Sismos en América Latina

Represión en Ecuador y Chile y crisis del neoliberalismo regional

 

El oasis del neoliberalismo latinoamericano, con pretendida sede en Chile, se descubrió como una ilusión óptica. El paraíso postulado como ejemplo por los centros financieros internacionales fue publicitado durante décadas como el espejo donde debían reflejarse sus vecinos. Su difusión como paradigma exitoso fue inoculado mediante la acción psicológica de los medios de comunicación hegemónicos y los Centros de Investigación ortodoxos, comprometidos en naturalizar una legitimidad político-económica basada en la desigualdad y en la acumulación descomunal de riqueza en escasas manos.

El Presidente de Chile, el empresario Sebastián Piñera, fue explícito al anunciar una semana atrás que había declarado la “guerra contra un enemigo poderoso e implacable". El destinatario de su amenaza no era otro que su propio pueblo. La chispa que encendió la movilización fue el aumento de 30 pesos en la tarifa del Metro de Santiago, pero se agravó luego del comentario insultante del ministerio de Economía, Andrés Fontaine, quien invitó a la población a madrugar para acceder a viajes más económicos: “El que madrugue será ayudado, de manera que alguien que sale más temprano (...) tiene la posibilidad de una tarifa más baja...”.

 

 

 

 

Pese a la declaración de guerra del Presidente Piñera, los ciudadanos chilenos no parecen consentir con la hora de las armas.

Las movilizaciones fracturaron la impostada efigie del modelo chileno, exhibiendo sus desequilibrios económicos y los recónditos resentimientos acumulados contra los sectores del privilegio. El sistema posee uno de los sistemas de educación superior más onerosos del mundo. Los estudiantes universitarios deben endeudarse por décadas para devolver los créditos requeridos para solventar sus carreras. La salud es prohibitiva para el 50% de los habitantes, que dependen de una atención hospitalaria limitada y deficiente, sólo abocada a las emergencias. La mitad de la población accede a sistemas de cobertura sanitaria eficiente luego de cumplir con cuotas abusivas.

 

El club neoliberal latinoamericano, preocupado por su futuro.

 

 

El sistema previsional se encuentra en manos privadas (idéntico al modelo de AFJP promovido en los años '90 por el menemismo) y condena a los trabajadores a descuentos mensuales desmedidos. Luego de décadas de aportes exorbitantes, sin embargo, otorga jubilaciones que redundan en un tercio de la canasta básica alimenticia. La promocionada vía chilena al neoliberalismo incorpora, además, el trabajo precarizado, la jornada de trabajo (promedio de 50 horas) y un sistema político amañado en el que se alternan los dos conglomerados políticos hegemónicos –la derecha de Piñera y la denominada concertación de Bachelet— cómplices en la aceptación pasiva de una Constitución propuesta, aprobada y sancionada en plena dictadura militar, cuando estaban prohibidos los partidos políticos, los sindicatos y los registros electorales (utilizados para el plebiscito de su aceptación de 1988) eran administrados por uniformados que digitaban los padrones mientras continuaban su tarea de asesinar opositores.

El modelo que endiosan los centros de poder avala la primarización, el extractivismo y la especulación como los rasgos más recomendables para la inserción internacional de los países latinoamericanos. Y por añadidura, sugiere el acostumbramiento pasivo a empleos de baja calidad, con escaso potencial de incorporación de valor agregado y nulos vínculos con la ciencia y la tecnología. Para darle coherencia al expoliación, el actual Presidente chileno propuso una reforma tributaria en abril de este año, orientada a reducir los impuestos a los más ricos [1]. De esta manera, para regocijo del FMI, se logra exhibir un equilibrio fiscal basado en la ausencia de inversiones en salud pública, prestaciones sociales y financiamiento del sistema educativo.

El malestar de las últimas dos semanas  (invisibilizado durante decenios por los informes de los organismos multilaterales de crédito y los suplementos económicos de los medios de comunicación hegemónicos), dejó atónitos a quienes se acostumbraron a un status quo impuesto y disciplinado. Quienes habían impulsado el relato artificial terminaron creyendo su propia narrativa y se vieron sorprendidos por la irrupción de lo recóndito: la esposa de Sebastián Piñera, María Cecilia Morel Montes, definió a la protesta popular como “una invasión extranjera, alienígena”, ante la cual –concedió temerosa— “deberemos disminuir nuestros privilegios”.

