La dimensión espiritual de los pueblos y sus alcances materiales en el camino por alcanzar el Kvme Felen (todas las vidas en equilibrio justo) pudo palparse, con intensidad y alegría, durante la presencia de una machi (autoridad espiritual mapuche) en un encuentro sobre salud intercultural en San Martín de los Andes (SMA), Neuquén. A más de cien años de la persecución y muerte de las machi acusadas de brujería y espiritismo en el sur de Argentina —durante el proceso de colonización, evangelización y conformación del Estado nacional—, en esta etapa el pueblo mapuche se reconstituye en diálogo constante entre las comunidades asentadas a ambos lados de la cordillera de los Andes, en la puelmapu (tierra del este) y la ngulumapu (tierra del oeste).
Hace unos años la comunidad Curruhuinca, sobreviviente a la fundación de SMA hace 122 años, acudió a Rosa Barbosa Canullan, machi de la comunidad Fin Fin Boroa, en su ruka en la localidad Nueva Imperial, costa del Pacífico. Asistió a sus integrantes con lawen (medicina tradicional), ayudó a restaurar el rewe (espacio ceremonial) en el territorio, acompañó a curar heridas en los vínculos dañados entre hermanos, fortaleció conocimientos y prácticas de salud intercultural que perduraban en la sociedad local.
Ese camino de pocos años fructificó, según pudo palparse en el nütxan (conversación colectiva) del 14 de febrero en sus dos grandes momentos: primero, más de dos horas en el salón municipal; después en la plaza pública central en la noche amigable de verano. Con esa convocatoria, la Curruhuinca consolida un lugar en la vida política y social de la región —desde la cosmovisión propia hacia la interculturalidad—, según podemos interpretar vinculando este momento con el último conflicto con Parques Nacionales en defensa del territorio ancestral https://www.elcohetealaluna.com/territorio-ancestral-en-disputa/. Trabajadores de la salud y de la educación pública, integrantes del barrio intercultural Liwentun Inchin Mapu (amanecer en mi tierra), referentes de organizaciones ambientalistas y políticas de base, entre otros sectores presentes, dieron cuenta de un movimiento amplio y en crecimiento.
La newen (fuerza/energía) de la machi Rosita aunó a unas doscientas cincuenta personas en el nütxan y un grupo de sorprendidos turistas y residentes que paseaban por la plaza. La labor de la Curruhuinca con y a través de la machi dejó planteados otros modos de concebir y concretar la democracia de base y los frutos del ejercicio de la autonomía, así como la decisión irreversible de sacar de la marginalidad y la clandestinidad el ejercicio de la medicina propia. También permite ver y anticipar la resolución de conflictos estructurales desde la interculturalidad allí donde el Estado y la cultura dominante ni siquiera ven un conflicto, como es el caso de permitir y garantizar prácticas y ceremonias fundamentales para la identidad y pertenencia al pueblo mapuche de las nuevas generaciones que nacen en el territorio, sobre todo al momento del parto.
Todas las voces todas
La wenufoye (bandera), sus zugumachifes (ayudantes), las autoridades de la Curruhuinca y los sonidos de los instrumentos tradicionales de la cultura acompañaron el ingreso de la machi, tal como indica el protocolo mapuche. Muchos de los asistentes la reconocieron antes; sonreía la gente llegada desde distintos parajes rurales. Carlos Curruhuinca, lonko filosófico, y Héctor Uribe, lonko político, abrieron el encuentro al que no asistió ningún representante del gobierno municipal, ni concejales de ningún partido, ni directivos del hospital público regional especialmente invitados. Estas ausencias sólo confirman que este movimiento intercultural no se nutre de los actores políticos de los partidos ni de la burocracia estatal.
“Venimos a poner a disposición nuestro kimún (conocimiento) y lawen a quienes lo respeten”, expresó Curruhuinca. “En doscientos años las culturas opresoras no la han visto”, señaló en crítica directa al reciente acto por el aniversario de fundación oficial de la ciudad donde el pueblo mapuche no tuvo voz. “No seremos mezquinos ni rencorosos”.
Los sonidos de kultrún, cascahuillas, pifilka y los afa-fan (saludo colectivo con el que se da y recibe newen) se intensificaron para dar la palabra a la machi, siempre acompañada de la wüñelfe (bandera azul con estrella de ocho puntas). “Todos estamos enfermos”, aseguró trazando la visión general que la incluye, de lo que da cuenta su propia trayectoria de vida que relató luego. “Estamos, venimos para sanar enfermos. También a la ñuke mapu (madre tierra)”. Al iniciar destacó el gran valor del medio ambiente local —aunque dañado, todavía en pie—, cuestionando y advirtiendo respecto al daño irreparable cometido en Chile: “No tenemos agua, matan los ríos, no están quedando lawenes (plantas nativas de uso medicinal). Allá sólo tenemos eucaliptos; acá tienen los pu lonko (guías espirituales de los ancestros) fuertes”.
Leticia Curruhuinca, quien se forma y acompaña a la machi en este proceso desde SMA, coordinó la conversación grupal que buscó acercarse al trawn (asamblea, parlamento). “Las machi no tenemos credencial, no estudiamos”, resumió la mujer de voz suave, discurso esperanzador y notable capacidad de superar diferencias. Relató su propio proceso identitario para explicar el daño que ocasionó en su propia salud la negación familiar de su condición de machi, la educación en internados católicos, la discriminación por parte de la familia de su esposo. El límite entre la vida y la muerte fue el momento sin retorno para desarrollar su kimún, que logró llevar a un hospital de la localidad de Puerto Saavedra, donde tiene un consultorio intercultural desde hace catorce años.
