Tiempos recios y exorcismos
Vargas Llosa, sagaz desmonte de conspiraciones ayer y penosas columnas de opinión hoy
La Fruit Company, Inc.
se reservó lo más suculento,
la costa central de mi propia tierra,
la delicada cintura de América.
La United Fruit Co., Pablo Neruda
En 2019 se publicó Tiempos recios, tal vez la mejor novela de Mario Vargas Llosa desde La fiesta del Chivo, aquel extraordinario relato centrado en el dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo, personaje que vuelve a la vida en esta novela. Tiempos recios tiene como personaje principal a Jacobo Árbenz, militar y Presidente electo de Guatemala, y describe el conflicto que surge a partir de la alocada intención presidencial de cobrarle impuestos a la norteamericana United Fruit Company (UFCO). El trasfondo de la novela es la Guerra Fría, el gobierno del general Dwight Eisenhower y la caza de brujas (de brujas comunistas, claro) lanzada desde la CIA. Árbenz, un político que creía en el libre mercado, fijó como prioridad al asumir en marzo de 1951 dejar atrás la economía semi feudal e impulsar el desarrollo de su país a través de un capitalismo moderno. Lanzó grandes proyectos de infraestructura e impulsó una reforma agraria, que expropió tierras ociosas de la UFCO. El Estado pagó como indemnización el valor que la propia empresa había atribuido a esas tierras. La reacción furiosa de los accionistas puso en evidencia la contabilidad creativa y el patrimonio subvaluado de la compañía.
La UFCO, multinacional fundada en 1899 y dedicada principalmente a la explotación del banano (lo que dio lugar al concepto algo peyorativo de “república bananera”) fue un imperio presente en una decena de países de la región. El poder político de la compañía está retratado en una escena icónica de El Padrino II –película que Francis Ford Coppola estrenó en 1974–, cuando Michael Corleone es recibido junto a otros empresarios norteamericanos por el dictador cubano Fulgencio Batista, quien les agradece su apoyo y les asegura no sin cierto candor que la guerrilla castrista será controlada.
La reforma agraria y la voluntad de aumentar la presión fiscal sobre la UFCO transformó a Árbenz en enemigo de los Estados Unidos y le quitó el apoyo de los grandes terratenientes, quienes lo habían votado por temor a opciones políticas más extremas. La CIA llevó adelante una operación encubierta para presentar al Presidente como un comunista irredento, títere de la Unión Soviética. El publicista y asesor de la UFCO Edward L. Bernays, personaje central de la novela, es quien lleva adelante la campaña de desprestigio contra el Presidente, aunque advierte con honestidad brutal que el riesgo no es el comunismo sino la democracia: “El peligro de que Guatemala se vuelva comunista, pase a ser cabecera de playa para que la Unión Soviética se infiltre en Centroamérica y amenace el Canal de Panamá es remoto. Y yo diría que, de momento, no existe”. Sin embargo o tal vez justamente por eso, la campaña de desinformación (de fake news, diríamos hoy) se centró con notable éxito en esa incierta amenaza comunista. La CIA logró derrocar a Árbenz y colocar en su lugar a un militar sin grandes luces, Carlos Castillo Armas. El dictador bananero derogó la Ley de Reforma Agraria, de manera que todas las tierras que ya habían sido repartidas entre los campesinos fueron devueltas a los terratenientes del país y a la UFCO.
En 1999, cuarenta y cinco años después del golpe, el Presidente Bill Clinton pidió disculpas oficiales a Guatemala: “El apoyo a las fuerzas militares y las unidades de inteligencia que participaron en la violencia y la represión generalizada fue incorrecto y los Estados Unidos no deben repetir ese error”. Los Estados Unidos no repitieron el error de usar burdos militares para desestabilizar gobiernos democráticos considerados hostiles a sus intereses. Fueron más sutiles al hacerlo y reemplazaron los tanques por accionistas de medios, jueces y fiscales.
Al terminar de leer Tiempos recios es difícil no comparar ese extraordinario análisis de una conspiración política con las penosas columnas de opinión que el novelista nos ofrece en varios medios del mundo, como La Nación o El País de España. Por supuesto, una obra de ficción tiene vida propia y puede independizarse tanto de las ideas políticas como incluso de las intenciones del autor. Pero en este caso se trata de algo más elemental: la sagacidad con la que Vargas Llosa desmonta el complot de la CIA no se repite en ningún análisis del escritor peruano sobre la política actual. El paralelismo entre la conspiración contra Árbenz y las operaciones que han sufrido varios mandatarios progresistas de la región, como Lula Da Silva, Evo Morales, Rafael Correa o CFK, sin embargo, salta a la vista.
En nuestro país, desde por lo menos el 2008, CFK ha sido transformada por el relato de los medios y el odio tenaz de las élites económicas en una tirana; de la misma forma que Árbenz, un político moderado que apoyaba el sistema capitalista, fue convertido en un comunista irredento. La similar la operación, la demonización y también la transformación de ambos líderes en el mal absoluto. El Presidente guatemalteco partió al exilio, CFK sufrió un intento de magnicidio y padece la constante persecución judicial (“Cristina, entre la bala que no salió y el fallo que sí saldrá”, fue el título de una asombrosa columna de Clarín.)
Como ocurrió con el energúmeno Castillo Armas, que desanduvo el camino al desarrollo trazado por Árbenz, quienes vinieron después de CFK buscaron destruir su legado. La Ley de Medios, evaporada con un DNU, fue parte del precio que Mauricio Macri pagó por la demonización mediática de su predecesora. La fusión de Cablevisión y Telecom, contraria al credo liberal ya que concentra el mercado en lugar de generar más competencia, fue el siguiente pago. Pero es en la caída en picada de sueldos y jubilaciones a partir de diciembre del 2015 que debemos buscar la verdadera vuelta atrás. “No vienen por mí, vienen por ustedes” suele decir CFK.
¿Por qué el análisis certero que Vargas Llosa hace de la injerencia de los Estados Unidos, los medios y las élites económicas en los procesos democráticos que buscaron impulsar el desarrollo en la región no le sirve para analizar la coyuntura actual, tan similar en tantos aspectos? Es probable que ni él mismo lo sepa. Creo que una pista posible es compararlo con lo que le ocurre al antiperonista, que si bien tiende a aceptar las ampliaciones de derechos del primer peronismo (las vacaciones pagas, el aguinaldo, el fuero laboral, el voto femenino) rechaza cualquier iniciativa kirchnerista por considerarla “insostenible”.
Tal vez al situar el peligro en el pasado, Vargas Llosa busque exorcizarlo. Imitando la disculpa de Clinton de 1999, congela el problema medio siglo atrás. El mensaje podría ser que –a diferencia de aquellos tiempos recios– hoy los monstruos denunciados por los medios sí lo son. Jacobo Árbenz tal vez no buscara convertirse en un tirano irredento, pero CFK sí pretende serlo. Al fin y al cabo, como lo afirma una y otra vez el Presidente de los Pies de Ninfa, la ex Presidenta es tan comunista como Lula.
En realidad, como aclara el publicista Bernays, el peligro nunca fue el comunismo sino la democracia. O más bien, retomando las tres banderas de Juan D. Perón –otro político demonizado como Jacobo Árbenz o CFK–, los verdaderos peligros son la soberanía política, la independencia económica y la justicia social.
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