Siamo fuori
Adiós al BRICS y retorno al mundo de la gente de bien
Durante los gobiernos kirchneristas, la derecha vernácula se cansó de decir gansadas acerca del “aislamiento” argentino, a pesar de que la política exterior de 2003/15 no sólo mantuvo fuertes lazos con las economías centrales, de las cuales la Argentina siempre se benefició tan poco –más bien al revés–, sino que agregó socios fuertes que iban ocupando crecientes porciones del poder geopolítico y económico global; notablemente, aunque no sólo, China, que en medio de esos gobiernos (2010) superó a Japón y se colocó como segunda mayor economía mundial.
Durante el macrismo, incluso viendo una parte sesgada de la película, apenas la que refiere a exportaciones, se suponía que la Argentina “volvía al mundo”, pero lo hizo de una forma extraña, porque vendió a otros países 30% menos que durante los gobiernos de Néstor y Cristina, cuando hubo un pico de 84.000 millones de dólares en 2011, tras haber arrancado con 30.000 millones en 2003. Luego se fue estancando un poco hasta caer hasta 60.000 millones; con todo, el doble que al inicio (en el gobierno posmacrista de Alberto Fernández se llegó a otro pico, 88.000 millones, en 2022). Asimismo, en 2006 la Argentina llego a tener 15.000 pymes exportadoras. Integrados al mundo con Macri, caímos luego a 5.900, según mostró en el Coloquio de IDEA de 2017 el consultor Marcelo Elizondo.
Con Néstor y Cristina, además, el saldo comercial promedio fue un superávit de 10.000 millones de dólares, y solo en el último ejercicio, 2015, arrojó un pequeño déficit. Consciente de los problemas mundiales que habían emergido desde la crisis de 2008, justamente se buscaron fuentes alternativas de articulación global para seguir estando en el mundo. Una acción, no la más importante pero sintomática de ese cometido, fue la gira a Angola, denostada una vez más por esos cagatintas cipayos que abundan en nuestro país. Tanto era importante –como debería seguir siéndolo– exportar más a África, que no se le ocurrió viajar únicamente a Guillermo Moreno y un grupo de empresas nacionales sino también, por esos mismos meses y también en busca de ampliar mercados, a los mismísimos jefes y jefas de Estado Ángela Merkel de Alemania, Lula Da Silva de Brasil, François Hollande de Francia, Jacob Zuma de Sudáfrica o Li Keqiang, primer ministro de China. No se escuchó ni una crítica a ellos, pero sí le llovieron al entonces secretario de Comercio argentino.
Ahora, con el adiós al BRICS que propinaron Javier Milei y Diana Mondino, con la venia del Departamento de Estado y la alegría de las finanzas globales con sedes en Londres y Wall Street de las que se encarga “Toto” Caputo, pasa algo similar. Volvemos a estar en el mundo… dejamos de estar “aislados” y de pretender ser parte del club de los feos, sucios y malos que integra a más del 40% de la población mundial y un tercio de su generación de riqueza e intercambios, todo en forma creciente, y entramos de nuevo al verdadero mundo, al de la gente de bien, uno en verdad caduco, decrepitándose y arrastrando a guerras y más guerras en su declive.
En los mismos días que Milei le decía No al BRICS, “Toto” empezaba a entenderse con el FMI y Mondino ya había ido al cumpleaños del Rey Carlos III en la embajada británica en Buenos Aires y viajaba a París a mendigar un ingreso a la OCDE, un club de ricos que ni siquiera tiene un banco de desarrollo como el que sí tiene el BRICS y tan bien vendría para financiar la infraestructura que le falta a la economía argentina.
Era (y sigue siendo) difícil entender qué significa estar aislados del mundo cuando en 2004 se elegía como nuevo socio estratégico al país que más estaba reformateando el mundo, China. ¿Será que el gigante asiático no es parte del mundo en la visión euro-céntrica? ¿No estábamos en el mundo cuando nos acercábamos a la India, que es hoy el país más poblado y también con un PBI expansivo, y a la que varias provincias argentinas –como a China– empezaron a exportarle? ¿Era estar afuera del mundo cuando se priorizaba la articulación con Brasil en materia de integración regional y de las economías del vecindario? Incluso ahora sería aún más importante ese “estar en el mundo”, porque el BRICS ampliado incorpora a otros países asiáticos y africanos, todos grandes productores energéticos y alimentarios. Pero nos quedamos afuera, ahora sí, del mundo, para regresar al pedacito que hoy es Occidente y en el rol de dependencia, periferia y supeditación en el que las elites de ese espacio geográfico y conceptual nos han ubicado siempre como proveedor de materias primas.
El BRICS es una oportunidad que va más allá del comercio exterior, es la voz del Sur Global contra la locura a la que arrastra Occidente en el tobogán. Es multipolarismo encaminado a otro orden global que evite la catástrofe final. Sin garantías, claro, pero de lo otro ya sabemos demasiado.
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