Techint va por todo
La cúpula de la UIA quedó integrada por los principales formadores de precios del país
“A mí no me acusaron de corrupción ni aparecí en ningún cuaderno”, lanzó José Ignacio de Mendiguren en medio de una reunión virtual de la Unión Industrial Argentina (UIA). El dardo envenenado tenía nombre y apellido: Paolo Rocca, mandamás del Grupo Techint e integrante de la estirpe más recalcitrante –aunque siempre solapado– del establishment vernáculo. El chisporroteo mediático difundido luego del encuentro que terminó de encumbrar a Daniel Funes de Rioja al frente de la entidad fabril fue apenas un rasguño verbal de las posibles confrontaciones que vendrán.
La UIA abandonó su estado de hibernación. No es que hasta la llegada de Funes de Rioja se hubiera mantenido al margen de temas calientes como el Aporte Solidario o el incremento del impuesto a las ganancias para empresas, que rechazaron cada vez que pudieron.
Así como Mauricio Macri los despreció, al punto de que pretendió crear una entidad paralela presidida por “unicornios” tipo Mercado Libre de Marcos Galperín –jugada que terminó en un grupo de chat–, y Alberto Fernández les propuso un canal de diálogo vía Miguel Acevedo, ahora los seguidores y seguidoras de Rocca pretenden marcar la cancha para lo que vendrá.
“En este contexto, se hizo lo que se pudo. Hubo algunos subsidios y el Estado estuvo ahí para pagar salarios (con el ATP). El rechazo del Impuesto a la Riqueza fue algo más político que económico. Hasta que llegó el tema precios, ahí sí hubo una fuerte reacción. Ahí se empezó a armar esta conducción de la UIA”, analizó un integrante de la entidad. Veníamos bien hasta que nos acusaron de generar inflación, es el mensaje que filtran.
Con la elección de Funes de Rioja, avezado declarante en contra de todo derecho laboral instituido y lobista de las alimenticias, la UIA parece emerger desde el permafrost (una capa de hielo permanente y dura de perforar) para descongelar su virulencia.
¿Cuál es el principal problema que enfrenta el gobierno nacional?, se pregunta un industrial de la provincia de Buenos Aires. La respuesta no es sólo la inflación sino la formación de precios y los actores que están detrás de la puja distributiva, empresarios con rostros y nombres que buscan obtener una mayor tasa de rentabilidad a costa de los (depreciados) salarios de les trabajadores. Y no por casualidad, esos rostros forman parte de la nueva conducción fabril.
Son el poder y quieren toda la torta
Al frente de la UIA quedó Techint (Rocca-Luis Betnaza), la Coordinadora de las Industrias de Productos Alimenticios (Funes de Rioja), Arcor (Adrián Kaufmann Brea) y Ledesma (Eduardo Nogués).
Las empresas alimenticias más grandes del país no sólo venden materias primas sino que también comercializan sus productos en el mercado local. Obtienen una doble rentabilidad: por el boom de los precios internacionales y por la remarcación de precios que aplican de manera constante.
El año pasado, Molinos Río de la Plata (Grupo Pérez Companc) obtuvo una rentabilidad neta de 1.746 millones de pesos, mientras que Arcor (presidida por Luis Pagani) alcanzó los 1.200 millones de pesos.
Los datos del primer trimestre de este año también son elocuentes. La empresa de Pagani registró una ganancia neta de 3.857 millones de pesos contra los 679 millones obtenidos en el mismo período del año pasado (previo al impacto fuerte de las restricciones por la pandemia). Es decir, incrementó su rentabilidad trimestral en un 468%.
A la sociedad de los Blaquier (Ledesma) le fue igual de bien. En su balance trimestral de este año (diciembre-febrero) anotaron una ganancia neta de 1.238 millones de pesos frente a los 388 millones del mismo período del año pasado. Un 219% más.
Funes de Rioja niega que estos niveles de rentabilidad tengan algo que ver con el aumento de precios que estas mismas compañías aplican, a pesar de que sus propios balances dan cuenta de que también existe un incremento de los márgenes de ganancias por sobre las ventas. Si eso no es remarcación de precios, ¿qué nombre tendrá?
“Hay tres o cuatro empresas que se utilizan habitualmente (como ejemplo), que presentan sus balances de manera transparente y que tienen operaciones en el exterior o vienen de ventas de activos importantes. Esto implica esa ficción de rentabilidad porque en realidad no es rentabilidad o tienen operaciones en otros rubros que no son alimentos”, respondió ante la consulta de este periodista durante un reportaje en Radio Nacional.
–Eso se llama integración vertical o concentración –se le repreguntó.
–El tema concentración, a ver. Si usted toma esas empresas, mire la cadena de pymes que tiene acopladas… No sé si están recomponiendo ganancias o recuperándose de las pérdidas. Cuidado que una cosa es ganar y otra no volver a perder.
Está claro que la nueva cúpula de la UIA jugará a ganar o ganar.
Y en eso vino Fidel
La virulencia que se avecina no es sólo por la rentabilidad de las empresas o el rumbo de la macroeconomía. También hay una cuestión ideológica. “A estos tipos les jode que entren en los supermercados a controlar precios. Eso y Fidel Castro son lo mismo”, ironizó un avezado lector de las internas de la entidad. No es que le tengan miedo a Paula Español, secretaria de Comercio interior, sino que rechazan –con misoginia incluida– lo que representa.
