Siete personajes en busca de un amor
El amor por la creación artística, por la autogestión, por la amplitud intelectual, por la cultura
El lunes 9, pasaditas las 6 de la tarde, la sala de Sarmiento 2037 se llenó en pocos minutos. En la mesa El devenir de la cultura (un título como cualquier otro) los que convocaban eran personas muy particulares, respetadas y apreciadas; los que colmaron el lugar (y no porque la entrada fuera libre y gratuita) era gente que (como quien esto firma) vino con ganas de escuchar y de aprender algo más. De izquierda a derecha se ubicaron Norman Briski, Gabriel Chamé Buendía, Mauricio Kartun, María Onetto y Pedro Saborido. Actores, dramaturgos, intérpretes, payasos, teatristas, directores, gestores. Todos creyentes de la religión de la cultura y de la liturgia del teatro, esa ceremonia que, por un ratito, le cambia la vida a quien la hace y a quien la ve.
En el escenario, los que habitualmente lo ocupan y hacen. En la platea, los que escuchan, juzgan, aplauden, disfrutan. Sumando a la moderadora, la periodista Sandra Comisso y al público se llega a siete, ese numerito que nos permitió en el título parafrasear a Pirandello por una de sus obras célebres. Bastó que la conductora de la mesa planteara la inquietud inicial (“Más allá de la crisis económica, ¿qué vislumbran para adelante?”) para que comenzaran a sentirse los claros efectos de una conversación rica, tranquila y en libertad. Durante poco más de una hora en ese recinto se verificó una burbuja prodigiosa: se cambió el monotema social imperante en la calle, no hubo grieta que valga y ni una vez se pronunciaron palabras como emergencia, dólares, reperfilar y el único Mauricio que importará en el siguiente rato es el que lleva como apellido Kartun.
Arriba el telón
Actor, personaje de la escena hiper independiente, pionero en la modalidad de instalar teatros en PHs particulares, Norman Briski se calza y descalza una gorra, se pasa la mano por la frente y por el cabello y lo que le sale (parece muy sincero) arranca sonrisas y el primer aplauso: “Yo estoy por la reforma agraria”, proclama. Se puede pensar que, con más de 50 años de intensa trayectoria, Briski ha hecho su propia “reforma teatral", arriba de múltiples escenarios, desde hace varios años en uno propio y también en la calle. Lo hizo en la Argentina y en otros países durante su exilio que lo puso a salvo de la dictadura. Su humorada (módico guiño a la actualidad) provoca sonrisas en el resto del panel que, a su turno, también adhiere. Sin que nadie lo diga, se siente que el teatro es de quien lo trabaja.
"¿La cultura?", se pregunta. "No tengo un relevamiento completo de lo que pasa en el país, pero lo que sé desde siempre es que la cultura es la lucha, que es cruel y es mucha”. Lucha que entabla desde la sala Calibán a la que define como “un lugar no rentable, pero en donde seguimos porque nos gusta jugar”. Y agrega: “Es una especie de club donde cada tanto nos sensualizamos con un material que nos interesa y lo hacemos. Lo que siempre tratamos es de no reproducir en nuestro trabajo las lógicas de un capitalismo dependiente que nos domina y que repudiamos”.
Con mucha suela gastada en escenarios europeos, ahora Gabriel Chamé Buendía vive en Buenos Aires. Tal vez el motivo se encuentre en esta explicación: “Allá no existe una actividad cultural que no esté subvencionada por el Estado. Las obras de teatro tardan, promedio, dos años en generarse y concretarse. Aquí se decide y se hace. El sistema sabe que lo vamos a hacer, aunque no haya dinero”. Revela Chamé que en sus inicios (sitúa: finales de los años '70) “estudié para ser director de cine, uno de vanguardia, para más datos. Pero, qué cosa, terminé como payaso y adicto a esa ameba que es el teatro independiente. Nosotros somos los que permanentemente nos reciclamos haciendo teatro”. De pronto recuerda el motivo de la reunión. “¿El devenir de la cultura? Difícil. ¿La verdad? No tengo ni idea, pero estoy aquí porque charlar es siempre interesante”.
