Teatro de la resistencia
Espectáculos en vivo, en salas independientes o municipales, con mucho para decir
Ahora que desfinancian al cine argentino, le pegan a quienes defienden esa producción nacional a las puertas de su sala de exposición más importante mientras mantuvieron caída la web Cine.ar, luego del cierre de la agencia Télam y de iniciar el desmantelamiento de la Televisión Pública en pos de la especulación inmobiliaria sobre sus terrenos, ¿qué se puede hacer salvo ver teatro?
La pregunta remite a la que Charly García (La Máquina de Hacer Pájaros, 1977) formulara a comienzos de la última dictadura referida a las películas. Ahora vale para el teatro en tiempos de resistencia, cuando es posible ver obras de contenido social con destacable eclecticismo. Ante el paulatino retiro del Estado nacional, las alternativas van desde las ofertas de los Estados municipales hasta las independientes.
No en vano, la primera sala latinoamericana de Teatro Independiente estuvo en la Argentina, donde las variables de tablas desde y para el pueblo adquirieron notorias expresiones, desde el Teatro del Pueblo que Leónidas Barletta fundara dos meses después del golpe de Estado de 1930 (con elencos y salas pero sin sueldos, por “militancia absoluta”, en palabras de Tito Cossa) hasta el Teatro Abierto de 1981, aun bajo el yugo de las botas.
Con casi un siglo de vida, el Teatro del Pueblo (gestionado por la Fundación Carlos Somigliana, que preside Cossa) ofrece para este 2024 un nivel de propuestas muy rico.
Ya en los días en que Javier Milei asumiera al frente del Poder Ejecutivo, Cossa escribió en El Cohete (ver No hay derecho) en contra de suprimir la Ley de Teatro y a favor de sumergirse en algunos de los 500 espectáculos independientes de Buenos Aires, como no los hay en el mundo, con días que alcanzan los 300, dispersos por los barrios. Es posible repasar algunos.
Los artistas, siempre sensibles a los cambios en los sedimentos de la sociedad, avizoraron lo que se traían estos tiempos de cambios. En tal inteligencia, pusieron en foco algunas temáticas a rever/repensar.
Como tópico fundacional de una etapa, bien puede tomarse a la crisis de 2001, que el cine plasmó en La odisea de los giles y los documentalistas reconstruyeron en filmes que se reprograman (con una frecuencia que será cada vez menor en cuanto algún burócrata ausculte las grillas) por Cine.ar o canal Encuentro.
Pero si hay un lugar donde el largo brazo del mercado censor no ha de llegar es allí donde hay demanda independiente.
Una alternativa es el espacio Timbre 4, donde los sábados de marzo se disfrutó de No se fía, ambientada en una noche lluviosa sobre un pueblo cordobés post estallido social, donde dos familias comparten cumbias, promesas de empanadas y una radio encendida mientras se miden el precio de sobrevivir un día más en medio de la crisis.
En la misma línea podría verse Las encadenadas, centrada en Epecuén, una villa turística a 600 kilómetros de Buenos Aires, donde a la salida de la dictadura la corrupción canceló la posibilidad de una obra con compuertas, lo que devino hacia 1985 en la inundación del distrito. Esta comedia paródica ya se había presentado en 2018, pensada para que el iluminador se luzca en la creación de un clima misterioso que acompaña la mecánica eficiencia de dos trabajadoras del cementerio, también colapsado por las aguas.
Aunque el más abarcativo de los guiones (por su mirada sobre una situación mundial), es Mondo Roto, estrenada en noviembre, con 70 minutos de texto profuso que ponen a prueba la memoria de sus cinco actrices y la del público, que se llevará insumo para las conversaciones de sobremesa: “¿Así que 700.000 millones de dólares mueve la industria farmacéutica? ¿Y la prostitución y la pornografía unos equivalentes a 100.000 millones?”
Cuando los monólogos parecen derivar hacia lo enciclopédico, los recursos del género coadyuvan para mantener la sorpresa en un no-escenario (un piso frente a gradas) con casi nula decoración, donde destaca un globo terráqueo (el Mondo Roto) y toda la atención recae en las capacidades de los cuerpos. Su puesta es casi una proeza.
Mondo Roto no es sólo el mundo que se ha destruido, es el mundo mientras se va rompiendo. Su autora y directora, Mónica Cabrera, la define como una comedia gótica setentista. Entre el componente medieval, el horror y la oscuridad de lo gótico, unas criaturas irrumpen como formas de la hechicería política, el ocultismo, el espiritismo y las magias negras.
El teatro de estos días en Buenos Aires concentra a artistas que conectan con la definición que Rodolfo Walsh diera del intelectual, que “si no comprende lo que pasa en su tiempo y en su país es una contradicción andante”. A partir de esa perdurable presencia del mejor periodista argentino es que su rostro domina el afiche que invita a Argentinxs de bien, un encuentro entre artistas del área metropolitana de Buenos Aires, promocionado como “un abrazo colectivo que sólo se da cuando se hace de los escenarios una trinchera”. Ese espectáculo se realizará en otra Sala de Timbre 4, la de México 3554, sólo el viernes 26 de abril desde las 23:30, con los músicos Giu Azul, Paula Bori, Juanma Díaz, Mateo Saralegui y los expositores Octavio Cid y Juan Hiriart.