 

Guerra unilateral

La ilusión de un pueblo sometido, obediente, acostumbrado a resignarse en forma sistemática a los cantos de sirena de la austeridad, se transformó en una pesadilla que los sectores oligárquicos vieron desfilar con asombro y terror. Los tanques pinochetistas volvieron a reprimir a los manifestantes y las Fuerzas Armadas dispararon contra su propio pueblo, repitiendo los preceptos de la Doctrina de la Seguridad Nacional, otrora ideada para luchar contra el comunismo y hoy acondicionada a para castigar a quienes buscan resistir al neoliberalismo [2]. Para darle credibilidad al enfoque bélico del Presidente chileno, la seguridad urbana del Gran Santiago fue puesta en manos del general de división Javier Iturriaga Del Campo, quien hasta el último jueves asumió la responsabilidad por una veintena de asesinados, alrededor de 300 heridos y más de 1400 detenidos. Según el juez del Séptimo Juzgado de Garantías de Santiago de Chile, Daniel Urrutia Laubreaux, “tanto fuerzas policiales como militares han tenido actuaciones inaceptables perpetrando violaciones en los derechos humanos a través de disparos con armamento de guerra” [3].

Tras una semana de movilizaciones, luego de un intento fallido de concertar una reunión ampliada con los dirigentes de los partidos políticos opositores, Piñera pidió disculpas a la sociedad y anunció un paquete de medidas que los mercados caracterizan como populistas. El Presidente chileno, influido por el método macrista de consentir medidas tardías —gesto inmortalizado en Argentina por Juan Domingo Perdón—, pidió disculpas a la sociedad al tiempo que los militares seguían repartiendo gases, palos y balas [4].

El actual ciclo de los movimientos sísmicos latinoamericanos se inició un mes atrás con las manifestaciones en Haití contra el aumento de los combustibles decidido por el jefe de Estado, Jovenel Moise. Su vínculo con el Departamento de Estado y su concomitante adscripción a los modelos represivos sugeridos por el Comando Sur generaron una ola de movilizaciones que se extienden hasta hoy. El segundo capítulo tuvo sede en Ecuador, también como repudio a las políticas de austeridad sugeridas por el FMI. La revuelta popular incluyó a los colectivos indígenas organizados en la CONAIE y a los seguidores del ex Presidente Rafael Correa, hostigado desde que Lenin Moreno traicionó a la formación política que lo encumbró como primer mandatario en 2016.

En forma paralela, la contracara de estas puebladas se hizo manifiesta con el triunfo de Evo Morales, por más de 10 por ciento de los votos, respecto de Carlos Diego de Mesa. Esta victoria del ex dirigente cocalero se efectiviza luego del desgaste de tres periodos consecutivos de gobierno. Mientras sus colegas fondomonetaristas desplegaban políticas sugeridas por Wall Street, Morales creó un fondo contracíclico del 25 por ciento del PBI, nacionalizó el sistema financiero e incrementó el PBI como nunca antes en la historia de sus país. Bolivia fue el único país de America Latina que creció a un promedio del 4 por ciento anual en los últimos 12 años, y al mismo tiempo mejoró el poder adquisitivo de los deciles inferiores de la sociedad.

 

Bolivia triplicó su PBI desde la asunción de Morales y mejoró la calidad de vida de las familias.

 

El primer capítulo de las políticas ortodoxas impulsadas por los Chicago Boys en la región se puso en ejecución luego del golpe sangriento a Salvador Allende y se convirtió en el modelo económico de todas las dictaduras genocidas. El segundo ciclo se desarrolló durante los años '90, luego de la caída de la Unión Soviética, hecho que fue interpretado (equívocamente) como el fin de la historia, por parte de Francis Fukuyama [5]. La respuesta a este segundo ciclo fue la irrupción de gobiernos nacionales, populares y progresistas, liderados por Hugo Chávez, Lula, Pepe Mujica, Evo Morales, Rafael Correa, Néstor Kirchner y Cristina Kirchner. Todos ellos propiciaron medidas de integración regional, situación que generó la respuesta de Washington, comprometido en evitar dichas articulaciones. La arremetida del Departamento de Estado se sustentó en tres pilares: (a) los medios de comunicación, (b) los funcionarios judiciales previamente cooptados por think-tanks encargados de formación y capacitación, y (c) las agencias de inteligencia locales y globales. Con la contribución de este tridente lograron destituir a Dilma Rousseff, encarcelar a Lula, bloquear a Venezuela, cooptar a Lenin Moreno, perseguir judicialmente a CFK y emplazar en el poder a Piñera, Macri, Duque y Bolsonaro.

