Sueño con inteligencia artificial
Estuve investigando con las inteligencias artificiales, con Chat GPT y similares y tuve un sueño.
Anoche tuve un sueño. Debe ser porque estuve trabajando e investigando mucho con las inteligencias artificiales, con Chat GPT y similares. El sueño seguía la progresión aparente del desarrollo actual, hasta que un día las Inteligencias Artificiales habían dominado todas las profesiones intelectuales de las que se ocupaba la clase media y media alta. Todo era más eficiente, y los empleados humanos de las empresas consistían únicamente en los altos niveles gerenciales, que se comunicaban directamente con las IAs para que se ocuparan de la administración de la empresa.
Las únicas tareas que seguían siendo llevadas a cabo por humanos eran las más artesanales, el trabajo duro, los puestos técnicos, que también iban siendo reemplazadas por robots pero a un ritmo mucho más lento. Esto había producido cierta paradoja social: al ser estos empleados de rangos más bajos los únicos a quienes había que pagarles, sus sueldos se habían vuelto considerablemente importantes; sus gremios y sindicatos habían conseguido mayores beneficios (días libres, salarios más altos) sin encontrarse con mucha resistencia en un momento en que los empresarios estaban ahorrando más del 80% de la carga salarial de sus empresas. Los otros sindicatos habían desaparecido o perdido fuerza junto con las profesiones que defendían. Mientras tanto, una enorme franja de profesionales, e incluso de gerentes de rango medio, habían sido sustituidos y se encontraban desempleados y desamparados. También los intelectaules y los artistas. El mundo se volvía cada vez más eficiente y menos humano.
Para entonces, la ideología del libre mercado regía la mayor parte del mundo y casi ningún Estado había planificado ningún método para rescatar a los millones de desempleados que se generaban cada día en el mundo, por lo que las calles se habían llenado de gente que se arreglaba con las sobras materiales, desechos de alimentos sobreprocesados y de plásticos de colores estridentes de impresoras 3D para armar su vida a la intemperie.
En el plano ideológico, la mayoría de la clase baja (que ahora había pasado a ser media y media alta) apoyaba al libre mercado. Detestaban la idea de compartir la más mínima parte de sus salarios con la antigua clase media y alta porque consideraban que estaban cobrando una deuda histórica de la meritocracia: por fin recibían el premio al mérito de tantas generaciones de trabajo duro mal remunerado. Y además sabían que su futuro no estaba garantizado por mucho tiempo, mientras los robots se hacían cada día más aptos para cumplir con cada vez más tareas manuales.
Por eso la población ahora incluida no dejaba de repetir en los medios, en las redes y en las calles las consignas que durante tanto tiempo habían repetido los que antes estaban incluidos. Pero en el sueño, ahora que esas consignas las gritaban los obreros, adquirían más sentido: “¡Garrá la pala!” les gritaban desde los camiones a los profesionales que circulaban hambrientos por las calles con raídos trajes grises como zombies o que protestaban pidiendo alguna ayuda al resto de la sociedad. ¿Cómo había sido posible, cuánto cinismo había hecho falta para que durante tantos años la escena hubiera sido la inversa?
Mientras tanto, el alud de abogados, médicos, periodistas, programadores, artistas y escribanos, se agrupaban en unidades básicas improvisadas y trataban de articular partidos políticos que impulsaran medidas como el salario básico universal, la obligatoriedad de contratar empleados humanos para ciertas tareas y cosas por el estilo. Pero ya habían perdido la batalla. Las consignas que durante tanto tiempo impulsaron por fin habían dado a luz a un nuevo mundo, acaso ya frío e inhumano, pero perfecatmente eficiente en sí mismo.
(Relato escrito con inteligencia 100% orgánica)
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