En sus tiempos, en el fondo del pasillo de alguna que otra vieja quinta de Ramos Mejía de esas que celosamente custodiaba el gato Confite (que no iba a la escuela cuando le dolía la muela), se conjugaban la idea de una existencia apacible con un espejo que tenía la propiedad de provocar contrapuntos sobre enciclopedias imaginarias acerca de mundos ficticios. Confite, para honrar su gran responsabilidad, normalmente se abocaba a retozar entre dos hemicírculos de luz verde que figuraban un ojo mágico. Décadas después, ese lugar de quintas fue absorbido por un conglomerado urbano que se fue transformando hasta consolidarse como el Gran Buenos Aires. Una superficie 240 veces más grande que la de ese territorio que alberga a un cuarto de la población argentina es la que por estos días se está quemando en Australia. La quema en California de 2018 tomó alrededor del 15% de superficie australiana comprometida en el pandemonio. El especialista Scott K. Johnson explica en el sitio Ars Technica (1/4/2020), que “al igual que el resto del mundo, las temperaturas de Australia están aumentando a niveles cada vez más altos a medida que el clima se calienta, lo que aumenta la evaporación y fortalece las sequías en situaciones como esta. Las tendencias de las precipitaciones son menos claras, pero las disminuciones se han atribuido al cambio climático, al menos en algunas regiones”. El cambio climático pasa factura.
Entre las consecuencias que sobre la condición humana tiene este perturbador –en todo sentido— clima mundial, lo que retrata la instantánea que ilustra el principio de esta nota es elocuente. El 22 de julio de 2019 en Ciudad Juárez, la inmigrante guatemalteca Ledy Pérez abrazó a su hijo Antonio mientras le rogaba a un miembro de la Guardia Nacional de México que la dejase cruzar hacia la colindante ciudad de El Paso (Texas) en busca del esquivo american dream. Por otro lado, los conflictos bélicos actuales (Siria, Afganistán, Somalia, Sudán, entre los que más desplazados generan) han llevado la cantidad de refugiados arriba de los de los 60 millones, el mayor número desde la Segunda Guerra. El grueso está alojado en países de la periferia que apenas pueden con sus poblaciones autóctonas. Hay que advertir que son conflictos civiles los que tallan. Desde 2003 a la fecha, invasión de Irak, no hubo tiros entre Estados, pero los países desarrollados azuzaron conflictos internos como los de Siria, Libia y Yemen. De acuerdo a los números del Programa de Datos de Conflicto de Upsala, las muertes en las conflagraciones bajaron desde un máximo de 143.409 en 2014, el apogeo de la guerra civil siria, a 77.392 en 2018.
Un informe publicado el 9 de diciembre por el Stockholm International Peace Research Institute muestra que las ventas de armas y servicios para actividades militares por parte de las 100 empresas de defensa más grandes del planeta (excluyendo las de China, por falta de datos) totalizaron 420.000 millones dólares en 2018, un aumento del 47% en términos reales desde 2002, el primer año para el cual hay cifras disponibles. La lista atestigua el dominio de los Estados Unidos en el mercado militar global. Las 43 corporaciones estadounidenses en el top 100 vendieron armas por valor de 246.000 millones de dólares en 2018, lo que representa el 59% de la lista.
La muerte del general iraní Qassem Soleimani ordenada por Trump llevó al alza las acciones del sector de defensa de los Estados Unidos, en previsión del aumento de compras. Entre el 2 de enero y el 7 de enero a 3 de esas 43 grandes corporaciones norteamericanas les subió fuerte la cotización bursátil: Northrop Grumman (+9%), Lockheed Martin (+5,6%) y Raytheon (+2,9%). Contrasta con que para el mismo período el S&P 500 (el índice bursátil norteamericano más representativo) bajó (-0,3%). Los analistas de la actividad bursátil pronostican un piso de crecimiento de las ganancias del sector defensa para 2020 del 7% y del 6% para 2021. Entienden que las ganancias vinieron para quedarse a raíz de que en años electorales las tensiones de corte bélico escalan, lo que hace políticamente insostenible bajar el gasto de defensa. No es cuestión de malquistarse con el complejo militar-industrial. Mientras tanto, los conflictos armados son un importante promotor de las crisis alimentarias más graves del mundo. Con fuerte impulso dado por los conflictos internos en Yemen, Sudán del Sur, Venezuela, Sudán y Zimbabwe, según la ONU el 10,8% de las personas en todo el mundo están desnutridas (22,8% en el África subsahariana), solo un poco menos que en la década anterior.