Mauricio Kartun es un docente reconocido y buscado y uno de los dramaturgos y directores más prestigiosos de las décadas recientes. Cuenta que para llegar a la charla viajó en subte y de ese trayecto extrajo una postal muy de época. "Veinte por ciento de los pasajeros estábamos efectivamente en el vagón, pero el otro ochenta por ciento miraba la pantalla de su celular, estaba volando, en algún otro lado". Las redes cambiaron muchas cosas, innovaron en tantas más, pero el teatro resiste.
Sostiene Kartun: “El teatro es una gran ceremonia pública alrededor de una narración. Y es eso desde hace 2400 años. Los que la hacemos sabemos que no trabajamos con la verdad, sino con la verosimilitud; sabemos que ponemos en escena un discurso psicótico, un acto demente, un ritual único (el último de los grandes rituales que nos quedan), el que mejor representa la enorme sorpresa de ser otro por un rato”. Concluye poniendo a examen el título de la mesa: “Devenir es futuro. Cuando se me aparece el futuro, lo veo con optimismo. Dentro de lo cultural al teatro le está tocando una época extraordinaria y pienso que se le vienen mejores tiempos todavía”.
Actriz completa, sensible y exquisita, María Onetto también toma por las astas la palabra devenir, que califica como “impredecible “y “rara”. Cree en la toma de riesgos y en ese sentido elogia a Briski, que la dirigió en uno de sus actuales trabajos, la obra Potestad del recordado Eduardo Pavlovsky. Para ella los riesgos se desarrollan haciendo. Por eso cuestiona a los críticos de los operaprimistas en cine. “Los escucho decir: ¿cómo le dieron tanta plata para hacer un bodrio? Se equivocan. Así pudieron desarrollarse los mejores directores. Esa es la manera de crecer”.
Vuelve al teatro: “Sí, creo en tomar riesgos, todos los necesarios. ¡Estamos tan orgullosos de nuestros deseos! Sabemos que si no hacemos esto nos morimos. Seguiré poniendo todo lo que esté a mi alcance para seguir desarrollando esta forma de realidad paralela. Hay que inventar y tomar riesgos en este refugio enorme que es el teatro”.
Muy celebrado en los últimos años por su sociedad con Diego Capusotto, autor de dos excelentes libros recientes (las historias sobre el fútbol argentino y sobre el peronismo, deliberadamente arbitrarias aunque muy graciosas), Pedro Saborido se pronunció contra “la sospecha de que todo lo que no es rentable no merece existir”. A la vez fustigó la superstición de que muchos emprendimientos comerciales sean considerados “lavado de dinero”. También condenó la adoración a los mercados “porque con esa actitud nos impusimos un Dios más hijo de puta que el otro”. Sobre la oferta de la televisión no se manifestó orgulloso: “El ritmo televisivo tiene algo miserable, hasta cobarde diría: hagamos algo, todo corto, que parezca distinto, para que nos sigan viendo todo el tiempo”.
Fue claro en su defensa del teatro: “Reivindica la idea de seguir jugando, toma riesgos, admite la locura. El teatro te lleva a otro lugar y mientras te transporta, también te desafía. El teatro te da la posibilidad de alejarte un momento de Netflix y de juntarte con otros”.
Ideas fuertes dichas y escuchadas
- “Que las redes sociales sean para juntar y no para separar”.
- “Lo que nunca pensamos es que un día iba a llegar el streaming”.
- “Para los argentinos el teatro es como la música para los brasileños”.
- “El teatro es un modelo de convivencia”.
- “En estos tiempos la cultura es una lucha por inventar cosas, por crear lo distinto, lo verdaderamente contrahegemónico”.
- “Los artistas somos como nenes: siempre andamos pidiendo chiches para poder seguir jugando”.
- Cada uno manifestó su ilusión por los cambios políticos que parecen estar muy próximos.
- Y ninguno se olvidó de mencionar e incluso exigir que el de Cultura vuelva a ser Ministerio.
Para seguir con ellos (Trabajos actuales)
Norman Briski: La conducta de los pájaros; La Medicina (Tomo 1) ; No te vayas con amor o sin él; Potestad.
Gabriel Chamé Buendía: Othelo; Llegué para irme.
Mauricio Kartun: Terrenal; Cumbia morena, Cumbia; La vis cómica.
María Onetto: Potestad, Experiencia 1, Valeria radiactiva.
Pedro Saborido: La kermés ; Mi amigo Mex.
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