SIN FUTURO NO HAY VIDA

Sin futuro, la vida humana se diluye

 

Desde hace décadas la situación social y económica en el país se viene deteriorando casi sin solución de continuidad. La pobreza en la Argentina se puede observar por todas partes: en las calles, en los hogares, en los supermercados, en las fábricas, en las tiendas, en los hospitales, en las escuelas, en la cantidad de repartidores a domicilio que no encuentran trabajo mejor.

Según Unicef, en lo que va de 2024, el 70% de los niños vive en situación de pobreza y el 30% bajo la pobreza extrema. La Auditoría porteña advirtió que no alcanzan los recursos humanos para asistir a la gran cantidad de niños, niñas y adolescentes víctimas de violencia familiar. La Unidad que funciona en la ex Casa Cuna es la única de su tipo en toda la Ciudad de Buenos Aires.

Para peor, la emergencia de salud mental está aumentando entre los niños y jóvenes. En la Argentina se suicidaron 383 adolescentes en el año 2020, el 90% de entre 15 y 19 años. En este grupo, el suicidio representó la principal causa externa de muerte (30%), y lamentablemente ese año se descontinuaron dichas estadísticas.

Por su parte, de acuerdo con la Auditoría General de la Nación, entre 2012 y 2022 las jubilaciones y pensiones sufrieron el deterioro más importante dentro del Presupuesto Nacional en relación con la inflación acumulada y han continuado en la misma tendencia hasta el presente. A vez, CIFRA concluye que las “jubilaciones y pensiones contributivas (fueron) durante el último año el componente que mayor peso tuvo en el ajuste hacia la baja del gasto público”. La pobreza entre adultos mayores se ha incrementado, alcanzando actualmente según el Barómetro Social de la UCA a más de 1.000.000 de personas, mientras que la indigencia alcanza a más de 150.000. Mientras tanto, el Ministerio de Capital Humano, en el marco del “Día Mundial de toma de conciencia del abuso y maltrato en la vejez”, puso en marcha la “Campaña Nacional de Buen Trato hacia las Personas Mayores”, cuyo lema es “construyamos día a día una sociedad que respeta y valora a sus personas mayores”, e impulsan acciones en favor de gestos y prácticas positivas que impliquen buen trato. Mayor falta de respeto hacia las personas mayores, quienes han trabajado toda la vida colaborando en la construcción del país, es inimaginable.

En otro orden de cosas, la organización correspondiente estima que en la Argentina cerca del 8% de los ocupados tiene trabajo por plataformas (Uber, Pedidos Ya, Rappi, Mercado Libre, Airbnb). Además, entre manteros (personas que ponen una frazada en la vereda donde exponer y vender), vendedores ambulantes, ferias paralelas, etcétera, los trabajadores del espacio público suman 500.000 personas en la Argentina.

Cuando se suman las situaciones críticas de vulneración de los diferentes conjuntos identificados más arriba, puede llegar a dimensionarse la tremenda realidad social argentina. El interrogante es cómo llegamos al presente estado de situación. Para ello es interesante introducir a este análisis el término anomia –entendido como los cambios en la solidaridad social ligados a transiciones y transformaciones culturales, socioeconómicas y políticas mientras las leyes y normas no cumplen adecuadamente la función de orientar el comportamiento de los individuos–, que entiendo sintetiza el estado actual de la sociedad argentina. Al respecto hay que considerar que no se llegó a ello debido a catástrofes, guerras o calamidades naturales sino que la misma es resultante de la creciente “africanización” del país por parte de grandes grupos económicos internacionales aliados a la burguesía local, que ha perdido toda marca de identificación con el conjunto social, con el pueblo argentino, mientras su principal interés es extraer del territorio nacional todos los recursos para monetizarlos de la manera más rápida.

Se ha roto el contrato social del país que históricamente crecía en términos económicos mientras atendía la salud de la población y la educación, promoviendo el bienestar general, generando inclusión social y económica de las inmensas mayorías, aportando horizontes de ascenso social y futuro para hijos y nietos. Un país que recibía generosamente a inmigrantes de países vecinos que rápidamente se insertaron en trabajos con los beneficios de la seguridad social y construyeron la vivienda sin que nadie los considerara intrusos que vienen a aprovecharse del sistema de salud y educación, como sucede actualmente.

El país se encuentra actualmente en grave crisis, acentuada por el gobierno de Milei, que en lugar de aportar a la solución incita los conflictos, maltrata a grupos sociales y personas de valía mientras profundiza el remate de los recursos naturales y humanos súper capacitados que emigran por falta de oportunidades. Se cierran empresas pequeñas y medianas que luego de muchos años de luchar por salir adelante ahora se encuentran con que no va más para ellas.

Mientras tanto, la africanización económica adquiere el correspondiente correlato social en una sociedad híper-polarizada de pocas personas con muy buenos ingresos que viven enclaustradas en barrios cerrados con vigilancia, donde tienen todos los servicios para no necesitar salir del encierro y entreverarse con la chusma, crecientemente empobrecida y marginada de la participación ciudadana y de las decisiones sobre sus propias vidas. Menos todavía con familias que perdieron la vivienda y viven en las calles de la ciudad recogiendo desechos para sobrevivir. Asimismo, el modelo implantado tiene una dimensión ambiental de generalizado y agudo deterioro de los territorios, ríos, bosques, salares, glaciares, hasta parajes prístinos; arrasados, contaminados sin tener la más mínima consideración de los pueblos que viven en ellos.

¿Cuánto tiempo puede sostenerse así este país, cuya población ha vivido y luchado encarnizadamente en diferentes momentos históricos para oponerse a situaciones de persecuciones, quiebre del orden constitucional, injusticia y maltrato?

 

 

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