 

 

Ciclo corto

La ofensiva conservadora del último lustro aparenta contar con menos energía que en los periodos previos: México quebró la sumisión al neoliberalismo de la mano de AMLO, Lenin Moreno trastabilla frente a la movilización popular y Evo Morales obtiene su cuarto mandato por una diferencia de 10,56 %, en primera vuelta. Además Macri ve desvanecerse su sueño de segundo mandato al tiempo que el Frente Amplio oriental continúa siendo una opción competitiva, pese a la permanencia en el gobierno luego de tres mandatos consecutivos.

 

 

Pueblada en Quito.

 

 

Los modelos neoliberales incrementaron la desigualdad y aumentaron el déficit fiscal, salvo en aquellos países –como Chile— que se encargaron de limitar la inversión social [6]. El deterioro de las finanzas públicas se ahonda aún más cuando se promueven políticas de reducción tributaria a los sectores más concentrados y se permiten fugas de capitales ingentes a paraísos fiscales. Paradójicamente, la recomendación sugerida por los númenes ortodoxos consiste en ampliar el endeudamiento externo [7]. El círculo se cierra con la proliferación de la ingeniería financiera, las exorbitantes rentas autónomas de la economía real y el consecuente incremento de la desocupación. La legitimidad de la democracia se sustentó durante el siglo XX sobre la premisa de que los Estados podían regular la codicia del mercado. El neoliberalismo busca someter la voluntad mayoritaria a la lógica del 1 por ciento de la humanidad que se encuentra ligada a la lógica financiera. Se plantea lo que Angela Merkel describió en 2013 como una “democracia adaptada al mercado”.

El neoliberalismo, además de ser una propuesta de gestión económica, se propone como un sistema dispuesto a desconectar al individuo de su entorno, inscribiendo dentro de él los atributos de la competencia, la acumulación infinita y la aceptación indiferente de la fragmentación social. El sueño de la Escuela de Chicago es la construcción de un sujeto ajeno al dolor de sus semejantes: aislado y carente de empatía hacia lo colectivo, alguien fácilmente manipulable que perciba las jerarquías sociales como un dato de la realidad inmodificable. Un individuo separado de los otros y de sí mismo, incapaz de asociarse para demandar, reclamar o repudiar una injusticia. Una persona que, en el espíritu de Franz Kafka, se perciba a sí mismo como una cucaracha.

La causa por la cual la esposa de Piñera confundió la acción colectiva multitudinaria con una invasión de seres extraños (alienígenas) es el asombro ante la irrupción de seres gregarios. A las oligarquías latinoamericanas les resulta incomprensible la movilización de sujetos que, a pesar de la insistente contaminación neoliberal, han logrado despojarse del mandato de aislamiento y se deciden a desafiar la voluntad de ser convertidos en simples insectos. Es exactamente ese espíritu –de seres extraños a los modelos impuestos con insistencia repetitiva— lo que parece ser captado por los encargados de monitorear los sismógrafos latinoamericanos.

Algo se mueve. Pero no son cucarachas.

 

 

 

 

[1]. http://bit.ly/33Zgo9p

[2]. http://bit.ly/2PjNWLa

[3]. http://bit.ly/2BHVsHU

[4]. http://bit.ly/32WNQwY

[5]. Fukuyama, Francis: El fin de la Historia y el último hombre. Alianza Editorial, Madrid, 1992.

[6]. En Argentina el gobierno de Macri incrementó la desigualdad durante su cuatrienio: http://bit.ly/2NeYN6w . En Chile el 1 % de la población concentra el 23 % de la riqueza, constituyendo a ese país en uno de los más injustos del mundo medido por el coeficiente de Gini:   http://bit.ly/367HCwe

[7]. http://bit.ly/2BJysYY

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