“Son los hijos o nietos liberales de Barrio Parque que se olvidan que las empresas que manejan se hicieron grandes de la mano del Estado”, agregó el lector de internas, y agregó: “No es un tema de la nueva canasta de alimentos, que incluso tiene algunos aumentos. No es la guita solamente. Es la flota de tipos con la campera del gobierno controlándolos”.
A Rocca, Betnaza, Kaufmann Brea, Funes de Rioja, ¿les jode quedar expuestos?
La Secretaría de Comercio Interior creó el Consejo Federal de Comercio Interior (COFECI) para articular la aplicación de los controles en todo el país. Entre 2020 y lo que va de este año (hasta el 31 de mayo) se llevaron adelante más de 38.500 relevamientos e inspecciones.
Teniendo en cuenta que la inflación anual se proyecta cerca del 50%, ¿alcanza con sólo establecer controles de precios? La respuesta parece ser más que obvia.
Entonces, si la UIA tiene pensado jugar políticamente contra el gobierno nacional, la respuesta ante la suba de precios –instigada en parte por las propias empresas que integran la cúpula de la entidad– ¿no debería ser también política?
“No pensé que esta situación ocurriría ahora, pero creo que llegó el momento de dar la discusión política sobre la formación de precios. Y esto implica que algunos sectores empresariales, que comulgan con la intervención del Estado, salgan a poner el cuerpo. Porque hoy muchos se quejan que les sube el precio de la harina o el maíz y en confianza te dicen que hay que desacoplar los precios internacionales. ¿Por qué no salen ustedes a pedir que suban las retenciones? ADIMRA (la Asociación de Industriales Metalúrgicos) tendría que salir a decir algo sobre el aumento de la chapa”, se explayó un industrial bonaerense con larga trayectoria gremial.
Esto quiere decir que debería darse un proceso de discusión que vincule inflación con el precio de los insumos que manejan muchas empresas concentradas. “¿Habrá represalias de esas empresas con poder de concentración? Seguro que sí. Por eso es clave ganar las elecciones de medio término”, agregó.
Rocca lo puso a Funes de Rioja al frente de la UIA para dar esa discusión política desde las sombras. Al no ser dueño de ninguna empresa, el representante de las alimenticias no tiene nada que perder. “Al fin y al cabo, los dueños siempre tienen algo para negociar”, sintetiza otro fabril que ve la interna de costado.
Hoy fue un día triste para la Unión Industrial: no pudimos elegir a un industrial como presidente. Una empresa monopolizó la conducción y se llevó puesta la democracia interna. Quieren otra AEA. Pero la UIA tiene que ser la voz de los industriales que no tienen voz. #BrotesVerdes pic.twitter.com/g4xGOZC6Uo
— Vasco de Mendiguren (@dmvasco) June 9, 2021
Establishment en tensión
La interna expuesta a partir de la diatriba de José de Mendiguren fue analizada dentro del Consejo Agroindustrial Argentino (CAA). Más allá del conflicto por el cierre –temporal– de las exportaciones de la carne, el diálogo de este sector con el gobierno fluía por carriles normales.
¿Normales para quién? Como señaláramos en El Cohete, esas escenas de diálogo tenían características de un pacto de caballeros y un pacto con el diablo al mismo tiempo.
El sector ya anunció que a partir del mes próximo podría regresar la tensión cambiaria. En los primeros cinco meses del año liquidaron todas las divisas que necesitaban. Ahora pueden sentarse tranquilamente sobre los granos.
Dicho esto, en el radar de preocupaciones del CAA asomó la interna en la UIA porque básicamente vieron una posible afectación de sus intereses más directos.
“Nos preocupa cómo quedó conformada la cúpula de la UIA. Funes de Rioja es un negociador nato. Pero más allá de eso, tiene un gran apoyo de Techint y sabemos que le pidieron que se endurezca. Toda la vida quiso presidir la UIA, entonces está en una situación de éxito personal. Hay una expectativa de un mayor conflicto con el gobierno. Veremos si Funes de Rioja mantiene un equilibro o lo llevan a tener posiciones más fuertes”, explicó un dirigente agroindustrial.
–¿Cómo repercutiría en el sector agroindustrial el incremento de la virulencia en la UIA? –preguntó El Cohete.
–Pueden afectar nuestra agenda y generar problemas en la política de control de precios o de comercio exterior, como así también congelar la ley de inversión agroindustrial.
Desde el CAA tampoco son convidados de piedra. Algunos de sus integrantes son los lobistas de los grandes frigoríficos que contribuyeron al incremento exponencial de la carne en el último año. Y son las mismas exportadoras de cereales que el año pasado dejaron de liquidar divisas para tensar la relación con el Banco Central.
Cada vez queda más claro que el establishment vernáculo pretende obtener la mayor tajada posible en plena pandemia. Lo que todavía no es tan nítido en todo este juego es el rol del Estado nacional, que hasta ahora sólo desplegó instrumentos superficiales.
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