En la larga y profunda conversación calificó al cannabis medicinal como lawen y pidió por su legalización en Argentina; insistió en que el hospital público de SMA habilite y promueva un espacio de salud intercultural que legitime los trabajos iniciados con profesionales de la ciudad; pidió que se respete la cosmovisión mapuche en los partos en los hospitales públicos; y se pronunció por el diálogo, más que por la inclusión.
Prueba de que esa brecha ya está abierta, aunque no institucionalizada, fue la presencia y testimonio de varios profesionales de la salud. Una psiquiatra a la que le derivó un paciente, una matrona que reconoció que para el sistema de salud “la placenta es un deshecho patológico” cuando la gente mapuche la devuelve al tuwün (lugar de pertenencia). Una médica generalista agradeció que se le permitió “entender que hay otras formas de enfermarse y de sanarse” diferentes a las que se enseñan en las universidades; y una médica jubilada pidió disculpas públicas por los atropellos y errores que pudiera haber cometido durante el ejercicio de la profesión, especialmente durante los partos que atendió.
Enfatizó el uso de las flores nativas para las enfermedades del espíritu, un espectro de los desequilibrios que en general trata la psiquiatría y la psicología. Usa desde hace años la cannabis que “alivia el dolor, no cura”, pidió su legalización ya que “no la queremos para uso personal”.
“Soy una tejedora que no sólo cura, sino que une pueblos. La medicina ancestral está viva en la memoria colectiva y en los espíritus”. Esa definición vale tanto para el interior del pueblo mapuche, la sociedad criolla y los pueblos del mundo, tal como lo ha dicho en foros internacionales de los que participa activamente https://www.youtube.com/watch?v=Wcxnjr9k2OI. Formen equipos, insistió ante agentes sanitarios, enfermeros y médicos, también los trabajadores de la educación que se acercaron con trabajos de niñxs realizados después de su visita anterior en diciembre del año pasado en un caso, las preguntas en el caso de otro.
Agua y lengua
“Busquen el Xayinko (sonido del choque de las piedras en el agua), preséntense ante la ñuke mapu y empiecen a soltar la lengua, empiecen a hablar la lengua”, pidió refiriéndose a la necesidad individual y colectiva de recuperar el mapuzundun, lengua originaria. Ella nació en un hogar donde el mapuzundun era la lengua madre, por lo que su discurso fue moldeado en él para después incorporar el español. La revitalización de la lengua es uno de los ejes centrales de la lucha simbólica y política por la plena vigencia de los derechos de los pueblos originarios en Argentina, con batallas actuales en Neuquén por su reconocimiento estatal.
Un momento muy intenso y representativo del valor de la lengua se vivió cuando Cristina Curruhuinca, mujer mayor, agradeció a la machi. Varios minutos en mapuzundun, sin traducción, en los que recreó ese clima de los antiguos, del buen hablar de la lengua, de la capacidad de conmover y tañer la cuerda de la identidad. Minutos antes, la machi contó que el año pasado volvió a estar en Ginebra, Suiza, donde necesitó de tres o cuatro traductores e intérpretes para comunicarse. Destacó la posibilidad del diálogo directo del encuentro.
“Somos cascada de agua. Todos tenemos newen; no tiene colores ni países. Somos todos iguales”, sostuvo en un mensaje humanista en que llamó a no discriminar, a vivir libres.
Es la menor de ocho hermanos. Cuando todavía no sabía hablar, dibujaba círculos en la tierra que finalizaba con un signo (+) que anticipaba los cuatro cuadrantes del kultrún, los Meli witxan mapu (cuatro puntos cardinales). “Nuestra hija no será bruja”, sentenciaron sus padres. En el internado de monjas hablaba mapuzundun con otras compañeras mapuche. “Llegó el tiempo que hasta yo lo negué. Vivía enferma. Al terminar la enseñanza básica me fui lejos del lof, donde estaba el rewe. Quise alejarme, estudié en un liceo. Me casé con un huinca”. Ese hombre huinca la reconoció como “india”, según el lenguaje de la época, y la acompañó a aceptar su condición de machi. La wüñelfe (bandera azul con estrella de ocho puntas)
La historia de vida de Rosita y su presencia dejaron planteada una generosa trama:
- de la vigencia de saberes prohibidos;
- de la marginalidad como estrategia para evitar la penalización;
- de los alcances políticos de dejar la marginalidad y clandestinidad;
- de la necesaria relación que existe entre el wallmapu (territorio ancestral) y modos propios de parir y de nacer, de enfermar y de sanar;
- del papel de la biomedicina en el control estatal sobre los sobrevivientes de los pueblos conquistados y el kimún de machi en esa lucha.
Leticia Curruhuinca nació en el territorio, sabe donde está su tügun señalado con el entierro de la placenta que hizo su trabajo durante la gestación. Ella no pudo hacer lo mismo con su primer hijo hace treinta años, porque los médicos del hospital de SMA se lo impidieron. En ella podemos ver cómo el Estado se ocupó del parto y de su maternidad en el proceso de hacerla ciudadana argentina. Su pertenencia comunitaria le permitió sanar y buscar su kimún.
Los recorridos biográficos hablan también de lo colectivo.
- Fotografías de Yaqueline Curruhuinca.
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