De Braudel a Wallerstein
El intento de ordenar y jerarquizar los datos que alimentan la dirección que toman los actuales días aciagos que vive el planeta, sugiere pulsar la categoría TiempoEspacio. La categoría TiempoEspacio (como palabra, un neologismo) es una creación de Immanuel Wallerstein, que toma como fundamentos los cuatro tiempos de Fernand Braudel: episódico, coyuntural, estructural y el de los sabios. TiempoEspacio es un concepto cuyo objetivo es el de cuestionar la certidumbre humana sobre el tiempo y el espacio a efectos de comprender en su complejidad los sistemas sociales geohistóricos (otro neologismo) los cuales son definidos por las contradicciones que albergan expresadas en ciclos y tendencias seculares que tienen principio y fin. El centro es la transición, certifica la defunción del orden anterior, y se encuadra en la categoría de TiempoEspacio estructural, dado que como sistema geohistórico real perdura a través de procesos coyunturales que lo tutelan y enhebran el hilo que permite llamarlo así. Es histórico porque varía en parámetros entre los cuales está el espacio. En cambio, la periferia se inscribe en la categoría de TiempoEspacio coyuntural-ideológico, es básicamente iterativo con dinámica de espiral. Este rasgo repetitivo y en forma de espiral del TiempoEspacio coyuntural-ideológico a la que está ceñida la periferia se verifica en la estilización de los ciclos de los países que la conforman, un trayecto de un estancamiento a otro.
Según Wallerstein, “la ciencia social ha fracasado en percibir el TiempoEspacio estructural [y] nos ha inhabilitado para construir el mundo que deseamos construir, la sociedad que preferimos y queremos, y sólo por rechazar la posibilidad justa de hacerlo. Esto nos conduce a [el] TiempoEspacio transformativo. Este es el momento breve y poco corriente del cambio fundamental. Es el momento de la transición de un sistema histórico a otro, de un modo de organización de vida social a otro. Estos momentos no llegan a menudo. Vienen únicamente cuando un sistema histórico ha agotado los mecanismos de reequilibrio propio, cuando ha agotado la eficacia de sus ritmos cíclicos, y ha ido suficientemente lejos del equilibrio, cuando sus oscilaciones han llegado a ser relativamente locas e impredecibles”. Cada cual hará sus cuentas para intuir si se está cerca de volver al equilibrio o alejándonos cada vez más, a partir de observar datos que provienen de la conjunción de lo que transcurre en el espacio donde la urbanización global colisiona con el rápido crecimiento demográfico. Ambas piezas maestras en este juego de destrucción-construcción están cronometradas por la tasa de interés que da cuenta del tiempo en la economía internacional, a lo que deben sumarse los estropicios que hace sobre la distribución del ingreso la política económica que se practica en el mundo.
Ciudades extremas
Alrededor de 2007 la división de población de la ONU informaba que, por primera vez en la historia, más del 50% de la humanidad vivía en ciudades. La tendencia no para. Desde 2018 en adelante se calcula que viven en ciudades poco más del 55% de la humanidad. En China la urbanización entre 2007 y 2019 pasó del 48% al 59% de la población total. En números absolutos: hay 180 millones de personas más que viven en las ciudades chinas. De hecho, China tiene ahora 130 ciudades de al menos 1 millón de personas, 3 más que las 127 sumadas de los Estados Unidos (45), la UE (36) y América del Sur (46). El único país grande que hasta el año 2040 no tendrá más del 50% de sus habitantes viviendo en zonas urbanas es la India que sin embargo tiene hoy 61 de esas ciudades habitadas por al menos 1 millón de personas. Hay 63 en África. China y la India son los dos países más habitados del mundo.
Ashley Dawson, una académica sudafricana de la City University of New York, en su reciente ensayo Extreme Cities: The Peril and Promise of Urban Life in the Age of Climate Change (Ciudades Extremas: Los peligros y Promesas de la Vida Urbana en los Tiempos del Cambio Climático) define que una "ciudad extrema no es una ciudad de cierto tamaño, como la megaciudad o metaciudad", sino más bien "un espacio urbano de marcada desigualdad económica, la definición urbana característica de nuestro tiempo, y una de las mayores amenazas para la sostenibilidad de la existencia urbana". Por lo tanto, las ciudades y todo lo que sucede en relación con ellas permanecen en el centro del "caos climático venidero”. Independiente de la opinión que merezca el ensayo o incluso ciertas curiosas observaciones de Dawson, como la de contrariar a la OIM (Organización Internacional para las Migraciones) en la problemática de los refugiados al afirmar que los refugiados climáticos se convertirán en una nueva fuente de mano de obra de bajo costo — lo cual constituiría una bendición para el "capitalismo del desastre"—, ha dado en el clavo con lo de ciudades extremas.