El Conurbano bonaerense tiene una propuesta tan amplia y renovada que sería inabarcable. En la populosa zona sur, Quilmes cuenta con un Teatro Municipal que da lugar tanto a autores locales como a músicos (rindieron tributo a Vox Dei y hasta celebraron la víspera del 24M con canciones combativas) en el mismo escenario donde funciona un espacio INCAA. A eso hay que sumarle media decena de salas con obras cada semana. Fue también el distrito donde se practicó durante meses en el Club RE la experiencia de micro-teatro, un formato importado (de Europa a Palermo) que consiste en presentar obras de 15 minutos para 15 espectadores en salas donde se puede ingresar con comida o bebida expendidas en el bar de la planta baja.
En Berazategui hay salas independientes como El Taller o Índigo, visitado tanto por artistas consagrados como por números locales que subieron a Shakespeare en versión para ciegos, o hasta teatro para bebés.
En el Teatro Municipal de Lomas de Zamora, para el fin de semana del Día de la Memoria subieron una versión de La Nona con un solo actor, Nicolás Cesare, quien interpreta a todos los personajes, bajo la dirección de Andrés Taslaktzian. Esta dupla había estrenado la obra en 1996 con siete actores, pero ahora “no hay plata”, aunque sobra esfuerzo. La obra es un clásico que sigue la historia de la decadencia de una familia que mantiene a una anciana de 100 años, que cada día come más, hasta hundirlos en la ruina. Muy apropiado para los tiempos que se vienen.
En el camino que va desde el Conurbano hacia la Capital, otros valores comparten su compromiso histórico. Así, Mario Moscoso y su compañera de vida, Natalia Arce, encarnan a Manuel Belgrano y su amante María Josefa Ezcurra en Un grito de libertad. Moscoso concibió una puesta minimalista, donde las distintas escenas se llevan a cabo con el direccionamiento de los cuerpos; con textos profusos, prodigios de la memoria como de una interpretación que sabe combinar tanto la angustia de una época de luchas, la enfermedad de un civil que debió tomar las armas y la determinación de una mujer enamorada. Puede disfrutársela en La Máscara (Piedras 736, San Telmo, al lado del SERPAJ) los domingos a las 17, con entradas reservadas desde 5.000 pesos.
En todos los casos, la convocatoria de público cuenta con el boca a boca, o la prensa local, como un silencioso amplificador; y en el verano sumó demanda, porque a diferencia del cine funciona como espacio de encuentro y conversación. Incluso, algunos directores promueven que, luego de la puesta, se debata.
A propósito, Susana Martins, del elenco de Mondo Roto, evaluó ante El Cohete: “El teatro es un acto de resistencia colectivo, porque en tiempos de crueldad exacerbada los artistas asumen la misión de mantener las reservas morales de lo social; de ayudar a pensar, a elevar la voz, a desnaturalizar aquello que las leyes del mercado normalizan. Si la política actual se caracteriza por darle un ultimátum a la política, las nuevas formas del arte necesitan ser políticas. Somos parte de la creación de un mundo que va hacia una destrucción planificada por los poderosos dueños del capital. Quizás no haya salida. O tal vez nos salve el humor, la risa, que nos hace humanos”.
Mondo Roto puede verse los domingos de abril a las 18 en Yatay 666, la sede de Abasto Social Club, con Marila Ducca, Viviana Galichini, Irene Intebi, Susana Martins y Mercedes Savall.
A diferencia de algunas puestas que ensayan en lugares prestados porque son subidas a escenarios no teatrales, siempre es buena la oportunidad de redundar en el beneplácito de contar con salas especiales como la del Teatro del Pueblo. Lo dirige la Fundación Somigliana, nacida en 1990, que busca a autores teatrales argentinos, estudia el oficio y divulga sus obras con puestas en escena, talleres y seminarios, sin intervenir en el cobro de derechos ni en funciones legales propias de ARGENTORES. Está conformada por Roberto Perinelli, Héctor Oliboni, Mariela Asensio, Adriana Tursi, Raúl Brambrilla, Andrés Binetti, con la membrecía honorífica de Marta Degracia y Roberto Cossa. Su cartelera puede consultarse aquí.
Claro que además de obras vernáculas puede disfrutarse de autores como Eugene Ionesco, con La Lección, “comedia siniestra” para la cual desde Teatro El Bululú (Rivadavia 1350, Congreso) ofrecen la posibilidad de ganar un 2x1 a7.200 pesos, para una salida de sábado a la noche.
Para otras salas, es posible estar al tanto vía internet de una cartelera en constante renovación con venta de entradas en línea.
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