.
Cine Select de La Plata, calle 50 entre 6 y 7, del 8 al 14 de agosto, a las 18:30 hs.
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