“Las 500 personas más ricas del mundo rastreadas por el índice de multimillonarios de Bloomberg agregaron 1,2 billones de dólares [en 2019], aumentando su patrimonio neto colectivo en un 25% a 5,9 billones de dólares ", informa Bloomberg. Esto es el reflejo de lo que Abhijit Banerjee y Esther Duflo, profesores del MIT y galardonados con el Premio Nobel de Economía en 2019 (una muestra clara de la crisis de las ciencias sociales), constatan en Foreign Affairs: que si bien el ingreso promedio del 50% de los ingresos más bajos del mundo casi se duplicó entre 1980 y 2016, en ese mismo lapso "los ricos en países ya ricos y un número cada vez mayor de súper ricos en el mundo en desarrollo [...] capturaron un sorprendente 27% del crecimiento global". A medida que el 1% global capturó más y más de la torta, Banerjee y Duflo refieren que "el 49% de las personas debajo de ellos, que incluye a casi todos en los Estados Unidos y Europa, perdieron y sus ingresos se estancaron".
El tiempo
La economía que sucede en el tiempo generó este conflictivo ordenamiento en el espacio. Pero con la tasa de interés en cero el tiempo dejó de ser tasable para la economía capitalista. De una u otra forma este estuvo bien presente en la reunión anual de la asociación de economistas norteamericanos en San Diego ocurrida durante la semana que pasó. Allí, el que fuera presidente de la Reserva Federal durante la crisis y la piloteó, Ben S. Bernanke, dijo que con las tasas en cero no hay más espacio para la política monetaria y abogó por darle curso decidido a la política fiscal si se presenta una recesión. Su sucesora en el cargo, Janet L. Yellen, en el mismo cónclave hizo suyos los conceptos de Bernanke. Para no ser menos el gobernador del Banco de Inglaterra, Mark Carney, a guisa de balance de lo actuado frente a la entidad financiera rectora cuyo timón está a punto de dejar en marzo, le concedió un reportaje al Financial Times (07/01/2020).
Carney está preocupado porque las persistentemente bajas tasas de interés a nivel mundial engramparon a los bancos centrales en una trampa de liquidez en la que los cambios tradicionales de la política monetaria no tienen ningún efecto en la economía y una política más flexible no tiene ningún efecto en el gasto. "Para todos los principales bancos centrales hay mucha menos munición que antes, y creo que esta situación persistirá por un tiempo", dijo Carney al FT. Al igual que Bernanke y Yellen, recomienda que los gobiernos consideren herramientas de política fiscal, como recortes de impuestos o aumentos del gasto público, si se produce una recesión, debido a que las tasas nulas y persistentes dejaron las posibles soluciones fuera de las manos de los bancos centrales.
La perspectiva de la continuidad de la tasa nula es una buena noticia para la renegociación de la deuda. También lo es que de acuerdo a los datos del Instituto de Finanzas Internacionales (IFF, el lobby de los grandes bancos del mundo), los inversores volvieron a los mercados emergentes (EM) en diciembre. El IFF contabilizó en diciembre compras con fondos provenientes del centro, de acciones y bonos de EM por 30.700 millones de dólares. Eso es un aumento significativo desde los 19.900 millones de dólares por operaciones similares en noviembre. En 2019 los mercados emergentes atrajeron entradas por más de 310.000 millones de dólares, muy por encima de las 194.000 millones de dólares que por el mismo concepto se contabilizaron en 2018.
Si estos datos coyunturales son parte o no de un TiempoEspacio transformativo está abierto a debate. Si efectivamente son parte, hay que regresar a aquel Ramos Mejía en el que en territorios de la imaginación deambulaban tigres invisibles entre torres de sangre y a una vecina le dejaron un elefante en la puerta para que lo cuide, un tal Dailan Kifki. Y cuando la historia deja elefantes en la puerta, hay que aprender a montarlos.
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